martes, 30 de mayo de 2017

La narrativa del Boom: Cortázar, García Márquez y Vargas Llosa.

Introducción.-

El llamado Boom es la consagración de un modelo novelístico propio de la literatura hecha en la América española que supone las primeras manifestaciones ajenas a los modelos europeos y que buscaban la creación de una literatura propia. Antes de recibir esta denominación, el crítico A. Rama y el escritor C. Fuentes se refirieron a este fenómeno como “Nueva Novela”, entendiendo por tal un conjunto de novelas de gran calidad artística y sorprendente originalidad, que surgen en distintos países hispanoamericanos. Para Estébanez Calderón, esta nueva novela presenta algunos rasgos que permiten definirla:
1.- Una nueva concepción del referente geográfico respecto a la anterior novela regionalista e indigenista: predomina el espacio urbano sobre el rural (incluso muchos escenarios se desplazan a Europa, a ciudades como París, sobre todo, o Barcelona); también se inventan espacios propios, al estilo de Faulkner, como Comala, Macondo o Santa María.
2.- El tratamiento de los aspectos sociales y políticos se enfocan desde la tensión del hombre con el medio, insertándola en un nivel de creación en el que prima lo imaginario y lo mítico: estos narradores tratan de descubrir, en las vivencias de sus personajes, situaciones y problemas que afectan al ser íntimo del hombre, con lo que dicha problemática es contemplada desde una perspectiva universalista y existencial.
3.- Innovación formal: estos novelistas incorporan a sus obras las aportaciones de los autores europeos y norteamericanos, como la creación de espacios imaginarios con resonancias míticas (Faulkner, ya mencionado), la técnica del diálogo sin interlocutor (V. Woolf), el tratamiento de la secuencia temporal (Proust, Joyce), o la técnica del monólogo interior (fundamentalmente Joyce).
4.- El tratamiento del lenguaje: el narrador parte del lenguaje oral para crear una lengua escrita que pudiera ser característica de la idiosincrasia de la cultura hispanoamericana1. Practican un ejercicio de experimentación verbal a través de la creación de neologismos, distorsiones morfosintácticas y semánticas, juegos con la ambigüedad y polisemia del léxico, recreación paródica de lenguajes profesionales y determinados sociolectos, jitanjáforas, etc.
Pero, es preciso referirse a distintos autores y modelos previos que podrían explicar esta explosión literaria:
La literatura costumbrista, del XIX, que pretende documentar tipos y escenas pintorescos, al tiempo que censurar vicios y defectos sociales, como en Martín Rivas, del chileno Alberto Blest Gana.
La novela indigenista se identifica con textos cuyo espacio se sitúa en el entorno de la cordillera andina, donde el tipo racial preponderante es el indio, y que abarca amplias zonas de Bolivia, Ecuador y Perú. El problema con los novelistas de esta corriente es que, al igual que los poetas gauchescos, no pertenecían a la comunidad sobre la cual escribían, sus orígenes se encontraban en las clases media y alta. Una de las obras más conocidas de este tipo de novela es Huasipungo, de Jorge Icaza2.
En la novela regionalista el medio sobre el que se construye la historia es la pampa argentina, el llano de Venezuela y de Colombia. En ocasiones la naturaleza es selvática, como en la segunda parte de La vorágine de José Eustasio Rivera. Muy conocida es Segundo Sombra, de Ricardo Güiraldes, que se desarrolla en el mundo del gaucho, en las llanuras donde se cría el ganado. El estilo destaca más por su preciosismo literario y por su sonoridad que por ser un intento de expresión a la altura de los ambiciosos temas descritos. No existe tampoco la voluntad de encontrar una estructura conveniente a las novelas, sino que la descripción del caos y la violencia se supeditan estructuralmente a una secuencia lineal convencional3.
La novela de la Revolución mejicana, que abarca el periodo de 1910 a 1915, años en los que se producen los distintos levantamientos revolucionarios comandados por los conocidos Zapata y Pancho Villa. Estas obras ofrecieron, por vez primera, una visión compleja y ambigua de la realidad hispanoamericana. La más notable de las novelas que se fijan en estos años es Los de abajo (1915) de Mariano Azuela.
Y autores como el argentino Roberto Arlt (1900-1942), quizá el primero que intentó recurrir a un modo distinto (posteriormente muy utilizado) de escapar al realismo convencional para ahondar más profundamente en los problemas políticos y sociales de su país: este modo fue la fantasía. Entre sus obras más conocidas están Los lanzallamas o Los siete locos.
Pero también es notable el influjo que ejercen en estos autores los grandes novelistas del siglo XX, como Proust, Kafka, Joyce4 o (muy especialmente) William Faulkner5.
Julio Ortega, refiriéndose a estas novelas del boom, escribe: “La novela no es más que el amplio espacio discursivo que permite explayarse cómodamente al autor dedicado a hacer el prolijo registro de un mundo, proyectándolo en el que arma. Más bien, la nueva novela latinoamericana es un género en ensayo, en revisión profunda y amplia: mientras se va haciendo hace también su propia crítica, duda de sí misma, se plantea como interrogante sobre el mundo no como solución de este. Por eso la literatura renuncia a reflejar o imitar la 'realidad': su capacidad crítica es otra, se basa ya no en su determinismo sino en su condición de metáfora de esa realidad, el lenguaje es aquí la historia”.
La nómina de autores de relevancia en el ámbito de la narrativa hispanoamericana del XX es tan amplia que justifica el término “boom” para referirse a este fenómeno: Fuentes, Alejo Carpentier, Lezama Lima, Cabrera Infante, Rulfo, Mujica Láinez, Uslar Pietri, Borges, Cortázar, Onetti, Sábato, Donoso, Puig, Soriano, Vargas Llosa...


