jueves, 22 de septiembre de 2016

Sintaxis de la oración compuesta y compleja.

En un texto anterior nos hemos referido a la oración simple. Se caracteriza ésta por construirse en torno a un núcleo constituido por el único verbo que puede aparecer en ella: en la oración simple sólo hallaremos un verbo conjugado. Cuando comparecen dos o más formas verbales debemos hablar de oraciones compuestas y complejas.


La oración compuesta.-

Utilizamos la expresión oración compuesta para referirnos a oraciones en las que identificamos dos o más verbos sin que ninguno de ellos esté subordinado o dependa de otro elemento. La oración compuesta no es otra cosa que el resultado de la unión de dos o más oraciones simples mediante conjunciones1: de estas oraciones simples decimos que están coordinadas. Así:
A. “Pedro es simpático, pero no me gusta su trabajo”.
B. “Viajó durante su juventud y descansó al envejecer”.
En negrita aparecen marcados los verbos y las conjunciones, características esenciales de la oración compuesta, que no supone ninguna novedad ni plantea ningún problema nuevo ya que lo que estamos analizando ahora siguen siendo oraciones simples.


La oración compleja.-

Se distingue este tipo de oraciones del anterior en el tipo de relaciones que se establece entre las formas verbales presentes en ellas: mientras que en las compuestas las relaciones son de coordinación, en las oraciones complejas las relaciones son de subordinación. De este modo, en las oraciones complejas podemos identificar un único verbo principal en torno al cual se construye la oración. Los demás verbos que puedan aparecer estarán subordinados al verbo principal o a otros elementos de la oración, constituyendo lo que se llama una oración subordinada. De acuerdo con la función sintáctica que realice o, más exactamente, de acuerdo con el elemento por el que pueda ser sustituida, la oración subordinada será sustantiva, adjetiva o adverbial.

La oración subordinada sustantiva: identificaremos como tales aquellas oraciones subordinadas que realicen una función propia del sintagma nominal, como sujeto, complemento directo, complemento indirecto, etc. Los elementos encargados de subordinar al verbo y permitirle realizar estas funciones sintácticas son los siguientes:
- La conjunción subordinante que: “Me dije que no merecía la pena la discusión”; la subordinada sustantiva realiza aquí la función de CD (“Me lo dije”). “Les gusta que esperemos aquí”; en este caso la subordinada lleva a cabo la función de SUJ (“Eso les gusta”).
- El relativo quien, quienes y sus equivalentes “artículo + pronombre relativo que” [el que, la que, lo que, los que, las que]: “Siempre preguntaba quien no lo necesitaba” [“Siempre preguntaba el que no lo necesitaba”]; en ambos casos la subordinada desempeña la función de SUJ (“Siempre preguntaba él/ella”). “Hicimos presidente a quien menos lo merecía” [“Hicimos presidente al que menos lo merecía2]; la función realizada en estos ejemplos es la de CD (“Lo hicimos presidente”).
- El si no condicional: “Todavía no sabemos si participaremos en ese torneo”; la subordinada sustantiva funciona aquí como CD (“Todavía no lo sabemos”). Hemos de fijarnos en el hecho de que este “si” no expresa condición alguna, de ahí su nombre.
- Los relativos tónicos [quién, dónde, cuánto, cómo, cuándo, qué]: veamos los siguientes ejemplos en los que todas las subordinadas realizan la función de CD: “Juan preguntó quién era” (“Juan lo preguntó”); “Nunca supe dónde vivía” (“Nunca lo supe”); “No le digas cuánto ganaste” (“No se lo digas”); “Supo demasiado tarde cómo habían conseguido la victoria” (“Lo supo demasiado tarde”); “Ignoro cuándo se casaron” (“Lo ignoro”); “Por fin averigüé qué deseaban” (“Por fin lo averigüé”).
Si aceptamos que todos los ejemplos que hemos propuesto equivalen a un sustantivo o a un pronombre, hemos de aceptar también que estas mismas subordinadas pueden verse afectadas por los mismos elementos que actúan sobre aquéllos, fundamentalmente las preposiciones. De este modo si es habitual encontrarnos con una oración simple como ésta: “El perro de ese muchacho está enfermo”, podemos pensar en una oración compleja como la siguiente: “El perro de quien tú sabes está enfermo”. Es decir, que allí donde comparezca un sustantivo o un pronombre podemos encontrar una subordinada sustantiva.


