jueves, 16 de febrero de 2017

Léxico del español de Canarias.

Una forma de aproximación a este aspecto del español de Canarias bien pudiera ser la división en dos grandes bloques de términos de acuerdo con su origen. Así, consideraremos un primer grupo de palabras de origen hispano y un segundo grupo de elementos procedentes de lenguas ajenas (canarismos de raíz extranjera o de préstamo).

Palabras de origen español.-
Estas palabras deben considerarse desde diversos aspectos ya que se han desarrollado a partir de distintos procedimientos, como pudieran ser voces que han resultado de evoluciones espontáneas, desarrollos gramaticales o restricciones o ampliaciones de ámbito geográfico de términos existentes en la lengua española general. Así, alegar, que en el español estándar significa “citar, traer uno a favor de su propósito, como prueba, disculpa o defensa, algún hecho, dicho, ejemplo, etc.” (primera acepción); en la acepción cuarta se da como canarismo y americanismo “disputar, altercar”. Más exactamente, en Canarias podría decirse que significa “hablar, conversar, charlar; murmurar, criticar; platicar sin objeto determinado y por mero pasatiempo”.
Dentro de este primer grupo que aquí estamos comentando podrían hacerse, a su vez, dos subgrupos: el primero de palabras que tienen su origen en voces generales del idioma; y el segundo de aquellas que lo tienen en voces hispánicas dialectales.
Canarismos originados en voces generales del español.-
Se trataría aquí de elementos resultado del desarrollo de posibilidades fónicas, morfosintácticas o semánticas del sistema. Desgranando en distintas clases estos canarismos podríamos distinguir:
* De origen general por derivación:
Estamos ante palabras que han resultado de ampliaciones o restricciones morfológicas de voces panhispánicas. Los sufijos más utilizados son los siguientes:
-1) –ero: desarrolla, entre otros, los siguientes significados: a) sentido agentivo, como en barajera, “mujer que hace adivinaciones mediante las cartas de la baraja” [no figura en la R.A.E.]; acequiero/a, “persona que distribuye y vigila las aguas de riego” [significado similar en la R.A.E.]; b) sentido instrumental, como en lapero, “especie de espátula usada para desprender las lapas de las rocas” [no figura en la R.A.E.]; salemera, “red para la pesca de salemas” [no figura en la R.A.E.]; c) sentido espacial, como en pesquero, “lugar donde se puede hacer una buena pesca” [en la R.A.E. aparece como adjetivo, solamente]; cochinera, “pocilga, establo de cerdos” [en la R.A.E. aparece como adjetivo, solamente]; d) sentido de planta o árbol frutal, como en naranjero o manzanero, “árboles que producen naranjas [R.A.E., en algunas partes] y manzanas [R.A.E., Ecuador], respectivamente”; e) sentido aumentativo, como en pleitera, “pleitos y peleas continuas” [no figura en la R.A.E.]; brisero, “brisa continuada y algo fuerte” [no figura en la R.A.E.]; f) sentido adjetivo, como en burletero, “burlón” [no figura en la R.A.E.]; invernera, “de invierno (así “papa invernera”)” [no figura en la R.A.E.].
2) –illo e –ito: de modo general se utilizan para aplicar nombres generales de accidentes de terreno a referentes de menor envergadura, como en barranquillo, “se aplica a los barrancos que no nacen en las cumbres de las islas” [no figura en la R.A.E.]; puntilla, “pequeña lengua de tierra que penetra en el mar” [no figura en la R.A.E. esta acepción]; también se utilizan estos sufijos diminutivos para referirse a algunas especies botánicas que presentan cierto parecido morfológico con sus designaciones habituales, como en batatilla, “helecho silvestre, de frondes anuales, verdes, que se cría espontáneamente en los terrenos altos, pedregosos, ...” [no figura en la R.A.E.]; lentejilla, “planta leguminosa, parecida a la arveja (guisante), pero de grano más pequeño que se cría entre los sembrados” [no figura en la R.A.E.].
3) –ón: este sufijo ha desarrollado diversos sentidos contextuales: a) aumento del tamaño de lo designado por el término primitivo, como bizcochón, “masa compuesta de la flor de la harina, huevos y azúcar que se cuecen al horno en un molde cilíndrico” [no figura en la R.A.E.]; palometón, “variedad de palometa grande” [no figura en la R.A.E.]; b) superlativización de cualidades, como fragilón, “tonto, idiota” [no figura en la R.A.E.]; c) adjetivación de sustantivos y verbos, como en bembón, “con los labios muy pronunciados y gruesos” [asignado en la R.A.E. a algunos países hispanoamericanos]; topón, “topador, que topa” [no figura en la R.A.E.].
4) –azo: este sufijo aumentativo se ha utilizado en los siguientes sentidos: a) el de golpe dado con algún objeto, como en sogazo, “golpe dado con una soga a modo de látigo” [no figura en la R.A.E.]; rastrillazo, “golpe fuerte” [no figura en la R.A.E.]; b)el de acción realizada con, como en potalazo, “acción de fondear con la potala” [no figura en la R.A.E.].
5) –ada: este sufijo lo encontramos en palabras que desarrollan las siguientes orientaciones de sentido: a) designa la acción propuesta por el infinitivo del que deriva, como en frenada, “frenazo, acción de frenar bruscamente” [acepción similar en la R.A.E.]; ordeñada, “acción de ordeñar” [no figura en la R.A.E.; el equivalente sería ordeño]; b) cantidad que contiene lo designado por la palabra de la que deriva, como en pesebrada, “porción de comida que se pone en el pesebre” [no figura en la R.A.E.]; talegada, “abundancia, gran cantidad de cosas, y especialmente de dinero” [en la R.A.E., lo que cabe en una talega, saco o bolsa]; c) grupo de elementos como el designao por la palabra origen, como en camellada, “manada o grupo de camellos” [no figura en la R.A.E.]; d) cosa hecha con lo designado por la raíz, como en garbanzada, “plato de carne con garbanzos y papas” [no figura en la R.A.E.]; potajada, “comida abundante en potaje” [no figura en la R.A.E.]; e) cosa propia del elemento designado por la raíz, como en maletada, “cosa propia de un maleta” [no figura en la R.A.E.].
6) –dor: con este sufijo encontramos las siguientes oorientaciones de sentido: a) sentido agentivo, como en marcador, “persona que marca los racimos de plátanos maduros que se deben cortar de la platanera” [no figura en la R.A.E. con este significado]; rematador, “persona que realiza trabajos de construcción a un precio previamente acordado” [no figura en la R.A.E. con este significado]; b) sentido instrumental, como en desgranador, “instrumento, generalmente de madera, en forma de cuña y de unos ocho centímetros de longitud, que se empleaba para desgranar las mazorcas de maíz” [significado similar en la R.A.E., pero sin concretar respecto a qué producto agrícola]; indicador, “intermitente del automóvil” [significado similar en la R.A.E., pero sin concretar respecto a qué].
7) –uso, -udo, -ento: encontramos estos sufijos en palabras como ideoso, “se registra también en Murcia como “rencoroso, malintencionado” y en América como “venático, caprichoso, maniático”; también aparece en otros textos definido como “tracista, dado a ardides y engaños” [no figura en la R.A.E.]; paletudo, “que tiene los incisivos muy grandes” [no figura en la R.A.E.]; bichento, “podrido, lleno de bichos” [no figura en la R.A.E.].
8) –ar: este sufijo, que identifica la forma no verbal de infinitivo, se ha utilizado para crear formas verbales sobre sustantivos, como en pulpear, “pescar pulpos” [no figura en la R.A.E.]; castear, “cruzar razas de gallos de pelea con gallinas seleccionadas para obtener buenos animales” [no figura en la R.A.E.].
En otros casos, al margen de los arriba mencionados, puede suceder que una misma forma se corresponda a significados distintos en el español de Canarias y en el español estándar, debido a haber sufrido procesos de derivación sobre acepciones distintas de esa voz: así, garrapatear, “hacer garrapatos”, en el español estándar, significa en el español de Canarias “mover violentamente las piernas, dar patadas en el suelo”; lo mismo puede decirse de barquillo, cuyo significado en el español estándar es “hoja delgada de pasta hecha con harina sin levadura y azúcar o miel...recibía en otro tiempo figura convexa o de barco...”; en el español de Canarias significa “pequeña embarcación idónea para pescar cerca de la costa”.
* De origen general por composición:
Se trata de palabras que resultan de la unión de dos palabras independientes. Las combinaciones posibles son las siguientes:
1) Sustantivo-adjetivo: como en collalbo, “que tiene el cuello de color distinto al cuerpo. Dicho de los pájaros. Que tiene un color más oscuro en la parte posterior que en el resto del cuerpo. Dicho de las cabras” [no figura en la R.A.E.]; peliclaro, “se dice de la oveja que tiene el pelo claro” [no figura en la R.A.E., ni en el Diccionario diferencial].
2) Sustantivo-sustantivo: como en raboburro, “hierba silvestre que produce una pequeña espiga que se adhiere fácilmente a la ropa” [en algunos diccionarios figura de forma analítica, rabo de burro] [no figura en la R.A.E.]; barracama, “especie de cama desarmable” [no figura en la R.A.E.].
3) Verbo-sustantivo: como matabichos, “Tf., insectiva; GC., triunfo de gran valor en el juego del envite que sirve para matar a los bichos” [no figura en la R.A.E.]; tapaluz, “contraventana” [no figura en la R.A.E.].
4) Preposición-verbo: como en reguisar, “guisar mucho una cosa, recocer” [no figura en la R.A.E.]; embisagrar, “poner bisagras” [no figura en la R.A.E.].
* De origen general por simplificación:
Se trata de palabras que parecen proceder de reducciones de sintagmas complejos, de manera que se sintetizan en una sola palabra estas combinaciones. Así, de “día de finados [día de difuntos]” surgiría finados; o gordo sería “persona adinerada e influyente”, procedente, seguramente, de la expresión “pez gordo”, “persona importante en cualquier aspecto”.
* De origen general por desplazamiento metonímico:
Estamos ante un grupo de palabras que se especializan en el español de Canarias para referirse a realidades similares o contiguas a los referentes de los signos en el español estándar. De este modo, tea, “madera resinosa que se extrae del corazón del pino canario. Es muy resistente e inatacable por la carcoma”, es definida por el diccionario de la R.A.E. como “astilla o raja de madera muy impregnada en resina, y que, encendida, alumbra como un hacha”. Estos desplazamientos metonímicos se han limitado, en ocasiones, a una mera reducción del campo referencial de la palabra, como en fruta, “fruto de la higuera”, frente al español estándar “fruto comestible de ciertas plantas cultivadas, como la pera, guinda, fresa, etc.”. En otros casos, el cambio referencial ha sido más notable o radical, como baladrón, “granuja, canalla, sinvergüenza”, en Canarias, frente a la definición académica “fanfarrón y hablador que, siendo cobarde, blasona de valiente”; releje, “resabio, sabor desagradable que deja una cosa, mal gusto”, frente al estándar “sarro que cría en los labios o en la boca” [segunda acepción de R.A.E.].
* De origen general por aplicación metafórica:
Estaríamos ante, sencillamente, ante el uso metafórico de algunas voces, como es el caso de potala, “persona pesada” [R.A.E., “piedra que, atada a la extremidad de un cabo, sirve para hacer fondear los botes o embarcaciones menores”]; remendar, “curar momentáneamente de una dolencia” [R.A.E., “reforzar con remiendo lo que está viejo o roto, especialmente la ropa”].
* De origen general por cambio formal: Algunos autores incorporan aquí un conjunto de voces resultado de una variación de la forma de la palabra original del español estándar. Cabría, sin duda, aquí la discusión fundada respecto a si estamos ante vulgarismos o, sin más, meros errores del hablante, ya que los ejemplos que se aducen aquí implican un cambio del significante más que sospechoso de vulgarismo, sin que se vea alterado el significado. Así, se proponen como canarismos palabras como cabresto, de cabestro; pea, de apea; o rezumir, de rezumar. Siguiendo esta peculiar vía interpretativa encontramos clasificaciones de estos fenómenos como la siguiente: a) reducción del cuerpo fónico de la palabra originaria, bien por aféresis [supresión de algún fonema al inicio de palabra] (como asquilla, de basquilla, R.A.E., “enfermedad que padece el ganado lanar por abundancia de sangre”), bien por síncopa [supresión de uno o más fonemas dentro de un vocablo] (como calabrada, de calaverada, R.A.E., “acción propia de hombre de poco juicio o libertino”), bien por apócope [supresión de algún fonema al final de un vocablo] (como cuca, de cucaracha, R.A.E., “insecto ortóptero,...).
b) Ampliación del cuerpo fónico de la palabra originaria, bien por prótesis [adición de algún fonema al comienzo de un vocablo] (como en almejillón, de mejillón, R.A.E., “molusco lamelibranquio marino...), bien por epéntesis [adición de algún fonema en el interior de una palabra] (como escabriosa, de escabiosa, R.A.E., “planta herbácea, vivaz, de la familia de las dipsacáceas...).
c) Metátesis1 de algún constituyente del cuerpo fónico de la palabra originaria, como esclimar, de esquilmar, R.A.E., “coger el fruto de las haciendas, heredades y ganados; menoscabar, agotar una fuente de riqueza...”; jerrón, de rejón, R.A.E., “barra de hierro cortante que remata en punta; especie de puñal”; cailer, de cairel, R.A.E., “guarnición que queda colgando a los extremos de algunas ropas, a modo de fleco”.
d) Alternancia fónica de las consonantes líquidas /r/ y /l/: así, capilota (“se dice de la cabra con la cabeza y el cuello de color distinto que el resto del cuerpo”), de capirote (R.A.E. “dícese de la res vacuna que tiene la cabeza de distinto color que el cuerpo”); breo, de bledo, R.A.E. “planta anual de la familia de las quenopodiáceas, de tallos rastreros...”.
e) Cambio de timbre en algunas vocales, como en rozón, de rezón, R.A.E., “ancla pequeña, de cuatro uñas y sin cepo, que sirve para embarcaciones menores”.
f) Cambio de abertura de algunas vocales, como en machinal, de mechinal, R.A.E., “agujero cuadrado que se deja en las paredes cuando se fabrica un edificio, para meter en él un palo horizontal del andamio”.