Julio Cortázar (1914-1984).-

Nacido en Bruselas, pero criado en Argentina, Cortázar muestra un interés temprano por la literatura (con nueve años escribe una primera novela). En 1932 fracasa en su intento de viajar a Europa en un barco de carga. Se gradúa de maestro en la Escuela Normal y en 1934 acepta un trabajo en la provincia de Buenos Aires. En los años siguientes, publica algunos textos poéticos. Se incorpora a la Universidad de Cuyo, en Mendoza, puesto que abandona en 1945 por el triunfo de Perón. Regresa a Buenos Aires y completa los estudios de traductor. En 1951 se traslada a París como traductor de la UNESCO y otros organismos de las Naciones Unidas. Traduce las obras completas de Poe. Visita Estados Unidos en 1960. Recibe la nacionalidad francesa del presidente de Mitterrand. En 1984 fallece en París.
Julio Cortázar es autor de una amplia obra, sobre todo narrativa, en la que destacan sus libros de cuentos y sus novelas. Entre los primeros nos podemos fijar en Las armas secretas (1959), Historias de cronopios y famas(1962), Octaedro (1974) y Alguien que anda por ahí(1977). Entre las segundas sobresale Rayuela(1963), aunque no podemos dejar de referirnos a 62, modelo para armar (1968) y Libro de Manuel (1973).
Rayuela, que pasa por ser su más conocida, y lograda, novela se organiza de acuerdo con dos posibilidades de lectura: “Una está dedicada al “lector-hembra”, que busca la “novela rollo” porque puede leerse de corrido sin mayores preocupaciones. Tal lectura acaba en el cap. 56, comprende las partes I (“Del lado de allá”: París) y II (“Del lado de acá”: Buenos Aires) según están impresas y elimina la parte III (“De otros lados. Capítulos prescindibles”). La otra lectura, dedicada al lector cómplice, comienza por el cap. 73 de la parte III y sigue saltando de una a otra parte, según el tablero de dirección”6. En la novela hay dos procesos simultáneos e inseparables: el primero lo constituirían los esfuerzos de su personaje central, Oliveira, por superar su estado de mero testigo intelectual de la vida, de mantenerse alejado de la acción y limitarse a contemplarla; todo lo que hace Oliveira responde al afán de ver el mundo de otro modo. El segundo sería el esfuerzo cortaziano por desescribir la novela convencional, luchando contra el mero escribir estético, lo ornamental, los trucos y clichés aceptados7. La novela mezcla los transcendental con lo trivial, los absurdo y la locura, en un juego permanente. El humores un factor fundamental de la obra de Cortázar.
62, modelo para armar parte del capítulo 62 de Rayuela, y el propio autor escribe: “...fue escrito como un tanteo... Se trataba de enfrentar exteriormente la situación de un grupo de hombres alienados por sus conductas y sus dramas personales... y, a la vez, interiormente y como propósito esencial del libro, intentar una visión diferente de la causalidad”. Los protagonistas, argentinos, franceses, un inglés y una danesa, mantienen relaciones amorosas que los acercan y los alejan por distintos motivos, por lo que Shaw sugiere que “el tema auténtico de la novela tiene que ver con la superación de la angustia por el amor”.
En Libro de Manuel, Cortázar dice que intentó por primera vez “la posible convergencia de una invención de ficciones con una militancia ideológica”.