La oración subordinada adjetiva: este tipo de oraciones se define por su equivalencia con el adjetivo o, lo que es lo mismo, por realizar funciones sintácticas propias del sintagma adjetivo y, más exactamente, la función de AN. Siempre encontraremos un relativo (pronombre, adjetivo o adverbio) como responsable de la subordinación.
- El pronombre relativo que es el más habitual. Se considera pronombre a este elemento porque realiza una función sustantiva respecto al verbo que subordina. Así, en “Ese primo que vino contigo parece inteligente”, el “que” permite a “vino contigo” funcionar como AN de “Ese primo”, pero, además, es el sujeto de “vino”. Esto es así porque se considera que “que” realiza la misma función sintáctica que llevaría a cabo su antecedente3 respecto al verbo subordinado. En este caso el antecedente de “que” sería “Ese primo”, de modo que si en lugar de “que” apareciese “Ese primo” (“Ese primo vino contigo”), realizaría la función de SUJ, de lo cual deducimos que esa misma función es la de “que”.
- El adjetivo relativo cuyo: éste elemento ha sido relegado a la lengua escrita y es bastante extraño su uso en la lengua oral. Nos referimos a él como adjetivo por ser de este carácter la función sintáctica que realiza dentro de la oración subordinada. Veamos un ejemplo: “Compró una novela cuyo autor es belga”. En este ejemplo, la subordinada adjetiva, “cuyo autor es belga”, funciona como AN de “novela”; dentro ya de la subordinada, “cuyo” realiza la función de AN de “autor”, con el cual concuerda en género y número.
- El adverbio relativo donde: los mismos motivos planteados para “que” y “cuyo” explican el que nos refiramos a “donde” como adverbio. Al igual que los dos anteriores se utiliza para subordinar adjetivamente a un verbo, pero en este caso “donde” realiza una función adverbial respecto al verbo por él subordinado. De este modo en “Compraría la casa donde nací”, “donde nací” funciona como AN de “la casa”, y “donde” realizaría la función de CC respecto a “nací”.


La oración subordinada adverbial: tradicionalmente se entiende por subordinada adverbial aquélla que realiza la función de CC. Sin embargo, si tenemos en cuenta los análisis hecho de oraciones simples recordaremos que no son pocos los casos en los que un sustantivo, un pronombre o un infinitivo realiza esta función, de lo cual hemos de concluir que no siempre que identifiquemos una subordinada funcionando como CC hemos de referirnos a ella como subordinada adverbial, puesto que es posible que se trate de una subordinada sustantiva. Veamos algunos ejemplos:
-A. “Todavía vivo donde me conociste”; “Todavía vivo allí”.
-B. “El negocio salió como yo suponía”; “El negocio salió así”.
-C. “Cambió de país cuando acabó la guerra”; “Cambió de país entonces”.
En estos tres casos encontramos oraciones subordinadas que realizan la función de CC, pero que además serían sustituibles por adverbios.
-D. “Aquí trabajamos para que viváis mejor”; “Aquí trabajamos para eso”.
-E. “Me voy porque ya no te aguanto”; “Me voy por eso”.
También en estos dos casos nos encontramos con subordinadas que realizan la función de CC, pero que no pueden ser sustituidos por adverbios, sino que son sustituidos por “preposición + pronombre”. Por este motivo consideramos más aceptable la denominación “subordinadas circunstanciales” y no “adverbiales”.
También hemos de considerar como subordinadas adverbiales a aquéllas que realicen las funciones de AADJ o AADV, funciones sintácticas propias del SADV. Así, por ejemplo serán adverbiales las subordinadas señaladas con negrita en los siguientes ejemplos:
-F. “Se instaló cerca de donde vivo yo” [AADV].
-G. “Es tan fuerte como decía el periódico” [AADJ].
1En español podemos identificar como conjunciones de coordinación las siguientes formas: y, e, ni, o, sino, pero, mas, aunque, pues, luego. Dispone la lengua, también, de un número no pequeño de locuciones conjuntivas como bien bien, ora ora, etc.
2Observemos que, en estos casos, el uso de “artículo + que” nos permite distinguir el género, cosa que no permite “quien”. Quizá a eso se deba el uso casi generalizado de esta combinación en detrimento de “quien”.

3Se llama antecedente al sustantivo o pronombre al que se refiere “que” y del que toma su significado, y que, a menudo, suele aparecer inmediatamente antes.

miércoles, 21 de septiembre de 2016

Sintaxis del español.

Introducción.-

Antes de afrontar el estudio de la sintaxis del español hemos de plantearnos la definición de un concepto fundamental en sintaxis: sintagma. Se define como la unidad más pequeña de la lengua capaz de realizar una función sintáctica. Es decir, cuando nosotros analizamos oraciones no hacemos otra cosa que identificar sintagmas y averiguar la función sintáctica que realizan o, lo que es lo mismo, identificar las relaciones que se establecen entre sintagmas.
Los sintagmas pueden ser simples, cuando los forman un solo elemento (un sustantivo, un adjetivo, un adverbio, etc.), o complejos, cuando constan de un elemento nuclear y otros que dependen de él. Ejemplos de sintagma simple serían: “libro”, “dulce”, “cerca”, etc. De sintagma complejo serían ejemplos los siguientes: “El libro aburrido”, “muy dulce”, “más cerca”, “El hombre que sabía demasiado”, etc. El análisis sintáctico consiste en la identificación de las funciones de todos los sintagmas simples y complejos que constituyen una oración, de tal modo que una vez establecida la función sintáctica que realiza un sintagma complejo hay que identificar las funciones sintácticas que existen dentro de él hasta llegar a los sintagmas simples.
De acuerdo con las funciones sintácticas que son capaces de realizar podemos distinguir cuatro clases de sintagmas:
* SINTAGMA NOMINAL: es aquel que puede funcionar como SUJ (sujeto), CD (complemento directo), CI (complemento indirecto), SUPL (suplemento)1, CC (complemento circunstancial), etc. Serán sintagmas nominales aquellos cuyo núcleo sea un sustantivo, pronombre o infinitivo. También serán sintagmas nominales las llamadas “subordinadas sustantivas”.
* SINTAGMA ADJETIVO: es aquel que puede funcionar como AN (adyacente de un sustantivo o un pronombre), ATRIB (atributo) y CP (complemento predicativo). Hemos de añadir, contra nosotros mismos, la función sintáctica de DET (determinante) que realizarían, en todos los casos, el artículo y los adjetivos determinativos. Serán sintagmas adjetivos aquellos cuyo núcleo sea un adjetivo o un participio. También hemos de considerar sintagmas adjetivos a las llamadas subordinadas adjetivas.
* SINTAGMA ADVERBIAL: es aquel que puede funcionar como AADJ (adyacente de una adjetivo), AADV (adyacente de un adverbio), ATRIB o CC. Serán sintagmas adverbiales aquellos cuyo núcleo sea un adverbio o un gerundio. Del mismo modo, consideraremos sintagmas adverbiales a las llamadas subordinadas adverbiales.
           * SINTAGMA VERBAL: este sintagma se define por su núcleo, que sólo puede ser un verbo.