Canarismos originados en voces hispánicas dialectales.-

Estaríamos ante palabras que proceden de distintos ámbitos dialectales y que se han asentado en el español de Canarias, en ocasiones sin variación alguna, en ocasiones sufriendo variaciones en su forma o en su sentido.
* De origen andaluz:
Se trata de un reducido grupo de palabras que incorporaron los andaluces que trajeron el español a las islas. Pueden dividirse en tres ámbitos referenciales: a) relacionados con las actividades agrícolas y ganaderas, como ajullar, “espantar, ahuyentar con voces y alharacas a los animales, especialmente a las gallinas” [no figura en la R.A.E.]; grillota, “cencerro boquiancho” [no figura en la R.A.E.]; barcina, “saco de red de esparto (para transporte en el camello)” [la R.A.E. lo localiza en Andalucía y México]; pescola, “parte extrema de un terreno de labranza, pequeña y estrecha” [la R.A.E. lo localiza en Andalucía]; garceta, “correa que se pone en el cuerno de una res con el fin de conducirla”.
b) Las actividades marineras: bocinegro, “pez teleósteo…” [en la R.A.E. figura como canarismo]; anises, “piedrecillas blancas de superficie rugosa que se encuentra en algunos fondos marinos”; barquinazo, “bandazo, tumbo, especialmente el del barco” [significado igual en la R.A.E., pero aplicado a un carruaje].
c) Las actividades domésticas y familiares: cuadrado, “grande y fuerte” [no figura en la R.A.E. esta acepción, aunque es común en el lenguaje familiar]; encasquetarse, “introducirse uno en alguna parte de forma extemporánea o inopinadamente” [la R.A.E. lo localiza en Andalucía]; desmanguillado, “alto y flaco, desgarbado, de figura poco airosa” [no figura en la R.A.E.]; jerimiquear, “lloriquear, gimotear” [la R.A.E. lo localiza en Andalucía y América, con la forma jeremiquear]; embelesarse, “adormilarse, dormirse a medias” [no figura en la R.A.E.].
* De origen americano:
La mayor parte de las voces que vamos a considerar en este apartado tienen su origen en la zona caribeña y parecen haber sido introducidos por aquellos que emigraron a estas zonas y luego regresaron temporal o definitivamente a las islas. Pueden proceder de lenguas precolombinas o ser voces originadas en América y que de este continente pasan a las islas. Afectan a todos los ámbitos de la realidad y podríamos clasificarlos en 1) antiguos (siglos XVI y XVII), como papa, (del quechua “papa”) “patata”; beringuear, (también belinguear) “andar en fiestas o distracciones sin preocuparse por otra cosa” [no figura en la R.A.E.]; macana, (del arahuaco) “palo, especialmente corto y grueso, de madera dura”; guataca, (del arahuaco) “azada corta para cavar la tierra”; güiro, (del arahuaco) “enredo amoroso” [no figura en la R.A.E. con este significado]; pedregal, “pez limón, pez de cuerpo alargado, de hasta dos metros…”[no figura en la R.A.E.].
2) Recientes (siglo XX): como fotingo (de Ford más el sufijo despectivo –ingo), “coche viejo, muy usado y algo destartalado” [no figura en la R.A.E.]; guagua, (pos. traída de Cuba), “autobús”; boncho, (del inglés bunch, manojo, pandilla) fiesta diversión (a Canarias llega desde Venezuela) [no figura en la R.A.E.]; atorrante, “vagabundo, haragán, holgazán” [figura en la R.A.E. con el mismo significado; lo localiza en distintos países hispanoamericanos]; pibe, (localizado en Argentina y Uruguay, de pebete y éste del catalán pevet) “muchacho, adolescente” [figura en la R.A.E.]; guachimán (del inglés watchman), “vigilante, guardián” [figura en la R.A.E.]; gandola, “camión grande y largo, especialmente el que lleva remolque” [figura en la R.A.E.].