Gabriel García Márquez (1928-2014).-

Nació en Arataca, Colombia, el 6 de marzo de 1928. Se cría con sus abuelos en su pueblo natal, hasta 1936. En 1940 se desplaza a Bogotá a estudiar la secundaria en el colegio de los jesuitas. Comienza el bachillerato en Barranquilla y lo termina en el Liceo Nacional de Zipaquirá. En 1947 inicia estudios de Leyes en la Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, que acaba abandonando. En 1948 se traslada a Cartagena, iniciando su carrera de periodista. En 1950 lo encontramos en Barranquilla y en 1954 se integra en la redacción de El Espectador, de Bogotá. Enviado como corresponsal a Europa y cerrado poco después el diario, inicia una etapa de viajes que lo llevan a residir en Roma, París, viajar por la Europa oriental, por el sur de Estados Unidos, instalarse en Caracas, México, Barcelona... y vuelta a Bogotá y México.
Su obra es esencialmente narrativa. Sus primeras novelas, La hojarasca (1955, en la que nace Macondo), El coronel no tiene quien le escriba (1961) y La mala hora (1962), suponen el punto de partida de su obra más conocida, Cien años de soledad (1967). Esas tres primeras novelas, según Vargas Llosa, muestran el individualismo, el fatalismo, la soledad y el inmovilismo de Macondo y configuran una concepción pesimista de la existencia humana.
Cien años de soledad es la saga fantástica de siete generaciones de la familia Buendía. Mito e historia concurren en la ordenación temporal y en la disposición del relato. La herencia dicta una estructurada distribución de los caracteres masculinos y femeninos que coincide -y en ocasiones contradice- su identificación nominal en la serie de José Arcadios o Aurelianos y otros personajes. La lectura de los manuscritos de Melquíades duplica referencialmente la historia de los Buendía y de la maldición que los aniquila. Escrita con extraordinarias cualidades narrativas por una sola voz omnisciente, concentra varias regiones de la imaginación que comprenden el folklore y el carnaval entre las formas populares y la novela política, antiimperialista, costumbrista, gótica, etc.8 Según Valverde, “La originalidad y la posible seducción de Cien años de soledad está en su carácter de “cuento”, de leyenda, a modo de relato infantil o libro de caballerías. Pero su magia de metamorfosis y exageraciones no es uniforme ni sigue la peculiar lógica del cuento infantil o del libro de caballerías, sino que va por rachas, sin que sepamos cuándo “vale” y cuándo “no vale”: un cura entra en levitación; una bella joven asciende a los cielos; hay un ser humano con alas, o con rabo de cerdo”. La novela ha sido vista por unos como metáfora de la condición humana y por otros como una exploración de la situación histórica de Latinoamérica, aunque probablemente habría que conciliar ambos puntos de vista.
Para Julio Ortega, “[...] el notorio éxito de Cien años de soledad radica en el hecho de que su evidente calidad es también un largo elogio del lector. Esta es una novela que exige y obtiene lo mejor de cada lector: lo encuentra en disponibilidad, la asalta y transmuta. Y esto porque Cien años de soledad quiebra la razón, excita la fantasía, transparenta la sensibilidad, exige el humor, convoca la piedad. Y reclama también un paralelo con su esquema, ese siglo de episodios latinoamericanos cuyas vastas posibilidades de dolor y felicidad concluyen en la muerte y la destrucción, en el fin de un periodo y en la vecindad de un tiempo otro, porque el mundo y el tiempo que esta novela relata está cerrado, concluido. La historia de Macondo es la historia del pasado”.
A continuación publica El otoño del patriarca (1975), Crónica de una muerte anunciada (1981), El amor en los tiempos del cólera (1985), El general en su laberinto (1989), Del amor y otros demonios (1994) y Memoria de mis putas tristes (2004). En cuanto a sus cuentos, quedan recogidos en Los funerales de la Mamá Grande (1962), Isabel viendo llover en Macondo (1969), La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada (1972), El negro que hizo esperar a los ángeles (1972) y Ojos de perro azul (1972, que recoge sus primeros relatos).

