En este tipo de textos
predominan la exposición y la argumentación. Aunque, como ya hemos
escrito arriba, en ellos podremos encontrar elementos narrativos,
descriptivos o dialogados.
La
exposición
Se entiende como
expositivo un texto en el que un emisor pretende dar a conocer una
realidad y explicarla. Para ello es necesario un conocimiento
suficiente de lo que se pretende transmitir y una estructuración
adecuada de las ideas que se presentan al receptor, para de este modo
facilitarle su acceso al tema tratado y la comprensión del mismo. En
la exposición intervienen diversos factores que hemos de tener en
cuenta a la hora de elaborar o de comentar un texto de estas
características.
Aspectos pragmáticos
La función del lenguaje
que ha de predominar en este tipo de textos es la referencial o
representativa. El emisor, por tanto, debe ser objetivo y tratar de
ceñirse a la realidad. El texto, asimismo, ha de tender a la
claridad, el rigor y la precisión.
De acuerdo con el
receptor al que se dirija, el texto será ‘divulgativo’ (será el
que aquí nos interesa) o ‘especializado’. El primero tratará
temas de interés general y organizará el contenido de forma clara y
articulada, evitará los tecnicismos innecesarios y abundará en
ejemplos, resúmenes y explicaciones. El segundo se entiende dirigido
a expertos en el tema y exigirá al emisor ser minucioso en el uso de
los términos y el manejo de los datos expuestos.
Aspectos
estructurales
Aunque pueden
organizarse de diversas formas, lo más habitual es que estos textos
respondan a la conocida fórmula de ‘introducción’ (se presenta
el tema y se proponen aquellas informaciones previas necesarias para
entender el desarrollo de la exposición), ‘desarrollo’ (aquí se
expondrían las ideas, datos y otros elementos que puedan servir a la
cabal comprensión de lo expuesto) y ‘conclusión’ (se resuelve,
de forma general, en un resumen que sintetiza lo fundamental de lo
expuesto).
La ordenación lógica
de un texto expositivo puede responder a dos modos generales:
1) Deductivo: de
acuerdo con este método partimos de una idea fundamental que iremos
desarrollando a lo largo del texto a través de ejemplos,
consecuencias, etc. Se podría simplificar este método diciendo que
se parte de lo general para llegar a lo particular. En los textos en
los que se aplica este tipo de ordenación se puede hablar de
estructura analizante.
2) Inductivo:
aquí nos encontramos con el caso inverso, partimos de lo particular
para llegar a lo general. Desde informaciones diversas se concluye un
principio general. También podemos referirnos a este modo como
estructura sintetizante.
Los procedimientos más
habituales usados en este tipo de textos responden a fórmulas como
‘problema/solución’, ‘causa/efecto’, ‘pregunta/respuesta’,
definiciones, descripciones técnicas, enumeración, ejemplificación
y comparación, argumentaciones y resumen de ideas.
Aspectos lingüísticos
El uso de la lengua en
este tipo de textos hemos de considerarlo desde distintos niveles de
análisis.
1) Nivel
léxico-semántico: el significado usado es denotativo, en
general. Es habitual la utilización de tecnicismos. Los verbos que
indican “estado” o “proceso intelectual” predominan sobre los
de acción. El adjetivo suele aparecer en forma especificativa,
siendo poco esperable la aparición de epítetos.
2) Nivel de sintaxis
del texto: es habitual el uso de marcadores del discurso
‘estructuradores de la información’, ‘conectores’ y
‘reformuladores’.
3) Nivel de sintaxis
oracional: el tipo de oración dominante en estos textos es la
‘enunciativa’ o ‘aseverativa’. Se tiende al uso de oraciones
impersonales y de la llamada ‘pasiva refleja’; tampoco es extraño
el recurso al llamado ‘plural de modestia’ (“Nosotros
creemos...) y el llamado ‘plural asociativo’ (“Estas
cuestiones, como sabemos...). Frente a otro tipo de textos, en estos
predomina el uso de oraciones atributivas o copulativas.
4) Nivel morfológico
y fonético: los tiempos verbales más usados son el presente de
indicativo, con valor intemporal, y el pretérito imperfecto de
indicativo.
La
argumentación
En
este tipo de textos el autor se propone defender una opinión
aportando para ello datos, evidencias, razones, en definitiva, todos
aquellos elementos que puedan persuadir o convencer al lector de lo
atinado o recto de la misma.