Canarismos originados en voces hispánicas antiguas.-

Aquí consideraremos aquellas voces que proceden del español que se instalón en las islas en torno al siglo XV, voces que se han conservado en el español de Canarias, pero que han desaparecido del español estándar. Se localizan sobre todo en el ámbito doméstico y familiar. Así, aguciar, “azuzar, excitar, especialmente a un animal” [R.A.E., desus. “acuciar”]; atontecer, “aturdir” [R.A.E., desus. “atontar”]; bezo, “labio” [figura en la R.A.E. con el mismo significado]; bernegal, “vasija grande para contener el agua que destila el filtro” [figura en la R.A.E. con el mismo significado]; cadenado, “candado” (figura como arcaísmo) [R.A.E., desus.]; correr, “expulsar a alguien sin miramientos, despedir” [R.A.E. acepción 28, “despedir”]; droga, (figura como arcaísmo), “deuda, dinero que se debe” [R.A.E., acepción 4, can. Am. Meridional, mex.]; monifato, “muñeco, monigote” [no figura en la R.A.E.]; sardinel, “peldaño ante la puerta” [R.A.E., andalucismo]; tabardillo, “insolación, ardor de estómago por comer fruta caliente” [figura en la R.A.E. con el mismo significado].

Palabras de origen no hispánico.-

Consideraremos aquí voces que el español de Canarias ha tomado de lenguas ajenas al español y que han sufrido un proceso de adaptación fónico o semántico. De acuerdo con la lengua original, encontramos los siguientes grupos:

Guanchismos.-

Aquí localizaremos todas aquellas palabras procedentes de las lenguas de sustrato, es decir, de las lenguas existentes antes de la adopción del español (en torno al siglo XV). De estas lenguas no sabemos gran cosa. Parece ser que pertenecerían al tronco camita-bereber, pero al no haber conocido la escritura, los testimonios que de ellas tenemos se limitan a las alusiones a algunos términos que recogieron los cronistas de la época y los topónimos. Podemos organizar este caudal léxico en seis subgrupos: a) de la ganadería, como gambuesa, “corral donde se recoge el ganado de noche” [no figura en la R.A.E.]; jaira, “cabra, especialmente la joven y doméstica” [no figura en la R.A.E.]; baifo, “cría de la cabra” [en la R.A.E. lo mismo]; beletén, “calostro, primera leche que dan las hembras después de parir” [no figura en la R.A.E.]; goro, “pequeño lugar cercado de piedras, casi siempre de forma circular; diversos usos, pero especialmente para encerrar cerdos” [no figura en la R.A.E.].
b) De la flora: como tajinaste, “nombre genérico con el que se conocen varias plantas o arbustos de la familia de Echium” [no figura en la R.A.E.]; tabaiba, “nombre genérico de varias plantas de la familia de las euforbiáceas, de madera muy ligera y poco porosa” [en la R.A.E. lo mismo]; taferte, “matacandil, planta herbácea de la familia de las crucíferas...” [no figura en la R.A.E.].
c) De la fauna: como guirre, “alimoche” [en la R.A.E. lo mismo]; perinquén, “salamanquesa” [en la R.A.E. lo mismo]; tamasma, “aguzanieves, pájaro de unos ocho cms., sin incluir la cola, que tiene otro tanto” [no figura en la R.A.E.].
d) De la vida doméstica: como tofio, “vasija de barro con pico; se usa para recoger la leche de ordeño” [no figura en la R.A.E.]; amolán, “mantequilla hecha de leche de cabra u ovejas” [no figura en la R.A.E.]; tabajoste, “vasija de barro usada para recoger la leche de ordeño” [no figura en la R.A.E.]; gánigo, “cazuela de barro de dimensiones variables, aunque lo más habitual es que sea poco mayor que una taza y tenga la forma de un barreño” [no figura en la R.A.E.].
e) De la cultura propiamente guanche: como harimaguada, “entre los indígenas, sacerdotisa, mujer virgen dedicada al culto de los dioses” [no figura en la R.A.E.]; mencey, “entre los guanches, rey” [no figura en la R.A.E.]; banot, “lanza arrojadiza de tea, endurecida al fuego; palo que se utiliza en el juego del palo y el juego mismo” [no figura en la R.A.E.]; tabona, “piedra obsidiana con la que hacían los guanches sus objetos cortantes” [no figura en la R.A.E.].
f) De la toponimia: como Tuineje, Icod, Teide, Taburiente, Gando, Gomera, Timanfaya, Garajonay, Teror, Telde, Timanfaya, etc.

Galicismos.-

El origen de la asunción de estas voces por el español de Canarias habría que localizarlo en torno al siglo XV, procedente del francés de los normandos establecidos en las islas con Jean de Bethencourt. Son pocos los testimonios dejados por esta lengua: mareta, “charco cercano a la orilla del mar; pequeño depósito de agua” [en la R.A.E. con sentido diferente, derivado de “marea”]; malpaís, “terreno de lava, especialmente el que es de constitución antigua” [en la R.A.E. aparece como sinónimo de “karst”, un tipo de paisaje accidentado originado por erosión química]; cardón, “planta euforbiácea, sin hojas, de tallos carnosos de hasta tres metros de altura...” [en la R.A.E. aparece como amer.]; alicaneja, “cinoglosa, planta borracinágea de raíz fusiforme...” [no figura en la R.A.E.]; payete, “bocinegro pequeño (algunos autores lo dan como portuguesismo)” [no figura en la R.A.E.].

Arabismos.-

Los arabismos han llegado al español de Canarias a través de dos vías (dejando siempre al margen la importante presencia de la lengua árabe en el español en general): 1) referido al ámbito del camello y al ámbito familiar (es posible que llegasen a las islas con los esclavos moriscos introducidos en los siglos XV y XVI): como majalulo, “camello joven” [no figura en la R.A.E.]; téfana, “rodilla trasera del camello” [no figura en la R.A.E.]; fuchir, “echarse los animales, esp. el camello” [no figura en la R.A.E.]; tabique, “suero líquido que escurre la cuajada en el expremijo” [no figura en la R.A.E.].
2) Pertenecientes al ámbito familiar y aportadas por los canarios que faenaban en el banco sahariano y por aquellos que vivieron en el Sáhara: como guayete, “niño, muchachuelo” [no figura en la R.A.E.]; jaique, “prenda de vestir de seda; traje de mujer excesivamente ancho y desaliñado” [en la R.A.E., vestido usado por las mujeres árabes (del dialecto marroquí)]; flus, “dinero (del dialecto árabe marroquí)” [no figura en la R.A.E.].
Portuguesismos.-
A lo largo de los siglos XV, XVI y XVII, se establecieron en las islas un gran número de portugueses (agricultores, pescadores, comerciantes, artesanos, etc.) que aportaron un enorme caudal de voces, de carácter popular y dialectal, que recorren todas y cada una de las categorías gramaticales. De este modo, encontramos sustantivos como bagazo, “residuo de la caña de azúcar una vez exprimida; residuo de la uva” [significado similar en la R.A.E.]; burgao, “caracol marino pequeño” [no figura en la R.A.E.]; jeito, “torcedura, esguince” [no figura en la R.A.E. con este significado]. Adjetivos como devaso, “perezoso, holgazán” [no figura en la R.A.E.]; peco, “que no alcanza su debido desarrollo y se marchita y arruga sin llegar a sazón” [no figura en la R.A.E.]; ferrugento, “herrumbroso” [no figura en la R.A.E.]. Verbos como margullar, “nadar bajo el agua” [no figura en la R.A.E.]; empurrar, “meter, encajar, clavar; empujar a una persona por la cabeza o el cuello de modo que dé insistentemente con la cara en algún sitio” [figura en la R.A.E. como canarismo: empurrarse, “hundir u ocultar la cara por disgusto”]; arrefañar, “rebañar, arramblar” [no figura en la R.A.E.]. Adverbios como rente, “junto, a ras” [no figura en la R.A.E.].
En lo que se refiere a los ámbitos en los que nos podemos encontrar con portuguesismos, serían los siguientes: 1) Agricultura: así, alhorra, “tizón, hongo parásito de los cereales, esp. del trigo” [igual en la R.A.E., aparece como canarismo]; cancil, “cada uno de los palos verticales del yugo” [no figura en la R.A.E.]; canga, “yugo de pescuezo para dos animales” [similar en la R.A.E., que lo hace derivar del celta]; valuto/ baluto, “terreno improductivo” [no figura en la R.A.E.].
2) Ganadería: así, bosta, “excremento del ganado vacuno” [igual en la R.A.E.]; guicio, “cascabel, cencerro pequeño” [no figura en la R.A.E.].
3) Ámbito marinero: como capillo, “parte de la roda que sobresale por encima de la borda” [esta acepción no figura en la R.A.E.]; leito, “cubierta de proa y popa del bote de pesca” [no figura en la R.A.E.]; marullo, “ola, esp. la grande” [igual en la R.A..E.]; ratón, “especie de raya marina” [no figura en la R.A.E.]; engodo, “cebo que se arroja al agua para atraer a los peces” [no figura en la R.A.E.].
4) Ámbito doméstico: como balayo, “cesta de diversas formas, generalmente plana, sin asas y hecha de paja o de mimbre” [significado similar en la R.A.E.; aparece como canarismo]; borrallo, “rescoldo” [no figura en la R.A.E.]; conduto, “comida mejor y más sabrosa, con la que se acompaña la comida básica” [no figura en la R.A.E.]; espirrar, “estornudar” [no figura en la R.A.E.]; fechar, “cerrar, encajando totalmente” [esta acepción no figura en la R.A.E.]; talla, “tinaja chata que recoge el agua filtrada” [en la R.A.E. “talla 2” figura como canarismo].
Anglicismos.-
Estas palabras proceden de los comerciantes ingleses establecidos en las islas en los siglos XIX y XX, así como de los turistas que hasta hoy en día visitan las islas. Por ejemplo, chinegua o quinegua, de “King Edward”, se trata de una papa de importanción[no figura en la R.A.E.]; queque, de “cake”, “bizcocho con frutas secas en la masa” [no figura en la R.A.E.]; linsai o insay de “in side”, “espacio interior del barco de pesca, entre el banco de popa y el de proa, donde se almacena el pescado capturado” [no figura en la R.A.E.]; choni, de “Johnny”, “turista nórdico, en general” [no figura en la R.A.E.]; guanijai, de “one haig”, “copa de cualquier bebida alcohólica” [no figura en la R.A.E.]; chercha o cherche, de “church”, “parte del cementerio destinada a los no católicos”.