Mario Vargas Llosa (1936).-

Nació en Arequipa (Perú), el 28 de marzo de 1936. Hizo sus estudios primarios en Cochabamba (Bolivia). En 1945 regresa a Perú, a Piura. Sigue su educación secundaria en el Colegio Militar Leoncio Prado, en Lima, de 1949 a 1951, y termina sus estudios en Piura. Ingresa en la Universidad de San Marcos, en Lima, para estudiar Letras. Recibe una beca para hacer el doctorado en Madrid. Se instala en Francia, donde trabaja como profesor y, al tiempo, como periodista de France-Presse y de la Radiodifusión Francesa. Viaja a la Amazonia, se traslada a Londres. Regresa a Lima (1973). En 1990 participa como candidato a la presidencia de Perú. Es derrotado y regresa a Londres.
El libro de relatos Los jefes9 inaugura su carrera literaria. En 1963 se publica La ciudad y los perros10, en la que se narran algunos episodios de las últimas semanas en la escuela militar de un grupo de cadetes. Vargas Llosa hace una crítica feroz de la sociedad peruana de la que el colegio es un microcosmos casi perfecto. “Los temas de la novela -escribe Shaw- son los temas que dominan todas las novelas de Vargas Llosa en su primera época: la hipocresía, la violencia, la corrupción moral, el falso ideal del machismo y el determinismo social”.
Su segunda novela, La casa verde (1966)11, escrita con tono de fría distancia, aunque recurriendo a técnicas narrativas que dejan al lector medio aturdido -como la superposición y mezcla de dos diálogos que han tenido lugar entre los mismos interlocutores, pero con un intervalo de veinte años12-. Hay un contrapunto temático entre la selva de la Amazonía, donde unas monjas buscan jóvenes indias para educar (que acabarán de criadas o prostitutas), y un seco pueblo, de viento arenoso, donde hubo un prostíbulo, “la casa verde”, que, mucho después, no se sabe si fue tragado por las arenas o quemado por el cura. Pero no llega a haber mito o nebulosidad: aun entre la técnica más compleja, siempre aparece una realidad palpable y fotográfica13.
De 1969 es Conversación en la Catedral, que puede incorporarse al grupo de novelas políticas y que cierra el primer periodo de su obra. Se muestra una época, los ocho años en el poder de Odría, que envileció a toda una generación de jóvenes, haciéndoles rechazar su condición de peruanos: “¿En qué momento se había jodido el Perú?”, escribe en la primera página. Pero todo está contado desde el punto de vista de la gente, de los que sufren la apatía y el encanallamiento lento que impone la dictadura. El tema de la novela no sería tanto la corrupción cuanto la contaminación: la contaminación de todos por la sordidez moral en que está fundado el régimen14.
En 1973 se publica Pantaleón y las visitadoras, un relato humorístico sobre la organización de un servicio de prostitutas organizado por el ejército para satisfacer las necesidades de los soldados destinados en la frontera amazónica. Se utilizan aquí como elemento narrativo cartas, expedientes, recortes de prensa o textos radiofónicos. Aparece después La tía Julia y el escribidor (1977) elaborada a partir del entreveramiento de elementos autobiográficos y el caso de un folletinista de seriales radiofónicos. En 1981 publica La guerra del fin del mundo, sobre la antigua rebelión brasileña encabezada por Antonio Conselheiro. En 1984 publica Historia de Mayta y en 1986 publica ¿Quién mató a Palomino Molero?.