A continuación vamos a referirnos a las diferentes funciones sintácticas que se pueden identificar en una oración. Hemos de recordar que las funciones sintácticas son las relaciones que establecemos entre los sintagmas para construir oraciones. No nos detendremos más que lo imprescindible en consideraciones acerca de la morfología y nos centraremos, esencialmente, en las funciones realizadas por los distintos sintagmas y los métodos de descubrimiento de estas funciones.
Diferenciaremos las siguientes funciones: sujeto (SUJ), complemento directo (CD), complemento indirecto (CI), suplemento (SUPL), complemento circunstancial (CC), atributo (ATRIB), adyacente nominal (AN), determinante (DET), adyacente adjetivo (AADJ), adyacente adverbial (AADV) y complemento predicativo (CP). Con la excepción de las funciones de determinante, adyacente nominal, adjetivo y adverbial, todas las demás funciones ponen a un elemento dependiente en relación con un núcleo de carácter verbal, sea este verbo, infinitivo, gerundio o participio. En las de determinante y adyacente nominal encontraremos a un elemento dependiente de un núcleo de carácter nominal; en la de adyacente adjetivo a uno que depende de un núcleo adjetivo; y en la de adyacente adverbial a un sintagma que depende de un adverbio.
Ahora nos ocuparemos de cada una de estas funciones sintácticas, fijándonos en los sintagmas que pueden realizarlas así como en las características que nos permiten su identificación.



Sujeto.-
La función sintáctica de sujeto la realizará siempre un sintagma nominal (SN), es decir un sintagma cuyo núcleo será un nombre sustantivo, un pronombre o un infinitivo. Lo que caracteriza a esta función sintáctica es la concordancia del núcleo del sintagma que creemos sujeto con el verbo del que depende en número y persona. Así, en las siguientes oraciones:
A. “Me gustaban mucho los helados”.
B. “Yo no sabía nada”.
C. “El profesor me aburre mucho”.
Identificaremos como sujetos a “los helados” (A), “yo” (B) y “el profesor” (C). Cualquier variación que introduzcamos en el número o en la persona del sujeto debe ir acompañada de una variación en el verbo, si queremos mantener una estructura gramaticalmente correcta. De este modo obtendríamos lo siguiente:
A. *“Me gustaban mucho el helado2.
A. “Me gustaba mucho el helado”.
B. *“ no sabía nada”.
B: *“Nosotros no sabía nada”.
B: “Nosotros no sabíamos nada”.
C. *“Los profesores me aburre mucho”.
C. “Los profesores me aburren mucho”.
Puede darse el caso, que más arriba hemos mencionado, de que realice la función de sujeto un sintagma nominal cuyo núcleo sea un infinito, elemento de carácter verbal que no varía ni en persona ni en número. En estos casos el verbo del que es sujeto el infinitivo está siempre en tercera persona y singular y no es posible cambiarlo a plural sin dar lugar a una oración inaceptable. En los siguientes casos encontramos dos infinitivos que funcionan como sujeto:
A. “Estudiar es muy divertido”.
B. “Me encanta leer”.
En A. “estudiar” y en B. “leer”. Si ahora ponemos los verbos de ambas frases en plural nos encontramos con esto:
A. *“Estudiar son muy divertido”.
B. *“Me encantan leer”.
Como hemos visto, de algún modo se puede decir que el infinitivo también concuerda con el verbo del que depende al obligarlo a permanecer en singular.
Finalmente, podemos añadir una última característica del sujeto: nunca va precedido de preposición.


