martes, 25 de octubre de 2016

Los textos periodísticos.

En este tipo de textos predominan la exposición y la argumentación. Aunque, como ya hemos escrito arriba, en ellos podremos encontrar elementos narrativos, descriptivos o dialogados.

La exposición

Se entiende como expositivo un texto en el que un emisor pretende dar a conocer una realidad y explicarla. Para ello es necesario un conocimiento suficiente de lo que se pretende transmitir y una estructuración adecuada de las ideas que se presentan al receptor, para de este modo facilitarle su acceso al tema tratado y la comprensión del mismo. En la exposición intervienen diversos factores que hemos de tener en cuenta a la hora de elaborar o de comentar un texto de estas características.

Aspectos pragmáticos
La función del lenguaje que ha de predominar en este tipo de textos es la referencial o representativa. El emisor, por tanto, debe ser objetivo y tratar de ceñirse a la realidad. El texto, asimismo, ha de tender a la claridad, el rigor y la precisión.
De acuerdo con el receptor al que se dirija, el texto será ‘divulgativo’ (será el que aquí nos interesa) o ‘especializado’. El primero tratará temas de interés general y organizará el contenido de forma clara y articulada, evitará los tecnicismos innecesarios y abundará en ejemplos, resúmenes y explicaciones. El segundo se entiende dirigido a expertos en el tema y exigirá al emisor ser minucioso en el uso de los términos y el manejo de los datos expuestos.

Aspectos estructurales
Aunque pueden organizarse de diversas formas, lo más habitual es que estos textos respondan a la conocida fórmula de ‘introducción’ (se presenta el tema y se proponen aquellas informaciones previas necesarias para entender el desarrollo de la exposición), ‘desarrollo’ (aquí se expondrían las ideas, datos y otros elementos que puedan servir a la cabal comprensión de lo expuesto) y ‘conclusión’ (se resuelve, de forma general, en un resumen que sintetiza lo fundamental de lo expuesto).
La ordenación lógica de un texto expositivo puede responder a dos modos generales:
1) Deductivo: de acuerdo con este método partimos de una idea fundamental que iremos desarrollando a lo largo del texto a través de ejemplos, consecuencias, etc. Se podría simplificar este método diciendo que se parte de lo general para llegar a lo particular. En los textos en los que se aplica este tipo de ordenación se puede hablar de estructura analizante.
2) Inductivo: aquí nos encontramos con el caso inverso, partimos de lo particular para llegar a lo general. Desde informaciones diversas se concluye un principio general. También podemos referirnos a este modo como estructura sintetizante.
Los procedimientos más habituales usados en este tipo de textos responden a fórmulas como ‘problema/solución’, ‘causa/efecto’, ‘pregunta/respuesta’, definiciones, descripciones técnicas, enumeración, ejemplificación y comparación, argumentaciones y resumen de ideas.



Aspectos lingüísticos
El uso de la lengua en este tipo de textos hemos de considerarlo desde distintos niveles de análisis.
1) Nivel léxico-semántico: el significado usado es denotativo, en general. Es habitual la utilización de tecnicismos. Los verbos que indican “estado” o “proceso intelectual” predominan sobre los de acción. El adjetivo suele aparecer en forma especificativa, siendo poco esperable la aparición de epítetos.
2) Nivel de sintaxis del texto: es habitual el uso de marcadores del discurso ‘estructuradores de la información’, ‘conectores’ y ‘reformuladores’.
3) Nivel de sintaxis oracional: el tipo de oración dominante en estos textos es la ‘enunciativa’ o ‘aseverativa’. Se tiende al uso de oraciones impersonales y de la llamada ‘pasiva refleja’; tampoco es extraño el recurso al llamado ‘plural de modestia’ (“Nosotros creemos...) y el llamado ‘plural asociativo’ (“Estas cuestiones, como sabemos...). Frente a otro tipo de textos, en estos predomina el uso de oraciones atributivas o copulativas.
4) Nivel morfológico y fonético: los tiempos verbales más usados son el presente de indicativo, con valor intemporal, y el pretérito imperfecto de indicativo.


La argumentación

En este tipo de textos el autor se propone defender una opinión aportando para ello datos, evidencias, razones, en definitiva, todos aquellos elementos que puedan persuadir o convencer al lector de lo atinado o recto de la misma.

Aspectos pragmáticos
Desde este punto de vista hemos de tener en cuenta diversos elementos: la intención comunicativa, el emisor, el receptor y la situación. Respecto a la primera, pueden identificarse aquí al menos tres funciones del lenguaje: la referencial o representativa, puesto que se entiende que se proponen hechos o informaciones que se presuponen objetivas; la apelativa o conativa, ya que se pretende actuar sobre el receptor del mensaje al intentar que éste acepte como propia la tesis planteada; y la expresiva o emotiva, debido a la implicación del emisor en el mensaje.
En lo que se refiere al emisor, este debe intentar ser objetivo y desde esta objetividad postular sus conclusiones como las más acertadas, aunque es difícil evitar una cierta subjetividad: la propia selección de hechos, datos y opiniones la implica, de forma necesaria.
El receptor, en nuestro caso, será siempre un lector de prensa al que se le quiere transmitir una determinada postura ante la realidad o una interpretación de esta. Normalmente, el carácter del medio escrito en el que aparece el texto será el que determine el presumible lector y así no será lo mismo el artículo de opinión de un diario nacional que el de uno regional o local; no será el mismo lector el de una revista de corazón que el de una de política o el de una dirigida al público juvenil.
La situación en la que aparecerá el texto argumentativo que aquí nos interesa será la de un medio de comunicación escrito, es decir, no habrá lugar para la réplica y de ahí que la construcción del texto haya de hacerse teniendo en cuenta las posibles objeciones y rebatiéndolas al tiempo que defendemos nuestra propia tesis.

Aspectos estructurales
En todo texto argumentativo aparecen dos elementos fundamentales: la tesis y el cuerpo argumentativo. La primera es la opinión defendida a propósito de un asunto, es decir, nuestra interpretación, nuestra conclusión. El asunto de un texto es aquello sobre lo que trata (el tema) y la tesis es la opinión del autor sobre dicho asunto. Esta puede explicitarse al inicio o al final del texto o bien aparecer implícita, de modo y manera que sea el lector el que la identifique.
El cuerpo argumentativo está constituido por todos aquellos elementos a los que el autor recurre para apoyar y defender su tesis. Así, puede utilizar argumentos de apoyo a su opinión, concesiones o ideas de la tesis contraria que se admiten provisionalmente, refutaciones de los argumentos contrarios y contraargumentos que invaliden las ideas de la tesis contraria que se hayan admitido previamente.
Como en el caso del método científico, un texto argumentativo puede organizarse de manera inductiva o deductiva. En el primer caso, el autor expone los hechos particulares (que, a menudo, convierte en argumentos, seleccionando aquellos que apoyen su propuesta) y de su análisis e interpretación concluye una tesis. En el procedimiento deductivo, se parte de una idea general que se desarrolla hasta llegar a la tesis concreta que se defienda.
Teniendo esto en cuenta, la apariencia estructural de un texto argumentativo puede ser bastante variada. La tesis puede aparecer al inicio del texto y seguirse de ella todo el aparato argumental, que de alguna manera puede ir repitiéndola. Aparecer al final del texto como conclusión, de modo que se presenta casi como algo indubitable. Podemos también encontrar textos de forma circular que comienzan y terminan con la tesis defendida. Otra manera posible es una variante del primer modelo, repitiendo la tesis reiteradamente a lo largo del texto, creando algo parecido a una anáfora semántica. Y, finalmente, podemos hallar textos en los que se propongan tesis diferentes que se van argumentando simultáneamente creando una estructura paralela. Una propuesta interesante respecto a estos modelos estructurales la encontramos en algunos discursos donde se propone una tesis que se reitera en el discurso y a la que se apoya con argumentos que niegan su validez, resultando de ello la verdad de la tesis contraria.
A menudo nos enfrentaremos a textos estructurados de un modo más o menos normalizado, donde el autor comience por una introducción (en ella puede situar el estado de la cuestión, adelantar una tesis, captar el interés del lector o su aprobación), siga con una exposición de hechos (datos, opiniones contrastadas, etc.), continúe con una argumentación (donde procederá a argumentar su postura e invalidar la contraria; los argumentos pueden disponerse de forma lógica, de modo que unos deriven de otros; o en forma de adición, de modo que apuntalen desde distintas posiciones la tesis) y finalice con una conclusión (que puede sustanciarse en la tesis, en un resumen de las ideas defendidas, etc.).

