martes, 25 de octubre de 2016

Gramática del texto.

Podríamos definir la llamada gramática del texto, o gramática textual, como aquella que se ocupa del estudio de la estructura y características de los textos. El texto ha de entenderse aquí como la unidad máxima de comunicación, frente al enunciado, que sería la mínima. De este modo podríamos definir el texto como un mensaje más o menos complejo, más o menos extenso, sin límites precisos, un todo que puede reducirse a un simple enunciado, como “Bien”, o componerse de un número indeterminado de estos (caso de una obra literaria, un texto periodístico, una exposición verbal de una teoría científica, etc.). En cualquier caso, la naturaleza del texto es lingüística y esto hace que se apliquen a su estudio niveles de análisis ya conocidos, como el sintáctico o el semántico, pero aquí las unidades mínimas con las que trabajaremos no serán los sintagmas ni las palabras1, sino los enunciados.
En todo texto pueden reconocerse tres niveles estructurales: sintáctico, semántico y pragmático.


Nivel pragmático

El elemento fundamental que debemos considerar en este nivel de análisis es la adecuación del texto, lo que es lo mismo que decir que a la hora de elaborar, o interpretar, un texto hemos de tener en cuenta diversos aspectos relacionados con los elementos que intervienen en un acto comunicativo. El emisor ha de optar por la función o funciones del lenguaje más adecuadas a su intención (expresiva, apelativa, representativa, poética, metalingüística o fática). Otra de las elecciones necesarias tendrá que ver con el código y el canal. Asimismo ha de elegir el nivel de habla que más se ajuste a la situación comunicativa, es decir, formal, culto, coloquial o familiar (no consideramos aquí la posibilidad del nivel vulgar ya que ha de entenderse que quien se ciñe a este nivel no tiene posibilidad de elegir otro distinto). Finalmente, el emisor debe decantarse por alguna de las distintas variedades del discurso posibles: narrativa, dialogada, descriptiva, expositiva o argumentativa.
De la elección correcta en cada caso dependerá la mayor o menor adecuación del texto producido. Es evidente que en un texto real las elecciones del emisor contemplarán distintas posibilidades (más de una función del lenguaje, más de un nivel de habla y más de una variedad del discurso2).


Nivel semántico

Aquí nos ocuparemos de la coherencia del texto, es decir, de la construcción del mismo de acuerdo con la organización de los elementos significativos. La coherencia podemos abordarla desde tres aspectos:
La coherencia global: todo texto suele organizarse en torno a un núcleo temático que es el que informa su unidad. Este núcleo puede denominarse tema. El emisor, por tanto, construye el texto de acuerdo a un asunto central alrededor del cual se organizará.
La coherencia lineal: este concepto tiene relación con la estructuración de las distintas ideas de modo y manera que estas se vinculen de modo ordenado con el asunto central. El emisor tiene la posibilidad de organizar de modos diversos estas unidades significativas, pero siempre procurando que conformen un todo ajustado y orientado por el tema. A este respecto no está de más considerar la necesidad de seleccionar las informaciones que deben utilizarse (ni exceso que provoque un texto abigarrado, ni parquedad que nos lleve a la desinformación o una interpretación errónea); asimismo ha de establecerse una jerarquía de contenidos que dependerá de la intención íntima del emisor o bien tendrá que ver con una organización canónica asentada en la lógica del género literario o del tipo de texto.
La coherencia local: este aspecto se resuelve en las diferentes relaciones semánticas que se establecen entre los enunciados que constituyen el texto. Así, puede hablarse de la implicación lógica que se establece necesariamente en situaciones comunicativas como: “Le compré el libro a Javier, pero este se lo vendió a David”. También hemos de referirnos a la presuposición que impone determinadas restricciones, como en “Pedro llegó el primero a la fiesta” (hemos de suponer que llegaron más personas y que ninguna otra pudo ser la primera, no sería esperable “Y Mariano llegó el primero”). Asimismo ha de tenerse en cuenta nuestro conocimiento del mundo que impide que sean aceptables textos como “La lámpara miró para otro lado al comprobar que, finalmente, ninguno de los invitados se decidía a desearle un feliz año”. Sin embargo, en ocasiones este conocimiento del mundo puede dejarse de lado si el llamado marco del discurso cambia y nos instala en un texto literario.


