miércoles, 29 de marzo de 2017

Los problemas de la ortografía.

Debemos considerar aquí los conceptos de fonema, sonido y letra. Los fonemas son realidades intelectuales que existen en la mente del hablante. Cuando este usa un fonema lo que hace es emitir un sonido. En español, por ejemplo, existe un fonema /b/ que puede pronunciarse [b] o [v], pero que no distingue significados, es decir, lo mismo da emitir los sonidos [bíno] que [víno]: un hispanohablante no entenderá como significativa la diferencia. Sin embargo, en francés existen los fonemas /b/ y /v/, que distinguen significados como, por ejemplo “beau” (bello) y “veau” (ternero).
En español existen 24 fonemas. El desajuste que existe entre fonemas y letras explica la mayor parte de las faltas de ortografía. Estas son las correspondencias:

Fonema
Letras
Ejemplos
/a/
a
asar
/b/
b, v, w
bajo, viento, wolframio
/k/
k, qu+e,i, c+a,o,u
kilo, queso, cara
/ch/
ch
chacal
/d/
d
dolor
/e/
e
esencia
/f/
f
filosofía
/g/
g+a,o,u gu+e,i
gato, guiño


h
hora
/i/
i, y (vocal)
vida, rey
/x/
j, g+e,i
justo, genio
/l/
l
lado, al
/ll/
ll
valla, llave
/m/
m-
música
/n/
n, -m
nota, hambre
/ñ/
ñ
ñoñez
/o/
o
lodo
/p/
p
pozo
/r/
-r, -r-
árbol, arado
/rr/
-rr-, nr, lr, r-
arroz, honra, alrededor, razón
/s/
s
sal
/t/
t
torpe
/u/
u
búho
/ks/, /gs/
x
examen
/y/
y
yema
/0/
z, c+e,i
zona, cecina


Otro problema ortográfico es el uso de los acentos gráficos (tildes). Aquí sí podemos hablar de unas reglas sencillas que nos permitirán minimizar nuestros errores. En español existen tres grandes grupos de palabras: agudas (que llevan el acento en la última sílaba); llanas (acentuadas en la penúltima sílaba); y esdrújulas (el acento recae sobre la antepenúltima sílaba).
Las palabras agudas deben llevar acento gráfico cuando acaban en vocal o las consonantes “n” o “s”. Por ejemplo, “llegó”, “allá”, “región” o “además”. Sin embargo, hay que recordar que los monosílabos no llevan tilde, salvo que esta distinga categorías gramaticales, como “té” (sustantivo) y “te” (pronombre); “dé” (verbo) y “de” (preposición). Por tanto, las formas “dio”, “fe”, “vio”, etc. no deben acentuarse gráficamente.
Las palabras llanas llevarán tilde cuando acaben en consonante, siempre que esta no sea “n” o “s”. Por ejemplo, “difícil” o “azúcar” o “lápiz”. Pero cuando una palabra acaba en dos vocales que podrían constituir un diptongo, podemos encontrarnos con una tilde si este diptongo pasa a convertirse en un hiato. Por ejemplo, “día” o “búho”, palabras llanas, acabadas en vocal, que exigen el acento gráfico.

Mucho más sencillo es el el caso de las palabras esdrújulas: se acentúan todas.

viernes, 24 de marzo de 2017

Gutierre de Cetina.

El poeta, al parecer, nació en Sevilla, en 1520. Perteneció a una familia noble y acaudalada y, como muchos de sus iguales, siguió la carrera militar. Gracias a esta, estuvo en Italia y Alemania. Posteriormente, regresó a Sevilla y, después de un tiempo, viajó a América, ya que tenía un hermano en Méjico. Pudo morir en 1554, en un duelo relacionado con asuntos de amores, pero no hay seguridad alguna al respecto.
No parece un escritor prolífico (aunque estas afirmaciones siempre son sospechosas). Compuso madrigales (especialmente famoso es el primero), canciones, sonetos y epístolas. Adoptó el nombre poético de Vandalio, asignando a su amada el de Dórida.
Por lo que se refiere a su estilo, destacan su naturalidad, suavidad, humor e ironía. Se tiene la sensación ante sus versos de estar ante un poeta fácil, pero su obra es muy desigual. Es capaz de escribir versos exactos, precisos, y, al tiempo, otros rígidos, forzados quizás por haber agotado su inspiración en los anteriores.
De él escribió Fernando de Herrera: “En Cetina, cuanto a los sonetos particularmente, se conocen la hermosura y gracia de Italia; y en número, lengua, terneza y afectos ninguno le negará lugar con los primeros; mas fáltale el espíritu y vigor, que tan importante es en la poesía; y así, dice muchas cosas dulcemente, pero sin fuerzas”.
Sin embargo, más que falta de entusiasmo quizás habría que notar en Cetina una cierta distancia irónica que le impide simular el arrebato, el convencional desmayo de los versos de algunos contemporáneos suyos. Ilustran muy bien esta realidad estos textos:

