jueves, 2 de febrero de 2017

La prosa medieval española.

I. Introducción.-
Se puede afirmar que hasta el siglo XIII no aparecen las primeras manifestaciones de la prosa romance. Hasta ese momento sigue siendo el latín el vehículo utilizado para la transmisión de conocimientos, para la elaboración de textos jurídicos, administrativos, etc., aunque dentro de ese latín se van introduciendo, inadvertida e inconscientemente, formas romances. A menudo, además, se encuentran en los textos anotaciones al margen en lengua vulgar que explican algunas expresiones latinas, las llamadas “glosas”. Según Menéndez Pidal, en el siglo X habría que localizar las glosas Emilianenses y Silenses (de los monasterios de San Millán y de Silos, respectivamente), breves textos explicativos que ya presentan una cierta estructura1. Pero el romance sigue siendo considerado una jerga popular incapaz de dar cabida al tratamiento de temas “serios”, entendiendo por tales los jurídicos, históricos, filosóficos o científicos. No estaría de más reflexionar sobre los hechos deducibles de esta realidad: 1) la cultura permanece aislada del común de la población y queda reducida a los conocedores del latín; 2) la escasa formación de muchos de los conocedores de esta lengua latina hacen que ésta sufra los achaques producidos por esta ignorancia, siendo contaminada por el romance (el hecho de recurrir a las glosas se explica desde la inseguridad de los conocimientos de la lengua).
La irrupción de la prosa romance, sin embargo, no nos puede engañar haciéndonos pensar en una popularización del saber: la mayoría de la población es analfabeta y cualquier texto escrito está, para esta mayoría, en “griego”.
El romance va sustituyendo al latín a comienzos del siglo XIII en las colecciones de apólogos, tratados doctrinales y morales, y obras históricas. Durante el reinado de San Fernando aparecen las que podríamos considerar primeras manifestaciones en prosa, que podemos dividir en dos grupos:
-Obras de tendencia didáctico-doctrinal, como Diálogo o Disputa del cristiano y el judío.
-Obras narrativas, como el Libro de Calila e Dimna o el Sendebar.
También hemos de referirnos aquí a la famosa escuela de traductores de Toledo que puede decirse que comienza con la reconquista de esta ciudad en el año 1085. La figura clave es Raimundo, arzobispo de la ciudad entre 1126 y 1152, que convirtió una actividad esporádica en una escuela organizada: se consolida una corriente de traducción con su equipo de eruditos, traductores y escribas, aparte de una cuantiosa biblioteca de libros científicos y de otra índole. Las fuentes son a menudo árabes (a través de las traducciones árabes ha recuperado la tradición occidental a muchos autores griegos, como Aristóteles o Hipócrates) y griegas. Uno de los métodos de traducción de estos textos al latín era el siguiente: un judío debía hacer una traducción provisional al romance (ni siquiera, tal vez, por escrito) que luego un cristiano vertería definitivamente al latín2.