Aspectos lingüísticos
Tres aspectos fundamentales han de considerarse aquí: la coherencia, la claridad y la influencia afectiva. La primera exigirá al autor una disposición adecuada de los argumentos de modo que no caiga en contradicciones y refuercen la apariencia de verdad de las ideas presentadas. Esta organización coherente contribuirá a la claridad de lo expuesto y facilitará la adhesión del lector. Para ello la distribución del texto en párrafos organizados e interrelacionados a través de los distintos mecanismos de cohesión (en especial los marcadores del discurso) permitirán una mayor efectividad del texto.
Por otro lado se buscará la complicidad del receptor a través de elementos emotivos o afectivos, utilizando las figuras retóricas necesarias, como apelaciones, el famoso recurso de la falsa modestia (que tan bien usase Gonzalo de Berceo), la interrogación retórica, etc.
Desde el punto de vista estrictamente lingüístico es difícil establecer características comunes a los textos de este tipo dada su gran variedad, pero sí se puede anotar que suelen aparecer tecnicismos o que predomina el uso denotativo de la lengua.

Tipos de argumentos y formas de argumentación
1.- Tipos de argumentos según su capacidad persuasiva: los argumentos utilizados han de ser adecuados, es decir, deben ser pertinentes (estar relacionados con la tesis), válidos (estar bien construidos y llevar a la conclusión deseada) y poseer fuerza argumentativa (lo que es lo mismo, ser difíciles de rebatir).
2.- Tipos de argumentos según su función: los argumentos pueden constituirse como ideas de apoyo a la tesis y también como contraargumentos que invaliden las posibles objeciones de la parte contraria (recordemos que estaremos ante un texto único, no ante un diálogo). Se suele hablar aquí de concesión (se admite parcialmente un argumento contrario para, a continuación, rebatirlo) y adversación (se anula la concesión).
3.- Tipos de argumentos según su contenido: nos referimos aquí a una clasificación de los argumentos de acuerdo con los tópicos en los que se apoya. De este modo podemos referirnos a:
-Tópico de la existencia: lo real y existente es preferible a lo no existente, lo verdadero es preferible a lo falso.
-Tópico de la utilidad: lo útil y beneficioso es preferible a lo inútil, lo no perjudicial a lo perjudicial.
-Tópico de la moralidad: lo que se ajusta a lo moral vigente es preferible a lo que lo ignora o es inmoral.
- Tópico de la cantidad: lo más es preferible a lo menos (sea tamaño, precio, opinión, etc.)
- Tópico de la calidad: sería el contraargumento del anterior.
Se podrían añadir más tópicos como el de la belleza, el de la tradición, el del progreso, el de la novedad, el del placer, etc.
4.- Tipos de argumentos según su finalidad: si nuestro argumento apunta a la razón, estamos ante argumentos racionales, que deben basarse en hechos y en su análisis. Sirven para demostrar la tesis. Si nos fijamos en el ánimo del receptor, estamos ante argumentos afectivos, que pretenden conmover al receptor.
En el primer caso, la argumentación puede ser lógica (fundamentada en relaciones de causa-efecto, concreto-abstracto, individual-general, acto-finalidad, condición-resultado, etc.). La forma básica del argumento lógico es el silogismo. Pero también debemos contemplar en este apartado los argumentos que se apoyan en el ejemplo (un hecho sirve para refrendar la tesis) o en un principio general. Otra forma de argumentación es la que se apoya en el llamado argumento de autoridad que ha regresado con una intensidad casi delirante en el mundo académico contemporáneo: lo que alguien dice se relaciona con su posición (léase, no lo digo yo, lo dice el catedrático de... o Aristóteles). También puede ser analógica la argumentación, es decir, se establece una asociación entre el hecho discutido y otro similar. Se recurre aquí a la comparación, la imagen o la metáfora.

En el caso de la argumentación afectiva lo que buscamos es la complicidad del receptor, su benevolencia respecto a nuestros planteamientos. Aquí se recurre a la ayuda de la retórica y predomina el uso connotativo de la lengua.

Gramática del texto.

Podríamos definir la llamada gramática del texto, o gramática textual, como aquella que se ocupa del estudio de la estructura y características de los textos. El texto ha de entenderse aquí como la unidad máxima de comunicación, frente al enunciado, que sería la mínima. De este modo podríamos definir el texto como un mensaje más o menos complejo, más o menos extenso, sin límites precisos, un todo que puede reducirse a un simple enunciado, como “Bien”, o componerse de un número indeterminado de estos (caso de una obra literaria, un texto periodístico, una exposición verbal de una teoría científica, etc.). En cualquier caso, la naturaleza del texto es lingüística y esto hace que se apliquen a su estudio niveles de análisis ya conocidos, como el sintáctico o el semántico, pero aquí las unidades mínimas con las que trabajaremos no serán los sintagmas ni las palabras1, sino los enunciados.
En todo texto pueden reconocerse tres niveles estructurales: sintáctico, semántico y pragmático.


Nivel pragmático

El elemento fundamental que debemos considerar en este nivel de análisis es la adecuación del texto, lo que es lo mismo que decir que a la hora de elaborar, o interpretar, un texto hemos de tener en cuenta diversos aspectos relacionados con los elementos que intervienen en un acto comunicativo. El emisor ha de optar por la función o funciones del lenguaje más adecuadas a su intención (expresiva, apelativa, representativa, poética, metalingüística o fática). Otra de las elecciones necesarias tendrá que ver con el código y el canal. Asimismo ha de elegir el nivel de habla que más se ajuste a la situación comunicativa, es decir, formal, culto, coloquial o familiar (no consideramos aquí la posibilidad del nivel vulgar ya que ha de entenderse que quien se ciñe a este nivel no tiene posibilidad de elegir otro distinto). Finalmente, el emisor debe decantarse por alguna de las distintas variedades del discurso posibles: narrativa, dialogada, descriptiva, expositiva o argumentativa.
De la elección correcta en cada caso dependerá la mayor o menor adecuación del texto producido. Es evidente que en un texto real las elecciones del emisor contemplarán distintas posibilidades (más de una función del lenguaje, más de un nivel de habla y más de una variedad del discurso2).


Nivel semántico

Aquí nos ocuparemos de la coherencia del texto, es decir, de la construcción del mismo de acuerdo con la organización de los elementos significativos. La coherencia podemos abordarla desde tres aspectos:
La coherencia global: todo texto suele organizarse en torno a un núcleo temático que es el que informa su unidad. Este núcleo puede denominarse tema. El emisor, por tanto, construye el texto de acuerdo a un asunto central alrededor del cual se organizará.
La coherencia lineal: este concepto tiene relación con la estructuración de las distintas ideas de modo y manera que estas se vinculen de modo ordenado con el asunto central. El emisor tiene la posibilidad de organizar de modos diversos estas unidades significativas, pero siempre procurando que conformen un todo ajustado y orientado por el tema. A este respecto no está de más considerar la necesidad de seleccionar las informaciones que deben utilizarse (ni exceso que provoque un texto abigarrado, ni parquedad que nos lleve a la desinformación o una interpretación errónea); asimismo ha de establecerse una jerarquía de contenidos que dependerá de la intención íntima del emisor o bien tendrá que ver con una organización canónica asentada en la lógica del género literario o del tipo de texto.
La coherencia local: este aspecto se resuelve en las diferentes relaciones semánticas que se establecen entre los enunciados que constituyen el texto. Así, puede hablarse de la implicación lógica que se establece necesariamente en situaciones comunicativas como: “Le compré el libro a Javier, pero este se lo vendió a David”. También hemos de referirnos a la presuposición que impone determinadas restricciones, como en “Pedro llegó el primero a la fiesta” (hemos de suponer que llegaron más personas y que ninguna otra pudo ser la primera, no sería esperable “Y Mariano llegó el primero”). Asimismo ha de tenerse en cuenta nuestro conocimiento del mundo que impide que sean aceptables textos como “La lámpara miró para otro lado al comprobar que, finalmente, ninguno de los invitados se decidía a desearle un feliz año”. Sin embargo, en ocasiones este conocimiento del mundo puede dejarse de lado si el llamado marco del discurso cambia y nos instala en un texto literario.