1 Cambio de lugar de algún fonema en una palabra.

Marcadores del discurso.

Marcadores del discurso1.-



“Los ‘marcadores del discurso’ son unidades lingüísticas invariables, no ejercen una función sintáctica en el marco de la predicación oracional –son, pues, elementos marginales- y poseen un cometido coincidente en el discurso: el de guiar, de acuerdo con sus distintas propiedades morfosintácticas, semánticas y pragmáticas, las inferencias que se realizan en la comunicación”.
Otros términos que se han utilizado para referirse a estos elementos son: ‘enlaces extraoracionales’ (Gili Gaya), ‘conectores extraoracionales’ (Cortés), ‘conectores argumentativos’ (Portolés), ‘conectores discursivos’ (Montolío), ‘conectores pragmáticos’ (Briz y Zorraquino), ‘conectores enunciativos’ (Lamíquiz), ‘conectivos’ (Mederos), ‘partículas discursivas’ (Martín Zorraquino), ‘enlaces textuales’ (López García), ‘relacionantes supraoracionales’ (Fuentes), ‘elementos de cohesión’ (Martín Zorraquino), ‘operadores discursivos’ (Casado), ‘ordenadores del discurso’ (Alcina y Blecua) o ‘muletillas’ (Christl).


Clasificación de los marcadores del discurso.-

Estructuradores de la información:
Facilitan la estructuración del discurso presentando un nuevo comentario, agrupando varios miembros discursivos como partes de un solo comentario o marcando su miembro del discurso como un comentario lateral.
Comentadores: son un tipo de marcadores que presentan el miembro discursivo que introducen como un nuevo comentario, lo que lo distingue del discurso previo. Así, por ejemplo, “He dicho que vemos desde la memoria; pues bien, también percibimos desde el lenguaje”. Serían de este tipo pues, pues bien, así las cosas, etc.
Ordenadores: son estructuradores de la información con dos funciones primordiales: en primer lugar, indican el lugar que ocupa un miembro del discurso en el conjunto de una secuencia discursiva ordenada por partes; y, en segundo lugar, presentan el conjunto de esta secuencia como un único comentario y cada parte como un subcomentario. Su uso es más frecuente en el uso escrito que en el oral: en primer lugar/en segundo lugar; finalmente, luego, asimismo, por una parte/por otra parte; de un lado/ de otro lado, etc. Por ejemplo: “Sí, tiene un nivel un poco más alto, por un lado, y luego por otro lado, pues…con dos idiomas perfectamente aprendidos, ¿no?”
Digresores: son estructuradotes de la información que introducen un comentario lateral en relación con el tópico principal del discurso, como, por ejemplo, “¡Y no digamos nada de Marcelino! ¡Está tan enamorado de ella!... Por cierto, me choca mucho que no esté ya en casa, ¿verdad?”. Otros digresores son a propósito, a todo esto, etc.
Conectores:
“Es un marcador discursivo que vincula semántica y pragmáticamente un miembro del discurso con otro miembro anterior”
Conectores aditivos: unen a un miembro discursivo anterior otro con la misma orientación argumentativa, como en “Explica mal y, encima, exige más que nadie”. Otros aditivos serían además, aparte, por añadidura, incluso, inclusive, es más, etc.
Conectores consecutivos: presentan el miembro del discurso en el que se encuentran como una consecuencia de un miembro anterior. Serían pues, así pues, por tanto, por consiguiente, consiguientemente, consecuentemente, por ende, de ahí, así, etc. Ejemplo: “En español, coalición no se documenta hasta el primer tercio del siglo XIX: bastante tarde, por lo tanto”.
Conectores contraargumentativos: vinculan dos miembros del discurso, de tal modo que el segundo se presenta como supresor o atenuador de alguna conclusión que se pudiera obtener del primero. Así, “No le gustan las bebidas alcohólicas. Antes bien, las aborrece”. Estarían dentro de este grupo de marcadores en cambio, por el contrario, por el contrario, antes bien, sin embargo, no obstante, con todo, empero, ahora bien y ahora.
Reformuladores:
“Los reformuladores son marcadores que presentan el miembro del discurso que introducen como una nueva formulación de un miembro anterior”.
Reformuladores explicativos: “presentan el miembro del discurso que introducen como una reformulación que aclara o explica lo que se ha querido decir en otro miembro anterior que pudiera ser poco comprensible”. Por ejemplo, “No tengo el recibo del banco. O sea, no lo he encontrado”. Otros marcadores de este tipo serían es decir, esto es, a saber, en otras palabras, dicho de otro modo, etc.
Reformuladores rectificativos: “sustituyen un primer miembro que presentan como una formulación incorrecta, por otra que la corrige o, al menos, la mejora”. Así, en “El no tener papá o, mejor dicho, que mi papá estuviera en el cielo, no era algo que me atormentara”. Otros ejemplos serían mejor, o mejor, mejor aún, más bien, digo.
Reformuladores de distanciamiento: “presentan expresamente como no relevante un miembro del discurso anterior a aquel que los acoge”. Por ejemplo, “Puede que el perro esté enfermo. En cualquier caso, no hay que preocuparse”. Otros marcadores de este tipo son en todo caso, de todos modos, de todas formas, de cualquier manera, etc.
Reformuladores recapitulativos: “presentan su miembro del discurso como una conclusión o recapitulación a partir de un miembro anterior o de una serie de ellos”. De este modo, en “Acepte usted que el ser es tiempo: pasar, declinar, madurar, envejecer. En suma, caducidad”. También pertenecerían a este grupo los marcadores en conclusión, en resumen, en resumidas cuentas, en definitiva, a fin de cuentas, en fin, total, al fin y al cabo, después de todo.
Operadores argumentativos:
“Son aquellos marcadores que por su significado condicionan las posibilidades argumentativas del miembro del discurso en el que se incluyen, pero sin relacionarlo con otro miembro anterior”.
Operadores de refuerzo argumentativo: “el significado de estos operadores consiste esencialmente en reforzar como argumento el miembro del discurso en el que se encuentran frente a otros posibles argumentos, sean estos explícitos o implícitos”, como en “María nació en Beirut, pero, en realidad, es colombiana”. Otros marcadores de esta clase son en el fondo, de hecho, etc.
Operadores de concreción: “presentan el miembro del discurso que los incluye como una concreción o ejemplo de una expresión más general”. Como en “La vida te obsequia, a veces, con deslumbrantes despertares: un día de lluvia, por ejemplo”. Otros marcadores de este tipo serían en concreto, en particular o por caso.
Marcadores conversacionales: estos marcadores tienen que ver con las características de la conversación que no sólo es un modo de transmitir información, sino que también posee una función interactiva. Entre los marcadores conversacionales distinguiremos hasta cuatro clases.
De modalidad epistémica2: “se utilizan, fundamentalmente, en enunciados declarativos: afectan generalmente a un miembro del discurso que es –o forma parte de- una oración ‘aseverativa’ o ‘enunciativa’ (tanto afirmativa como negativa)”. Por ejemplo, “Por lo visto, a Julián lo han admitido en el club”. Otros marcadores de esta clase serían por supuesto, claro, desde luego, en efecto, efectivamente, sin duda, naturalmente o por lo que se ve.
De modalidad deóntica3: “reflejan actitudes del hablante relacionadas con la expresión de la voluntad (o de lo afectivo). Estos marcadores indican si el hablante acepta, admite (consiente en), etc. –o no- lo que se infiere del fragmento del discurso al que remiten”. Así, “Claro, con este calor no se puede estudiar”. Otros marcadores de modalidad deóntica serían bueno, bien, vale, de acuerdo, etc.
Enfocadores de la alteridad: “se trata de un conjunto de unidades que coinciden en que apuntan, en su origen, fundamentalmente, al oyente (oye, mira, etc.) y, en alguna ocasión, a ambos interlocutores (vamos)”. Como en “Oiga. Mire, yo me marcho; no hay quien le dé clase a su hija”. Estarían dentro de este grupo hombre, bueno, sabes, por favor, permiso, con permiso, etc.
Metadiscursivos conversacionales: “vienen a representar trazos del esfuerzo que realizan los hablantes para formular e ir organizando su discurso”. Por ejemplo en “Bien. Tengo que anunciaros algo”. Otros marcadores de este grupo serían ya, bueno, etc.