Madrigal I
Ojos claros, serenos,
si de un dulce mirar sois alabados,
¿por qué, si me miráis, miráis airados?
Si cuanto más piadosos,
más bellos parecéis a aquel que os mira,
no me miréis con ira,
porque no parezcáis menos hermosos.
¡Ay, tormentos rabiosos!
Ojos claros, serenos,
ya que así me miráis, miradme al menos.

Soneto
Si es verdad, como está determinado,
como en casos de Amor es ley usada,
transformarse el amante en el amada,
que por el mismo Amor fue así ordenado,
yo no soy yo, que en vos me he transformado;
y el alma puesta en vos, de sí ajenada,
mientras de vuestro ser sólo se agrada,
dejando de ser yo, vos se ha tornado.
Mi seso, mis sentidos y mis ojos
siempre vos los movéis y los movisteis
desde el alma do estáis hecha señora.
Si cosa he dicho yo que os diese enojos,
mi lengua sólo fue pronunciadora,

mas vos que la movéis, vos lo dijisteis.

Ascética y mística.

En el prólogo de su “Cántico espiritual”, escribe San Juan de la Cruz: “ARGUMENTO: El orden que llevan estas canciones es desde que un alma comienza a servir a Dios hasta que llega al último estado de perfección, que es matrimonio espiritual; y así, en ellas se tocan los tres estados o vías del ejercicio espiritual por las cuales pasa el alma hasta llegar al dicho estado, que son, purgativa, iluminativa y unitiva, y se declaran acerca de cada una algunas propiedades y efectos de ellas.
“El principio de ellas trata de los principiantes, que es la vía purgativa. Las de más adelante tratan de los aprovechados, donde se hace el desposorio espiritual, y esta es la vía iluminativa. Después de estas, las que se siguen tratan de la vía unitiva, que es la de los perfectos, donde se hace el matrimonio espiritual” B.A.E., Tomo 27, Madrid, 1948, p. 145.
De un modo similar se manifiesta en su Subida al Monte Carmelo, texto que pretende explicar su famoso poema “Noche oscura”. También aquí se teoriza sobre las tres vías que conducen al alma hacia la unión con Dios. San Juan es un místico cristiano, pero la mística es una realidad presente en otras formas de religión o filosofías (como el neoplatonismo). Ferrater Mora, en su Diccionario, propone la siguiente definición: “actividad espiritual que aspira a llevar a cabo la unión del alma con la divinidad por diversos medios (ascetismo, devoción, amor, contemplación)”.
En la segunda mitad del siglo XVI aparecen numerosos autores de textos que pueden entenderse como místicos. En ellos estos escritores proponen sus experiencias “inefables”, en las que se verbalizan las tres etapas que recorre el alma en su camino hacia la contemplación, la recepción, la unión con Dios. Podría decirse que estamos ante un itinerarium mentis ad Deum. En cualquier caso se trata de una realidad que va más allá de lo racional, instintiva, que se siente de modo absoluto, pero no se puede explicar.
En la primera fase, “vía purgativa”, podríamos decir que el alma se desprende de todo lo material, lo físico, bien mediante la práctica de las virtudes, bien mediante el extrañamiento de todo aquello que impida que el alma se ocupe de cualquier asunto que no sea espiritual. Aquí tendría cabida lo racional, pues la voluntad puede pretender esta purificación y poner los medios para alcanzarla. De este modo, otra vez Ferrater Mora, escribe: “El ascetismo puede así definirse como una práctica de lo espiritual, como una serie de ejercicios espirituales destinados a adquirir un cierto “hábito” que puede colocar al hombre en el camino de la santidad”. De ascético puede ser calificado Fray Luis de León. Hay en él un deseo de desprendimiento, de anulación de las miserias materiales, de elevación a la esencia espiritual, aunque no parece que pueda hablarse de arrebatos místicos en alguien de tanto carácter, tan racional, que pretende comprender y explicar. No así San Juan, que siente, “por eso quien la sabía/ queda siempre no sabiendo,/ toda ciencia transcendiendo”.
En la segunda fase, “vía iluminativa”, el alma es iluminada por Dios, es decir, no depende de la voluntad del hombre, sino que hemos llegado a un estadio donde el alma se abandona a la contemplación de la gracia divina.
Y, finalmente, la “vía unitiva”, donde el alma (esposa) se une a Dios (esposo), experiencia personal, inefable, transcendente, imposible de ser transmitida a otros. Ejemplo acabado de esta fase es el poema “Llama de amor viva”, de San Juan:
¡Oh llama de amor viva
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!,
pues ya no eres esquiva,
acaba ya si quieres,
rompe la tela de este dulce encuentro.
¡Oh cauterio süave!,
¡oh regalada llaga!,
¡oh mano blanda!, ¡oh toque delicado
que a vida eterna sabe,
y toda deuda paga!
Matando, muerte en vida la has trocado.
¡Oh lámpara de fuego,
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido,
que estaba oscuro y ciego,
con extraños primores
calor y luz dan junto a su querido!
¡Cuán manso y amoroso
recuerdas en mi seno,
donde secretamente solo moras;
y en tu aspirar sabroso,
de bien y gloria lleno,

