1.-
Definición.
El género literario que conocemos
como épica se manifiesta en la Edad Media y en las lenguas romances
por medio de los llamados “cantares de gesta”. Éstos reciben con
propiedad el nombre de “cantar” porque no estaban destinados a la
lectura, sino al canto o la recitación. Se los conoce con el nombre
genérico de “épica medieval” para distinguirlas de la antigua
clásica y de la posterior renacentista; y también “romance”
para “señalar la lengua, en esta ocasión histórica, en que la
dominante es el latín”, como ya hemos escrito. A lo que habría
que añadir todavía el dictado de “popular” con que generalmente
se la designa para señalar positivamente dos rasgos: primero, el
que fuera dirigida a todo el pueblo sin discriminación, entendido en
su más amplio sentido social, desde el rey al más humilde lugareño;
segundo, que tratara fundamentalmente de asuntos contemporáneos y,
por tanto, perfectamente inteligibles para todo género de oyentes
sin especial información o preparación.
La
épica puede entenderse como el arte de propaganda de la clase
dominante feudal, arte de origen germánico y desarrollado,
precisamente, entre pueblos con tales raíces, como es el caso de
Castilla. La épica es un arte público, oral y juglaresco, y
subsiste como tal mientras subsiste la sociedad a que pertenece, el
mundo cerrado y orgánico del feudalismo. La idea de totalidad es de
esencial importancia en la épica, y aparecerá encarnada en un héroe
que, a la vez que se afirma a sí mismo, representa los intereses
particulares de su clase o fracción de clase y los valores reales o
míticos de su comunidad. Así, el héroe épico no es un individuo;
su destino es el destino de la comunidad a la que pertenece. Por otro
lado, es evidente que en muchas ocasiones el claro intento
propagandístico de los poemas épicos castellanos se une con las
alabanzas a un cierto monasterio, a favor de los intereses
económico-políticos del mismo, que aparecerá inextricablemente
enlazado con la historia del país. Así el Poema
de Fernán González
se vincula con el monasterio de San Pedro de Arlanza y el Poema
de Mio Cid
con el de San Pedro de Cardeña.
Podríamos decir que la épica
medieval es una narración heroica en verso (su equivalente en prosa
es la saga) y cuyo objeto esencial se ha definido como la
“persecución del honor a través del riesgo”. El poeta épico
aborda las hazañas de un héroe, individual o colectivo, en la
mayoría de los casos fuertemente arraigado en su contexto
comunitario.
Pueden distinguirse dos tipos de
épica:
-Épica
culta (medieval y renacentista), que entronca con la Eneida.
Escrita en latín en la Edad Media, con alguna excepción, como el
Libro
de Alexandre
(sobre el siglo XIII).
-Épica heroica: poemas dirigidos a
una audiencia popular, compuestos oralmente o por escrito.
La diferencia esencial entre la
épica literaria y la heroica, no ha de buscarse en el autor o en el
tema (aunque pueda haber alguna diferencia en casos particulares),
sino que ha de buscarse, más bien, en el público y en la tradición
en la que los poetas se hallan inmersos.
Deyermond defiende que la Edad
Heroica debe situarse a comienzos de la independencia de Castilla (en
torno al año 1000), y que no fue sólo fuente de inspiración sino
el periodo en el que los poemas se originaron.
2.- Teorías
acerca del origen de los poemas épicos.
Dos son las teorías que proponen
una explicación al origen de los poemas épicos medievales:
Individualista:
defendida por el francés Bédier y que sostiene que los grandes
poemas épicos, como el Roland
o el Mio
Cid
son obra de autores individuales; los poemas habrían sido escritos
varios siglos después de los sucesos en ellos narrados, siendo obra
de poetas cultos, de carácter clerical que tomaron los datos
necesarios para sus obras de fuentes escritas, conservadas en alguna
abadía o monasterio.
Tradicionalista:
las doctrinas básicas de los neotradicionalistas postulan acerca de
la épica hispánica un desarrollo continuo desde la época
visigótica, en el que por esencia, no accidentalmente tan sólo, se
da el anonimato; la épica se originó simultáneamente a los sucesos
que narra y sufrió sucesivas reelaboraciones (la épica “vive en
variantes y refundiciones”); al tiempo de su composición -dicen-
se mantuvo fiel a los eventos históricos, si bien las refundiciones
posteriores abrieron la puerta a gran número de elementos de
ficción; defienden, por último, que los poemas épicos fueron
compuestos por juglares, sin influjo eclesiástico alguno, o que, en
otros términos, se trata de obras de autor e inspiración populares
y laicos por completo.
3.- Los
juglares
Un elemento fundamental para
entender la poesía épica medieval es el juglar. Éste ejercía muy
diversas actividades, y el difundir las creaciones épicas es posible
que no fuera de las más importantes, aunque a nosotros nos interesa
ahora especialmente: con su carga de relatos y de noticias, que
representaban el lado informativo de su actividad, vino a constituir
al mismo tiempo, durante siglos, una de las contadas diversiones con
que el pueblo podía solazarse. En conjunto puede decirse que el
juglar era a la vez la información y el espectáculo. Porque
juglares los había de muchas especies, según fuera su habilidad y
su público, y poseían recursos muy diversos: hacían pantomimas,
bailes, acrobacias y juegos de manos, se acompañaban de animales
amaestrados, tocaban diversos instrumentos y llevaban frecuentemente
consigo mujeres para el baile o el canto, que hacían más deleitosas
sus actuaciones. Éstas lo mismo tenían lugar ante míseras gentes
aldeanas que en las cortes de reyes y de nobles, en fiestas, bodas y
bautizos, conmemoraciones y solemnidades” [Alborg, I, 38].
