Introducción.-
El
llamado Boom
es la consagración de un modelo novelístico propio de la literatura
hecha en la América española que supone las primeras
manifestaciones ajenas a los modelos europeos y que buscaban la
creación de una literatura propia. Antes de recibir esta
denominación, el crítico A. Rama y el escritor C. Fuentes se
refirieron a este fenómeno como “Nueva Novela”, entendiendo por
tal un conjunto de novelas de gran calidad artística y sorprendente
originalidad, que surgen en distintos países hispanoamericanos. Para
Estébanez Calderón, esta nueva novela presenta algunos rasgos que
permiten definirla:
1.- Una nueva
concepción del referente geográfico respecto a la anterior novela
regionalista e indigenista: predomina el espacio urbano sobre el
rural (incluso muchos escenarios se desplazan a Europa, a ciudades
como París, sobre todo, o Barcelona); también se inventan espacios
propios, al estilo de Faulkner, como Comala, Macondo o Santa María.
2.- El tratamiento
de los aspectos sociales y políticos se enfocan desde la tensión
del hombre con el medio, insertándola en un nivel de creación en el
que prima lo imaginario y lo mítico: estos narradores tratan de
descubrir, en las vivencias de sus personajes, situaciones y
problemas que afectan al ser íntimo del hombre, con lo que dicha
problemática es contemplada desde una perspectiva universalista y
existencial.
3.- Innovación
formal: estos novelistas incorporan a sus obras las aportaciones de
los autores europeos y norteamericanos, como la creación de espacios
imaginarios con resonancias míticas (Faulkner, ya mencionado), la
técnica del diálogo sin interlocutor (V. Woolf), el tratamiento de
la secuencia temporal (Proust, Joyce), o la técnica del monólogo
interior (fundamentalmente Joyce).
4.- El tratamiento
del lenguaje: el narrador parte del lenguaje oral para crear una
lengua escrita que pudiera ser característica de la idiosincrasia de
la cultura hispanoamericana1.
Practican un ejercicio de experimentación verbal a través de la
creación de neologismos, distorsiones morfosintácticas y
semánticas, juegos con la ambigüedad y polisemia del léxico,
recreación paródica de lenguajes profesionales y determinados
sociolectos, jitanjáforas, etc.
Pero, es preciso
referirse a distintos autores y modelos previos que podrían explicar
esta explosión literaria:
La literatura
costumbrista, del XIX, que pretende documentar tipos y escenas
pintorescos, al tiempo que censurar vicios y defectos sociales, como
en Martín Rivas, del chileno Alberto Blest Gana.
La novela
indigenista se identifica con textos cuyo espacio se sitúa en el
entorno de la cordillera andina, donde el tipo racial preponderante
es el indio, y que abarca amplias zonas de Bolivia, Ecuador y Perú.
El problema con los novelistas de esta corriente es que, al igual que
los poetas gauchescos, no pertenecían a la comunidad sobre la cual
escribían, sus orígenes se encontraban en las clases media y alta.
Una de las obras más conocidas de este tipo de novela es Huasipungo,
de Jorge Icaza2.
En la novela
regionalista el medio sobre el que se construye la historia es la
pampa argentina, el llano de Venezuela y de Colombia. En ocasiones la
naturaleza es selvática, como en la segunda parte de La vorágine
de José Eustasio Rivera. Muy conocida es Segundo Sombra, de
Ricardo Güiraldes, que se desarrolla en el mundo del gaucho, en las
llanuras donde se cría el ganado. El estilo destaca más por su
preciosismo literario y por su sonoridad que por ser un intento de
expresión a la altura de los ambiciosos temas descritos. No existe
tampoco la voluntad de encontrar una estructura conveniente a las
novelas, sino que la descripción del caos y la violencia se
supeditan estructuralmente a una secuencia lineal convencional3.
La novela de la
Revolución mejicana, que abarca el periodo de 1910 a 1915, años en
los que se producen los distintos levantamientos revolucionarios
comandados por los conocidos Zapata y Pancho Villa. Estas obras
ofrecieron, por vez primera, una visión compleja y ambigua de la
realidad hispanoamericana. La más notable de las novelas que se
fijan en estos años es Los de abajo (1915) de Mariano Azuela.
