martes, 25 de octubre de 2016

Los textos periodísticos.

En este tipo de textos predominan la exposición y la argumentación. Aunque, como ya hemos escrito arriba, en ellos podremos encontrar elementos narrativos, descriptivos o dialogados.

La exposición

Se entiende como expositivo un texto en el que un emisor pretende dar a conocer una realidad y explicarla. Para ello es necesario un conocimiento suficiente de lo que se pretende transmitir y una estructuración adecuada de las ideas que se presentan al receptor, para de este modo facilitarle su acceso al tema tratado y la comprensión del mismo. En la exposición intervienen diversos factores que hemos de tener en cuenta a la hora de elaborar o de comentar un texto de estas características.

Aspectos pragmáticos
La función del lenguaje que ha de predominar en este tipo de textos es la referencial o representativa. El emisor, por tanto, debe ser objetivo y tratar de ceñirse a la realidad. El texto, asimismo, ha de tender a la claridad, el rigor y la precisión.
De acuerdo con el receptor al que se dirija, el texto será ‘divulgativo’ (será el que aquí nos interesa) o ‘especializado’. El primero tratará temas de interés general y organizará el contenido de forma clara y articulada, evitará los tecnicismos innecesarios y abundará en ejemplos, resúmenes y explicaciones. El segundo se entiende dirigido a expertos en el tema y exigirá al emisor ser minucioso en el uso de los términos y el manejo de los datos expuestos.

Aspectos estructurales
Aunque pueden organizarse de diversas formas, lo más habitual es que estos textos respondan a la conocida fórmula de ‘introducción’ (se presenta el tema y se proponen aquellas informaciones previas necesarias para entender el desarrollo de la exposición), ‘desarrollo’ (aquí se expondrían las ideas, datos y otros elementos que puedan servir a la cabal comprensión de lo expuesto) y ‘conclusión’ (se resuelve, de forma general, en un resumen que sintetiza lo fundamental de lo expuesto).
La ordenación lógica de un texto expositivo puede responder a dos modos generales:
1) Deductivo: de acuerdo con este método partimos de una idea fundamental que iremos desarrollando a lo largo del texto a través de ejemplos, consecuencias, etc. Se podría simplificar este método diciendo que se parte de lo general para llegar a lo particular. En los textos en los que se aplica este tipo de ordenación se puede hablar de estructura analizante.
2) Inductivo: aquí nos encontramos con el caso inverso, partimos de lo particular para llegar a lo general. Desde informaciones diversas se concluye un principio general. También podemos referirnos a este modo como estructura sintetizante.
Los procedimientos más habituales usados en este tipo de textos responden a fórmulas como ‘problema/solución’, ‘causa/efecto’, ‘pregunta/respuesta’, definiciones, descripciones técnicas, enumeración, ejemplificación y comparación, argumentaciones y resumen de ideas.



Aspectos lingüísticos
El uso de la lengua en este tipo de textos hemos de considerarlo desde distintos niveles de análisis.
1) Nivel léxico-semántico: el significado usado es denotativo, en general. Es habitual la utilización de tecnicismos. Los verbos que indican “estado” o “proceso intelectual” predominan sobre los de acción. El adjetivo suele aparecer en forma especificativa, siendo poco esperable la aparición de epítetos.
2) Nivel de sintaxis del texto: es habitual el uso de marcadores del discurso ‘estructuradores de la información’, ‘conectores’ y ‘reformuladores’.
3) Nivel de sintaxis oracional: el tipo de oración dominante en estos textos es la ‘enunciativa’ o ‘aseverativa’. Se tiende al uso de oraciones impersonales y de la llamada ‘pasiva refleja’; tampoco es extraño el recurso al llamado ‘plural de modestia’ (“Nosotros creemos...) y el llamado ‘plural asociativo’ (“Estas cuestiones, como sabemos...). Frente a otro tipo de textos, en estos predomina el uso de oraciones atributivas o copulativas.
4) Nivel morfológico y fonético: los tiempos verbales más usados son el presente de indicativo, con valor intemporal, y el pretérito imperfecto de indicativo.


La argumentación

En este tipo de textos el autor se propone defender una opinión aportando para ello datos, evidencias, razones, en definitiva, todos aquellos elementos que puedan persuadir o convencer al lector de lo atinado o recto de la misma.

