Podríamos definir la
llamada gramática del texto, o gramática textual,
como aquella que se ocupa del estudio de la estructura y
características de los textos. El texto ha de entenderse aquí como
la unidad máxima de comunicación, frente al enunciado, que sería
la mínima. De este modo podríamos definir el texto como un
mensaje más o menos complejo, más o menos extenso, sin límites
precisos, un todo que puede reducirse a un simple enunciado, como
“Bien”, o componerse de un número indeterminado de estos (caso
de una obra literaria, un texto periodístico, una exposición verbal
de una teoría científica, etc.). En cualquier caso, la naturaleza
del texto es lingüística y esto hace que se apliquen a su estudio
niveles de análisis ya conocidos, como el sintáctico o el
semántico, pero aquí las unidades mínimas con las que trabajaremos
no serán los sintagmas ni las palabras1,
sino los enunciados.
En todo texto pueden
reconocerse tres niveles estructurales: sintáctico, semántico y
pragmático.
Nivel
pragmático
El elemento fundamental
que debemos considerar en este nivel de análisis es la adecuación
del texto, lo que es lo mismo que decir que a la hora de elaborar, o
interpretar, un texto hemos de tener en cuenta diversos aspectos
relacionados con los elementos que intervienen en un acto
comunicativo. El emisor ha de optar por la función o funciones
del lenguaje más adecuadas a su intención (expresiva,
apelativa, representativa, poética, metalingüística o fática).
Otra de las elecciones necesarias tendrá que ver con el código y
el canal. Asimismo ha de elegir el nivel de habla que más
se ajuste a la situación comunicativa, es decir, formal, culto,
coloquial o familiar (no consideramos aquí la posibilidad del nivel
vulgar ya que ha de entenderse que quien se ciñe a este nivel no
tiene posibilidad de elegir otro distinto). Finalmente, el emisor
debe decantarse por alguna de las distintas variedades del
discurso posibles: narrativa, dialogada, descriptiva, expositiva
o argumentativa.
De la elección correcta
en cada caso dependerá la mayor o menor adecuación del texto
producido. Es evidente que en un texto real las elecciones del emisor
contemplarán distintas posibilidades (más de una función del
lenguaje, más de un nivel de habla y más de una variedad del
discurso2).
Nivel
semántico
Aquí nos ocuparemos de
la coherencia del texto, es decir, de la construcción
del mismo de acuerdo con la organización de los elementos
significativos. La coherencia podemos abordarla desde tres aspectos:
La coherencia global:
todo texto suele organizarse en torno a un núcleo temático que es
el que informa su unidad. Este núcleo puede denominarse tema.
El emisor, por tanto, construye el texto de acuerdo a un asunto
central alrededor del cual se organizará.
La coherencia lineal:
este concepto tiene relación con la estructuración de las distintas
ideas de modo y manera que estas se vinculen de modo ordenado con el
asunto central. El emisor tiene la posibilidad de organizar de modos
diversos estas unidades significativas, pero siempre procurando que
conformen un todo ajustado y orientado por el tema. A este respecto
no está de más considerar la necesidad de seleccionar las
informaciones que deben utilizarse (ni exceso que provoque un texto
abigarrado, ni parquedad que nos lleve a la desinformación o una
interpretación errónea); asimismo ha de establecerse una jerarquía
de contenidos que dependerá de la intención íntima del emisor o
bien tendrá que ver con una organización canónica asentada en la
lógica del género literario o del tipo de texto.
La coherencia local:
este aspecto se resuelve en las diferentes relaciones semánticas que
se establecen entre los enunciados que constituyen el texto. Así,
puede hablarse de la implicación lógica que se establece
necesariamente en situaciones comunicativas como: “Le compré el
libro a Javier, pero este se lo vendió a David”. También hemos de
referirnos a la presuposición que impone determinadas
restricciones, como en “Pedro llegó el primero a la fiesta”
(hemos de suponer que llegaron más personas y que ninguna otra pudo
ser la primera, no sería esperable “Y Mariano llegó el primero”).