Nivel sintáctico

Nos ocuparemos ahora de la cohesión del texto. Esta podría definirse como “la red de relaciones entre los distintos elementos y mecanismos formales que manifiestan lingüísticamente la coherencia global y lineal de las ideas de un texto”. La cohesión se afirma sobre determinados procedimientos que el emisor tiene a su alcance para conformar el texto. Pueden distinguirse los siguientes:
Recurrencia: este procedimiento se resuelve en la repetición y permite al emisor dotar al texto de orden y de ritmo. Existen distintos tipos de recurrencia de acuerdo con la naturaleza de los elementos usados:
1) Recurrencia léxica: el emisor recurre a la repetición de una palabra o a la inclusión de un elemento resultado de su derivación o composición. Por ejemplo, “Contemplaba boquiabierto aquella hermosa mujer reclinada en el umbral de la casa. La mujer no reparó en él”; “El sudor le invadía cada pliegue de la camisa: ahora ya era un hombre sudoroso”; “El agua caía con entusiasmo y él, como siempre, había olvidado el paraguas”.
2) Recurrencia semántica: en este caso el emisor utiliza distintas palabras vinculadas entre sí por su significado. Hemos de distinguir cinco casos distintos:
a) Sinonimia: se trata de dos palabras cuyo significado coincide parcialmente. Como “Se fueron juerga toda la noche; aquella farra acabó siendo proverbial”; “Su juicio resultó correcto, incluso Juan lo admitió como acertado”.
b) Antonimia: en este caso estamos ante dos palabras de significados opuestos. Así en “Aquel regalo me parece caro y este barato”; “El alcalde defendía su honradez, pero los tribunales establecieron su indignidad”.
c) Hiperonimia: aquí nos encontramos dos términos, el segundo de los cuales posee un referente más amplio que incluye al primero. Como en “Este pastor alemán es muy fiel, es un perro que siente devoción por su dueño”; “Las novelas de misterio me entusiasman; de hecho, sólo leo libros de ese tipo”.
d) Hiponimia: estamos ante el caso contrario al anterior. Así, en “Las flores eran horribles. No entiendo como pudo regalarle esos claveles”.
e) Asociaciones pragmáticas: con este término nos referimos a conjuntos de palabras cuyos referentes están relacionados, como “estudiante”/ “libro”/ “profesor”/ “aula”/ “examen”, etc.
3) Recurrencia sintáctica: vale lo mismo que decir “paralelismo”, es decir, repetición de estructuras sintácticas que sirven para dotar de ritmo al texto: “No sé cómo decir esto; no sabría cuándo sería más oportuno; nunca sabré, de hecho, dónde debí confesarlo”.
4) Recurrencia fónica: conocida como aliteración, esto es, repetición intencionada y anormal de uno o varios fonemas: “Volvió a beber con parsimonia, viendo, venciendo todos los miedos, sin vacilar, valiente, abiertamente devoto de sus miradas”.
Sustitución: a menudo, para evitar la repetición excesiva de una palabra o de una expresión, hemos de recurrir a variantes que los sustituyan e impidan un uso reiterado de aquellas. Algunos autores denominan a estas variantes ‘proformas’, queriendo significar aquellos elementos lingüísticos cuyo significado es contextual, lo que es lo mismo, que parecen “sustituir” a otro elemento lingüístico del discurso. Aquí entrarían los usos anafóricos, catafóricos y deícticos de algunos pronombres (como los demostrativos o los personales) y de algunos adverbios (como ‘aquí’, ‘allí’, etc.), así como las llamadas palabras ‘baúl’ o ‘comodín’ (del tipo ‘hacer’, ‘cosa’, etc.).
Elipsis: nos referimos con este término a la omisión de elementos lingüísticos que se dan por sabidos. Sirve tanto para evitar repeticiones innecesarias, que lastrarían el texto, como para agilizar el ritmo de este y profundizar en su cohesión: “Los dos hombres se miraron con algo parecido al respeto: no aparentaban conocerse”.
Orden de los constituyentes oracionales: habitualmente la información ya conocida aparece en primer lugar en el decurso (y se denomina tema) y a continuación se introduce la información nueva (conocida como rema), lo cual provoca no pocas veces una alteración del llamado orden natural de los elementos de la oración: “Se ha producido un atentado en Barajas y en él han muerto dos súbditos ecuatorianos”.
Marcadores del discurso: estos elementos (que pueden ser palabras o grupos de palabras) son muy importantes a la hora de elaborar un texto porque afectan de manera notable a su organización, siendo usados para estructurarlo y dotarlo de unidad y cohesión.



Clasificación de los textos

Los textos pueden clasificarse desde distintos puntos de vista, siguiendo criterios diversos. Algunas de estas clasificaciones posibles son las siguientes:
1) Según el código empleado:
a) Verbales: utilizan una lengua natural como código.
b) No verbales: utilizan otros códigos, como el gestual, el icónico, etc.
2) Según la intención del emisor:
a) Informativos: la función del lenguaje predominante es la referencial, caso de los textos como las memorias, los informes, las noticias, etc.
b) Explicativos: también aquí es la función predominante la referencial. Entrarían en este grupo las exposiciones didácticas, conferencias, manuales, reportajes, etc.
c) Persuasivos: la función del lenguaje que predomina en estos textos es la apelativa o conativa. Debemos entender como tales los artículos de opinión, debates, anuncios publicitarios, etc.
d) Prescriptivos: al igual que en los anteriores, en estos la función predominante es la apelativa. Pertenecerían a este grupo los textos que contienen instrucciones, normas, leyes, etc.
e) Estéticos: la función fundamental será en este caso la poética y en este grupo se integrarían los textos literarios.
3) Según la variedad del discurso:
a) Expositivos.
b) Argumentativos.
c) Descriptivos.
d) Narrativos.
e) Dialogados.
4) Según el ámbito temático:
a) Textos científico-técnicos.
b) Textos humanísticos.
c) Textos jurídicos y administrativos.
d) Textos periodísticos.
e) Textos publicitarios.
f) Textos literarios.
De acuerdo con las clasificaciones que acabamos de proponer, nuestro interés se centrará en textos verbales, de intención persuasiva, expositivos o argumentativos, y periodísticos. Obviamente esta concreción no nos debe obnubilar hasta el punto de ignorar la realidad de los textos que, a menudo y en general, comparten características de distintos grupos. Así, en el tipo de textos con los que vamos a trabajar aquí encontraremos elementos informativos, explicativos, prescriptivos y hasta estéticos. Aunque, previsiblemente, predomine la exposición y la argumentación, también encontraremos elementos descriptivos, narrativos o incluso dialogados. Del mismo modo, a pesar de tratarse de textos periodísticos, hallaremos, en algunos de ellos, elementos científico-técnicos, humanísticos, jurídicos y administrativos, y aun publicitarios y literarios.
1Es cierto que la definición de palabra tiene que ver con la escritura y no tanto con la lengua, es decir, no parece responder a criterios llamémoslos científicos cuanto pragmáticos (una palabra es un conjunto de letras escritas entre dos espacios en blanco).

2Lógicamente, el código es uno y el canal también.

jueves, 13 de octubre de 2016

Teoría de la comunicación.-

La comunicación.-


“¡Arriad el foque!, ordena el capitán. ¡Arriad el foque!, repite el segundo. ¡Orzad a estribor!, grita el capitán. ¡Orzad a estribor!, repite el segundo. ¡Cuidado con el bauprés!, grita el capitán. ¡El bauprés!, repite el segundo. ¡Abatid el palo de mesana!, grita el capitán. ¡El palo de mesana!, repite el segundo. Entretanto, la tormenta arrecia y los marineros corremos de un lado a otro de la cubierta, desconcertados. Si no encontramos pronto un diccionario, nos vamos a pique sin remedio”.
Ana María Shua, “¡Arriad el foque!”


Uno.1. Concepto de comunicación.-

La comunicación no es otra cosa que la transmisión de información. Esta realidad no se limita a los seres vivos, sino que puede identificarse en las relaciones entre máquinas (y cada vez más). No es necesario que exista una voluntad de comunicarse, una intención comunicativa, para que exista comunicación: al dejar sus huellas y su olor en el campo, un animal no pretende informar a su depredador de su presencia. Del mismo modo, cuando nos ruborizamos y transmitimos un sentimiento de vergüenza, no lo hacemos voluntariamente.