Los
juglares influyen de manera fundamental, al parecer, en los textos
épicos conservados puesto que “según
los gustos del auditorio, añade, suprime y modifica versos o pasajes
completos”,
llegando a aportar variaciones de su propia cosecha para alargar o
detallar algún pasaje especialmente popular. Si tenemos en cuenta
que los poemas conservados parecen resultado de un dictado se
explican algunas variaciones en la medida de los versos, aunque
autores como Deyermond sostienen que los textos conservados se
corresponden, sustancialmente, con los compuestos por los poetas. Si
se aplica la teoría tradicionalista, es evidente que esta afirmación
carecería de sentido.
4.- Poemas
épicos según el tema.
De acuerdo con los temas abordados
por los cantares de gesta podemos proponer una clasificación de
estas obras en dos grandes grupos:
I. Épica carolingia:
-Roncesvalles:
trata el tema de la Chanson
de Roland
y la derrota de la retaguardia de Carlomagno a manos de los árabes.
-Mainete:
narración romántica de la juventud de Carlomagno.
-Bernardo
del Carpio:
cuenta la rebelión de un noble leonés contra su rey, que prestó
colaboración a Carlomagno.
II. Poemas en torno a los primeros
condes autónomos de Castilla:
-Poema
de Fernán González:
(hacia 1250, cuaderna vía); narra la vida de Fernán González
(915-970), héroe que lucha contra moros, navarros y leoneses.
-Cantar
de Fernán González:
(perdido).
-Los
siete infantes de Lara.
-La
condesa traidora.
-Romanz
del Infant García.
-El
abad don Juan de Montemayor.
-Cantar
de Mio Cid.
Sin
embargo las obras arriba citadas, apenas conservamos parte de la
producción épica castellana. De la mayor parte de ellas tenemos
noticias a través de los textos históricos escritos desde 1236
hasta mediados del siglo XIV, entre los que destaca la Primera
Crónica General,
de Alfonso X o la Crónica
de Castilla.
Estas obras utilizaron los poemas como fuentes históricas,
copiándolos y permitiendo que así tengamos noticias de ellos. De
este modo sabemos de la existencia de poemas como el Cantar
de los Siete Infantes de Lara,
del que se han reconstruido unos 550 versos, o La
condesa traidora
o Mainete.
Conservamos un fragmento del Cantar
de Roncesvalles
(cien versos), el Poema
de Fernán González,
las Mocedades
de Rodrigo
y el más conocido Poema
de Mio Cid.
5.-
El Poema
de Mio Cid.
El
Poema ha llegado hasta nosotros en copia única, hecha en 1307 por un
tal Per Abbat, pero debió ser compuesto hacia 1140. Consta de 3730
versos, y al códice que lo contiene le falta la hoja del principio y
dos en el interior. Menéndez Pidal ha reconstruido el texto de estas
lagunas tomándolo de la prosificación del Cantar hecha en la
Crónica
de Veinte Reyes,
versión casi idéntica a la copiada por Per Abbat.
Según Menéndez Pidal el Poema
puede dividirse en tres partes que él ha denominado Cantar del
destierro; de las bodas de las hijas del Cid; y de la afrenta de
Corpes.
En el poema pueden apreciarse tres
niveles estructurales que, entrelazados, producen un falseamiento de
la Historia y una mitificación de Rodrigo y Castilla:
-Político: Castilla frente a León,
lo germano frente a lo romano.
-Socioeconómico: el enfrentamiento
de varios grupos sociales con la oligarquía aristocrática
cortesana. El Cid pertenece a la clase de los infanzones, pequeños
nobles todavía ligados personalmente a la economía agraria. En el
poema se insiste en el hecho de que lo que hace Rodrigo es ganarse el
pan, señalando así la diferencia entre la aristocracia, por un
lado, y los infanzones, la burguesía y las masas populares, por
otro.
-Individual, del héroe: el Cid,
desterrado ha de recuperar su honra [el Poema comenzaría con el Cid
yendo a cobrar las parias a los moros andaluces, su enfrentamiento
con el noble García Ordóñez, castellano, y la venganza de éste
que acusa al Cid de haberse quedado con parte de los tributos,
provocando el destierro del Cid].
El tema principal del poema está
centrado en el honor del Cid y la estructura de la obra se define en
la alternativa de la pérdida y la restauración del mismo. Su
prestigio público o político se ve destruido por el encono del rey
y el destierro, y se restaura por la conquista de Valencia y el
perdón del monarca. El Cid está en una cumbre más excelsa ahora
que antes del exilio, pero esto conduce a la pérdida del honor,
desde el punto de vista familiar o sexual, mediante el ultraje de que
son objeto sus hijas. Esto, a su vez, lo impulsa a la venganza que
pone su honor en punto tan alto como nunca antes había alcanzado. La
ironía juega un papel fundamental en el texto ya que en dos partes
fundamentales, “puntos de inflexión del hilo argumental”, las
decisiones de los enemigos del Cid en contra de éste provocan su
éxito más rotundo: el destierro lo convierte en señor de Valencia;
el deshonor de los infantes acaba emparentando al Cid con los reyes
de España.
No hay comentarios:
Publicar un comentario