Y autores como el
argentino Roberto Arlt (1900-1942), quizá el primero que intentó
recurrir a un modo distinto (posteriormente muy utilizado) de escapar
al realismo convencional para ahondar más profundamente en los
problemas políticos y sociales de su país: este modo fue la
fantasía. Entre sus obras más conocidas están Los lanzallamas
o Los siete locos.
Pero también es
notable el influjo que ejercen en estos autores los grandes
novelistas del siglo XX, como Proust, Kafka, Joyce4
o (muy especialmente) William Faulkner5.
Julio Ortega,
refiriéndose a estas novelas del boom, escribe: “La novela
no es más que el amplio espacio discursivo que permite explayarse
cómodamente al autor dedicado a hacer el prolijo registro de un
mundo, proyectándolo en el que arma. Más bien, la nueva novela
latinoamericana es un género en ensayo, en revisión profunda y
amplia: mientras se va haciendo hace también su propia crítica,
duda de sí misma, se plantea como interrogante sobre el mundo no
como solución de este. Por eso la literatura renuncia a reflejar o
imitar la 'realidad': su capacidad crítica es otra, se basa ya no en
su determinismo sino en su condición de metáfora de esa realidad,
el lenguaje es aquí la historia”.
La nómina de
autores de relevancia en el ámbito de la narrativa hispanoamericana
del XX es tan amplia que justifica el término “boom” para
referirse a este fenómeno: Fuentes, Alejo Carpentier, Lezama Lima,
Cabrera Infante, Rulfo, Mujica Láinez, Uslar Pietri, Borges,
Cortázar, Onetti, Sábato, Donoso, Puig, Soriano, Vargas Llosa...
Julio
Cortázar (1914-1984).-
Nacido
en Bruselas, pero criado en Argentina, Cortázar muestra un interés
temprano por la literatura (con nueve años escribe una primera
novela). En 1932 fracasa en su intento de viajar a Europa en un barco
de carga. Se gradúa de maestro en la Escuela Normal y en 1934 acepta
un trabajo en la provincia de Buenos Aires. En los años siguientes,
publica algunos textos poéticos. Se incorpora a la Universidad de
Cuyo, en Mendoza, puesto que abandona en 1945 por el triunfo de
Perón. Regresa a Buenos Aires y completa los estudios de traductor.
En 1951 se traslada a París como traductor de la UNESCO y otros
organismos de las Naciones Unidas. Traduce las obras completas de
Poe. Visita Estados Unidos en 1960. Recibe la nacionalidad francesa
del presidente de Mitterrand. En 1984 fallece en París.
Julio Cortázar es
autor de una amplia obra, sobre todo narrativa, en la que destacan
sus libros de cuentos y sus novelas. Entre los primeros nos podemos
fijar en Las armas secretas (1959), Historias de cronopios
y famas(1962), Octaedro (1974) y Alguien que anda por
ahí(1977). Entre las segundas sobresale Rayuela(1963),
aunque no podemos dejar de referirnos a 62, modelo para armar
(1968) y Libro de Manuel (1973).
Rayuela, que
pasa por ser su más conocida, y lograda, novela se organiza de
acuerdo con dos posibilidades de lectura: “Una está dedicada al
“lector-hembra”, que busca la “novela rollo” porque puede
leerse de corrido sin mayores preocupaciones. Tal lectura acaba en el
cap. 56, comprende las partes I (“Del lado de allá”: París) y
II (“Del lado de acá”: Buenos Aires) según están impresas y
elimina la parte III (“De otros lados. Capítulos prescindibles”).
La otra lectura, dedicada al lector cómplice, comienza por el cap.
73 de la parte III y sigue saltando de una a otra parte, según el
tablero de dirección”6.
En la novela hay dos procesos simultáneos e inseparables: el primero
lo constituirían los esfuerzos de su personaje central, Oliveira,
por superar su estado de mero testigo intelectual de la vida, de
mantenerse alejado de la acción y limitarse a contemplarla; todo lo
que hace Oliveira responde al afán de ver el mundo de otro modo. El
segundo sería el esfuerzo cortaziano por desescribir la novela
convencional, luchando contra el mero escribir estético, lo
ornamental, los trucos y clichés aceptados7.
La novela mezcla los transcendental con lo trivial, los absurdo y la
locura, en un juego permanente. El humores un factor fundamental de
la obra de Cortázar.