Listado de los marcadores del discurso.-

A fin de cuentas
A final de cuentas
A propósito
A saber
A todo esto
Además
Ahora
Ahora bien
Al contrario
Al fin de cuentas
Al fin y al cabo
Al parecer
Antes al contrario
Antes bien
Antes por el contrario
Aparte
Así
Así las cosas
Así pues
Así y con todo
Así y todo
Asimismo
Aun con eso y con todo
Aun con todo
Aún es más
Aún mejor
Bien
Bueno
Claro
Con eso y todo
Con otras palabras
Con todo y con eso
Con todo y eso
Con todo
Conclusión
Consecuentemente
Consiguientemente
De ahí
De allí
De aquí
De añadidura
De cualquier forma
De cualquier manera
De cualquier modo
De esta forma
De esta manera
De esta suerte
De este modo
De hecho
De igual forma
De igual manera
De igual modo
De igual suerte
De otro modo
De resultas
De todas formas
De todas maneras
De todos modos
De un lado ... de otro (lado)
De una parte ... de otra (parte)
Definitivamente
Desde luego
Después
Después de todo
Dicho [con/en] otras palabras
Dicho [con/en] otros términos
Dicho de otra forma
Dicho de otra manera
Dicho de otro modo
Dicho eso
Dicho esto
Dicho sea
Dicho sea de paso
Digo
Efectivamente
Eh
Empero
En cambio
En conclusión
En concreto
En consecuencia
En cualquier caso
En definitiva
En dos palabras
En efecto
En el fondo
En fin
En fin de cuentas
En otras palabras
En otros términos
En parte
En particular
En pocas palabras
En [primer/segundo/...] lugar
En realidad
En resolución
En resumen
En resumidas cuentas
En síntesis
En suma
En todo caso
En último lugar
En último término
En una palabra
Encima
Entonces
Entre paréntesis
Es decir
Es más
Eso es
Eso sí
Este
Esto es
Evidentemente
Finalmente
Hombre
i.e. (id est)
Igualmente
Inclusive
Incluso
Luego
Más bien
Mejor
Mejor aún
Mejor dicho
Mira
Mire
Muy por el contrario
Naturalmente
No obstante
O sea
O séase
Oiga
Okey
Otra cosa
Oye
Por añadidura
Por caso
Por cierto
Por consiguiente
Por el contrario
Por descontado
Por ejemplo
Por el contrario
Por ende
Por favor
Por fin
Por lo demás
Por lo tanto
Por lo visto
Por mejor decir
Por su parte
Por supuesto
Por tanto
Por último
Por un lado ... por otro (lado)
Por una parte ... por otra (parte)
Primeramente
Primero/segundo/...
Pues
Pues bien
Resumiendo
Sin duda
Sin embargo
Total
Vale
Venga
Vamos
Verbigracia
Ya


1 Los datos están tomados de “Los marcadores del discurso” de M. A. Martín Zorraquino y J. Portolés Lázaro, en Gramática descriptiva de la lengua española, III, pp. 4051-4213.
2 Epistemología: doctrina de los fundamentos y métodos del conocimiento científico (R.A.E.). A menudo es sinónimo de gnoseología, aunque hoy se utilice más aquélla para referirse a la teoría del conocimiento y, en especial, a la teoría del conocimiento científico (Ferrater, Diccionario de filosofía).

3 Deóntico viene a ser sinónimo de normativo.

Don Sem Tob: textos.

[89] Quando yo paro mientes muy alegre seria
con lo que otras gentes son tristes cada día.
[90] Pues si terçero bien es aquel que cobdiçio
¿Por que el que lo tien No toma con él viçio?
[91] Mas esto es sennal que no ha bien çertero
en el mundo, nin mal que sea duradero.

[213] Quien falle y se contente nunca pude fallar-lo
Ca podria çierta-mente rrico hombre llamar-lo.
[214] Ca non ha pobre honbre sy non el cobdiçioso;
nin rrico sy non honbre con lo que tiene gososo.
[215] Quien lo que le cunple quiere poco le bastará;
al que sobras quisiere, el mundo non le cabrá.
[216] Tanto que honbre se tienple, basta lo que touiere:
del de mas será syenpre sieruo quanto viuiere.

[222] La alma altiua viene a perder-se con çelo,
sy su vesino tiene de mas que él vn pelo.
[223] Tiene miedo muy fuerte que le aventajará,
non se mienbra que la muerte a amos ygualará.

[328] Non puede onbre auer en el mundo tal amigo,
commo el buen saber; nin peor enemigo,
[329] que la su torpedad del nesçio, que es grand pena
mas pesada en verdad que plomo nin arena.
[330] Ny ay tan peligrosa nin ocasión tan tamanna,
nin en tierra dubdosa caminar syn conpanna.
[331] Nyn ay tan fuerte cosa commo es la verdad,
nin otra mas medrosa que la deslealtad.

[360] Cobdiçia y derecho, esta es rrason çierta,
non entran so vn techo, nin so vna cubierta.

[408] Del honbre viuo disen las gentes sus maldades:
desque muerto bendisen cuento de sus bondades.

[489] Pero amigo claro leal y verdadero,
es de fallar muy caro: non se ha por dinero.

[508] Non ay mejor riquesa que la buena hermandad,
nin tan mala pobresa commo es la soledad.

[526] Çierto es y non fallesçe proverbio toda vía:
el huesped y el peçe fieden al terçero dia.

[547] Onbre non querria sy non aquello que non tiene;
despreçialo el dia que a la mano le viene.
[548] Suma de la rason que en el mundo non hay cosa
que non haya sason quier fea, quier fermosa.

[555] Sy fuese el fablar de plata figurado,
deue ser el callar de oro afynado.

[573] Con el fablar diximos mucho bien del callar:
callando non podimos desir bien del callar.

[576] El callar jamas de todo non loemos;
sy non fablamos mas que bestias non valdremos.

[578] El fablar estrannamos non por a el tachar,
mas por que pocos fallamos que lo sepan tenplar.

[634] Del mundo maldisientes y non ay otro mal
en él sy no nos mismos; nin vestiglos, ni al.
[635] El mundo non ha ojo, nin entiende de faser
a vn onbre enojo, nin a otro plaser.

[655] El onbre mesmo busca su mal con su maliçia:
syn se fartar rebusca con çelo y con cobdiçia.
[656] Commo el mal onbre cosa al mundo tal peligrosa
non ay, ni tan dapnosa nin tanto maliçiosa.
[657] La bestia desque farta, vna de otra non cura,
nin pide quien la desparta, que ella se está segura.
[658] Commo el onbre fanbriento, el onbre rroba y mata;
fase males syn tiento desque farto se cata.
[659] Por farto non se syente syn otro ser fanbriento,
nin rico sy otra gente tiene sostenimiento.
[660] Nin le plase sy gana, sy algo non fallesçe
a otro, nin que sana sy otro non adolesçe.


Edición de la B.A.E., Madrid, 1966, Poetas castellanos anteriores al siglo XV, pp. 331-372

miércoles, 15 de febrero de 2017

Prosa española del siglo XV.

1. Introducción.-
La novela sentimental y los libros de caballerías se desarrollan en el siglo XV. Si antes de esta época dominan el panorama de la ficción narrativa la fábula y el cuento, ahora surgen textos que sitúan el estudio psicológico y la pasión amorosa como eje del relato [la “novela sentimental”] y otros en los que la aventura caballeresca constituye el núcleo de la narración [la “novela de caballerías”].