Aspectos pragmáticos
Desde este punto de vista hemos de tener en cuenta diversos elementos: la intención comunicativa, el emisor, el receptor y la situación. Respecto a la primera, pueden identificarse aquí al menos tres funciones del lenguaje: la referencial o representativa, puesto que se entiende que se proponen hechos o informaciones que se presuponen objetivas; la apelativa o conativa, ya que se pretende actuar sobre el receptor del mensaje al intentar que éste acepte como propia la tesis planteada; y la expresiva o emotiva, debido a la implicación del emisor en el mensaje.
En lo que se refiere al emisor, este debe intentar ser objetivo y desde esta objetividad postular sus conclusiones como las más acertadas, aunque es difícil evitar una cierta subjetividad: la propia selección de hechos, datos y opiniones la implica, de forma necesaria.
El receptor, en nuestro caso, será siempre un lector de prensa al que se le quiere transmitir una determinada postura ante la realidad o una interpretación de esta. Normalmente, el carácter del medio escrito en el que aparece el texto será el que determine el presumible lector y así no será lo mismo el artículo de opinión de un diario nacional que el de uno regional o local; no será el mismo lector el de una revista de corazón que el de una de política o el de una dirigida al público juvenil.
La situación en la que aparecerá el texto argumentativo que aquí nos interesa será la de un medio de comunicación escrito, es decir, no habrá lugar para la réplica y de ahí que la construcción del texto haya de hacerse teniendo en cuenta las posibles objeciones y rebatiéndolas al tiempo que defendemos nuestra propia tesis.

Aspectos estructurales
En todo texto argumentativo aparecen dos elementos fundamentales: la tesis y el cuerpo argumentativo. La primera es la opinión defendida a propósito de un asunto, es decir, nuestra interpretación, nuestra conclusión. El asunto de un texto es aquello sobre lo que trata (el tema) y la tesis es la opinión del autor sobre dicho asunto. Esta puede explicitarse al inicio o al final del texto o bien aparecer implícita, de modo y manera que sea el lector el que la identifique.
El cuerpo argumentativo está constituido por todos aquellos elementos a los que el autor recurre para apoyar y defender su tesis. Así, puede utilizar argumentos de apoyo a su opinión, concesiones o ideas de la tesis contraria que se admiten provisionalmente, refutaciones de los argumentos contrarios y contraargumentos que invaliden las ideas de la tesis contraria que se hayan admitido previamente.
Como en el caso del método científico, un texto argumentativo puede organizarse de manera inductiva o deductiva. En el primer caso, el autor expone los hechos particulares (que, a menudo, convierte en argumentos, seleccionando aquellos que apoyen su propuesta) y de su análisis e interpretación concluye una tesis. En el procedimiento deductivo, se parte de una idea general que se desarrolla hasta llegar a la tesis concreta que se defienda.
Teniendo esto en cuenta, la apariencia estructural de un texto argumentativo puede ser bastante variada. La tesis puede aparecer al inicio del texto y seguirse de ella todo el aparato argumental, que de alguna manera puede ir repitiéndola. Aparecer al final del texto como conclusión, de modo que se presenta casi como algo indubitable. Podemos también encontrar textos de forma circular que comienzan y terminan con la tesis defendida. Otra manera posible es una variante del primer modelo, repitiendo la tesis reiteradamente a lo largo del texto, creando algo parecido a una anáfora semántica. Y, finalmente, podemos hallar textos en los que se propongan tesis diferentes que se van argumentando simultáneamente creando una estructura paralela. Una propuesta interesante respecto a estos modelos estructurales la encontramos en algunos discursos donde se propone una tesis que se reitera en el discurso y a la que se apoya con argumentos que niegan su validez, resultando de ello la verdad de la tesis contraria.
A menudo nos enfrentaremos a textos estructurados de un modo más o menos normalizado, donde el autor comience por una introducción (en ella puede situar el estado de la cuestión, adelantar una tesis, captar el interés del lector o su aprobación), siga con una exposición de hechos (datos, opiniones contrastadas, etc.), continúe con una argumentación (donde procederá a argumentar su postura e invalidar la contraria; los argumentos pueden disponerse de forma lógica, de modo que unos deriven de otros; o en forma de adición, de modo que apuntalen desde distintas posiciones la tesis) y finalice con una conclusión (que puede sustanciarse en la tesis, en un resumen de las ideas defendidas, etc.).