62, modelo para
armar parte del capítulo 62 de Rayuela, y el propio autor
escribe: “...fue escrito como un tanteo... Se trataba de enfrentar
exteriormente la situación de un grupo de hombres alienados por sus
conductas y sus dramas personales... y, a la vez, interiormente y
como propósito esencial del libro, intentar una visión diferente de
la causalidad”. Los protagonistas, argentinos, franceses, un inglés
y una danesa, mantienen relaciones amorosas que los acercan y los
alejan por distintos motivos, por lo que Shaw sugiere que “el tema
auténtico de la novela tiene que ver con la superación de la
angustia por el amor”.
En Libro de
Manuel, Cortázar dice que intentó por primera vez “la posible
convergencia de una invención de ficciones con una militancia
ideológica”.
Gabriel
García Márquez (1928-2014).-
Nació
en Arataca, Colombia, el 6 de marzo de 1928. Se cría con sus abuelos
en su pueblo natal, hasta 1936. En 1940 se desplaza a Bogotá a
estudiar la secundaria en el colegio de los jesuitas. Comienza el
bachillerato en Barranquilla y lo termina en el Liceo Nacional de
Zipaquirá. En 1947 inicia estudios de Leyes en la Universidad
Nacional de Colombia, Bogotá, que acaba abandonando. En 1948 se
traslada a Cartagena, iniciando su carrera de periodista. En 1950 lo
encontramos en Barranquilla y en 1954 se integra en la redacción de
El
Espectador,
de Bogotá. Enviado como corresponsal a Europa y cerrado poco después
el diario, inicia una etapa de viajes que lo llevan a residir en
Roma, París, viajar por la Europa oriental, por el sur de Estados
Unidos, instalarse en Caracas, México, Barcelona... y vuelta a
Bogotá y México.
Su
obra es esencialmente narrativa. Sus primeras novelas, La
hojarasca (1955,
en la que nace Macondo), El
coronel no tiene quien le escriba
(1961) y La
mala hora (1962),
suponen el punto de partida de su obra más conocida, Cien
años de soledad (1967).
Esas tres primeras novelas, según Vargas Llosa, muestran el
individualismo, el fatalismo, la soledad y el inmovilismo de Macondo
y configuran una concepción pesimista de la existencia humana.
Cien
años de soledad
es la saga fantástica de siete generaciones de la familia Buendía.
Mito e historia concurren en la ordenación temporal y en la
disposición del relato. La herencia dicta una estructurada
distribución de los caracteres masculinos y femeninos que coincide
-y en ocasiones contradice- su identificación nominal en la serie de
José Arcadios o Aurelianos y otros personajes. La lectura de los
manuscritos de Melquíades duplica referencialmente la historia de
los Buendía y de la maldición que los aniquila. Escrita con
extraordinarias cualidades narrativas por una sola voz omnisciente,
concentra varias regiones de la imaginación que comprenden el
folklore y el carnaval entre las formas populares y la novela
política, antiimperialista, costumbrista, gótica, etc.8
Según Valverde, “La originalidad y la posible seducción de Cien
años de soledad
está en su carácter de “cuento”, de leyenda, a modo de relato
infantil o libro de caballerías. Pero su magia de metamorfosis y
exageraciones no es uniforme ni sigue la peculiar lógica del cuento
infantil o del libro de caballerías, sino que va por rachas, sin que
sepamos cuándo “vale” y cuándo “no vale”: un cura entra en
levitación; una bella joven asciende a los cielos; hay un ser humano
con alas, o con rabo de cerdo”. La novela ha sido vista por unos
como metáfora de la condición humana y por otros como una
exploración de la situación histórica de Latinoamérica, aunque
probablemente habría que conciliar ambos puntos de vista.
Para
Julio Ortega, “[...] el notorio éxito de Cien
años de soledad
radica en el hecho de que su evidente calidad es también un largo
elogio del lector. Esta es una novela que exige y obtiene lo mejor de
cada lector: lo encuentra en disponibilidad, la asalta y transmuta. Y
esto porque Cien
años de soledad
quiebra la razón, excita la fantasía, transparenta la sensibilidad,
exige el humor, convoca la piedad. Y reclama también un paralelo con
su esquema, ese siglo de episodios latinoamericanos cuyas vastas
posibilidades de dolor y felicidad concluyen en la muerte y la
destrucción, en el fin de un periodo y en la vecindad de un tiempo
otro, porque el mundo y el tiempo que esta novela relata está
cerrado, concluido. La historia de Macondo es la historia del
pasado”.