cuán delicadamente me enamoras!

jueves, 23 de marzo de 2017

Otros elementos subordinantes.

A diferencia de las preposiciones y conjunciones, aquí nos vamos a referir también a elementos que no solo subordinan un SV a un núcleo (verbal, nominal, adjetivo o adverbial), sino que, en tanto que sintagmas ellos mismos, realizan una función sintáctica.

Los relativos.-
El más usado es sin duda el pronombre que (que2), como en “El periodista que tú conoces es muy ingenuo”; pero también encontraremos adverbios relativos como donde y como: “Esa es la casa donde nací” o “El modo como trata estos asuntos no me parece correcto”; el cual (y sus variantes de género y número) que en ocasiones equivale al que relativo: “Estuvo esperando a Pedro, el cual [que] llegó tarde”; en otros casos parece equivaler a quien, como en “Saludé a tu primo, al cual [a quien (referido a personas), al que (referido a objetos)] vi cansado”; el pronombre quien/es (equivalente siempre a “artículo + que”) (nunca se construye con artículo): “Esta es la chica de quien tanto hablaba tu hermano”; cuyo/a/s, adjetivo relativo como en “La finca cuya propiedad se discute es enorme”.

Elementos que introducen subordinadas sustantivas.-
Los elementos utilizados para introducir este tipo de subordinadas son los siguientes: 1) la conjunción subordinante que (que1): “Le disgustó que le llamaran tan temprano”; 2) el pronombre relativo quien: “Quien afirma eso miente como un bellaco”; 3) el llamado si no condicional: “Le pregunté si sabía lo de su vecina”; 4) los interrogativo-exclamativos como quién, cómo, cuándo, qué, cuánto, dónde: “Le preguntó quién era”, “No sabe cómo llegó allí”, “Ignoraba cuándo debía hablar”; y 5) el llamado estilo directo, es decir, cuando en el texto se reproduce lo expresado por un hablante, como en “El médico dijo: Su salvación sería un milagro”.

Elementos que introducen subordinadas adverbiales.-
Hablaremos de “subordinadas adverbiales de lugar”, sustituibles por un adverbio de lugar como “allí”. Pueden ir precedidas o no de preposición y suelen utilizar como transpositor el adverbio donde: “Fuimos donde nos dijiste” (“allí”); “Fuimos por donde nos dijiste” (“por allí”). “De tiempo”, sustituibles por un adverbio de tiempo como “entonces”. En general, recurren al adverbio cuando como transpositor: “Cuando vengan celebraremos la fiesta” (“entonces”). “De modo”, sustituibles por el adverbio “así”. Los transpositores usados son, sobre todo, el adverbio como y según y conforme: “Trabaja como puede”; “Vive según le enseñaron”; “Actuó conforme dictan las normas” (“así”).
Subordinadas causales: como su nombre expresa, significan causa y funcionan, en general, como CC. Las conjunciones y locuciones conjuntivas que introducen este tipo de subordinadas son porque, ya que, puesto que, a causa de que, dado que, etc. Así, “Llegó tarde porque se entretuvo en la biblioteca”.
Subordinadas finales: expresan la intención o el propósito de algo. Utilizan como elemento subordinante las locuciones conjuntivas para que, a fin de que, al objeto de que, etc. Por ejemplo, “Tenía que trabajar para que le dejasen leer”.
Subordinadas condicionales: en el caso de este tipo de subordinadas, se entiende que estamos ante dos unidades diferenciadas, la llamada prótasis, que coincide con la oración subordinada y expresa una situación hipotética, y la apódosis, que es la denominada oración principal y expresa un hecho cierto en el caso de cumplirse lo expresado por la prótasis. Los elementos encargados de introducir este tipo de oraciones son si (generalmente), a condición de que, cuando y como. De este modo, “Si estudias lo necesario aprobarás esta asignatura”.
Subordinadas concesivas: al igual que en el caso anterior, nos solemos referir a la oración subordinada como prótasis, y a la principal como apódosis. La primera expone un hecho real (en indicativo) o hipotético (en subjuntivo), y la segunda expresa una idea opuesta a la esperable: “Aunque está lloviendo saldré a pasear” / “Aunque estuviera lloviendo saldría a pasear”. Este tipo de subordinadas son introducidas por aunque, si bien, aun cuando, aun si, etc.
Subordinadas comparativas: no es habitual que encontremos este tipo de subordinadas en los textos ya que, en general, el verbo de la subordinada no suele comparecer para evitar una repetición que se siente como innecesaria: “Hoy hemos jugado más tiempo que ayer” / “Hoy hemos jugado más tiempo del que jugamos ayer”. Su estructura se ajusta a la del grado comparativo.

