martes, 15 de noviembre de 2022
Prácticas de análisis métrico y retórico 2º A
Textos para la práctica del análisis métrico y retórico.-
I.
“Mostradme ese secreto ya, señora,
Y sepa yo por vos, pues por vos muero,
Si lo que padezco es muerte o vida;
Porque, sïendo vos la matadora,
Mayor gloria de pena ya no quiero
Que poder alegar tal homicida”.
Cristóbal de Castillejo
II.
“He visto vivir a un hombre
Con el puñal al costado,
Sin decir jamás el nombre
De aquella que lo ha matado”
José Martí
III.
“Sorda hija del mar, cuyas orejas
A mis gemidos son rocas al viento:
O dormida te hurten a mis quejas
Purpúreos troncos de corales ciento,
O al disonante número de almejas
-marino, si agradable no, instrumento-
Coros tejiendo estés, escucha un día
Mi voz, por dulce, cuando no por mía”
Luis de Góngora
IV.
“Yo no nací sino para quereros;
Mi alma os ha cortado a su medida;
Por hábito del alma misma os quiero.
Cuanto tengo confieso yo deberos;
Por vos nací, por vos tengo la vida,
Por vos he de morir y por vos muero”.
Garcilaso de la Vega
V.
“Hablo de aquel cativo,
De quien tener se debe más cuidado,
Que está muriendo vivo,
Al remo condenado,
En la concha de Venus amarrado”
Garcilaso de la Vega
VI.
“La combatida antena
Cruje, y en ciega noche el claro día
Se torna; al cielo suena
Confusa vocería,
Y la mar enriquecen a porfía”
Fray Luis de León
VII.
“Amor en mí se muestra todo fuego,
I en las entrañas de mi Luz es nieve;
Fuego no ai qu’ella no torne nieve,
Ni nieve que no mude yo en mi fuego”.
Fernando de Herrera
VIII.
“Continens e contetu fue todo astragado,
Tornó todo carbones, fo todo asolado,
Mas redor de la imagen, quanto es un estado,
Non fizo mal el fuego ca non era osado”.
Gonzalo de Berceo
IX.
“Tu flecha, que me hizo así obediente
De aquella falsa, de quien ya reniego;
Tu venda, con que me hiciste ciego
Y así juzgué por ángel la serpiente”.
Fernando de Herrera
X.
“¿Por qué, pues as llagado
Aqueste coraçón, no le sanaste?
Y, pues me le as robado,
¿Por qué así le dexaste,
Y no tomas el robo que robaste?”
San Juan de la Cruz
XI.
“Vuelan los ligeros años,
Y con presurosas alas
Nos roban, como harpías,
Nuestras sabrosas viandas.
La flor de la maravilla
Esta verdad nos declara,
Porque le hurta la tarde
Lo que le dio la mañana”.
Luis de Góngora
XII.
“No decía palabras,
Acercaba tan sólo un cuerpo interrogante,
Porque ignoraba que el deseo es una pregunta
Cuya respuesta no existe,
Una hoja cuya rama no existe,
Un mundo cuyo cielo no existe”.
Luis Cernuda
XIII.
“Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
Y un huerto claro donde madura el limonero;
Mi juventud, veinte años en tierra de Castilla;
Mi historia, algunos casos que recordar no quiero”.
Antonio Machado
XIV.
“Te morías por él, pero es lo cierto
Que pasó tiempo y tiempo, y no te has muerto”.
Ramón de Campoamor
XV.
“Obra el amor de modo
Que todo lo hace y lo destruye todo”.
Ramón de Campoamor
XVI.
“¡Ambición! No la tengo. ¡Amor! No lo he sentido.
No ardí nunca en un fuego de fe ni gratitud.
Un vago afán de arte tuve… Ya lo he perdido.
Ni el vicio me seduce ni adoro la virtud”.
Manuel Machado
XVII.
El hombre torpe es
la peor alimaña
que en el mundo es:
no lo digo con saña.
No puede hombre haber
en el mundo amigo,
como el buen saber;
ni peor enemigo.
Si fuese el hablar
de plata figurado,
debe ser el callar
de oro afinado.