A
continuación publica El
otoño del patriarca
(1975), Crónica
de una muerte anunciada
(1981), El
amor en los tiempos del cólera
(1985), El
general en su laberinto
(1989), Del
amor y otros demonios
(1994) y Memoria
de mis putas tristes
(2004). En cuanto a sus cuentos, quedan recogidos en Los
funerales de la Mamá Grande
(1962), Isabel
viendo llover en Macondo
(1969), La
increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela
desalmada
(1972), El
negro que hizo esperar a los ángeles
(1972) y Ojos
de perro azul
(1972, que recoge sus primeros relatos).
Mario
Vargas Llosa (1936).-
Nació
en Arequipa (Perú), el 28 de marzo de 1936. Hizo sus estudios
primarios en Cochabamba (Bolivia). En 1945 regresa a Perú, a Piura.
Sigue su educación secundaria en el Colegio Militar Leoncio Prado,
en Lima, de 1949 a 1951, y termina sus estudios en Piura. Ingresa en
la Universidad de San Marcos, en Lima, para estudiar Letras. Recibe
una beca para hacer el doctorado en Madrid. Se instala en Francia,
donde trabaja como profesor y, al tiempo, como periodista de
France-Presse y de la Radiodifusión Francesa. Viaja a la Amazonia,
se traslada a Londres. Regresa a Lima (1973). En 1990 participa como
candidato a la presidencia de Perú. Es derrotado y regresa a
Londres.
El
libro de relatos Los
jefes9
inaugura su carrera literaria. En 1963 se publica La
ciudad y los perros10,
en la que se narran algunos episodios de las últimas semanas en la
escuela militar de un grupo de cadetes. Vargas Llosa hace una crítica
feroz de la sociedad peruana de la que el colegio es un microcosmos
casi perfecto. “Los temas de la novela -escribe Shaw- son los temas
que dominan todas las novelas de Vargas Llosa en su primera época:
la hipocresía, la violencia, la corrupción moral, el falso ideal
del machismo y el determinismo social”.
Su
segunda novela, La
casa verde (1966)11,
escrita con tono de fría distancia, aunque recurriendo a técnicas
narrativas que dejan al lector medio aturdido -como la superposición
y mezcla de dos diálogos que han tenido lugar entre los mismos
interlocutores, pero con un intervalo de veinte años12-.
Hay un contrapunto temático entre la selva de la Amazonía, donde
unas monjas buscan jóvenes indias para educar (que acabarán de
criadas o prostitutas), y un seco pueblo, de viento arenoso, donde
hubo un prostíbulo, “la casa verde”, que, mucho después, no se
sabe si fue tragado por las arenas o quemado por el cura. Pero no
llega a haber mito o nebulosidad: aun entre la técnica más
compleja, siempre aparece una realidad palpable y fotográfica13.
De
1969 es Conversación
en la Catedral,
que puede incorporarse al grupo de novelas políticas y que cierra el
primer periodo de su obra. Se muestra una época, los ocho años en
el poder de Odría, que envileció a toda una generación de jóvenes,
haciéndoles rechazar su condición de peruanos: “¿En qué momento
se había jodido el Perú?”, escribe en la primera página. Pero
todo está contado desde el punto de vista de la gente, de los que
sufren la apatía y el encanallamiento lento que impone la dictadura.
El tema de la novela no sería tanto la corrupción cuanto la
contaminación: la contaminación de todos por la sordidez moral en
que está fundado el régimen14.
En
1973 se publica Pantaleón
y las visitadoras,
un relato humorístico sobre la organización de un servicio de
prostitutas organizado por el ejército para satisfacer las
necesidades de los soldados destinados en la frontera amazónica. Se
utilizan aquí como elemento narrativo cartas, expedientes, recortes
de prensa o textos radiofónicos. Aparece después La
tía Julia y el escribidor
(1977) elaborada a partir del entreveramiento de elementos
autobiográficos y el caso de un folletinista de seriales
radiofónicos. En 1981 publica La
guerra del fin del mundo,
sobre la antigua rebelión brasileña encabezada por Antonio
Conselheiro. En 1984 publica Historia
de Mayta
y en 1986 publica ¿Quién
mató a Palomino Molero?.