Escribe dos novelas eróticas, Elogio de la madrasta (1988) y Los cuadernos de don Rigoberto (1997), aunque el erotismo siempre está presente en la obra de Vargas Llosa15. De 1987 es El hablador, novela quizás un tanto lastrada por los elementos folklóricos que la identifican y sirve de hilo argumental. Recupera a Lituma en el premio Planeta de 1993, Lituma en los Andes, en la que transmite muy certeramente el clima de inseguridad en el que ha instalado a Perú la guerrilla. Aparecen después tres novelas con temas ajenos a Perú, que casi podrían calificarse de novelas históricas, la excelente La fiesta del Chivo (2000), sobre el Santo Domingo del dictador Trujillo; El paraíso en la otra esquina (2003), en la que se narran dos vidas, la de Flora Tristán, luchadora por los derechos de la mujer y los obreros, y la del Gauguin que abandona su cómoda existencia para entregarse a la pintura en Tahití; y la fallida El sueño del celta (2010), que da la impresión de cierta premura por ser publicada. En 2006 había publicado Travesuras de la niña mala, y de 2013 es la magnífica El héroe discreto, reivindicación de la dignidad individual y en la que nos reencontramos con personajes de sus novelas eróticas ya mencionadas. En 2016 aparece Cinco esquinas, novela que podría calificarse de política, que supone un ajuste de cuentas del autor con la época de Fujimori, y en la que incide en la degradación de una sociedad sometida a la impúdica, indecente e impune dictadura de un poder omnímodo, pero del que los más poderosos solo reciben salpicaduras. De algún modo se puede ver aquí una relación con Conversación en la Catedral.
Mario Vargas Llosa es, en resumen y en definitiva, un escritor dotado hasta la extenuación de la inventiva y de la técnica, un perfeccionista que aúna en sus obras el ritmo trepidante de la novela de aventuras, la intriga, el deseo de seguir leyendo, con una exquisitez formal nada gratuita que se adapta a cada historia, que multiplica las perspectivas, pero sin renunciar a la realidad. No debemos buscar innovaciones caprichosas o justificadas por el ingenio, todo en la narrativa de Vargas Llosa se pone al servicio de la historia, buscando “la novela totalizadora”.
1Escribe Cortázar: “Entre 1930 y 1950 el lector rioplatense leyó cuatro quintos de la literatura mundial contemporánea en traducciones, y conozco demasiado bien el oficio de trujumán como para no saber que la lengua se retrae allí a una función ante todo informativa, y que al perder su originalidad, se amortiguan en ella los estímulos eufónicos, rítmicos, cromáticos, escultóricos, estructurales, todo el erizo del estilo apuntando a la sensibilidad del lector”.
2D. Estébanez Calderón.
3D. P. Gallagher.
4Véase tema XIV.
5El aire legendario que Faulkner imprime a su paisaje, a sus personajes, el tono de tragedia camino del mito, los excesos extremos de los actos, las convicciones y la firmeza, la dignidad y la indignidad, un cierto aire de historia fundacional, y el estilo reconocible (como por ejemplo sus aclaraciones interminables entre paréntesis) que cuando se nos hace familiar sentimos limpio y necesario. Su influencia es evidente en García Márquez o en Onetti.
6Ana María Barrenechea.
7Donald L. Shaw.
8Cedomil Goic.
9Ganador del premio Leopoldo Alas y publicada en Barcelona en 1959.
10Premio Biblioteca Breve 1962 y Formentor 1963.
11Aparece aquí por primera vez uno de los personajes recurrentes en la obra de Vargas Llosa, Lituma, miembro del extinto cuerpo de la Guardia Civil de Perú.
12Esta técnica la seguirá usando en su obra hasta la última hasta ahora publicada, Cinco esquinas (2016).
13J. M. Valverde.
14Shaw.

15Véanse, por ejemplo, Travesuras de la niña mala (2006) o Cinco esquinas (2016).