Complemento directo.-
Esta función sintáctica la realizan los mismos elementos que la anterior (sintagmas nominales). Reconoceremos a los elementos que la realizan por una característica fundamental: al eliminar un elemento que funciona como complemento directo aparecerá en su lugar un pronombre personal lo, la, los o las, según el género y el número del elemento eliminado. Dicho de otra manera, siempre que un elemento lleve a cabo esta función será posible sustituirlo por uno de los pronombres citados. Parece evidente que en aquellos casos en los que nos encontremos en una oración con alguno de estos pronombres, generalmente habremos de analizarlos como complementos directos.
Cuando el sintagma nominal que desempeña la función de complemento directo tiene como núcleo un infinitivo siempre es sustituible por el pronombre lo, puesto que el infinitivo no tiene ni género ni número y se identificará con el elemento más general o no marcado3. Por ejemplo:
A. “Desea comenzar enseguida”; “Lo desea”.
B. “Eduardo consiguió acabar el libro”; “Eduardo lo consiguió”.
También tenemos que considerar dos casos en los que podemos tener dificultades para identificar la función sintáctica que realizan algunos pronombres. En castellano se permite el leísmo (es decir, el uso del pronombre le, les en lugar de lo, los) para aquellas situaciones en las que con el elemento que funciona como complemento directo nos referimos a un ser humano masculino4. Por ejemplo:
A. “Le llevé al cine”.
B. “María les abrazó entusiasmada”.
En ambos casos le y les han sido usados en lugar de lo y los, y en ambos casos estamos ante un complemento directo. El modo de resolver las dudas en estos casos consiste en sustituir los referentes masculinos por referentes femeninos. Aplicando esta solución a A. y B. tendríamos:
A. “La llevé al cine”.
B. “María las abrazó entusiasmada”.
Hemos comprobado que nos encontrábamos ante dos complementos directos puesto que hemos tenido que usar la y las para referirnos al género femenino y estos pronombres siempre realizan la función de complemento directo.
Algo similar a lo anterior sucede cuando se usan los pronombres personales me, te, se, nos y os. Estos elementos pueden realizar la función de complemento directo o la de complemento indirecto. Para establecer en qué casos realizan una u otra, lo más sencillo es la sustitución del pronombre analizado por la o las, según sea singular o plural. Si es posible la sustitución y se mantiene el sentido de la oración estaremos ante complementos directos. De este modo, fijémonos en las siguiente oraciones:
A. “Mi mamá me mima”.
B. “Te vi en aquella espantosa fiesta”.
C. “Juan me trajo los ejercicios hechos”.
D. “Te pusieron la nota que merecías”.
E. “Mi primo nos llevó al cine”.
F. “El mismo primo nos compró caramelos”.
Si sustituimos todos los pronombres resaltados en negrita por las formas la o las obtendremos las siguientes oraciones:
A. “Mi mamá la mima”.
B. “La vi en aquella espantosa fiesta”.
C. *“Juan la trajo los ejercicios hechos”.
D. *“La pusieron la nota que merecía”.
E. “Mi primo las llevó al cine”.
F. *“El mismo primo las compró caramelos”.
Como hemos visto, las oraciones A., B. y E. son aceptables, es decir, en esos casos estamos ante complementos directos, mientras que en los casos de C., D. y F. los resultados de las sustituciones propuestas son inaceptables y nos indican que estamos ante complementos indirectos. Estos últimos sí admitirían la sustitución por los pronombres propios de esa función:
C. “Juan le trajo los ejercicios hechos”.
D. “Le pusieron la nota que merecía”.
F. “El mismo primo les compró los caramelos”.
El elemento que funciona como complemento directo no suele ir precedido de preposición, pero en algunas ocasiones podremos encontrarnos con que se aparece precedido de la preposición a. Esto sucede cuando es posible que se confunda el elemento que realiza la función de sujeto con aquél que desempeña la de complemento directo, como en la siguiente oración:
A. “El ratón perseguía al gato”; El ratón lo perseguía”5.


Complemento indirecto.-
Entre esta función sintáctica y la anterior existe una estrecha relación, como acabamos de comprobar. Los elementos que pueden realizarla son los mismos que ya hemos señalado para las anteriores.
El elemento que funciona como complemento indirecto aparece, con la única excepción de los pronombres personales le, les, me, te, se, nos y os, siempre precedido de la preposición a. Para identificar un elemento como complemento indirecto hemos de comprobar que es posible sustituirlo por le o les, de acuerdo con el número del elemento analizado. Así, en las siguientes oraciones:
A. “María entregó el libro a la bibliotecaria”; “María le entregó el libro”.
B. “Regalaba sus libros a los mendigos”; “Les regalaba sus libros”.
C. “Esta asignatura me importa poco”; “Esta asignatura le importa poco”.
En la oración C. aparece funcionando como complemento indirecto un pronombre personal. Puede dudarse, como hemos señalado anteriormente, entre esta función y la de complemento directo, pero esta duda queda resuelta al intentar la sustitución de “me” por “la”, sustitución que daría lugar a una oración inaceptable: *“Esta asignatura la importa poco”.
Es posible que encontremos en no pocas oraciones combinaciones idénticas a las propias del complemento indirecto, es decir, un sustantivo o pronombre precedido de la preposición “a”, pero a las que no es posible sustituir por los pronombres le, les. Por ejemplo:
A. “Renunció a la gloria”.
B. “Él recurrió a sus hermanos para el negocio”.
Los resultados de sustituir las combinaciones marcadas en negrita por pronombre da lugar a oraciones agramaticales:
A. *“La renunció”; *“Le renunció”.
B. *“Él los recurrió para su negocio”, *“Él les recurrió para su negocio”.