II Alfonso X (1221-1284).-
A los treinta años hereda el trono de Castilla y León y su labor como monarca puede ser calificada de fracaso político. Sin embargo, su trabajo como impulsor de la prosa castellana es fundamental para la historia de ésta. A él se debe el auge y afirmación del castellano como lengua de cultura apta para ocuparse de temas históricos o jurídicos. Si hasta Alfonso X los documentos del reino se elaboran en latín, a partir de él, se utiliza el castellano y el propio monarca se dirige a sus vasallos en la misma lengua (incluso llega a escribir a reyes extranjeros en castellano). Esta primacía de la lengua castellana puede deberse al deseo de Alfonso X de utilizar el único idioma común a sus súbditos de tres confesiones (árabes, judíos y cristianos).
Este entusiasmo lingüístico lleva a Alfonso X a promover la elaboración de numerosos textos de carácter científico e histórico en castellano, que él mismo revisaba y corregía dada su preocupación por conseguir una prosa castellana apropiada y expresiva, de sintaxis y vocabulario organizados:
[...] tolló las razones que entendió eran sobejanas et dobladas et que non eran en castellano drecho, et puso las otras que entendió que complían; et quanto en el lenguaje, endreçólo él por sise”.
II.1. Obras históricas: en este apartado consideraremos dos obras, La General Estoria3 y La Estoria de España o Crónica General. La primera pretende ser una historia de la humanidad desde sus orígenes hasta sus días. Sin embargo, lo ambicioso de la obra, que usa como base la Biblia pero recurre a muchas otras fuentes complementarias (los autores clásicos greco-latinos), hace que se detenga en los tiempos anteriores al nacimiento de Cristo. La segunda quiere ser una historia de España desde los antiguos pueblos afincados en la península hasta el propio Alfonso X. En la primera parte se trata de estos pueblos primeros y de la historia de Roma, la monarquía visigoda y la invasión musulmana. En la segunda se utilizan a menudo como fuentes poemas épicos medievales, a veces resumidos, a veces prosificados, lo cual nos ha permitido reconstruir no pocos de ellos4.
II.2. Obras jurídicas: aquí hemos de referirnos a Las Partidas o Libro de las Leyes, texto en el que el equipo de Alfonso X considera las siguientes materias: 1º, el estado eclesiástico; 2º los emperadores, reyes y otros grandes señores; 3º la justicia y su administración; 4º las relaciones entre las personas (matrimonio y familia); 5º las relaciones económicas entre los hombres (préstamos, compras, cambios, etc.); 6º los testamentos y herencias; y 7º, los delitos y las penas.
II.3. Tratados científicos: dentro de este apartado pueden considerarse los Libros del Saber de Astronomía, las Tablas Alfonsíes, el Lapidario y el Setenario. El primero revisa la doctrina de Ptolomeo utilizando fuentes árabes y hebreas, pero tratándolas de corregir y de modernizar por medio de observaciones propias5. El segundo es el resultado de las observaciones realizadas en un centro que el rey hizo construir a tal efecto en Toledo. Se trata en este texto de los planetas, la Luna, el Sol y algunas estrellas importantes; se estudian los eclipses y sus fechas y la medida del tiempo.
El Lapidario, como su nombre indica, es un estudio de las propiedades de las piedras preciosas, en el que se entremezclan ciencia y superstición. El Setenario es un libro donde se tratan temas diversos referidos al ámbito jurídico y didáctico.
No podemos dejar de citar aquí uno de los más bellos tratados mandados redactar por Alfonso X: los Libros de açedrex, dados e tablas, donde se consideran distintos juegos.


III. D. Juan Manuel (1282-1348).-
Sobrino de Alfonso X, pertenece a la alta nobleza y desde esa condición tuvo una activa vida política y militar. Pero lo que nos interesa aquí es su afán literario que podemos concretar, fundamentalmente, en tres obras en prosa6: el Libro del Caballero et del Escudero, el Libro de los Estados y el Conde Lucanor o Libro de Patronio.
Recordemos que estamos en el siglo XIII, una época en la que los autores empiezan a reclamarse responsables de sus obras, en la que la literatura en lengua romance está abandonando su carácter popular y anónimo (o colectivo) para encontrar escritores que firman su obra. En el caso del autor que nos ocupa este empeño se lleva a su máxima expresión: D. Juan Manuel no sólo firma sus obras sino que él mismo escribe una versión, llamémosla definitiva, que deposita en el Monasterio de Peñafiel y que se ofrece a los posibles lectores como referencia en el caso de que encuentren algún error en el ejemplar que utilicen. Siempre se cita lo escrito a este propósito por el propio infante en el prólogo general a sus obras:
Et recelando yo, don Johan, que por razón que non se podrá escusar, que los libros que yo he fechos non se ayan de trasladar muchas vezes, et por que yo he visto que en el transladar acaeçe muchas vezes, lo uno por desentendimiento del scrivano, o por que las letras semejan unas a otras, et que en transladando el libro porná una razón por otra, en guisa que muda toda la entençión et toda la suma, et será traýdo el que la fizo non habiendo y culpa; et por guardar esto quanto yo pudiere, fizi fazer este volumen en que están scriptos todos los libros que yo fasta aquí he fechos [...] Et ruego a todos los que leyeren qualquier de los libros que yo fiz, que, si fallaren alguna razón mal dicha, que non pongan a mí la culpa fasta que bean este volumen que yo mesmo concerté”.
A pesar de esta preocupación del escritor por la corrección de sus escritos y su afán por legar a la posteridad la copia fiel de sus desvelos, un incendio en el monasterio destruyó los originales y lo que hoy en día tenemos son copias que tal vez el autor censuraría7.
En cuanto a sus obras fundamentales, el Libro del Caballero et del Escudero nos presenta a un anciano caballero que adoctrina a su joven escudero, de origen humilde pero adornado de todas las bondades, de modo que nos encontramos con una obra enciclopédica en la que se encuentran los conocimientos de la época sobre filosofía, teología y ciencias naturales.
El Libro de los Estados se fundamenta en la cuestión religiosa, pero la transciende en el sentido de ofrecernos más que una defensa del cristianismo, un tratado sobre el arte de gobernar que, aunque contempla la preocupación espiritual por el destino del alma humana, se fija más en los problemas más inmediatos del mundo material.
Pero la obra más conocida e importante de D. Juan Manuel es el Conde Lucanor o Libro de Patronio. Se compone el libro de cincuenta apólogos8 en los que se refieren distintos problemas, tanto espirituales (la salvación del alma) como materiales (la hacienda, el estado social, etc.). La estructura de cada relato se ordena en tres partes: 1) el Conde Lucanor le propone un problema a su ayo Patronio; 2) éste le contesta con un apólogo o ejemplo en el que ese mismo problema aparece; 3) se resume la solución en una moraleja en forma de dístico.
Los cuentos son tan variados como las fuentes utilizadas por el autor: hay fábulas esópicas y orientales, alegorías, relatos fantásticos y heroicos, parábolas y cuentos satíricos. Se recurre a las fábulas clásicas, a la literatura árabe y oriental, a los relatos evangélicos, a las crónicas, a los relatos orales y habría que añadir los relatos fruto de la invención del Infante Juan Manuel.