Porque todo hombre vea
que en el mundo cosa
no hay del todo fea
ni del todo hermosa.
Sem Tob de Carrión
XVIII.
Este mundo es el camino
para el otro, que es morada
sin pesar;
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar;
partimos cuando nacemos,
andamos mientras vivimos,
y llegamos
al tiempo que fenecemos;
así que cuando morimos
descansamos.
Jorge Manrique
XIX.
Yo no nací sino para quereros;
mi alma os ha cortado a su medida;
por hábito del alma misma os quiero;
cuanto tengo confieso yo deberos;
por vos nací, por vos tengo la vida,
por vos he de morir, y por vos muero.
Garcilaso de la Vega
XX.
Retirado en la paz de estos desiertos,
con pocos, pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos
y escucho con mis ojos a los muertos.
Si no siempre entendidos, siempre abiertos,
o enmiendan, o fecundan mis asuntos;
y en músicos callados contrapuntos
al sueño de la vida hablan despiertos.
Francisco de Quevedo
XXI.
La más bella niña
de nuestro lugar,
hoy viuda y sola,
y ayer por casar,
viendo que sus ojos
a la guerra van,
a su madre dice,
que escucha su mal:
Dejadme llorar
orillas del mar.
Luis de Góngora
XXII.
“¡Oh bella Galatea, más süave
que los claveles que tronchó la aurora;
blanca más que las plumas de aquel ave
que dulce muere y en las aguas mora;
igual en pompa al pájaro que, grave,
su manto azul de tantos ojos dora
cuantas el celestial zafiro estrellas!
¡Oh tú, que en dos incluyes las más bellas!…
Luis de Góngora
XXIII.
Teme más, el que es bueno,
a su propio desprecio que al ajeno.
Ramón de Campoamor
XXIV.
Todo necio
confunde valor y precio.
El ojo que ves no es
ojo porque tú lo veas;
es ojo porque te ve.
-Nuestro español bosteza.
¿Es hambre? ¿Sueño? ¿Hastío?
Doctor, ¿Tendrá el estómago vacío?
-El vacío es más bien en la cabeza.
De diez cabezas, nueve
embisten y una piensa.
Nunca extrañéis que un bruto
se descuerne luchando por la idea.
Nuestras horas son minutos
cuando esperamos saber,
y siglos cuando sabemos
lo que se puede aprender.
Ni vale nada el fruto
cogido sin sazón...
Ni aunque te elogie un bruto
ha de tener razón.
Antonio Machado
XXV.
El bastón, las monedas, el llavero,
la dócil cerradura, las tardías
notas que no leerán los pocos días
que me quedan, los naipes y el tablero,
un libro y en sus páginas la ajada
violeta, monumento de una tarde
sin duda inolvidable y ya olvidada,
el rojo espejo occidental en que arde
una ilusoria aurora. ¡Cuántas cosas,
limas, umbrales, atlas, copas, clavos,
nos sirven como tácitos esclavos,
ciegas y extrañamente sigilosas!
Durarán más allá de nuestro olvido;
no sabrán nunca que nos hemos ido.
Jorge Luis Borges
XXVI.
La calleja es una herida
honda y curada con cal.
Juega el sol con un rosal
en la ventana florida.
La siesta a rezar convida.
Reza el agua eternamente
en el patio; y de repente
un grito asustó a la rosa
que se desmayó mimosa
sobre el cristal de la fuente.
Fernando Villalón
XXVII.
¡Ay qué camino tan largo!
¡Ay mi jaca valerosa!
¡Ay que la muerte me espera,
antes de llegar a Córdoba!
Federico García Lorca
XXVIII.
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.
No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.
Miguel Hernández
XXIX.
¡Qué quietas están las cosas,
y qué bien se está con ellas!
Por todas partes, sus manos
con nuestras manos se encuentran.
Juan Ramón Jiménez
XXX.
Testigo de eterno amor,
le di una flor a mi amante;
mi suerte fue que la flor
tan sólo duró un instante.
Ramón de Campoamor
XXXI.
Que presurosa corre, que secreta,
a su fin nuestra edad. A quien lo duda,
fiera que sea de razón desnuda,
cada Sol repetido es un cometa.