            Suplemento o complemento régimen.-

         Esta es una de las funciones sintácticas más difíciles de identificar debido a su proximidad formal con la de complemento circunstancial. El sintagma nominal es el único capaz de llevar a cabo esta función. Su apariencia es siempre la de una combinación de preposición más sintagma nominal. Para identificarla como suplemento ha de ser posible poder sustituir la mencionada combinación por la misma preposición más un pronombre. Asimismo es necesario que el sintagma así analizado sea imprescindible para mantener el sentido pleno del sintagma o frase en el que esté. De este modo en:
  1. Nos referiremos a su situación”; “Nos referiremos a ella”.
  2. Recurrió a su familia”; “Recurrió a ella”.
Hemos señalado en negrita los segmentos que responden a las características propias
de esta función.

Complemento circunstancial.-
Esta función sintáctica puede ser realizada por un sintagma nominal (cuyo núcleo puede ser un sustantivo, un pronombre o un infinitivo, normalmente precedidos por una preposición o, incluso, más raramente, por dos)6 o por un sintagma adverbial (cuyo núcleo puede ser un adverbio o un gerundio). El elemento que jamás funciona como complemento circunstancial es el sintagma adjetivo (cuyo núcleo es un adjetivo o un participio).
Esta función sintáctica ha sido y es todavía una especie de cajón de sastre al que van a parar todos elementos a los que no podemos asignar ninguna de las funciones que aquí tratamos. Tanto es así que este método negativo es el que podemos aplicar para identificar un elemento como complemento circunstancial, de modo que llegaremos a él tras desestimar otras opciones.
Los elementos que funcionan como complementos circunstanciales aportan nociones de lugar, modo, tiempo, causa, finalidad, instrumento, etc. Este listado podríamos hacerlo interminable, sólo depende de nuestra capacidad para distinguir posibilidades significativas en las distintas oraciones. Nosotros no hablaremos, en consecuencia de clases de complementos circunstanciales, sino que nos limitaremos a identificar la función con este único nombre.
En las siguientes oraciones todos los elementos señalados en negrita realizan la función de complemento circunstancial:
A. “Se quedó allí”.
B. “Fue al kiosco por los periódicos7.
C. “La caravana pasó por sobre la loma”.
D. “Ahora hay muchas oportunidades”.
E. “Lo perdonó para olvidar su pasado”.
F. “De ti piensa mal”.
G. “El lunes vi esa película en el cine”.
H. “Irrumpió en la clase diciendo tonterías8


Atributo.-
Esta función sintáctica puede ser realizada por todos los sintagmas excepto el verbal. Así podemos encontrar funcionando como atributo a sustantivos, pronombres, infinitivos, adjetivos, participios, adverbios y gerundios. Habitualmente es el sintagma adjetivo (adjetivos y participios) quien desempeña esta función. Veamos ejemplos ilustrativos de lo anterior:
A. “Mi primo es el portero” (sustantivo).
B. “Tú eres éste” (pronombre).
C. “El objetivo es aprobar” (infinitivo).
D. “Ellos no son presentables” (adjetivo).
E. “Vosotros estáis acabados” (participio).
F. “Juan está allí” (adverbio).
G. “El niño está congelándose” (gerundio).
Tres son las características fundamentales de esta función sintáctica: 1) siempre depende de un verbo copulativo (“ser” y “estar”) o pseudocopulativo (“resultar”, “parecer”, “quedar”). Así, en las siguientes oraciones, encontramos:
A. “Los alumnos son buenos”.
B. “Los animales están indefensos”.
C. “El examen resultó sencillo”.
D. “Este chico parece cansado”.
E. “Pedro quedó anonadado”.
2) Siempre es posible sustituir el elemento que funciona como atributo por el pronombre “lo”, independientemente del género y del número del elemento analizado. Si realizamos esta sustitución en la primera serie de ejemplos, obtendríamos:
A. “Mi primo lo es”.
B. “Tú lo eres”.
C. “El objetivo lo es”.
D. “Ellos no lo son”.
E. “Vosotros lo estáis”.
F. “Juan lo está”.
G. “El niño lo está”.
Y 3), si es posible, el elemento que realiza esta función concuerda en género y número con el sujeto de la oración, como en las siguientes oraciones:
A. “Los colores son variados”.
B. “Tus amigas resultan simpáticas”.
C. “Mis alumnos parecen los mejores”.
D. “Mi gato está enfermo”.


Complemento predicativo.-
Esta es una función sintáctica de características similares a la anterior, desde el punto de vista semántico. Se diferencia de ella en que se identifica en oraciones cuyo núcleo es un verbo “predicativo” (es decir, “no copulativo”). También se distingue de la anterior porque los elementos que pueden realizarla se reducen a sintagma nominal y sintagma adjetivo. Asimismo, es imposible sustituir a un segmento que realice esta función por el pronombre “lo”, característica de la función atributo.
El elemento que desempeñe la función de complemento predicativo ha de concordar en género y número con el sujeto o con el complemento directo, ya que con ambas funciones sintácticas se relaciona. Veamos algunos ejemplos en los que aparecen en negrita los elementos que funcionan como complemento predicativo:
A. “Elena saltó la primera”.
B. “El río bajaba turbio”.
C. “Felipe llamó insensatas a las chicas”.
En algunas ocasiones el hablante puede evitar referirse al sujeto, siendo entonces el elemento que desempeña la función de complemento predicativo quien nos informa del género y del número de aquel. Esto no sucede cuando es al complemento directo al que está vinculado el complemento predicativo. Si eliminamos en los ejemplos anteriores los segmentos mencionados, obtendremos:
A. “Saltó la primera” (sabemos que el sujeto es un femenino singular).
B. “Bajaba turbio” (sabemos que el sujeto es un masculino singular).
C. *“Felipe llamó insensatas” (la oración resultante es agramatical, no podemos prescindir del elemento que funciona como complemento directo).