IV. El Canciller López de Ayala [1332-1407].-
Hombre de su tiempo, en tanto que político y militar, es uno de los más importantes cultivadores de la prosa española medieval. Su principal aportación son las Crónicas, textos históricos en los que el Canciller nos propone una forma de historiar casi novelesca que impone a los hechos la viveza, la intensidad, la intriga y el dramatismo del arte de la narración. Para ello el autor recurre al uso de diálogos, cartas, arengas y escenas en las que el autor hace vivir a los personajes cuya vida está ofreciendo al lector.
Escribió cuatro crónicas sobre otros tantos reyes a los que conoció y sirvió: Pedro I, Enrique II, Juan I y Enrique III9. La dedicada al primero es la más reputada por haber sido la vida y personalidad de este rey muy interesantes, repleta aquélla de acciones dramáticas, como la muerte que sufrió a manos de su hermanastro Enrique y que permitió que éste se coronase rey:
[...] e así como llegó el rey don Enrique, trabó del rey don Pedro. E él non le conoscía, ca avía grand tiempo que non le avía visto; e dicen que le dijo un caballero de los de mosén Beltrán: “Catad que este es vuestro enemigo”. E el rey don Enrique aun dubdaba si era él; e dicen que dixo el rey don Pedro dos veces: “Yo so, yo so”. E estonces el rey don Enrique concoscióle, e firióle con una daga por la cara; e dicen que amos a dos, el rey don Pedro e el rey don Enrique, cayeron en tierra, e el rey don Enrique lo firió estando en tierra otras feridas. E allí morió el rey don Pedro a veinte e tres días de marzo deste dicho año”.
1 Uno de estos textos es el siguiente: “Cono aiutorio de nuestro dueño dueño Cristo, dueño Salbatore qual dueno get ena honore e qual duenno tienet ela mandatione, cono Patre cono Spiritu sancto enos siéculos de los siéculos Facanos Deus omnipotens tal serbitio tere ke denante ela sua face gaudiosos segamus. Amen”.
2 A este propósito escribe Álvaro Galmés: “Esta técnica de una traducción oral del árabe al castellano y después del castellano intermedio al latín que debió ser general, sin duda, desde los tiempos de don Raimundo hasta los días de Alfonso el Sabio, se ve confirmada también con la constatación de los abundantes hispanismos que exigen una versión castellana intermedia, y que se encuentran en el latín de las traducciones hechas en Toledo”. Y más adelante: “En las versiones alfonsíes, un traductor inicial, especialmente ducho en árabe, realizaría una primera traducción oral, bárbara en su lenguaje por demasiado fiel al modelo, a la vez que un segundo traductor, especial conocedor de la lengua romance, vertería a un español literario cuanto oía de labios del primero”
3Ejemplo de la General Estoria: “Ca la remembrança del sabio non será para siempre, otrossí como la del loco, e los tiempos que de venir an, a todas las cosas cobrirán de olvidança egualmientre. Muere el sabio e otrossí el necio sin saber.
“E por ende me enojé de mi alma, veyendo cómo todas las cosas de so el sol eran malas e todas vanidat e pena del espíritu”, Tercera parte, Eclesiastés (II, 15-20).
4 Véase 1.3.
5 La Tierra permanece inmóvil en el centro del Universo y los planetas giran en torno a ella.
6 Parece que escribió un texto poético, el Libro de los Cantares, que se ha perdido.
7 Nótese el contraste entre la preocupación de D. Juan Manuel y la despreocupación de su contemporáneo Juan Ruiz.
8 Apólogo: relato alegórico del que se deduce una enseñanza moral o un consejo práctico.

9 Ésta última quedó inacabada debido a la muerte del escritor.

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