Luis de Góngora
XXXII.
Vivir es caminar breve jornada,
y muerte viva es, Lico, nuestra vida,
ayer al frágil cuerpo amanecida,
cada instante en el cuerpo sepultada.
Francisco de Quevedo
XXXIII.
La dulce boca que a gustar convida
un humor entre perlas destilado
y a no envidiar aquel licor sagrado
que a Júpiter ministra el garzón de Ida,
amantes no toquéis si queréis vida;
porque entre un labio y otro colorado
Amor esté, de su veneno armado,
cual entre flor y flor sierpe escondida.
Luis de Góngora
XXXIV.
“Coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.
Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera,
por no hacer mudanza en su costumbre”.
Garcilaso de la Vega
XXXV.
“¡Oh desmayo dichoso!
¡oh muerte que das vida! ¡oh dulce olvido!
¡durase en tu reposo
sin ser restituïdo
jamás aqueste bajo y vil sentido!”
Fray Luis de León
XXXVI.
“Aquí la envidia y mentira
me tuvieron encerrado.
Dichoso el humilde estado
del sabio que se retira
de aqueste mundo malvado”.
Fray Luis de León
XXXVII.
“Tu flecha, que me hizo así obediente
de aquella falsa, de quien ya reniego;
tu venda, con que me hiciste ciego
y así juzgué por ángel la serpiente”.
Francisco de Figueroa
XXXVIII.
“Por Jesucristo vivo, cada pieza
vale más de un millón, y que es mancilla
que esto no dure un siglo, ¡oh gran Sevilla!
Roma triunfante en ánimo y nobleza”.
Miguel de Cervantes
XXXIX.
“¡Cómo de entre mis manos te resbalas!
¡Oh, cómo te deslizas, Vida mía!
¡Qué mudos pasos traes, oh muerte fría,
pues con callado pie todo lo igualas!”
Francisco de Quevedo
XL.
“Canté el dolor, llorando la alegría,
y tan dulce tal vez canté mi pena
que todos la juzgaban por ajena,
pero bien sabe el alma que era mía”
Gabriel Bocángel
XLI.
“Ese vago clamor que rasga el viento
es la voz funeral de una campana:
vano remedo del postrer lamento
de un cadáver sombrío y macilento
que en sucio polvo dormirá mañana”.
José Zorrilla
XLII.
“No es raro en una almohada ver dos frentes
que maduran dos planes diferentes”.
Ramón de Campoamor
XLIII.
“Quisiera ser el nardo que reposa
en el templado asilo de tu pecho;
el collar que aprisiona tu garganta;
la blanda seda, cárcel de tu cuerpo”.
Benito Mas y Prat
XLIV.
“Mi verso es como un puñal
que por el puño echa flor:
mi verso es un surtidor
que da un agua de coral”.
José Martí
XLV.
“Faltos de los alientos que dan las grandes cosas,
¿qué haremos los poetas sino buscar tus lagos?
A falta de laureles son muy dulces las rosas,
y a falta de victorias busquemos los halagos”.
Rubén Darío
XLV.
“Mas a pesar del tiempo terco,
mi sed de amor no tiene fin;
con el cabello gris me acerco
a los rosales del jardín...”.
Rubén Darío
XLVI.
“Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!...”.
Antonio Machado
XLVII.
“¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso, como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada”.
Antonio Machado
XLVIII.
“Yo muero extrañamente… No me mata la Vida,
no me mata la Muerte, no me mata el Amor;
muero de un pensamiento mudo como una herida…
¿No habéis sentido nunca el extraño dolor?”.
Delmira Agustini
XLIX.
“Enhiesto surtidor de sombra y sueño
que acongojas el cielo con tu lanza.
Chorro que a las estrellas casi alcanza
devanado a sí mismo en loco empeño”.
Gerardo Diego
L.
“Rítmicos siempre, pero nunca iguales,
el viento va extendiendo con su pluma
los versos blancos de rizada espuma
que avanzan paralelos y triunfales”.
Gerardo Diego
LI.
“Carne de yugo, ha nacido
más humillado que bello,
con el cuello perseguido
por el yugo para el cuello”.