Nivel sintáctico

Nos ocuparemos ahora de la cohesión del texto. Esta podría definirse como “la red de relaciones entre los distintos elementos y mecanismos formales que manifiestan lingüísticamente la coherencia global y lineal de las ideas de un texto”. La cohesión se afirma sobre determinados procedimientos que el emisor tiene a su alcance para conformar el texto. Pueden distinguirse los siguientes:
Recurrencia: este procedimiento se resuelve en la repetición y permite al emisor dotar al texto de orden y de ritmo. Existen distintos tipos de recurrencia de acuerdo con la naturaleza de los elementos usados:
1) Recurrencia léxica: el emisor recurre a la repetición de una palabra o a la inclusión de un elemento resultado de su derivación o composición. Por ejemplo, “Contemplaba boquiabierto aquella hermosa mujer reclinada en el umbral de la casa. La mujer no reparó en él”; “El sudor le invadía cada pliegue de la camisa: ahora ya era un hombre sudoroso”; “El agua caía con entusiasmo y él, como siempre, había olvidado el paraguas”.
2) Recurrencia semántica: en este caso el emisor utiliza distintas palabras vinculadas entre sí por su significado. Hemos de distinguir cinco casos distintos:
a) Sinonimia: se trata de dos palabras cuyo significado coincide parcialmente. Como “Se fueron juerga toda la noche; aquella farra acabó siendo proverbial”; “Su juicio resultó correcto, incluso Juan lo admitió como acertado”.
b) Antonimia: en este caso estamos ante dos palabras de significados opuestos. Así en “Aquel regalo me parece caro y este barato”; “El alcalde defendía su honradez, pero los tribunales establecieron su indignidad”.
c) Hiperonimia: aquí nos encontramos dos términos, el segundo de los cuales posee un referente más amplio que incluye al primero. Como en “Este pastor alemán es muy fiel, es un perro que siente devoción por su dueño”; “Las novelas de misterio me entusiasman; de hecho, sólo leo libros de ese tipo”.
d) Hiponimia: estamos ante el caso contrario al anterior. Así, en “Las flores eran horribles. No entiendo como pudo regalarle esos claveles”.
e) Asociaciones pragmáticas: con este término nos referimos a conjuntos de palabras cuyos referentes están relacionados, como “estudiante”/ “libro”/ “profesor”/ “aula”/ “examen”, etc.
3) Recurrencia sintáctica: vale lo mismo que decir “paralelismo”, es decir, repetición de estructuras sintácticas que sirven para dotar de ritmo al texto: “No sé cómo decir esto; no sabría cuándo sería más oportuno; nunca sabré, de hecho, dónde debí confesarlo”.
4) Recurrencia fónica: conocida como aliteración, esto es, repetición intencionada y anormal de uno o varios fonemas: “Volvió a beber con parsimonia, viendo, venciendo todos los miedos, sin vacilar, valiente, abiertamente devoto de sus miradas”.
Sustitución: a menudo, para evitar la repetición excesiva de una palabra o de una expresión, hemos de recurrir a variantes que los sustituyan e impidan un uso reiterado de aquellas. Algunos autores denominan a estas variantes ‘proformas’, queriendo significar aquellos elementos lingüísticos cuyo significado es contextual, lo que es lo mismo, que parecen “sustituir” a otro elemento lingüístico del discurso. Aquí entrarían los usos anafóricos, catafóricos y deícticos de algunos pronombres (como los demostrativos o los personales) y de algunos adverbios (como ‘aquí’, ‘allí’, etc.), así como las llamadas palabras ‘baúl’ o ‘comodín’ (del tipo ‘hacer’, ‘cosa’, etc.).
Elipsis: nos referimos con este término a la omisión de elementos lingüísticos que se dan por sabidos. Sirve tanto para evitar repeticiones innecesarias, que lastrarían el texto, como para agilizar el ritmo de este y profundizar en su cohesión: “Los dos hombres se miraron con algo parecido al respeto: no aparentaban conocerse”.
Orden de los constituyentes oracionales: habitualmente la información ya conocida aparece en primer lugar en el decurso (y se denomina tema) y a continuación se introduce la información nueva (conocida como rema), lo cual provoca no pocas veces una alteración del llamado orden natural de los elementos de la oración: “Se ha producido un atentado en Barajas y en él han muerto dos súbditos ecuatorianos”.
Marcadores del discurso: estos elementos (que pueden ser palabras o grupos de palabras) son muy importantes a la hora de elaborar un texto porque afectan de manera notable a su organización, siendo usados para estructurarlo y dotarlo de unidad y cohesión.



Clasificación de los textos

Los textos pueden clasificarse desde distintos puntos de vista, siguiendo criterios diversos. Algunas de estas clasificaciones posibles son las siguientes:
1) Según el código empleado:
a) Verbales: utilizan una lengua natural como código.
b) No verbales: utilizan otros códigos, como el gestual, el icónico, etc.
2) Según la intención del emisor:
a) Informativos: la función del lenguaje predominante es la referencial, caso de los textos como las memorias, los informes, las noticias, etc.
b) Explicativos: también aquí es la función predominante la referencial. Entrarían en este grupo las exposiciones didácticas, conferencias, manuales, reportajes, etc.
c) Persuasivos: la función del lenguaje que predomina en estos textos es la apelativa o conativa. Debemos entender como tales los artículos de opinión, debates, anuncios publicitarios, etc.
d) Prescriptivos: al igual que en los anteriores, en estos la función predominante es la apelativa. Pertenecerían a este grupo los textos que contienen instrucciones, normas, leyes, etc.
e) Estéticos: la función fundamental será en este caso la poética y en este grupo se integrarían los textos literarios.
3) Según la variedad del discurso:
a) Expositivos.
b) Argumentativos.
c) Descriptivos.
d) Narrativos.
e) Dialogados.
4) Según el ámbito temático:
a) Textos científico-técnicos.
b) Textos humanísticos.
c) Textos jurídicos y administrativos.
d) Textos periodísticos.
e) Textos publicitarios.
f) Textos literarios.
De acuerdo con las clasificaciones que acabamos de proponer, nuestro interés se centrará en textos verbales, de intención persuasiva, expositivos o argumentativos, y periodísticos. Obviamente esta concreción no nos debe obnubilar hasta el punto de ignorar la realidad de los textos que, a menudo y en general, comparten características de distintos grupos. Así, en el tipo de textos con los que vamos a trabajar aquí encontraremos elementos informativos, explicativos, prescriptivos y hasta estéticos. Aunque, previsiblemente, predomine la exposición y la argumentación, también encontraremos elementos descriptivos, narrativos o incluso dialogados. Del mismo modo, a pesar de tratarse de textos periodísticos, hallaremos, en algunos de ellos, elementos científico-técnicos, humanísticos, jurídicos y administrativos, y aun publicitarios y literarios.
1Es cierto que la definición de palabra tiene que ver con la escritura y no tanto con la lengua, es decir, no parece responder a criterios llamémoslos científicos cuanto pragmáticos (una palabra es un conjunto de letras escritas entre dos espacios en blanco).

2Lógicamente, el código es uno y el canal también.

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