Adyacente nominal, adjetivo y adverbial.-
Identificaremos como adyacente nominal a todos aquellos segmentos que dependan de un sustantivo o un pronombre; como adyacente adjetivo a los que lo hagan de un adjetivo; y como adyacente adverbial a los que dependan de un adverbio. Obsérvese que, con la excepción de estas funciones, todas las demás a las que nos hemos referido arriba relacionan a un elemento dependiente con un núcleo de tipo verbal (verbo, infinitivo, participio o gerundio). De este modo, la característica esencial de estas funciones sintácticas es su dependencia de un núcleo no verbal. Así, en los siguientes ejemplos, todos los elementos en negrita realizan alguna de estas tres funciones sintácticas:
A. “El coche rojo va muy lento” [AN y AADJ].
B. “Uno, cansado de esperar, se marchó” [AN].
C. “El muchacho es demasiado simpático” [AADJ].
D. “Estamos muy cerca de conseguirlo” [AADV].
Si decidiésemos prescindir de los segmentos resaltados, nos daríamos cuenta de que el sentido de la oración no se ve afectado esencialmente:
A. “El coche va lento”.
B. “Uno se marchó”.
C. “El muchacho es simpático”.
D. “Estamos cerca”.
En definitiva, los elementos que realizan la función de adyacente nominal, adjetivo o adverbial, no son imprescindibles para mantener el sentido de la oración en la que aparecen.


Determinante.-
Esta función sintáctica aparece aquí para evitar contradicciones o discusiones innecesarias9. En general, se dice que realizan esta función el artículo y los adjetivos determinativos. Así:
A. “El primo de aquella chica regresó enfermo a su pueblo”.
B. “Renunciaron a sus prebendas”.
Se entiende que los elementos que aparecen en negrita funcionan como determinantes.














1También llamado “Complemento régimen”.
2 El asterisco (*) indica que la oración es incorrecta o inaceptable.
3 Se habla de elemento no marcado para referirse, dentro de una serie, a aquel elemento cuyo significado es más general y se usa en los casos donde desaparecen las diferencias entre los integrantes de la serie. Así, el género masculino es el no marcado en español, pues se usa en situaciones en las que es necesario referirse a un conjunto de elementos femeninos y masculinos, como cuando decimos “los romanos”, para referirnos a todos los ciudadanos de Roma, independientemente de su sexo, su edad o condición.
4 Siempre hay que tener en cuenta que la lengua es una institución social usada por distintas personas y así es posible que encontremos casos de leísmo referidos a animales que para el hablante tienen calidad humana y se refiere a ellos como a iguales.
5 Si la preposición a nos indujese a confusión entre las funciones de complemento directo y complemento indirecto podremos recurrir a la sustitución por los pronombres de complemento directo la o las.
6 En realidad son pocos los sustantivos que pueden realizar la función de complemento circunstancial sin ir precedidos de una preposición, reduciéndose los casos a una serie de términos referidos a nociones temporales, como los nombres de los días de la semana y otros términos como “víspera”, etc.
7 En esta oración son dos los complementos circunstanciales: “al kiosco” y “por los periódicos”.
8 Como en la oración B., dos son los complementos circunstanciales presentes en esta oración: “en la clase” y “diciendo tonterías”.
9 Sería más coherente, y más rentable, entender el artículo como un morfema del sustantivo. De este modo se identificarían como tales combinaciones como “la casa”, “los libros”, “el bueno”, “lo mío”, “el mismo”, etc. Y se entendería que los llamados adjetivos determinativos realizan la función de adyacente nominal. Esto simplificaría la teoría y el análisis tanto morfológico como sintáctico.

martes, 20 de septiembre de 2016

Métrica española.