Asimismo ha de tenerse en cuenta nuestro conocimiento del mundo
que impide que sean aceptables textos como “La lámpara miró para
otro lado al comprobar que, finalmente, ninguno de los invitados se
decidía a desearle un feliz año”. Sin embargo, en ocasiones este
conocimiento del mundo puede dejarse de lado si el llamado marco
del discurso cambia y nos instala en un texto literario.
Nivel
sintáctico
Nos ocuparemos ahora de
la cohesión del texto. Esta podría definirse como “la
red de relaciones entre los distintos elementos y mecanismos formales
que manifiestan lingüísticamente la coherencia global y lineal de
las ideas de un texto”. La cohesión se afirma sobre determinados
procedimientos que el emisor tiene a su alcance para conformar el
texto. Pueden distinguirse los siguientes:
Recurrencia: este
procedimiento se resuelve en la repetición y permite al emisor dotar
al texto de orden y de ritmo. Existen distintos tipos de recurrencia
de acuerdo con la naturaleza de los elementos usados:
1) Recurrencia
léxica: el emisor recurre a la repetición de una palabra o a la
inclusión de un elemento resultado de su derivación o composición.
Por ejemplo, “Contemplaba boquiabierto aquella hermosa mujer
reclinada en el umbral de la casa. La mujer no reparó en él”; “El
sudor le invadía cada pliegue de la camisa: ahora ya era un hombre
sudoroso”; “El agua caía con entusiasmo y él, como siempre,
había olvidado el paraguas”.
2) Recurrencia
semántica: en este caso el emisor utiliza distintas palabras
vinculadas entre sí por su significado. Hemos de distinguir cinco
casos distintos:
a) Sinonimia: se trata
de dos palabras cuyo significado coincide parcialmente. Como “Se
fueron juerga toda la noche; aquella farra acabó siendo proverbial”;
“Su juicio resultó correcto, incluso Juan lo admitió como
acertado”.
b) Antonimia: en este
caso estamos ante dos palabras de significados opuestos. Así en
“Aquel regalo me parece caro y este barato”; “El alcalde
defendía su honradez, pero los tribunales establecieron su
indignidad”.
c) Hiperonimia: aquí
nos encontramos dos términos, el segundo de los cuales posee un
referente más amplio que incluye al primero. Como en “Este pastor
alemán es muy fiel, es un perro que siente devoción por su dueño”;
“Las novelas de misterio me entusiasman; de hecho, sólo leo libros
de ese tipo”.
d) Hiponimia: estamos
ante el caso contrario al anterior. Así, en “Las flores eran
horribles. No entiendo como pudo regalarle esos claveles”.
e) Asociaciones
pragmáticas: con este término nos referimos a conjuntos de palabras
cuyos referentes están relacionados, como “estudiante”/ “libro”/
“profesor”/ “aula”/ “examen”, etc.
3) Recurrencia
sintáctica: vale lo mismo que decir “paralelismo”, es decir,
repetición de estructuras sintácticas que sirven para dotar de
ritmo al texto: “No sé cómo decir esto; no sabría cuándo sería
más oportuno; nunca sabré, de hecho, dónde debí confesarlo”.
4) Recurrencia
fónica: conocida como aliteración, esto es, repetición
intencionada y anormal de uno o varios fonemas: “Volvió a beber
con parsimonia, viendo, venciendo todos los miedos, sin vacilar,
valiente, abiertamente devoto de sus miradas”.
Sustitución: a
menudo, para evitar la repetición excesiva de una palabra o de una
expresión, hemos de recurrir a variantes que los sustituyan e
impidan un uso reiterado de aquellas. Algunos autores denominan a
estas variantes ‘proformas’, queriendo significar aquellos
elementos lingüísticos cuyo significado es contextual, lo que es lo
mismo, que parecen “sustituir” a otro elemento lingüístico del
discurso. Aquí entrarían los usos anafóricos, catafóricos y
deícticos de algunos pronombres (como los demostrativos o los
personales) y de algunos adverbios (como ‘aquí’, ‘allí’,
etc.), así como las llamadas palabras ‘baúl’ o ‘comodín’
(del tipo ‘hacer’, ‘cosa’, etc.).