Aspectos lingüísticos
Tres aspectos fundamentales han de considerarse aquí: la coherencia, la claridad y la influencia afectiva. La primera exigirá al autor una disposición adecuada de los argumentos de modo que no caiga en contradicciones y refuercen la apariencia de verdad de las ideas presentadas. Esta organización coherente contribuirá a la claridad de lo expuesto y facilitará la adhesión del lector. Para ello la distribución del texto en párrafos organizados e interrelacionados a través de los distintos mecanismos de cohesión (en especial los marcadores del discurso) permitirán una mayor efectividad del texto.
Por otro lado se buscará la complicidad del receptor a través de elementos emotivos o afectivos, utilizando las figuras retóricas necesarias, como apelaciones, el famoso recurso de la falsa modestia (que tan bien usase Gonzalo de Berceo), la interrogación retórica, etc.
Desde el punto de vista estrictamente lingüístico es difícil establecer características comunes a los textos de este tipo dada su gran variedad, pero sí se puede anotar que suelen aparecer tecnicismos o que predomina el uso denotativo de la lengua.

Tipos de argumentos y formas de argumentación
1.- Tipos de argumentos según su capacidad persuasiva: los argumentos utilizados han de ser adecuados, es decir, deben ser pertinentes (estar relacionados con la tesis), válidos (estar bien construidos y llevar a la conclusión deseada) y poseer fuerza argumentativa (lo que es lo mismo, ser difíciles de rebatir).
2.- Tipos de argumentos según su función: los argumentos pueden constituirse como ideas de apoyo a la tesis y también como contraargumentos que invaliden las posibles objeciones de la parte contraria (recordemos que estaremos ante un texto único, no ante un diálogo). Se suele hablar aquí de concesión (se admite parcialmente un argumento contrario para, a continuación, rebatirlo) y adversación (se anula la concesión).
3.- Tipos de argumentos según su contenido: nos referimos aquí a una clasificación de los argumentos de acuerdo con los tópicos en los que se apoya. De este modo podemos referirnos a:
-Tópico de la existencia: lo real y existente es preferible a lo no existente, lo verdadero es preferible a lo falso.
-Tópico de la utilidad: lo útil y beneficioso es preferible a lo inútil, lo no perjudicial a lo perjudicial.
-Tópico de la moralidad: lo que se ajusta a lo moral vigente es preferible a lo que lo ignora o es inmoral.
- Tópico de la cantidad: lo más es preferible a lo menos (sea tamaño, precio, opinión, etc.)
- Tópico de la calidad: sería el contraargumento del anterior.
Se podrían añadir más tópicos como el de la belleza, el de la tradición, el del progreso, el de la novedad, el del placer, etc.
4.- Tipos de argumentos según su finalidad: si nuestro argumento apunta a la razón, estamos ante argumentos racionales, que deben basarse en hechos y en su análisis. Sirven para demostrar la tesis. Si nos fijamos en el ánimo del receptor, estamos ante argumentos afectivos, que pretenden conmover al receptor.
En el primer caso, la argumentación puede ser lógica (fundamentada en relaciones de causa-efecto, concreto-abstracto, individual-general, acto-finalidad, condición-resultado, etc.). La forma básica del argumento lógico es el silogismo. Pero también debemos contemplar en este apartado los argumentos que se apoyan en el ejemplo (un hecho sirve para refrendar la tesis) o en un principio general. Otra forma de argumentación es la que se apoya en el llamado argumento de autoridad que ha regresado con una intensidad casi delirante en el mundo académico contemporáneo: lo que alguien dice se relaciona con su posición (léase, no lo digo yo, lo dice el catedrático de... o Aristóteles). También puede ser analógica la argumentación, es decir, se establece una asociación entre el hecho discutido y otro similar. Se recurre aquí a la comparación, la imagen o la metáfora.

En el caso de la argumentación afectiva lo que buscamos es la complicidad del receptor, su benevolencia respecto a nuestros planteamientos. Aquí se recurre a la ayuda de la retórica y predomina el uso connotativo de la lengua.

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