Métrica española.-


1. Introducción.
El llamado lenguaje literario se resuelve en dos formas de expresión: la prosa y el verso. Ambas participan del uso literario de la lengua y se distinguen, esencialmente, por su disposición en el texto. Si recurrimos a los antiguos, Dionisio de Halicarnaso, diferenciaba la prosa de la poesía por respetar ésta las normas de medida y ritmo, mientras que aquélla no lo hacía, necesariamente, o lo hacía solapadamente. Desde nuestros días, puede afirmarse que el distinguir el verso de la prosa tiene más relación con su apariencia (la prosa suele ocupar casi todo el espacio disponible, mientras que el verso no) que con cualquier otra cosa. Abundando en esta cuestión, se pueden escribir versos y no ser poeta, del mismo modo que no es, necesariamente, un novelista el que nos cuenta una historia en quinientas páginas de prosa.
Desde los orígenes de la literatura occidental el verso se consagró como el campo más adecuado para el hecho literario y en la antigua Grecia en verso se escribieron poemas épicos, tragedias, composiciones líricas o especulaciones filosóficas. En la literatura más reciente, sin embargo, la prosa ha ido asumiendo ese papel dominante, acaso por estar el verso sujeto a distintas normas establecidas y ser la prosa más permisiva1. Estas normas a que aquí hemos aludido son estudiadas por la métrica, “el arte que trata de la medida o estructura de los versos, de sus clases y de las distintas combinaciones que con ellos pueden formarse”, según la R.A.E.2
El estudio métrico comprende tres partes fundamentales: el verso, la estrofa y el poema, de los que nos ocuparemos a continuación.
2. El verso.
El verso puede definirse como un conjunto de palabras, sujetas a medida, ritmo y rima, sometidas a reglas fijas e incluidas entre dos pausas, que ocupa, habitualmente, una línea. Si dejamos de lado los llamados versículos, o versos libres, el verso se fundamenta en tres aspectos que lo identifican:
- La distribución regular de los acentos de las palabras que lo constituyen [ritmo].
- La repetición de los sonidos (total o parcialmente) a partir de la última vocal acentuada, de todos o de algunos de los versos [rima].
- Estar formado por un número de sílabas igual o proporcional al de los versos que lo acompañan [medida].
Fijémonos en el siguiente poema de Rubén Darío:
La princesa está triste
¿Qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan
de su boca de fresa.
Si observamos estos cuatro grupos de palabras, veremos que:
-Algunos acentos están situados en el mismo lugar en todos los grupos: sílabas 3ª y 6ª.
-En los versos 2º y 4º, a partir de la última vocal acentuada, se repiten los mismos fonemas: /ésa/.
- Todos los grupos tienen el mismo número de sílabas: 7.
Podemos decir, por tanto, que este fragmento de un texto de Rubén Darío está compuesto por cuatro versos, porque reúne todas las condiciones necesarias (ritmo, rima y medida) para serlo.
2.1. El acento.
El acento debe considerarse bajo dos aspectos: uno su distribución en el interior del verso; otro su ubicación en la última palabra del verso. Respecto al primero, su distribución suele ser regular, de modo que un poema puede estar constituido por versos endecasílabos cuyos acentos fundamentales recaigan en las sílabas segunda y sexta, llamado por ello endecasílabo heroico, como este verso de Garcilaso de la Vega: “A Dafne ya los brazos le crecían”. Pero esto no significa que no se acentúen más que esas sílabas sino que se considera que en ellas ha de haber acento necesariamente.
Nosotros nos fijaremos en el acento de la última palabra del verso. En español, este acento afecta al cómputo silábico. Se considera que todos los versos han de acentuarse en la penúltima sílaba de modo que si el verso que estudiamos se acentúa en la última (llamado oxítono) ha de sumarse una sílaba a las ya contadas; si el acento recae en la penúltima (verso paroxítono) no hay variación en el cómputo silábico realizado; en el caso de que la última palabra del verso sea esdrújula, es decir, el acento recaiga en la antepenúltima sílaba (verso proparoxítono), ha de restarse una sílaba a las contabilizadas.
Veamos algunos ejemplos:
Más-lim-pio-que-lo_es-tá_el-sól”: 7+1=8 (verso oxítono)
E-sas-puer-tas-se-de-fién-dan”: 8 (verso paroxítono)
A-do-ro-la_her-mo-sú-ra,/y_en-la-mo-der-na_es-té-ti-ca”: 15-1=14 (verso proparoxítono)
2.2. La rima.
La rima puede definirse como “la total o parcial semejanza acústica, entre dos o más versos, de los fonemas situados a partir de la última vocal acentuada”. Esto quiere decir que nos fijamos en los fonemas, no en las letras, de manera que la semejanza entre “primitivo” y “estribo” es total, puesto que las letras “v” y “b” se corresponden con un único fonema /b/. Lo mismo sucedería con “ambages” y “paisajes”, dado que la letra “g” ante “e”, “i”, y la letra “j” se corresponden con el fonema /x/ .
De acuerdo con la mayor o menor coincidencia entre las últimas palabras de los versos, se distinguen dos clases de rima:
1. Consonante (también llamada total o perfecta): a partir de la última vocal acentuada coinciden los fonemas consonánticos y vocálicos. Por ejemplo, la rima de los siguientes versos de Juan Ramón Jiménez es consonante:
Abiertas copas de oro deslumbrádo
sobre la redondez de los verdóres
bajos, que os arrobáis en los colóres
mágicos del poniente enarboládo.
2. Asonante (o parcial o imperfecta o vocálica): en este caso solamente coinciden los fonemas vocálicos. Así, asonante es la rima de estos versos de Jorge Guillén:
Ajustada a la sola
desnudez de tu cuérpo,
entre el aire y la luz
eres puro eleménto.