Aspectos pragmáticos
Desde este punto
de vista hemos de tener en cuenta diversos elementos: la intención
comunicativa, el emisor, el receptor y la situación. Respecto a la
primera, pueden identificarse aquí al menos tres funciones del
lenguaje: la referencial o representativa, puesto que se entiende que
se proponen hechos o informaciones que se presuponen objetivas; la
apelativa o conativa, ya que se pretende actuar sobre el receptor del
mensaje al intentar que éste acepte como propia la tesis planteada;
y la expresiva o emotiva, debido a la implicación del emisor en el
mensaje.
En lo que se refiere al
emisor, este debe intentar ser objetivo y desde esta objetividad
postular sus conclusiones como las más acertadas, aunque es difícil
evitar una cierta subjetividad: la propia selección de hechos, datos
y opiniones la implica, de forma necesaria.
El receptor, en nuestro
caso, será siempre un lector de prensa al que se le quiere
transmitir una determinada postura ante la realidad o una
interpretación de esta. Normalmente, el carácter del medio escrito
en el que aparece el texto será el que determine el presumible
lector y así no será lo mismo el artículo de opinión de un diario
nacional que el de uno regional o local; no será el mismo lector el
de una revista de corazón que el de una de política o el de una
dirigida al público juvenil.
La situación en la que
aparecerá el texto argumentativo que aquí nos interesa será la de
un medio de comunicación escrito, es decir, no habrá lugar para la
réplica y de ahí que la construcción del texto haya de hacerse
teniendo en cuenta las posibles objeciones y rebatiéndolas al tiempo
que defendemos nuestra propia tesis.
Aspectos
estructurales
En todo texto
argumentativo aparecen dos elementos fundamentales: la tesis y el
cuerpo argumentativo. La primera es la opinión defendida a propósito
de un asunto, es decir, nuestra interpretación, nuestra conclusión.
El asunto de un texto es aquello sobre lo que trata (el tema) y la
tesis es la opinión del autor sobre dicho asunto. Esta puede
explicitarse al inicio o al final del texto o bien aparecer
implícita, de modo y manera que sea el lector el que la identifique.
El cuerpo argumentativo
está constituido por todos aquellos elementos a los que el autor
recurre para apoyar y defender su tesis. Así, puede utilizar
argumentos de apoyo a su opinión, concesiones o ideas de la tesis
contraria que se admiten provisionalmente, refutaciones de los
argumentos contrarios y contraargumentos que invaliden las ideas de
la tesis contraria que se hayan admitido previamente.
Como en el caso del
método científico, un texto argumentativo puede organizarse de
manera inductiva o deductiva. En el primer caso, el autor expone los
hechos particulares (que, a menudo, convierte en argumentos,
seleccionando aquellos que apoyen su propuesta) y de su análisis e
interpretación concluye una tesis. En el procedimiento deductivo, se
parte de una idea general que se desarrolla hasta llegar a la tesis
concreta que se defienda.
Teniendo esto en cuenta,
la apariencia estructural de un texto argumentativo puede ser
bastante variada. La tesis puede aparecer al inicio del texto y
seguirse de ella todo el aparato argumental, que de alguna manera
puede ir repitiéndola. Aparecer al final del texto como conclusión,
de modo que se presenta casi como algo indubitable. Podemos también
encontrar textos de forma circular que comienzan y terminan con la
tesis defendida. Otra manera posible es una variante del primer
modelo, repitiendo la tesis reiteradamente a lo largo del texto,
creando algo parecido a una anáfora semántica. Y, finalmente,
podemos hallar textos en los que se propongan tesis diferentes que se
van argumentando simultáneamente creando una estructura paralela.
Una propuesta interesante respecto a estos modelos estructurales la
encontramos en algunos discursos donde se propone una tesis que se
reitera en el discurso y a la que se apoya con argumentos que niegan
su validez, resultando de ello la verdad de la tesis contraria.
A menudo nos
enfrentaremos a textos estructurados de un modo más o menos
normalizado, donde el autor comience por una introducción (en ella
puede situar el estado de la cuestión, adelantar una tesis, captar
el interés del lector o su aprobación), siga con una exposición
de hechos (datos, opiniones contrastadas, etc.), continúe con una
argumentación (donde procederá a argumentar su postura e invalidar
la contraria; los argumentos pueden disponerse de forma lógica, de
modo que unos deriven de otros; o en forma de adición, de modo que
apuntalen desde distintas posiciones la tesis) y finalice con una
conclusión (que puede sustanciarse en la tesis, en un resumen de las
ideas defendidas, etc.).