Uno.2. Elementos que intervienen en un acto comunicativo.-

En todo acto comunicativo es posible identificar seis elementos necesarios para que exista comunicación:
EMISOR: es el que o lo que propone la información.
RECEPTOR: es el que o lo que recibe la información.
MENSAJE: es la información que se transmite del emisor al receptor.
CÓDIGO: es el sistema, compuesto por signos y reglas de combinación de los mismos, que permite la elaboración del mensaje y su comprensión.
CANAL: es el medio físico a través del cual el mensaje llega desde el emisor hasta el receptor.
CONTEXTO: es el conjunto de circunstancias en las que se produce la comunicación.
Vivimos rodeados de actos comunicativos, unos voluntarios y otros involuntarios y hasta casuales. Así, por ejemplo, vamos paseando por el campo y observamos en el barro las marcas dejadas por un perro grande y otro pequeño: los emisores (involuntarios) son los dos perros; el receptor es el paseante; el mensaje, las huellas que nos informan de su paso por el lugar; el código, la forma de las marcas en el suelo; el canal sería la luz que nos permite ver; el contexto sería el campo. Introduzcamos ahora las variaciones que harían fallido el acto comunicativo que acabamos de proponer: los perros caminan por el asfalto y no dejan marca alguna (nos hemos quedado sin emisor y sin mensaje); si el paseante fuese ciego (no habría receptor); si nunca hubiese visto huella alguna (falla el código, el mensaje es incomprensible para el receptor); si no hubiese luz no veríamos las marcas (no hay canal); si el paseante no lo es sino que está nadando en un río (falla el contexto). Sin embargo, en general, en la comunicación se da lo que algunos llaman intención comunicativa, es decir, la voluntad de transmitir una información. Y esto no sucede solo entre seres humanos sino también entre todo tipo de animales.
Parece claro que la comunicación humana es la más compleja que podemos observar. No solo dispone de códigos verbales (las lenguas naturales) sino también de códigos no verbales (gestos, ropa, etc.). Asimismo el ser humano ha sido capaz de crear códigos artificiales como el lenguaje matemático, el informático, el de la circulación, etc. Esa conciencia de la realidad hace que debamos tener en cuenta dos hechos que se dan en la comunicación humana: el “ruido” y la “redundancia”. Entendemos por ruido todo aquello que dificulta o impide la transmisión del mensaje. Una mancha de café que impide leer una parte de un texto es ruido. La música a un volumen elevado que no nos permite oír al emisor, es ruido. La acumulación de carteles en un tablón de anuncios es ruido. Para superar esta dificultad, el emisor suele recurrir a la redundancia: cualquier elemento esencialmente innecesario que se introduce en el acto comunicativo para asegurarse de que se produce. Así sería redundancia el subrayado en un texto o elevar la voz.

Ejercicios:

1.- ¿Qué elemento de los seis que intervienen en un acto comunicativo impide la comunicación en los siguientes casos?:
-Un rusoparlante se dirige en su lengua a un hispanohablante que desconoce el ruso.
-Encontramos una señal de STOP en la cumbre del Teide.
-Una persona se dirige a un sordomudo que está de espaldas.
-Un manuscrito al que le faltan las últimas páginas en las que resuelve el caso.
-Nuestro teléfono móvil no tiene cobertura.
-Asistimos a una conferencia sobre el uso del ablativo en los textos de Cicerón.

2.- Identifique los distintos elementos que intervienen en los siguientes actos comunicativos:
-Un perro se aproxima a nosotros muy rápido, ladrando y mostrándonos sus dientes.
-Una señal que limita la velocidad a treinta kilómetros por hora.
-Una nota de ocho en la parte superior derecha de un examen de matemáticas.
-El tono de nuestro móvil indicando que hemos recibido un mensaje.
-El canto de un gallo.
-Una persona se dirige a su perro y dice “sit”.
-Vemos a un hombre que lleva alzacuellos.
3.- Identifique los ruidos y las redundancias en los siguientes ejemplos:
-En la clase silenciosa, nuestro compañero nos grita que no le molestemos.
-En un cartel del vestíbulo encontramos una frase escrita en letras mayúsculas de un gran tamaño.
-En la calle, de día, el cartel que identifica a una farmacia está encendido.
-El profesor nos exige silencio al tiempo que se lleva el índice a los labios.
-Las ramas de un árbol tapan una parte del cartel que informa sobre el nombre de una población.
-Todo el mundo está hablando a gritos y no entendemos lo que nos quiere contar nuestro amigo.
-El profesor repite doscientas veces la explicación del concepto de ruido en la teoría de la comunicación.


Uno.3. Las funciones del lenguaje.-

Las funciones del lenguaje pretenden definir la voluntad del emisor, sus intereses o intenciones. Podemos establecer seis funciones distintas, cada una de ellas vinculada a uno de los elementos que intervienen en el acto comunicativo. De este modo, nos referiremos a las siguientes:
-FUNCIÓN EMOTIVA O EXPRESIVA: diremos que se da esta función cuando el interés del emisor se centre en sí mismo, sus sentimientos, sus deseos, etc. Por ejemplo, cuando una persona escribe un poema amoroso:
Un recuerdo de amor que nunca muere
y está en mi corazón; un lastimero
tierno quejido que en el alma hiere,
eco suave de su amor primero”
-FUNCIÓN APELATIVA O CONATIVA: el emisor pretende actuar sobre el receptor. Así podemos identificar esta función en cualquier orden o mandato, en los mensajes publicitarios o en el código de la circulación:
“El Bálsamo de Fierabrás le devolverá una salud óptima en tan solo veinticuatro horas”.
-FUNCIÓN REPRESENTATIVA O REFERENCIAL: aquí el interés se centra en el objeto, en el referente. Esta es la función predominante en los textos científicos o en las noticias:
“Quintanar del Rey es una población de la provincia de Cuenca”.
-FUNCIÓN POÉTICA: en este caso la atención del emisor se fija en la forma del mensaje. De ahí que se entienda como la función propia de los textos literarios:
“A un mozo que, por serlo en todo, se juzgaba inmortal, dijo: ¡Oh peligrosa seguridad; pues no hay mozo que no pueda morir hoy, ni viejo que no pueda vivir mañana!”.
-FUNCIÓN FÁTICA O DE CONTACTO: hablaremos de esta función cuando lo único que pretenda el emisor sea comprobar el correcto funcionamiento del canal. Así, la podemos reconocer en las conocidas expresiones “¿Me oyes?”, cuando no estamos muy seguros de que lo que hemos dicho ha llegado a oídos del receptor.
-FUNCIÓN METALINGÜÍSTICA: identificaremos esta función en aquellos casos en los que el código es usado para referirse al mismo código, como sucede en los textos gramaticales o en las demostraciones matemáticas:
“El interrogativo “qué” puede ser pronombre, adjetivo o adverbio”.

Ejercicios:
1.- Proponga un ejemplo de cada una de las funciones del lenguaje.

2.- Identifique la función del lenguaje predominante en los siguientes mensajes:
-Quiere hacer el favor de callarse.
-Me disgustó mucho su actitud.
-¿Has oído algo de lo que te he dicho?
-Si a esto estás dispuesto, coge el cesto y acomoda el gesto.
-Me duele hasta el aliento.
-Cuando adquieras esta maravilla de la tecnología, serás por fin tú mismo.
-Prohibido el acceso de perros a este recinto.
-La preposición “de” es de las más usadas en español.
-Parece demostrado que la Tierra gira en torno al Sol.


Uno.4. El signo.-

Un signo no es otra cosa que la combinación de dos realidades, una física y perceptible por los sentidos, llamada “significante”, y otra intelectual, que asocia un contenido a ese significante, llamada “significado”. Ambas realidades son simultáneas y hacen posible la existencia del signo. Por ejemplo, podemos entender como un signo la huella de un animal: el significante sería la huella, que percibimos por la vista; el significado, el animal que asociamos a esa marca. O el tañer las campanas, signo cuyo significante lo constituiría el sonido de las campanas, que percibimos con el oído, y su significado podría ser la celebración de una boda.
Los signos pueden ser naturales o artificiales. Será el significante el que nos permita distinguir unos de otros. En el caso de que el significante del signo sea natural (la huella de un animal, las nubes negras o el humo de un incendio) estaremos ante signos naturales, también llamados indicios porque establecen una relación de causa-efecto entre el significante y la realidad a la que se refieren. Los signos artificiales comparten un significante creado a propósito para referirse a una realidad. Si el significante se parece a la realidad a la que se refiere, como el plano de una ciudad o un retrato fotográfico, estaremos ante iconos. Si el significante es convencional, es decir, no mantiene ninguna relación de semejanza con la realidad a la que se refiere, estaremos ante símbolos, como son la bandera de un país o las palabras de una lengua (los signos lingüísticos).


Ejercicios:
1.- Ponga un ejemplo de indicio, icono y símbolo.

2.- Invente un símbolo.

3.- Identifique el significante y el significado de los siguientes signos:
El color rojo del semáforo.
Un dibujo de un elefante.
La estrella verde que anuncia una farmacia.
Los ladridos de un perro.
Una persona vestida de negro.
Una persona que mueve de derecha a izquierda y de izquierda a derecha la cabeza.
La palabra azúcar.
El número romano XXI


Ejercicios finales:

1.- Escriba V (verdadero) o F (falso), según crea adecuado, al lado de las siguientes afirmaciones:
La comunicación es un proceso única y exclusivamente usado por los humanos.
Los seres humanos son los únicos que utilizan signos lingüísticos en el proceso de comunicación.
Los seres humanos son los únicos que utilizan signos no lingüísticos en el proceso de comunicación.
Los signos lingüísticos tienen significado, pero no significante.
Los signos no lingüísticos tienen significado, pero no significante.
Los signos lingüísticos y no lingüísticos tienen significado y significante.
No hay comunicación si no hay un emisor que envíe un mensaje a un receptor.
Habiendo emisor y receptor hay comunicación.
El código utilizado ha de ser compartido por emisor y receptor.
Si hay mucho ruido, el canal de comunicación no funciona correctamente y, por tanto no habrá comunicación.