Subordinadas consecutivas: este tipo de subordinadas se sienten más que como tales como oraciones coordinadas. Son introducidas por que y aparecen vinculadas a un cuantificador de la oración anterior, aunque, sintácticamente, dependen del elemento cuantificado (sustantivo, adjetivo, adverbio o verbo). Ejemplos: “Tiene tanto trabajo que no aparece por casa”; “Estaba tan cansado que me quedé en casa”; “Salió tan deprisa que no nos vio”; “Llovió tanto que se inundaron los locales comerciales”.

miércoles, 22 de marzo de 2017

Elementos de relación.

Definición.-
Con la expresión elementos de relación (o conectores) nos referiremos a las llamadas preposiciones y a las conjunciones, así como a las combinaciones de elementos que equivalen a estas y que son denominadas locuciones preposicionales y conjuntivas.

Las preposiciones.-
Estamos ante un grupo de palabras consideradas morfemas independientes y que actúan como elementos subordinantes. Pueden ser transpositores o no. Son las siguientes: a, ante, bajo, con, contra, de, desde, en, entre, hacia, hasta, para, por, según, sin, sobre y tras. Formas arcaicas, hoy en desuso, son cabe (‘junto a’) y so (‘bajo’).
Deben considerarse también preposiciones durante y mediante. Asimismo, algunos usos de como puede afirmarse que son preposicionales.
Por otro lado, existen las llamadas locuciones preposicionales, conjuntos de dos o más palabras equivalentes a una preposición, fijados ya en la lengua, como, por ejemplo, junto a, acerca de, con objeto de, gracias a, en torno a, respecto de, en virtud de, etc.

Las conjunciones.-
Al igual que las preposiciones, también se trata de morfemas independientes, pero aquí nos encontramos con elementos que subordinan y otros que coordinan. A estos se les denomina conjunciones coordinantes y actúan como conectores de segmentos equifuncionales o equicategoriales. A aquellos se les denomina conjunciones subordinantes y actúan como transpositores.
También en este caso hallamos las llamadas locuciones conjuntivas, es decir, combinaciones de dos o más palabras, fijadas en la lengua, y que equivalen a una conjunción a todos los efectos. Así, serían coordinantes locuciones como así que, ya...ya, etc., y subordinantes puesto que, si bien, aun cuando, a fin de que, etc.
Las conjunciones y locuciones conjuntivas coordinantes pueden clasificarse en:
1) “Copulativas”: se utilizan para unir dos o más elementos con carácter de adición, como y (e), ni, tanto...como, etc.
2) “Disyuntivas”: el sentido aportado a la unión por este tipo de conjunciones es de incompatibilidad entre los términos unidos o de equivalencia. Lo son o (u), o bien, ya...ya, es decir, esto es, tan pronto...como, etc.
3) “Adversativas”: unen dos elementos que expresan ideas contrapuestas. Así, por ejemplo, pero (mas), sino, sino que, aunque, sin embargo, no obstante, etc.

4) “Consecutivas”: unen dos términos de modo y manera que uno es consecuencia del otro. Son conjunciones y locuciones consecutivas luego, con que, así que, así pues, de modo que, etc.