Elipsis: nos
referimos con este término a la omisión de elementos lingüísticos
que se dan por sabidos. Sirve tanto para evitar repeticiones
innecesarias, que lastrarían el texto, como para agilizar el ritmo
de este y profundizar en su cohesión: “Los dos hombres se miraron
con algo parecido al respeto: no aparentaban conocerse”.
Orden de los
constituyentes oracionales: habitualmente la información ya
conocida aparece en primer lugar en el decurso (y se denomina tema)
y a continuación se introduce la información nueva (conocida como
rema), lo cual provoca no pocas veces una alteración del
llamado orden natural de los elementos de la oración: “Se ha
producido un atentado en Barajas y en él han muerto dos súbditos
ecuatorianos”.
Marcadores del
discurso: estos elementos (que pueden ser palabras o grupos de
palabras) son muy importantes a la hora de elaborar un texto porque
afectan de manera notable a su organización, siendo usados para
estructurarlo y dotarlo de unidad y cohesión.
Clasificación
de los textos
Los textos pueden
clasificarse desde distintos puntos de vista, siguiendo criterios
diversos. Algunas de estas clasificaciones posibles son las
siguientes:
1) Según el código
empleado:
a) Verbales:
utilizan una lengua natural como código.
b) No verbales:
utilizan otros códigos, como el gestual, el icónico, etc.
2) Según la
intención del emisor:
a) Informativos:
la función del lenguaje predominante es la referencial, caso de los
textos como las memorias, los informes, las noticias, etc.
b) Explicativos:
también aquí es la función predominante la referencial. Entrarían
en este grupo las exposiciones didácticas, conferencias, manuales,
reportajes, etc.
c) Persuasivos:
la función del lenguaje que predomina en estos textos es la
apelativa o conativa. Debemos entender como tales los artículos de
opinión, debates, anuncios publicitarios, etc.
d) Prescriptivos:
al igual que en los anteriores, en estos la función predominante es
la apelativa. Pertenecerían a este grupo los textos que contienen
instrucciones, normas, leyes, etc.
e) Estéticos:
la función fundamental será en este caso la poética y en este
grupo se integrarían los textos literarios.
3) Según la variedad
del discurso:
a) Expositivos.
b) Argumentativos.
c) Descriptivos.
d) Narrativos.
e) Dialogados.
4) Según el ámbito
temático:
a) Textos
científico-técnicos.
b) Textos
humanísticos.
c) Textos jurídicos
y administrativos.
d) Textos
periodísticos.
e) Textos
publicitarios.
f) Textos
literarios.
De acuerdo con las
clasificaciones que acabamos de proponer, nuestro interés se
centrará en textos verbales, de intención persuasiva, expositivos o
argumentativos, y periodísticos. Obviamente esta concreción no nos
debe obnubilar hasta el punto de ignorar la realidad de los textos
que, a menudo y en general, comparten características de distintos
grupos. Así, en el tipo de textos con los que vamos a trabajar aquí
encontraremos elementos informativos, explicativos, prescriptivos y
hasta estéticos. Aunque, previsiblemente, predomine la exposición y
la argumentación, también encontraremos elementos descriptivos,
narrativos o incluso dialogados. Del mismo modo, a pesar de tratarse
de textos periodísticos, hallaremos, en algunos de ellos, elementos
científico-técnicos, humanísticos, jurídicos y administrativos, y
aun publicitarios y literarios.
1Es
cierto que la definición de palabra tiene que ver con la escritura
y no tanto con la lengua, es decir, no parece responder a criterios
llamémoslos científicos cuanto pragmáticos (una palabra es un
conjunto de letras escritas entre dos espacios en blanco).
2Lógicamente,
el código es uno y el canal también.
No hay comentarios:
Publicar un comentario