2.- Si un niño permanece durante todo el día sentado frente al televisor, su padre puede decirle: “¡Cómo me gustaría que no perdieses tanto el tiempo!”. Este mensaje cumple, al mismo tiempo, dos funciones del lenguaje: ¿cuáles? ¿Por qué?

3.- Considere ahora otro mensaje, como puede ser: “¡Qué ilustraciones tan mediocres trae este libro!” ¿Qué función o funciones se pueden identificar en este enunciado?

4.- Si en otro acto comunicativo se transmite el siguiente mensaje: “¿Cuántas veces he de decirle que el signo lingüístico consta de un significante y de un significado?” ¿Qué funciones del lenguaje estaría presentes en el referido mensaje? ¿Por qué?

5.- Indique qué funciones del lenguaje predominan en cada uno de los siguientes mensajes:
Hoy han faltado muchos alumnos. La lluvia los habrá retrasado.
¿Oyen bien los que ocupan las últimas filas?
Buenos días a todos.
La lengua española tiende a la acentuación paroxítona.
¿Has comprendido lo que tienes que hacer?
Teruel es una provincia de Aragón.
Me desagradó mucho la cara de aquel amigo tuyo.
El sujeto de una oración concuerda en número y persona con el verbo de la misma.
La Tierra gira alrededor del Sol.
No moleste a los demás con su incontinencia verbal.
¡Qué niño tan insoportable!
Le ruego que espere.
Salgo ahora mismo.
Suprasegmentos son el acento y la entonación.
Son las nueve y media.
¿Qué tal?
En ti está todo, mar, y sin embargo, ¡qué sin ti estás, qué solo, qué lejos siempre de ti mismo!
6.- Establezca las diferencias del proceso comunicativo en los casos siguientes: dos personas que mantienen una conversación y un espectador frente a una televisión.

7.- Señala si son, en el sentido de la Teoría de la Comunicación, ruidos o redundancias estos fenómenos:
Las interferencias en una emisión televisiva.
Las perforaciones en una antiguo manuscrito del siglo XIII.
Los colores en los titulares de una revista.
Las letras de gran tamaño sobre un establecimiento.
Los gritos de alguien que está irritado.
Los reflejos sobre la letra de una página de papel satinado.

8.- Cita algunos ejemplos de comunicación en los que el emisor sea de naturaleza distinta (un hombre, una máquina, un animal...). ¿Qué peculiaridades presenta cada uno de estos casos?

9.- Imagine un acto comunicativo e identifique en él los distintos elementos que en él intervienen.

10.- En el cuartel suena en el toque de diana. Se realiza así un acto de comunicación. Identifique el emisor, el receptor, el mensaje, el canal, el referente y el código.

11.- Indique cuál es el mensaje transmitido en los siguientes casos:
La mano levantada en dirección a un camarero.
Las flechas intermitentes en el cuadro de instrumentación de un automóvil.
La sirena de una ambulancia.
Las bandas transversales del paso de cebra.
Una cruz verde sobre la fachada de un edificio.

12.- ¿Qué función del lenguaje predomina en los siguientes mensajes?:
Estoy deseando que llegue la Navidad.
A mi padre le encanta el arroz.
¿Te gusta nadar?
¿Qué te cuentas?
He andado muchos caminos, he abierto muchas veredas; he navegado en cien mares, y he atracado en cien riberas.
Contamos contigo.
No por mucho madrugar amanece más temprano.
La raíz cuadrada de cuatro es dos.

13.- Identifique en el siguiente acto comunicativo los elementos que intervienen en él: Pedro habla por teléfono con María y le dice que no podrá ir al día siguiente al cine con ella.

14.- Escriba un mensaje representativo de cada una de las funciones del lenguaje.

15.- Identifique el significante y el significado de los siguientes signos:
Un relámpago.
Dos estrellas en el pecho de una camiseta de fútbol.
Una bata blanca.
La palabra “mesa”.
El color verde del semáforo.
El canto del gallo.
La bandera de Francia.
Los bordados en las mangas de un uniforme militar.
El cuadro de Velázquez titulado “Las meninas”.
La señal de tráfico que indica dirección prohibida.


16.- Clasifique ahora los signos anteriores en indicios, iconos y símbolos.

jueves, 22 de septiembre de 2016

Sintaxis de la oración compuesta y compleja.

En un texto anterior nos hemos referido a la oración simple. Se caracteriza ésta por construirse en torno a un núcleo constituido por el único verbo que puede aparecer en ella: en la oración simple sólo hallaremos un verbo conjugado. Cuando comparecen dos o más formas verbales debemos hablar de oraciones compuestas y complejas.


La oración compuesta.-

Utilizamos la expresión oración compuesta para referirnos a oraciones en las que identificamos dos o más verbos sin que ninguno de ellos esté subordinado o dependa de otro elemento. La oración compuesta no es otra cosa que el resultado de la unión de dos o más oraciones simples mediante conjunciones1: de estas oraciones simples decimos que están coordinadas. Así:
A. “Pedro es simpático, pero no me gusta su trabajo”.
B. “Viajó durante su juventud y descansó al envejecer”.
En negrita aparecen marcados los verbos y las conjunciones, características esenciales de la oración compuesta, que no supone ninguna novedad ni plantea ningún problema nuevo ya que lo que estamos analizando ahora siguen siendo oraciones simples.


La oración compleja.-

Se distingue este tipo de oraciones del anterior en el tipo de relaciones que se establece entre las formas verbales presentes en ellas: mientras que en las compuestas las relaciones son de coordinación, en las oraciones complejas las relaciones son de subordinación. De este modo, en las oraciones complejas podemos identificar un único verbo principal en torno al cual se construye la oración. Los demás verbos que puedan aparecer estarán subordinados al verbo principal o a otros elementos de la oración, constituyendo lo que se llama una oración subordinada. De acuerdo con la función sintáctica que realice o, más exactamente, de acuerdo con el elemento por el que pueda ser sustituida, la oración subordinada será sustantiva, adjetiva o adverbial.

La oración subordinada sustantiva: identificaremos como tales aquellas oraciones subordinadas que realicen una función propia del sintagma nominal, como sujeto, complemento directo, complemento indirecto, etc. Los elementos encargados de subordinar al verbo y permitirle realizar estas funciones sintácticas son los siguientes:
- La conjunción subordinante que: “Me dije que no merecía la pena la discusión”; la subordinada sustantiva realiza aquí la función de CD (“Me lo dije”). “Les gusta que esperemos aquí”; en este caso la subordinada lleva a cabo la función de SUJ (“Eso les gusta”).
- El relativo quien, quienes y sus equivalentes “artículo + pronombre relativo que” [el que, la que, lo que, los que, las que]: “Siempre preguntaba quien no lo necesitaba” [“Siempre preguntaba el que no lo necesitaba”]; en ambos casos la subordinada desempeña la función de SUJ (“Siempre preguntaba él/ella”). “Hicimos presidente a quien menos lo merecía” [“Hicimos presidente al que menos lo merecía2]; la función realizada en estos ejemplos es la de CD (“Lo hicimos presidente”).
- El si no condicional: “Todavía no sabemos si participaremos en ese torneo”; la subordinada sustantiva funciona aquí como CD (“Todavía no lo sabemos”). Hemos de fijarnos en el hecho de que este “si” no expresa condición alguna, de ahí su nombre.
- Los relativos tónicos [quién, dónde, cuánto, cómo, cuándo, qué]: veamos los siguientes ejemplos en los que todas las subordinadas realizan la función de CD: “Juan preguntó quién era” (“Juan lo preguntó”); “Nunca supe dónde vivía” (“Nunca lo supe”); “No le digas cuánto ganaste” (“No se lo digas”); “Supo demasiado tarde cómo habían conseguido la victoria” (“Lo supo demasiado tarde”); “Ignoro cuándo se casaron” (“Lo ignoro”); “Por fin averigüé qué deseaban” (“Por fin lo averigüé”).
Si aceptamos que todos los ejemplos que hemos propuesto equivalen a un sustantivo o a un pronombre, hemos de aceptar también que estas mismas subordinadas pueden verse afectadas por los mismos elementos que actúan sobre aquéllos, fundamentalmente las preposiciones. De este modo si es habitual encontrarnos con una oración simple como ésta: “El perro de ese muchacho está enfermo”, podemos pensar en una oración compleja como la siguiente: “El perro de quien tú sabes está enfermo”. Es decir, que allí donde comparezca un sustantivo o un pronombre podemos encontrar una subordinada sustantiva.