Aspectos lingüísticos
Tres aspectos
fundamentales han de considerarse aquí: la coherencia, la claridad y
la influencia afectiva. La primera exigirá al autor una disposición
adecuada de los argumentos de modo que no caiga en contradicciones y
refuercen la apariencia de verdad de las ideas presentadas. Esta
organización coherente contribuirá a la claridad de lo expuesto y
facilitará la adhesión del lector. Para ello la distribución del
texto en párrafos organizados e interrelacionados a través de los
distintos mecanismos de cohesión (en especial los marcadores del
discurso) permitirán una mayor efectividad del texto.
Por otro lado se buscará
la complicidad del receptor a través de elementos emotivos o
afectivos, utilizando las figuras retóricas necesarias, como
apelaciones, el famoso recurso de la falsa modestia (que tan bien
usase Gonzalo de Berceo), la interrogación retórica, etc.
Desde el punto de vista
estrictamente lingüístico es difícil establecer características
comunes a los textos de este tipo dada su gran variedad, pero sí se
puede anotar que suelen aparecer tecnicismos o que predomina el uso
denotativo de la lengua.
Tipos de argumentos y
formas de argumentación
1.- Tipos de argumentos
según su capacidad persuasiva: los argumentos utilizados han de ser
adecuados, es decir, deben ser pertinentes (estar relacionados con la
tesis), válidos (estar bien construidos y llevar a la conclusión
deseada) y poseer fuerza argumentativa (lo que es lo mismo, ser
difíciles de rebatir).
2.- Tipos de argumentos
según su función: los argumentos pueden constituirse como ideas de
apoyo a la tesis y también como contraargumentos que invaliden las
posibles objeciones de la parte contraria (recordemos que estaremos
ante un texto único, no ante un diálogo). Se suele hablar aquí de
concesión (se admite parcialmente un argumento contrario para, a
continuación, rebatirlo) y adversación (se anula la concesión).
3.- Tipos de argumentos
según su contenido: nos referimos aquí a una clasificación de los
argumentos de acuerdo con los tópicos en los que se apoya. De este
modo podemos referirnos a:
-Tópico de la
existencia: lo real y existente es preferible a lo no existente, lo
verdadero es preferible a lo falso.
-Tópico de la
utilidad: lo útil y beneficioso es preferible a lo inútil, lo no
perjudicial a lo perjudicial.
-Tópico de la
moralidad: lo que se ajusta a lo moral vigente es preferible a lo que
lo ignora o es inmoral.
- Tópico de la
cantidad: lo más es preferible a lo menos (sea tamaño, precio,
opinión, etc.)
- Tópico de la
calidad: sería el contraargumento del anterior.
Se podrían añadir más
tópicos como el de la belleza, el de la tradición, el del progreso,
el de la novedad, el del placer, etc.
4.- Tipos de argumentos
según su finalidad: si nuestro argumento apunta a la razón,
estamos ante argumentos racionales, que deben basarse en hechos y en
su análisis. Sirven para demostrar la tesis. Si nos fijamos en el
ánimo del receptor, estamos ante argumentos afectivos, que pretenden
conmover al receptor.
En el primer caso, la
argumentación puede ser lógica (fundamentada en relaciones de
causa-efecto, concreto-abstracto, individual-general, acto-finalidad,
condición-resultado, etc.). La forma básica del argumento lógico
es el silogismo. Pero también debemos contemplar en este apartado
los argumentos que se apoyan en el ejemplo (un hecho sirve para
refrendar la tesis) o en un principio general. Otra forma de
argumentación es la que se apoya en el llamado argumento de
autoridad que ha regresado con una intensidad casi delirante en el
mundo académico contemporáneo: lo que alguien dice se relaciona con
su posición (léase, no lo digo yo, lo dice el catedrático de... o
Aristóteles). También puede ser analógica la argumentación, es
decir, se establece una asociación entre el hecho discutido y otro
similar. Se recurre aquí a la comparación, la imagen o la metáfora.
En el caso de la
argumentación afectiva lo que buscamos es la complicidad del
receptor, su benevolencia respecto a nuestros planteamientos. Aquí
se recurre a la ayuda de la retórica y predomina el uso connotativo
de la lengua.