2. La novela sentimental.-
Pueden señalarse como rasgos distintivos de esta forma novelesca la artificiosidad de la aventura y del estilo, la minuciosa descripción de los sentimientos, la idealista exaltación de los personajes, cierta dulzura femenina y recompuesta que se desenvuelve, sin embargo, en medio de un ambiente caballeresco, tendencia feminista y vaguedad lírica.
Se trata de narraciones extraordinarias, pero sin monstruos ni ínsulas fabulosas; pretenden ser relatos de ejemplares cortesanos y amadores, no de esforzados héroes. El narrador es un yo ejemplar y retórico, que cuando no es sujeto mismo de la acción, es un espectador cualificado de la misma. Se desarrolla una historia de amor, estirándola y apurándola góticamente hasta lo ejemplarmente inimitable. El tipo de amor se ajusta a las convenciones del amor cortés, y se nos propone una visión subjetiva e idealizada, que ignora el mundo inmediato y en la que el amante ni espera ni recibe recompensa, la dama no concede galardones, es inasequible, cruel.
Conocidas novelas sentimentales son Cárcel de Amor y Tractado de amores de Arnalte y Lucenda, de Diego de San Pedro, y Triunfo de las donas y Siervo libre de amor, de Juan Rodríguez del Padrón. A esta última obra pertenece el siguiente fragmento:
[...] y cuanto más mis serviçios le continuava, más contenta de mí se mostrava, e a todas señales, mesuras y actos que pasavan en el logar de la fabla, le mandava que me respondiese; e respondiendo así me entendiese que su continençia yo la entendía demostrar yo ser entendido; e a las vegadas entendedor de tales aferes que no pareçían ser entendidos por palavra, mas sólo entender; e yo era a la sazón quien de plazer entendía, de los amadores ser más alegre y bien afortunado amador, y de los menores siervos de amar más bien galardonado servidor. E sólo cuidado de no lo poder mostrar el intrínseco fuego que ardía entre mí me contristava; ni fallava quien a mi tristura remedio diese, ca no la osava descobrir a ninguna persona vía ni fabla. De que por el tiempo andando entristeçía y en el mayor solaz tristor prendía; e cuanto más favor sentía, mayor dolor me quexava, por sentir lo que sentía e no lo poder cumplir; e veyendo sin más lo dezir, que ninguno remediar me podía”.



3. Los libros de caballerías.-

3.1. Introducción.-
Los libros de caballerías son el producto de la transformación de la sociedad medieval. La nobleza feudal abandona el campo de batalla y se hace cortesana, su rudeza militar se transforma en refinamiento: se aficiona a la poesía1 y al ejercicio del valor personal en justas y torneos de más espectacularidad que riesgo real. El caballero se mueve ahora por el amor y el heroísmo individual, no es ya el héroe épico inflamado por la pasión patriótica, referente de una colectividad, de un sentimiento de pueblo, sino que estamos ante un héroe refinado y galante, que vive aventuras increíbles impulsado por su fatuidad. Los escenarios en los que acontecen los hechos no son territorios reales, reconocibles, son lugares tan variados como imaginarios.

3.2. Características.-
Los libros de caballerías tienen por héroe a un caballero andante en quien se encarnan a la vez el heroísmo y la fidelidad amorosa más extremada, defensor de la justicia y de los oprimidos, que afronta las más extraordinarias aventuras contra fantásticos personajes.
Este caballero muestra un amor idealizado hacia una dama, asimismo ideal, que polariza sus pensamientos y es parte fundamental del relato: a ella le ofrece la gloria de sus hazañas y rinde el tributo del amor más fiel. Este amor es el amor cortés, que no es otra cosa que una paganización del ideal religioso de la Edad Media: la lucha por la fe religiosa se cambia por la conquista del amor de la dama.

3.3. El Amadís de Gaula.-
De este libro se sabe, a través de los escritos de diferentes autores del medievo, que existía antes de 1325, pero la redacción que conocemos es la de Garci Rodríguez de Montalvo, de finales del siglo XV.
El libro es un tejido de las más variadas y maravillosas aventuras. El relato comienza con el nacimiento de Amadís (hijo de los amores clandestinos del rey Perión de Gaula con la princesa Elisena de Inglaterra) que fue encerrado en una caja por su madre y arrojado a un río (recuérdese la historia de Moisés). Sigue después la crianza del héroe en casa del escudero Gandales de Escocia, el idilio de sus tempranos amores con la princesa Oriana, hija del rey Lisuarte de la Gran Bretaña, la ceremonia de armarse caballero, el reconocimiento de sus padres, el encantamiento de Amadís en el palacio de Arcalaus y la manera como fue desencantado por dos sabias doncellas, el combate entre los dos hermanos, Amadís y Galaor, sin conocerse, la prueba del Arco de los Leales Amadores, que sólo podían pasar los amantes que habían guardado fidelidad absoluta, la caballeresca penitencia que, con el nombre de Beltenebros, hace Amadís en la Peña Pobre por haber sido rechazado por Oriana, el combate y victoria de Amadís sobre el monstruo Endriago en la isla del Diablo y el casamiento final del invencible caballero con Oriana. Toda esta acción fundamental está además interrumpida por numerosos episodios secundarios donde se cuentan peripecias de otros personajes.
Los lugares en los que se desarrolla la acción de la novela son de lo más variado y recorren numerosos países de Europa, aunque estos no son reconocibles por las descripciones sino por los nombres usados.
Los personajes o son buenos o son malos, constituirían ejemplos canónicos de los llamados “personajes planos”.
Además del Amadís, citaremos aquí Tirant lo Blanc, escrito por Joanot Martorell y publicado en Valencia en 1490. Éste y el Amadís son los dos grandes libros de caballerías de la literatura española.
Veamos ahora un ejemplo del Amadís:
El caballero del castillo quebró su lanza y el otro le hirió tan duramente que lo derribó en tierra y el caballo sobre él, y fue para el otro que en la puente entraba y juntáronse ambos de los cuerpos de los dos caballos que las lanzas fallecieron de los encuentros y el de fuera encontró tan fuerte al del castillo que a él y al caballo derribó en el agua y el caballero fue luego muerto y él pasó la puente y fuese huyendo contra el castillo y los villanos alzaron la puente y el que volvía a ellos vio venir contra sí tres caballeros muy bien armados que le dijeron: “en mal punto acá pasásteis, ca os convendrá morir en el agua como muere el que vale más que vos”; y dejáronse todos tres a él correr e hiriéronle tan bravamente que el caballo le hicieron ahinojar y cerca estuvo de caer, y quebraron las lanzas y quedó de los dos llagado, más él hirió a uno de ellos de manera que armadura que trajese no le aprovechó, que la lanza entró por el un costado y salió por el otro el hierro con un pedazo de la asta”.

1 Recuérdense los Cancioneros del siglo XV.

jueves, 9 de febrero de 2017

Poesía española del siglo XV.

I. Introducción.-
En la Edad Media tardía (entre 1380 y 1520) se han documentado en Castilla unos setecientos autores y parece que bastantes otros compusieron poemas hoy perdidos. Es probable que este número supere al de los poetas ingleses, franceses y alemanes del momento. Este revival trovadoresco podría enlazarse con la crisis de la nobleza castellana, que veía disminuir sus funciones prácticas al tiempo que sus filas aumentaban con una auténtica ola de nuevos títulos nobiliarios: componer versos de ocasión se convertía así en un ornamento, en un sustituto del poder. En esencia, esta poesía representa la tardía aclimatación o transplante de la poesía trovadoresca provenzal, que había tenido luego su brillante expresión en la lírica galaico-portuguesa desde mediados del siglo XIII hasta mediados del XIV, y que a partir de este momento es acogida por la lengua castellana, para tener en ella su tercera y postrera etapa de florecimiento.
En esta época florecen los llamados “cancioneros”, diversas recopilaciones de poesía lírica, que van siendo unidas desde el principio del siglo. Aquí encontraron sitio poetas de las más diversas condiciones y tendencias; aunque son abundantes las composiciones de intención doctrinal o las inspiradas en la poesía alegórica propuesta por Dante, el tono general que predomina en estos cancioneros es el de la poesía artificiosa y convencional, basada en sutilezas y habilidades de ingenio, juegos de imágenes y todo género de recursos retóricos al servicio de discreteos amorosos, requiebros, adulaciones y composiciones de circunstancias. Los dos más famosos cancioneros son los de Baena y el de Stúñiga.
El Cancionero de Baena, llamado así por haber sido compilado por Juan Alfonso de Baena, escribano de Juan II de Castilla, es una colección de casi seiscientas composiciones líricas pertenecientes a 56 autores (hacia 1445). Se combinan aquí dos escuelas: una galaico-provenzal (versos de arte menor, fundamentalmente) y otra alegórico dantesca (coplas de arte mayor, versos dodecasílabos). Poetas importantes de este cancionero pueden considerarse Alfonso Álvarez de Villasandino1 [poeta de ingenio fácil, grosero y pedigüeño, que vendía su pluma a los nobles para solicitar o agradecerles algún favor; con frecuencia se ponía al servicio de amores ajenos por dinero, adulaba, difamaba, si le pagaban bien, cantaba las excelencias de lo que le propusieran o componía poesías de circunstancias] y Micer Francisco Imperial2 [nacido en Génova, pero instalado en Sevilla, fue el primero en utilizar el endecasílabo en español; su poesía es solemne y grave, dada a temas profundos y adecuada para la lectura y la meditación].
El Cancionero de Stúñiga, colección formada en Nápoles, probablemente, contiene poemas de tono más lírico y más breves.
Nosotros nos fijaremos, especialmente, en tres autores del siglo XV: el Marqués de Santillana, Juan de Mena [reinado de Juan II] y Jorge Manrique [reinado de Enrique IV].

II. Íñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana [1398-1458].-
Gran aristócrata, latifundista y soldado, participó activamente en la vida política, interviniendo en la caída del condestable Luna, cuya muerte cantó en sus poemas. Poseía una gran cultura y reunió una excelente biblioteca donde podían encontrarse textos griegos y latinos, originales y traducidos, y conocía no sólo a los clásicos sino también a los poetas italianos y provenzales, así como la poesía gallego-portuguesa y catalana.
La obra poética de Santillana puede clasificarse en tres grandes grupos:
1.- Poemas de carácter popular, a la manera provenzal y galaico-portuguesa, de arte menor, como cantares y serranillas, que podríamos localizar en una primera etapa de su producción poética:
Moça tan fermosa
non vi en la frontera,
como una vaquera
de la Finojosa”.
2.- Poemas largos y eruditos donde se entrega a una creación cultista en la que las técnicas de la poesía italiana, la retórica, la alegoría y el mundo clásico lo dominan todo. Se correspondería este grupo a la segunda de las etapas poéticas de Santillana. El más conocido de sus poemas sería la Comedieta de Ponza3:
¡Oh lúçido Jove la mi mano guía!
¡despierta el ingenio, aviva la mente,
el rústico modo aparta, y desvía,
y torna mi lengua, de ruda, elocuente!
¡Y vos, las hermanas, que cabe la fuente
d'Elicón fazedes continua morada,
sed todas comigo en esta jornada,
porqu'el triste caso denuncie y recuente!”
También en este grupo hemos de incluir composiciones de inspiración italiana, fundamentalmente los Sonetos fechos al itálico modo, compuestos desde 1438 hasta el final de su vida:
Si el pelo por ventura voy trocando
non el ánimo mío, nin se crea;
nin puede ser, nin será fasta cuando
integralmente muerte me posea.
Yo me vos di, e non punto dubdando
vos me prendiste, e soy vuestra prea:
absoluto es a mí vuestro grand mando,
cuando vos veo o que non vos vea.
Bien mereçedes ser vos mucho amada;
mas yo non penas, por vos ser leal,
cuantas padesco desde la jornada
que me feristes de golpe mortal.
Set el oliva, pues fustes la espada;
set el bien mío, pues fustes mi mal”.
3.- Obras didáctico-morales, poemas doctrinales como el Diálogo de Bías contra Fortuna [exposición de la moral estoica] o los Proverbios de gloriosa doctrina e fructuosa enseñanza [cien estrofas de pie quebrado, compuestas para la educación del príncipe don Enrique].
FORTUNA
Huéspeda muy enojosa
es la continua pobreça.
BÍAS
Si yo non busco riqueça,
non me será trabajosa.
FORTUNA
Fácil es de lo deçir.
BÍAS
E de façer
a quien se quiere abstener,
e le plaçe bien vivir”.


III. Juan de Mena [1411-1456].-
Mena es un espíritu humanista que sometió a una implacable latinización la lengua castellana, de modo comparable a lo que hará Góngora en el siglo XVII.
Su obra más importante es el Laberinto de Fortuna, extenso poema alegórico de casi trescientas estrofas de arte mayor, con influencias de los grandes autores latinos y con continua referencia a personajes clásicos y mitológicos, en que léxico y sintaxis se latinizan en grado increíble. El poeta es arrebatado por la diosa Belona4, que le abandona en un desierto. Desde allí será guiado por la Providencia, que le muestra las diferentes partes del mundo entonces conocido. Ve después las tres ruedas de la Historia, pasado, presente y futuro, en el maravilloso palacio de la Fortuna; en la primera aparecen personajes mitológicos y extranjeros; en la segunda, de la historia peninsular; en la tercera, en fin, se profetiza el esplendoroso porvenir que espera a Castilla bajo Juan II y Álvaro de Luna (el poema está dedicado al rey).
Este cabalga sobre Fortuna
e doma su cuello con ásperas riendas,
[...]
míralo, míralo en plática alguna
con ojos humildes, non tanto feroces:
¿cómo, indiscreto, e tú non conoces
al condestable Álvaro de Luna?
Agora, repuse, conosco mejor
aquel cuyo ánimo, virtud e nombre,
tantas departes le fazen de hombre
cuantas estado le da de señor,
las cuales le fazen ser merecedor
e fruto de mano de nuestro grand rey,
e clara esperiencia de su firme ley,
e de la Fortuna jamás vencedor”.

IV. Jorge Manrique [1440-1479].-
Este poeta pertenece a una importante familia de la nobleza castellana y participa desde esta realidad de los avatares políticos y militares de su época, siendo un soldado que participó en numerosas batallas, y muriendo frente al castillo de Garci-Muñoz peleando contra las tropas de Villena.
Su obra poética podemos dividirla en dos grandes grupos:
-Poesía amorosa: se conservan unas cincuentas composiciones de este tipo, la mayoría de las cuales están escritas al gusto trovadoresco y cortesano de la época, aunque en ellas se puede percibir la personalidad del poeta, su carácter militar en las metáforas de este género que emplea, o su espíritu un tanto melancólico:
...No tardes, Muerte, que muero;
ven, porque viva contigo;
quiéreme, pues que te quiero,
que con tu venida espero
no tener guerra conmigo...”
-Las famosas “Coplas a la muerte de su padre”. Consta este texto de cuarenta coplas de pie quebrado (seis versos con la siguiente estructura: 8a8b4/5c8a8b4/5c). El poema puede dividirse en tres partes: 1) las trece primeras estrofas contienen una consideración general sobre la fugacidad de la vida, la condición mortal del hombre, pero su destino divino:
Y pues vemos lo presente
cómo en un punto se es ido
y acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo no venido
por pasado”.
2) esta segunda parte ocupa las estrofas XIV-XXIV; aquí se trata de la vida de terrenal, se ilustra con ejemplos concretos el engaño de las grandezas y triunfos efímeros de los hombres célebres:
así que no hay cosa fuerte;
que a Papas y Emperadores
y Perlados,
así los trata la muerte
como a los pobres pastores
de ganados”.
3) en esta última parte, a partir de la estrofa XXV, Manrique se ocupa de la vida de la fama, encarnada en su padre, don Rodrigo Manrique, pintando la vida ejemplar de éste y su resignación al aceptar su muerte:
y consiento en mi morir
con voluntad placentera,
clara, pura,
que querer hombre vivir
cuando Dios quiere que muera
es locura”.
Se resumirían en las tres partes que acabamos de establecer las tres vidas que conoce el hombre: la perdurable o eterna, la mortal o perecedera, y la de la fama que vive en el recuerdo de la posteridad, y cada una de ellas tiene su encuentro con la muerte, puesto que en el poema de Manrique vida y muerte se conciben como necesarias una para otra.
Como ya escribimos a propósito de Berceo, en Jorge Manrique volvemos a encontrar la sencillez, la precisión, sin necesidad de excesos, la desnudez de los recursos imprescindibles, imágenes serenas y firmes, la capacidad de encontrar la justa medida. Más de cien años después escribirá Cervantes que el lector ha de agradecerle no tanto lo que ha escrito como lo que ha dejado de escribir, algo que también hubiera podido escribir el mismo Manrique.


V. El Romancero.-


V.1. Definición.-
Desígnanse con el nombre de romances unas composiciones de carácter épico o épico-lírico, en general breves, compuestas originariamente para ser cantadas al son de un instrumento o recitadas con acompañamiento de éste. En su forma más simple están formados los romances por un número indefinido de versos octosílabos, rimados en asonante los pares mientras quedan libres los impares, siendo por lo común una sola la asonancia de toda la composición. Este es el resultado de escribir como versos diferentes los dos hemistiquios del verso heroico; pero en su condición más estricta “la forma métrica del Romancero es una tirada de versos de dieciséis sílabas con asonancia monorrima; es, en substancia, la misma versificación de las gestas medievales”[Menéndez Pidal]. Se trata de composiciones generalmente anónimas, resultado de la repetición y “uso” por parte del pueblo, que selecciona, elimina, incorpora fragmentos, versos, palabras, expresiones, dando lugar a numerosas versiones de un mismo romance. Para el ya citado Menéndez Pidal se trata de composiciones tradicionales, textos que el pueblo interpreta como propios y sobre los que actúa, modificándolos a su gusto5.
En cuanto a su extensión, los romances poseen una gran variedad, y en esta materia el gusto varió notablemente; el “romance del prisionero”, por ejemplo, al menos en una de sus versiones, tiene sólo dieciséis versos, mientras que el famoso del Conde Dirlos pasa de los mil trescientos cincuenta. Los romances épicos, extremando la aludida tendencia a la fragmentación, con el comienzo abrupto y el final truncado, son breves en general, y esta norma se prolongó hasta las primeras décadas del siglo XVI. En cambio, los romances juglarescos -incluso los viejos- se dilatan en pormenores, gozándose en referir historias completas, en forma mucho más semejante a las baladas de otros países. Los romances nuevos y las nuevas versiones de los viejos tornan a las narraciones extensas y detalladas. En general puede decirse que un romance viejo de tipo medio oscila entre los cincuenta y los sesenta versos.
Los romances comenzaron a publicarse a comienzos del siglo XVI en pliegos y en hojas sueltas. El primer volumen de romances es de 1525 ó 1530 y se titulaba Libro en el qual se contienen 50 romances con sus villancicos y desechas, aunque el más conocido y citado sea el Cancionero de romances, publicado en Amberes hacia 1547 ó 1549 por Martín Nucio.