La oración subordinada adjetiva: este tipo de oraciones se define por su equivalencia con el adjetivo o, lo que es lo mismo, por realizar funciones sintácticas propias del sintagma adjetivo y, más exactamente, la función de AN. Siempre encontraremos un relativo (pronombre, adjetivo o adverbio) como responsable de la subordinación.
- El pronombre relativo que es el más habitual. Se considera pronombre a este elemento porque realiza una función sustantiva respecto al verbo que subordina. Así, en “Ese primo que vino contigo parece inteligente”, el “que” permite a “vino contigo” funcionar como AN de “Ese primo”, pero, además, es el sujeto de “vino”. Esto es así porque se considera que “que” realiza la misma función sintáctica que llevaría a cabo su antecedente3 respecto al verbo subordinado. En este caso el antecedente de “que” sería “Ese primo”, de modo que si en lugar de “que” apareciese “Ese primo” (“Ese primo vino contigo”), realizaría la función de SUJ, de lo cual deducimos que esa misma función es la de “que”.
- El adjetivo relativo cuyo: éste elemento ha sido relegado a la lengua escrita y es bastante extraño su uso en la lengua oral. Nos referimos a él como adjetivo por ser de este carácter la función sintáctica que realiza dentro de la oración subordinada. Veamos un ejemplo: “Compró una novela cuyo autor es belga”. En este ejemplo, la subordinada adjetiva, “cuyo autor es belga”, funciona como AN de “novela”; dentro ya de la subordinada, “cuyo” realiza la función de AN de “autor”, con el cual concuerda en género y número.
- El adverbio relativo donde: los mismos motivos planteados para “que” y “cuyo” explican el que nos refiramos a “donde” como adverbio. Al igual que los dos anteriores se utiliza para subordinar adjetivamente a un verbo, pero en este caso “donde” realiza una función adverbial respecto al verbo por él subordinado. De este modo en “Compraría la casa donde nací”, “donde nací” funciona como AN de “la casa”, y “donde” realizaría la función de CC respecto a “nací”.


La oración subordinada adverbial: tradicionalmente se entiende por subordinada adverbial aquélla que realiza la función de CC. Sin embargo, si tenemos en cuenta los análisis hecho de oraciones simples recordaremos que no son pocos los casos en los que un sustantivo, un pronombre o un infinitivo realiza esta función, de lo cual hemos de concluir que no siempre que identifiquemos una subordinada funcionando como CC hemos de referirnos a ella como subordinada adverbial, puesto que es posible que se trate de una subordinada sustantiva. Veamos algunos ejemplos:
-A. “Todavía vivo donde me conociste”; “Todavía vivo allí”.
-B. “El negocio salió como yo suponía”; “El negocio salió así”.
-C. “Cambió de país cuando acabó la guerra”; “Cambió de país entonces”.
En estos tres casos encontramos oraciones subordinadas que realizan la función de CC, pero que además serían sustituibles por adverbios.
-D. “Aquí trabajamos para que viváis mejor”; “Aquí trabajamos para eso”.
-E. “Me voy porque ya no te aguanto”; “Me voy por eso”.
También en estos dos casos nos encontramos con subordinadas que realizan la función de CC, pero que no pueden ser sustituidos por adverbios, sino que son sustituidos por “preposición + pronombre”. Por este motivo consideramos más aceptable la denominación “subordinadas circunstanciales” y no “adverbiales”.
También hemos de considerar como subordinadas adverbiales a aquéllas que realicen las funciones de AADJ o AADV, funciones sintácticas propias del SADV. Así, por ejemplo serán adverbiales las subordinadas señaladas con negrita en los siguientes ejemplos:
-F. “Se instaló cerca de donde vivo yo” [AADV].
-G. “Es tan fuerte como decía el periódico” [AADJ].
1En español podemos identificar como conjunciones de coordinación las siguientes formas: y, e, ni, o, sino, pero, mas, aunque, pues, luego. Dispone la lengua, también, de un número no pequeño de locuciones conjuntivas como bien bien, ora ora, etc.
2Observemos que, en estos casos, el uso de “artículo + que” nos permite distinguir el género, cosa que no permite “quien”. Quizá a eso se deba el uso casi generalizado de esta combinación en detrimento de “quien”.

3Se llama antecedente al sustantivo o pronombre al que se refiere “que” y del que toma su significado, y que, a menudo, suele aparecer inmediatamente antes.

miércoles, 21 de septiembre de 2016

Sintaxis del español.

Introducción.-

Antes de afrontar el estudio de la sintaxis del español hemos de plantearnos la definición de un concepto fundamental en sintaxis: sintagma. Se define como la unidad más pequeña de la lengua capaz de realizar una función sintáctica. Es decir, cuando nosotros analizamos oraciones no hacemos otra cosa que identificar sintagmas y averiguar la función sintáctica que realizan o, lo que es lo mismo, identificar las relaciones que se establecen entre sintagmas.
Los sintagmas pueden ser simples, cuando los forman un solo elemento (un sustantivo, un adjetivo, un adverbio, etc.), o complejos, cuando constan de un elemento nuclear y otros que dependen de él. Ejemplos de sintagma simple serían: “libro”, “dulce”, “cerca”, etc. De sintagma complejo serían ejemplos los siguientes: “El libro aburrido”, “muy dulce”, “más cerca”, “El hombre que sabía demasiado”, etc. El análisis sintáctico consiste en la identificación de las funciones de todos los sintagmas simples y complejos que constituyen una oración, de tal modo que una vez establecida la función sintáctica que realiza un sintagma complejo hay que identificar las funciones sintácticas que existen dentro de él hasta llegar a los sintagmas simples.
De acuerdo con las funciones sintácticas que son capaces de realizar podemos distinguir cuatro clases de sintagmas:
* SINTAGMA NOMINAL: es aquel que puede funcionar como SUJ (sujeto), CD (complemento directo), CI (complemento indirecto), SUPL (suplemento)1, CC (complemento circunstancial), etc. Serán sintagmas nominales aquellos cuyo núcleo sea un sustantivo, pronombre o infinitivo. También serán sintagmas nominales las llamadas “subordinadas sustantivas”.
* SINTAGMA ADJETIVO: es aquel que puede funcionar como AN (adyacente de un sustantivo o un pronombre), ATRIB (atributo) y CP (complemento predicativo). Hemos de añadir, contra nosotros mismos, la función sintáctica de DET (determinante) que realizarían, en todos los casos, el artículo y los adjetivos determinativos. Serán sintagmas adjetivos aquellos cuyo núcleo sea un adjetivo o un participio. También hemos de considerar sintagmas adjetivos a las llamadas subordinadas adjetivas.
* SINTAGMA ADVERBIAL: es aquel que puede funcionar como AADJ (adyacente de una adjetivo), AADV (adyacente de un adverbio), ATRIB o CC. Serán sintagmas adverbiales aquellos cuyo núcleo sea un adverbio o un gerundio. Del mismo modo, consideraremos sintagmas adverbiales a las llamadas subordinadas adverbiales.
           * SINTAGMA VERBAL: este sintagma se define por su núcleo, que sólo puede ser un verbo.

A continuación vamos a referirnos a las diferentes funciones sintácticas que se pueden identificar en una oración. Hemos de recordar que las funciones sintácticas son las relaciones que establecemos entre los sintagmas para construir oraciones. No nos detendremos más que lo imprescindible en consideraciones acerca de la morfología y nos centraremos, esencialmente, en las funciones realizadas por los distintos sintagmas y los métodos de descubrimiento de estas funciones.
Diferenciaremos las siguientes funciones: sujeto (SUJ), complemento directo (CD), complemento indirecto (CI), suplemento (SUPL), complemento circunstancial (CC), atributo (ATRIB), adyacente nominal (AN), determinante (DET), adyacente adjetivo (AADJ), adyacente adverbial (AADV) y complemento predicativo (CP). Con la excepción de las funciones de determinante, adyacente nominal, adjetivo y adverbial, todas las demás funciones ponen a un elemento dependiente en relación con un núcleo de carácter verbal, sea este verbo, infinitivo, gerundio o participio. En las de determinante y adyacente nominal encontraremos a un elemento dependiente de un núcleo de carácter nominal; en la de adyacente adjetivo a uno que depende de un núcleo adjetivo; y en la de adyacente adverbial a un sintagma que depende de un adverbio.
Ahora nos ocuparemos de cada una de estas funciones sintácticas, fijándonos en los sintagmas que pueden realizarlas así como en las características que nos permiten su identificación.