Miguel Hernández
LII.
“No sabe qué es amor quien no te ama.
No sabe qué es amor quien no te mira.
Tú arrancaste a su alma y a su lira
el son más dulce, la más fiera llama”.
Vicente Gaos
LIII.
“Los placeres y dulzores
de esta vida trabajada
que tenemos
no son sino corredores
y la muerte, la celada
en que caemos.
No mirando a nuestro daño,
corremos a rienda suelta
sin parar;
desque vemos el engaño
y queremos dar la vuelta
no hay lugar”.
Jorge Manrique
LIV.
“Bien amar, leal servir,
gritar y decir mis penas
es sembrar en las arenas
o en las olas escribir”.
Juan Rodríguez del Padrón
LV.
“Mi pasión era tan fuerte
que de mí yo no sabía.
Conmigo estaba la Muerte
por tenerme compañía”.
Juan del Enzina
LVI.
“¡Oh sueño, cuánto más leve y sabroso
me fueras si vinieras tan pesado
que asentaras en mí con más reposo!
Durmiendo, en fin, fui bienaventurado,
y es justo en la mentira ser dichoso
quien siempre en la verdad fue desdichado”.
Juan Boscán
LVII.
“A florecer las rosas madrugaron
y para envejecerse florecieron;
cuna y sepulcro en un botón hallaron.
Tales los hombres sus fortunas vieron:
en un día nacieron y expiraron;
que, pasados los siglos, horas fueron”.
Calderón de la Barca
LVIII.
“Mas a la fin los brazos le crecían,
y en sendos ramos vueltos se mostraban,
y los cabellos, que vencer solían
al oro fino, en hojas se tornaban;
en torcidas raíces se extendían
los blancos pies, y en tierra se hincaban.
Llora el amante, y busca el ser primero,
besando y abrazando aquel madero”.
Garcilaso de la Vega
LIX.
“¡Oh bosques y espesuras,
plantadas por la mano del Amado!
¡Oh prado de verduras,
de flores esmaltado!
¡Decid si por vosotros ha pasado!”.
Juan de la Cruz
LX.
“Por eso, mozuelas locas,
antes que la edad avara
el rubio cabello de oro
convierta en luciente plata,
quered cuando sois queridas,
amad cuando sois amadas,
mirad, bobas, que detrás
se pinta la ocasión calva”.
Luis de Góngora
LXI.
“¡Oh fértil llano, oh sierras elevadas,
que privilegia el cielo y dora el día!
¡Oh siempre glorïosa patria mía,
tanto por plumas cuanto por espadas!”.
Luis de Góngora
LXII.
“Miraba como el alba pura;
sonreía como una flor.
Era su cabellera obscura
hecha de noche y de dolor”.
Rubén Darío
LXIII.
“ Caminante, son tus huellas
el camino, y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino,
sino estelas en la mar”.
Antonio Machado
LXIV.
“Indiferente o cobarde,
la ciudad vuelve la espalda.
No quiere ver en tu espejo
su muralla desdentada”.
Gerardo Diego
LXV.
“Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento”.
Miguel Hernández
LXVI.
“¡Oh mi voz condecorada
con la insignia marinera:
sobre el corazón un ancla
y sobre el ancla una estrella
y sobre la estrella el viento
y sobre el viento la vela!”.
Rafael Alberti
LXVII.
Su luna de pergamino
Preciosa tocando viene.
Al verla se ha levantado
el viento, que nunca duerme.
Federico García Lorca
LXVIII.
“No sanan las heridas en él dadas,
aunque cese el mirar que las causó,
si quedan en el alma confirmadas,
que si uno está con muchas cuchilladas,
porque huya de quien lo acuchilló
no por eso serán mejor curadas”.
Juan Boscán
LXIX.
“¡Oh cauterio süave!
¡Oh regalada llaga!
¡Oh mano blanda!¡Oh toque delicado,
que a vida eterna sabe,
y toda deuda paga!
Matando, muerte en vida la has trocado”.
Juan de la Cruz
LXX.
“Esta divina unión,
y el amor con que yo vivo,
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