Escribe
dos novelas eróticas, Elogio
de la madrasta
(1988) y Los
cuadernos de don Rigoberto
(1997), aunque el erotismo siempre está presente en la obra de
Vargas Llosa15.
De 1987 es El
hablador,
novela quizás un tanto lastrada por los elementos folklóricos que
la identifican y sirve de hilo argumental. Recupera a Lituma en el
premio Planeta de 1993, Lituma
en los Andes,
en la que transmite muy certeramente el clima de inseguridad en el
que ha instalado a Perú la guerrilla. Aparecen después tres
novelas con temas ajenos a Perú, que casi podrían calificarse de
novelas históricas, la excelente La
fiesta del Chivo
(2000), sobre el Santo Domingo del dictador Trujillo; El
paraíso en la otra esquina
(2003), en la que se narran dos vidas, la de Flora Tristán,
luchadora por los derechos de la mujer y los obreros, y la del
Gauguin que abandona su cómoda existencia para entregarse a la
pintura en Tahití; y la fallida El
sueño del celta (2010),
que da la impresión de cierta premura por ser publicada. En 2006
había publicado Travesuras
de la niña mala,
y de 2013 es la magnífica El
héroe discreto,
reivindicación de la dignidad individual y en la que nos
reencontramos con personajes de sus novelas eróticas ya mencionadas.
En 2016 aparece Cinco
esquinas,
novela que podría calificarse de política, que supone un ajuste de
cuentas del autor con la época de Fujimori, y en la que incide en la
degradación de una sociedad sometida a la impúdica, indecente e
impune dictadura de un poder omnímodo, pero del que los más
poderosos solo reciben salpicaduras. De algún modo se puede ver aquí
una relación con Conversación
en la Catedral.
Mario Vargas Llosa
es, en resumen y en definitiva, un escritor dotado hasta la
extenuación de la inventiva y de la técnica, un perfeccionista que
aúna en sus obras el ritmo trepidante de la novela de aventuras, la
intriga, el deseo de seguir leyendo, con una exquisitez formal nada
gratuita que se adapta a cada historia, que multiplica las
perspectivas, pero sin renunciar a la realidad. No debemos buscar
innovaciones caprichosas o justificadas por el ingenio, todo en la
narrativa de Vargas Llosa se pone al servicio de la historia,
buscando “la novela totalizadora”.
1Escribe
Cortázar: “Entre 1930 y 1950 el lector rioplatense leyó cuatro
quintos de la literatura mundial contemporánea en traducciones, y
conozco demasiado bien el oficio de trujumán como para no saber que
la lengua se retrae allí a una función ante todo informativa, y
que al perder su originalidad, se amortiguan en ella los estímulos
eufónicos, rítmicos, cromáticos, escultóricos, estructurales,
todo el erizo del estilo apuntando a la sensibilidad del lector”.
2D.
Estébanez Calderón.
3D.
P. Gallagher.
4Véase
tema XIV.
5El
aire legendario que Faulkner imprime a su paisaje, a sus personajes,
el tono de tragedia camino del mito, los excesos extremos de los
actos, las convicciones y la firmeza, la dignidad y la indignidad,
un cierto aire de historia fundacional, y el estilo reconocible
(como por ejemplo sus aclaraciones interminables entre paréntesis)
que cuando se nos hace familiar sentimos limpio y necesario. Su
influencia es evidente en García Márquez o en Onetti.
6Ana
María Barrenechea.
7Donald
L. Shaw.
8Cedomil
Goic.
9Ganador
del premio Leopoldo Alas y publicada en Barcelona en 1959.
10Premio
Biblioteca Breve 1962 y Formentor 1963.
11Aparece
aquí por primera vez uno de los personajes recurrentes en la obra
de Vargas Llosa, Lituma, miembro del extinto cuerpo de la Guardia
Civil de Perú.
12Esta
técnica la seguirá usando en su obra hasta la última hasta ahora
publicada, Cinco esquinas
(2016).
13J.
M. Valverde.
14Shaw.
15Véanse,
por ejemplo, Travesuras de la niña mala
(2006) o Cinco esquinas
(2016).