Sujeto.-
La función sintáctica de sujeto la realizará siempre un sintagma nominal (SN), es decir un sintagma cuyo núcleo será un nombre sustantivo, un pronombre o un infinitivo. Lo que caracteriza a esta función sintáctica es la concordancia del núcleo del sintagma que creemos sujeto con el verbo del que depende en número y persona. Así, en las siguientes oraciones:
A. “Me gustaban mucho los helados”.
B. “Yo no sabía nada”.
C. “El profesor me aburre mucho”.
Identificaremos como sujetos a “los helados” (A), “yo” (B) y “el profesor” (C). Cualquier variación que introduzcamos en el número o en la persona del sujeto debe ir acompañada de una variación en el verbo, si queremos mantener una estructura gramaticalmente correcta. De este modo obtendríamos lo siguiente:
A. *“Me gustaban mucho el helado2.
A. “Me gustaba mucho el helado”.
B. *“ no sabía nada”.
B: *“Nosotros no sabía nada”.
B: “Nosotros no sabíamos nada”.
C. *“Los profesores me aburre mucho”.
C. “Los profesores me aburren mucho”.
Puede darse el caso, que más arriba hemos mencionado, de que realice la función de sujeto un sintagma nominal cuyo núcleo sea un infinito, elemento de carácter verbal que no varía ni en persona ni en número. En estos casos el verbo del que es sujeto el infinitivo está siempre en tercera persona y singular y no es posible cambiarlo a plural sin dar lugar a una oración inaceptable. En los siguientes casos encontramos dos infinitivos que funcionan como sujeto:
A. “Estudiar es muy divertido”.
B. “Me encanta leer”.
En A. “estudiar” y en B. “leer”. Si ahora ponemos los verbos de ambas frases en plural nos encontramos con esto:
A. *“Estudiar son muy divertido”.
B. *“Me encantan leer”.
Como hemos visto, de algún modo se puede decir que el infinitivo también concuerda con el verbo del que depende al obligarlo a permanecer en singular.
Finalmente, podemos añadir una última característica del sujeto: nunca va precedido de preposición.


Complemento directo.-
Esta función sintáctica la realizan los mismos elementos que la anterior (sintagmas nominales). Reconoceremos a los elementos que la realizan por una característica fundamental: al eliminar un elemento que funciona como complemento directo aparecerá en su lugar un pronombre personal lo, la, los o las, según el género y el número del elemento eliminado. Dicho de otra manera, siempre que un elemento lleve a cabo esta función será posible sustituirlo por uno de los pronombres citados. Parece evidente que en aquellos casos en los que nos encontremos en una oración con alguno de estos pronombres, generalmente habremos de analizarlos como complementos directos.
Cuando el sintagma nominal que desempeña la función de complemento directo tiene como núcleo un infinitivo siempre es sustituible por el pronombre lo, puesto que el infinitivo no tiene ni género ni número y se identificará con el elemento más general o no marcado3. Por ejemplo:
A. “Desea comenzar enseguida”; “Lo desea”.
B. “Eduardo consiguió acabar el libro”; “Eduardo lo consiguió”.
También tenemos que considerar dos casos en los que podemos tener dificultades para identificar la función sintáctica que realizan algunos pronombres. En castellano se permite el leísmo (es decir, el uso del pronombre le, les en lugar de lo, los) para aquellas situaciones en las que con el elemento que funciona como complemento directo nos referimos a un ser humano masculino4. Por ejemplo:
A. “Le llevé al cine”.
B. “María les abrazó entusiasmada”.
En ambos casos le y les han sido usados en lugar de lo y los, y en ambos casos estamos ante un complemento directo. El modo de resolver las dudas en estos casos consiste en sustituir los referentes masculinos por referentes femeninos. Aplicando esta solución a A. y B. tendríamos:
A. “La llevé al cine”.
B. “María las abrazó entusiasmada”.
Hemos comprobado que nos encontrábamos ante dos complementos directos puesto que hemos tenido que usar la y las para referirnos al género femenino y estos pronombres siempre realizan la función de complemento directo.
Algo similar a lo anterior sucede cuando se usan los pronombres personales me, te, se, nos y os. Estos elementos pueden realizar la función de complemento directo o la de complemento indirecto. Para establecer en qué casos realizan una u otra, lo más sencillo es la sustitución del pronombre analizado por la o las, según sea singular o plural. Si es posible la sustitución y se mantiene el sentido de la oración estaremos ante complementos directos. De este modo, fijémonos en las siguiente oraciones:
A. “Mi mamá me mima”.
B. “Te vi en aquella espantosa fiesta”.
C. “Juan me trajo los ejercicios hechos”.
D. “Te pusieron la nota que merecías”.
E. “Mi primo nos llevó al cine”.
F. “El mismo primo nos compró caramelos”.
Si sustituimos todos los pronombres resaltados en negrita por las formas la o las obtendremos las siguientes oraciones:
A. “Mi mamá la mima”.
B. “La vi en aquella espantosa fiesta”.
C. *“Juan la trajo los ejercicios hechos”.
D. *“La pusieron la nota que merecía”.
E. “Mi primo las llevó al cine”.
F. *“El mismo primo las compró caramelos”.
Como hemos visto, las oraciones A., B. y E. son aceptables, es decir, en esos casos estamos ante complementos directos, mientras que en los casos de C., D. y F. los resultados de las sustituciones propuestas son inaceptables y nos indican que estamos ante complementos indirectos. Estos últimos sí admitirían la sustitución por los pronombres propios de esa función:
C. “Juan le trajo los ejercicios hechos”.
D. “Le pusieron la nota que merecía”.
F. “El mismo primo les compró los caramelos”.
El elemento que funciona como complemento directo no suele ir precedido de preposición, pero en algunas ocasiones podremos encontrarnos con que se aparece precedido de la preposición a. Esto sucede cuando es posible que se confunda el elemento que realiza la función de sujeto con aquél que desempeña la de complemento directo, como en la siguiente oración:
A. “El ratón perseguía al gato”; El ratón lo perseguía”5.


Complemento indirecto.-
Entre esta función sintáctica y la anterior existe una estrecha relación, como acabamos de comprobar. Los elementos que pueden realizarla son los mismos que ya hemos señalado para las anteriores.
El elemento que funciona como complemento indirecto aparece, con la única excepción de los pronombres personales le, les, me, te, se, nos y os, siempre precedido de la preposición a. Para identificar un elemento como complemento indirecto hemos de comprobar que es posible sustituirlo por le o les, de acuerdo con el número del elemento analizado. Así, en las siguientes oraciones:
A. “María entregó el libro a la bibliotecaria”; “María le entregó el libro”.
B. “Regalaba sus libros a los mendigos”; “Les regalaba sus libros”.
C. “Esta asignatura me importa poco”; “Esta asignatura le importa poco”.
En la oración C. aparece funcionando como complemento indirecto un pronombre personal. Puede dudarse, como hemos señalado anteriormente, entre esta función y la de complemento directo, pero esta duda queda resuelta al intentar la sustitución de “me” por “la”, sustitución que daría lugar a una oración inaceptable: *“Esta asignatura la importa poco”.
Es posible que encontremos en no pocas oraciones combinaciones idénticas a las propias del complemento indirecto, es decir, un sustantivo o pronombre precedido de la preposición “a”, pero a las que no es posible sustituir por los pronombres le, les. Por ejemplo:
A. “Renunció a la gloria”.
B. “Él recurrió a sus hermanos para el negocio”.
Los resultados de sustituir las combinaciones marcadas en negrita por pronombre da lugar a oraciones agramaticales:
A. *“La renunció”; *“Le renunció”.
B. *“Él los recurrió para su negocio”, *“Él les recurrió para su negocio”.


            Suplemento o complemento régimen.-

         Esta es una de las funciones sintácticas más difíciles de identificar debido a su proximidad formal con la de complemento circunstancial. El sintagma nominal es el único capaz de llevar a cabo esta función. Su apariencia es siempre la de una combinación de preposición más sintagma nominal. Para identificarla como suplemento ha de ser posible poder sustituir la mencionada combinación por la misma preposición más un pronombre. Asimismo es necesario que el sintagma así analizado sea imprescindible para mantener el sentido pleno del sintagma o frase en el que esté. De este modo en:
  1. Nos referiremos a su situación”; “Nos referiremos a ella”.
  2. Recurrió a su familia”; “Recurrió a ella”.
Hemos señalado en negrita los segmentos que responden a las características propias
de esta función.