V.2. Origen y clases.-
Las primeras creaciones épicas fueron los cantares de gesta, cuya transmisión se efectuaba, según sabemos, por vía oral. Al producirse, con el tiempo, la decadencia del género, también el gusto popular se apartó de los largos poemas antiguos, y, probablemente bajo el influjo de las nuevas corrientes poéticas, en especial de la lírica, se aficionó a formas más breves [esta razón no parece muy convincente si tenemos en cuenta que las creaciones líricas tradicionales son presumiblemente anteriores a la épica, o, cuando menos, contemporáneas: parece que un largo poema épico necesita de mayor elaboración y de un autor más o menos cultivado, frente a los textos líricos que pueden ser más espontáneos]. Esto, y la imposibilidad de retener completas aquellas extensas gestas, hizo que la atención se concentrara sobre los episodios más notables. “Los oyentes -dice Menéndez Pidal- se hacían repetir el pasaje más atractivo del poema que el juglar les cantaba; lo aprendían de memoria y al cantarlo ellos a su vez, lo popularizaban, formando con esos pocos versos un canto aparte, independiente del conjunto: un romance”. Estos fragmentos de los viejos poemas que se conservaban en la memoria de las gentes, y que desgajados de su tronco tendían a cobrar nueva vida independiente, bien que no en su estricta forma original, sino más o menos transformados por una nueva redacción, son los denominados romances épicos tradicionales. Esto explicaría el carácter propio de los romances, con un comienzo abrupto que da por supuesto el conocimiento de la historia completa aunque sólo se refiera en él a un breve episodio. Así, en los romances sobre el Cid se tratan los episodios más atractivos de manera inmediata, dando por supuesto el conocimiento de la historia completa del héroe.
Después, ante el éxito extraordinario que alcanzaron estos romances, los juglares compusieron otros muchos sobre aquellos temas épicos o históricos que eran familiares al pueblo, o sobre nuevos asuntos nacionales o extranjeros, por ejemplo los de la épica carolingia, difundida ya en España desde mucho tiempo antes. A estos romances se les conoce con el nombre de juglarescos, y se diferencian de los primeros por su mayor extensión y la novedad de sus temas, por el tono más narrativo y menos dramático, y por ser su relato “más pormenorizado, menos rápido y, sobre todo, más prosaico, falto de agilidad y viveza, falto de la liricidad que caracteriza a los romances de tradición oral”. Además de los típicamente épicos los hay también específicamente líricos, sentimentales o amorosos, novelescos, etc., con multitud de asuntos que no habían sido objeto de cantares de gesta ni en España ni en otros países.
Menéndez Pidal hace ver que únicamente los asuntos que fueron objeto de algún cantar de gesta primitivo, produjeron los romances heroicos considerados como viejos. Incontables anécdotas o pasajes mucho más apasionantes y dramáticos, con frecuencia, que los acogidos en los cantares, poblaban las páginas de las crónicas; y, sin embargo, no fueron tema de romances durante toda la primera etapa de su formación. Tan sólo más tarde, dentro ya del siglo XVI, y a consecuencia del éxito cada día mayor del Romancero y de la estima creciente por esta modalidad literaria popular, se acudió a las crónicas en busca de nuevos asuntos y héroes, no aprovechados hasta entonces. A los romances de esta procedencia se les conoce con el nombre de cronísticos [los autores de éstos son autores ya conocidos como Alonso de Fuentes y Lorenzo de Sepúlveda, citados por Menéndez Pidal].
V.2.1. Romances históricos o épicos: se refieren estos textos al rey don Rodrigo, último rey visigodo, a Bernardo del Carpio, único héroe fabuloso de la épica castellana, a Fernán González, a los Infantes de Lara o al Cid. Así, a propósito de la derrota de don Rodrigo es famoso el siguiente romance:
Después que el rey don Rodrigo
a España perdido había,
íbase desesperado
por donde más le placía;
métese por las montañas,
las más espessas que vía,
porque no le hallen los moros
que en su seguimiento iban [...]”.
V.2.2. Romances juglarescos:
V.2.2.1. Fronterizos: el tema principal de estos romances son episodios de guerra consistentes en sorpresas, arriesgadas incursiones, rápidos encuentros en las fronteras entre los reinos cristianos y musulmanes de la península, y que se construyen en torno a un personaje heroico conocido. Es famoso el siguiente:
Alora la bien cercada,
tú que estás en par del río,
cercóte el adelantado
una mañana en domingo,
de peones y hombres de armas
el campo bien guarnecido [...]”.
V.2.2.2. De los ciclos carolingio y bretón: estos romances se ocupan de Carlomagno y Roldán, héroes de la épica francesa, así como de la leyenda artúrica, con personajes tan famosos como Lanzarote. Un ejemplo en torno a este personaje es el conocido:
Nunca fuera caballero
de damas tan bien servido
como fuera Lançarote
cuando de Bretaña vino,
que dueñas curaban dél,
doncellas del su rocino [...]”.
V.2.2.3. Novelescos y líricos: son estos romances producto de la libre invención de los poetas, aunque a menudo se vinculan a personajes concocidos para el público. Muy conocido es el del conde Arnaldos:
¡Quién hubiesse tal ventura
sobre las aguas de la mar,
como hubo el conde Arnaldos
la mañana de San Juan!
Con un falcón en la mano,
la caça iba caçar [...]”.
Podríamos seguir extendiendo esta clasificación que aquí hemos presentado con nuevos subgrupos de acuerdo con su tema, su origen o su época. Sirvan los ejemplos que acabamos de considerar como muestra de la amplísima variedad de esta literatura tradicional cuya importancia es tal que la forma del romance ha sido retomada por los poetas de distintas épocas como un molde en el que verter sus propias composiciones, contituyendo lo que a menudo recibe el nombre de “Romancero Nuevo”. Desde los clásicos del Siglo de Oro, como Lope de Vega, Góngora o Quevedo, hasta los románticos, como el duque de Rivas, o los poetas del 27, ya en el siglo XX.
A modo de resumen orientativo puede servir el siguiente cuadro:









Romances viejos

Tradicionales
[históricos]

Del rey D. Rodrigo y de la pérdida de España

De Bernardo del Carpio

Del Conde Fernán González

De los Infantes de Lara

Del Cid

De otros temas históricos

Juglarescos

Del rey D. Pedro el Cruel

Fronterizos

Carolingios

Ciclo bretón [la leyenda del rey Artús]

Novelescos

Históricos de tema no castellano

Líricos


Romances artísticos


I.7.3. Características de los romances: estilo.-
Partiendo del hecho, ya citado, de que los romances suelen proponernos más un fragmento, una escena o un gesto, que una historia completa, ya que da por supuesto el conocimiento de la realidad en la que se inserta, podemos sintetizar sus características en los siguientes puntos:
-Sencillez de recursos, con los cuales llega a producir los más variados efectos poéticos.
-Parquedad de la adjetivación.
-Repetición de algunas palabras y uso del paralelismo.
-Viveza narrativa.
-Rápida composición del escenario y arte de captar inmediatamente la atención del oyente/lector, introduciéndolo sin preámbulos en el centro del asunto.
-Movimiento dramático conseguido con rápidos y vivos diálogos.
-Inmediata aproximación a la realidad, que da a la descripción una tremenda fuerza plástica.
-Casi total ausencia de elementos fantásticos o maravillosos.
-Acertada delicadeza y capacidad de evocación en los momentos poéticos.
-Fina elegancia que armoniza lo popular con una expresión poética del más alto valor estético.
1
La tu fermosura
me puso en prisión,
por la cual ventura
del mi coraçón
nos parte tristura
en toda saçón:
por en tu figura
m'entristeçe assí”.
2
Enviastes mandar que vos ver quisiesse,
dueña loçana, honesta e garrida;
por mi fe vos juro que yo lo fisiesse
tan de talante como amo la vida;
mas temo, señora, que la mi ida
seríe grant cadena para me ligar,
e desque vos viesse e oyesse fablar,
después non sería en mi la partida.
3 “La batalla naval, con derrota y prisión de Alfonso V de Aragón, Juan, rey de Navarra, y Enrique, Maestre de Santiago, tiene lugar en Ponza (cerca de Nápoles) el 25 de agosto de 1435".
4 Divinidad romana guerrera que pasaba por hermana o esposa de Marte.
5 Frente a lo tradicional” estaría lo “popular”, la obra que gusta, pero que se siente como ajena y es repetida sin modificaciones.