Complemento circunstancial.-
Esta función sintáctica puede ser realizada por un sintagma nominal (cuyo núcleo puede ser un sustantivo, un pronombre o un infinitivo, normalmente precedidos por una preposición o, incluso, más raramente, por dos)6 o por un sintagma adverbial (cuyo núcleo puede ser un adverbio o un gerundio). El elemento que jamás funciona como complemento circunstancial es el sintagma adjetivo (cuyo núcleo es un adjetivo o un participio).
Esta función sintáctica ha sido y es todavía una especie de cajón de sastre al que van a parar todos elementos a los que no podemos asignar ninguna de las funciones que aquí tratamos. Tanto es así que este método negativo es el que podemos aplicar para identificar un elemento como complemento circunstancial, de modo que llegaremos a él tras desestimar otras opciones.
Los elementos que funcionan como complementos circunstanciales aportan nociones de lugar, modo, tiempo, causa, finalidad, instrumento, etc. Este listado podríamos hacerlo interminable, sólo depende de nuestra capacidad para distinguir posibilidades significativas en las distintas oraciones. Nosotros no hablaremos, en consecuencia de clases de complementos circunstanciales, sino que nos limitaremos a identificar la función con este único nombre.
En las siguientes oraciones todos los elementos señalados en negrita realizan la función de complemento circunstancial:
A. “Se quedó allí”.
B. “Fue al kiosco por los periódicos7.
C. “La caravana pasó por sobre la loma”.
D. “Ahora hay muchas oportunidades”.
E. “Lo perdonó para olvidar su pasado”.
F. “De ti piensa mal”.
G. “El lunes vi esa película en el cine”.
H. “Irrumpió en la clase diciendo tonterías8


Atributo.-
Esta función sintáctica puede ser realizada por todos los sintagmas excepto el verbal. Así podemos encontrar funcionando como atributo a sustantivos, pronombres, infinitivos, adjetivos, participios, adverbios y gerundios. Habitualmente es el sintagma adjetivo (adjetivos y participios) quien desempeña esta función. Veamos ejemplos ilustrativos de lo anterior:
A. “Mi primo es el portero” (sustantivo).
B. “Tú eres éste” (pronombre).
C. “El objetivo es aprobar” (infinitivo).
D. “Ellos no son presentables” (adjetivo).
E. “Vosotros estáis acabados” (participio).
F. “Juan está allí” (adverbio).
G. “El niño está congelándose” (gerundio).
Tres son las características fundamentales de esta función sintáctica: 1) siempre depende de un verbo copulativo (“ser” y “estar”) o pseudocopulativo (“resultar”, “parecer”, “quedar”). Así, en las siguientes oraciones, encontramos:
A. “Los alumnos son buenos”.
B. “Los animales están indefensos”.
C. “El examen resultó sencillo”.
D. “Este chico parece cansado”.
E. “Pedro quedó anonadado”.
2) Siempre es posible sustituir el elemento que funciona como atributo por el pronombre “lo”, independientemente del género y del número del elemento analizado. Si realizamos esta sustitución en la primera serie de ejemplos, obtendríamos:
A. “Mi primo lo es”.
B. “Tú lo eres”.
C. “El objetivo lo es”.
D. “Ellos no lo son”.
E. “Vosotros lo estáis”.
F. “Juan lo está”.
G. “El niño lo está”.
Y 3), si es posible, el elemento que realiza esta función concuerda en género y número con el sujeto de la oración, como en las siguientes oraciones:
A. “Los colores son variados”.
B. “Tus amigas resultan simpáticas”.
C. “Mis alumnos parecen los mejores”.
D. “Mi gato está enfermo”.


Complemento predicativo.-
Esta es una función sintáctica de características similares a la anterior, desde el punto de vista semántico. Se diferencia de ella en que se identifica en oraciones cuyo núcleo es un verbo “predicativo” (es decir, “no copulativo”). También se distingue de la anterior porque los elementos que pueden realizarla se reducen a sintagma nominal y sintagma adjetivo. Asimismo, es imposible sustituir a un segmento que realice esta función por el pronombre “lo”, característica de la función atributo.
El elemento que desempeñe la función de complemento predicativo ha de concordar en género y número con el sujeto o con el complemento directo, ya que con ambas funciones sintácticas se relaciona. Veamos algunos ejemplos en los que aparecen en negrita los elementos que funcionan como complemento predicativo:
A. “Elena saltó la primera”.
B. “El río bajaba turbio”.
C. “Felipe llamó insensatas a las chicas”.
En algunas ocasiones el hablante puede evitar referirse al sujeto, siendo entonces el elemento que desempeña la función de complemento predicativo quien nos informa del género y del número de aquel. Esto no sucede cuando es al complemento directo al que está vinculado el complemento predicativo. Si eliminamos en los ejemplos anteriores los segmentos mencionados, obtendremos:
A. “Saltó la primera” (sabemos que el sujeto es un femenino singular).
B. “Bajaba turbio” (sabemos que el sujeto es un masculino singular).
C. *“Felipe llamó insensatas” (la oración resultante es agramatical, no podemos prescindir del elemento que funciona como complemento directo).


Adyacente nominal, adjetivo y adverbial.-
Identificaremos como adyacente nominal a todos aquellos segmentos que dependan de un sustantivo o un pronombre; como adyacente adjetivo a los que lo hagan de un adjetivo; y como adyacente adverbial a los que dependan de un adverbio. Obsérvese que, con la excepción de estas funciones, todas las demás a las que nos hemos referido arriba relacionan a un elemento dependiente con un núcleo de tipo verbal (verbo, infinitivo, participio o gerundio). De este modo, la característica esencial de estas funciones sintácticas es su dependencia de un núcleo no verbal. Así, en los siguientes ejemplos, todos los elementos en negrita realizan alguna de estas tres funciones sintácticas:
A. “El coche rojo va muy lento” [AN y AADJ].
B. “Uno, cansado de esperar, se marchó” [AN].
C. “El muchacho es demasiado simpático” [AADJ].
D. “Estamos muy cerca de conseguirlo” [AADV].
Si decidiésemos prescindir de los segmentos resaltados, nos daríamos cuenta de que el sentido de la oración no se ve afectado esencialmente:
A. “El coche va lento”.
B. “Uno se marchó”.
C. “El muchacho es simpático”.
D. “Estamos cerca”.
En definitiva, los elementos que realizan la función de adyacente nominal, adjetivo o adverbial, no son imprescindibles para mantener el sentido de la oración en la que aparecen.


Determinante.-
Esta función sintáctica aparece aquí para evitar contradicciones o discusiones innecesarias9. En general, se dice que realizan esta función el artículo y los adjetivos determinativos. Así:
A. “El primo de aquella chica regresó enfermo a su pueblo”.
B. “Renunciaron a sus prebendas”.
Se entiende que los elementos que aparecen en negrita funcionan como determinantes.














1También llamado “Complemento régimen”.
2 El asterisco (*) indica que la oración es incorrecta o inaceptable.
3 Se habla de elemento no marcado para referirse, dentro de una serie, a aquel elemento cuyo significado es más general y se usa en los casos donde desaparecen las diferencias entre los integrantes de la serie. Así, el género masculino es el no marcado en español, pues se usa en situaciones en las que es necesario referirse a un conjunto de elementos femeninos y masculinos, como cuando decimos “los romanos”, para referirnos a todos los ciudadanos de Roma, independientemente de su sexo, su edad o condición.
4 Siempre hay que tener en cuenta que la lengua es una institución social usada por distintas personas y así es posible que encontremos casos de leísmo referidos a animales que para el hablante tienen calidad humana y se refiere a ellos como a iguales.
5 Si la preposición a nos indujese a confusión entre las funciones de complemento directo y complemento indirecto podremos recurrir a la sustitución por los pronombres de complemento directo la o las.
6 En realidad son pocos los sustantivos que pueden realizar la función de complemento circunstancial sin ir precedidos de una preposición, reduciéndose los casos a una serie de términos referidos a nociones temporales, como los nombres de los días de la semana y otros términos como “víspera”, etc.
7 En esta oración son dos los complementos circunstanciales: “al kiosco” y “por los periódicos”.
8 Como en la oración B., dos son los complementos circunstanciales presentes en esta oración: “en la clase” y “diciendo tonterías”.
9 Sería más coherente, y más rentable, entender el artículo como un morfema del sustantivo. De este modo se identificarían como tales combinaciones como “la casa”, “los libros”, “el bueno”, “lo mío”, “el mismo”, etc. Y se entendería que los llamados adjetivos determinativos realizan la función de adyacente nominal. Esto simplificaría la teoría y el análisis tanto morfológico como sintáctico.