La rima nos proporciona un nuevo criterio de clasificación de los versos, fijándonos en si se respeta ésta o no. Podemos distinguir cuatro clases de versos:
-Rimados: son aquéllos que sí se adecuan a la rima. Por ejemplo, los siguientes de Jaime Gil de Biedma, de rima asonante:
Es la lluvia sobre el mar.
En la abierta ventana,
contemplándola, descansas
la frente en el cristal.
-Blancos: son los versos que constituyen un poema donde se respeta la medida, pero no la rima. Esto es, podemos encontrar un poema formado por versos de once sílabas, pero sin que exista entre ellos ninguna clase de rima. Sirvan de muestra estos endecasílabos de Rubén Darío:
En el concurso báquico, el primero,
regando rosas y tejiendo danzas,
garrido infante, de Eros por hermoso
émulo y par, risueño aparecía.
-Sueltos: serían iguales a los anteriores, pero éstos forman parte de un texto donde los otros versos sí riman entre sí. Así, en el siguiente fragmento de Sor Juana Inés de la Cruz, serían sueltos los versos primero y tercero, puesto que el segundo y el cuarto riman en asonante:
Con que a mí no es bien mirado
que como a mujer me miren,
pues no soy mujer que a alguno
de mujer pueda servirle.
-Libres: en estos versos se prescinde, al menos aparentemente, de las convenciones de la medida y de la rima. Por ejemplo éstos de Antonio Colinas:
Ya ha llegado la noche, pero aún vemos,
encima de la masa de arbolado,
agitarse el lomo vinoso de las aguas,
el inestable mar.
A pesar de lo escrito arriba, podemos encontrar, de manera excepcional, alguna rima en un poema escrito en versos libres o en versos blancos. Para hablar de rima o de medida ha de ser respetada una estructura, es decir, ha de sistematizarse la repetición, ésta no puede ser casual o excepcional.
2.3. La medida.
El número de sílabas de un verso es uno de los fundamentos de la versificación regular, la cual se asienta, precisamente, en la agrupación de versos de un número determinado de sílabas. A la hora de medir un verso hemos de tener en cuenta tres aspectos:
-El número de sílabas fonológicas.
-El tipo de verso según el acento final (oxítono, paroxítono o proparoxítono).
-Los fenómenos métricos, o licencias, que se permiten al poeta e introducen correcciones en el cómputo.
Nos fijaremos en estas últimas, puesto que las sílabas fonológicas son constantes y lo mismo puede decirse del acento final del verso. Los fenómenos métricos más habituales son la sinalefa, la diéresis y la sinéresis.
La sinalefa consiste en contabilizar como una sola sílaba métrica la sílaba fonológica final de una palabra que finaliza en vocal y la siguiente que comienza por vocal3. De este modo, el siguiente verso de Fray Luis de León tiene trece sílabas fonológicas, pero once métricas al producirse dos sinalefas:
Ten-di-do-yo_a-la-som-bra_es-té-can-tan-do”.
Asimismo pueden unirse tres sílabas fonológicas en una sola sílaba métrica de coincidir una palabra que acaba en vocal, seguida de una palabra constituida por una vocal y, a continuación, una palabra que comienza por vocal, como en este verso de Juan Ramón Jiménez:
Co-mo_a_u-na-mal-di-ción-,es-va-no-em-pe-ño”
La sinéresis consiste en considerar como una sílaba métrica dos sílabas fonológicas, de una misma palabra, cuyas vocales en contacto no constituyen diptongo, es decir, son a, e, o. Así, en el siguiente texto de Dámaso Alonso encontramos este fenómeno en el último verso:
La veleta, la cigarra.
Pero el molino, la hormiga.
Muele pan, molino, muele.
Trenza, veleta, poesía.
Todos los versos son de ocho sílabas y para ello es necesario considerar, en el cuarto, “poe-sí-a”, esto es, la combinación “oe” como un diptongo.
Estos dos fenómenos pueden ser utilizados por el comentarista para ajustar los versos a las medidas que parecen esperables, del mismo modo que hemos de suponer hizo el poeta. Lo que es lo mismo, ambos fenómenos no vienen marcados por ningún rasgo que nos indique la necesidad de considerarlos, es una decisión que hemos de tomar cuando al medir un verso comprobemos que se aparta del número de sílabas esperable, y así habrá casos en los que deberemos entender que se dan sinalefas o sinéresis y otros en que no4.
La diéresis consiste en contabilizar como dos sílabas métricas un diptongo, que constituye una sola sílaba fonológica. En estos casos el poeta se encarga de manifestar su deseo de que así sea considerado el verso escribiendo dos puntos5 sobre una de las vocales, generalmente la débil. En el siguiente verso de Fray Luis de León podemos observar este fenómeno:
Con-sed-in-sa-cï-a-ble”
Seis sílabas fonológicas dan lugar, mediante la diéresis, a un heptasílabo.
Los versos pueden ser clasificados de acuerdo con el número de sílabas que los forman en dos grandes grupos: simples y compuestos. Los primeros serían aquellos que tienen un máximo de once sílabas; los segundos los que tienen doce o más. Dentro de los simples distinguiremos versos de arte menor (hasta ocho sílabas) de los de arte mayor (entre nueve y once sílabas). Estas divisiones no son arbitrarias o caprichosas sino que responden a la realidad fonética del español: cuando hablamos o leemos, el número de sílabas que emitimos entre dos pausas (llamado grupo fónico) oscila entre ocho y once sílabas, de modo que el grupo fónico medio mínimo es de ocho sílabas y señala el límite del arte menor; el grupo fónico medio máximo es de once sílabas y señala el límite de los versos simples; a partir de doce sílabas nos encontraremos ya ante un verso compuesto, que es lo mismo que decir que estos versos están formados por dos versos simples.
Los versos simples de arte menor pueden ser:
-Bisílabos: es éste el verso más corto dado que no puede existir el monosílabo, ya que al ser, necesariamente, el verso oxítono debemos sumarle una sílaba más. Sirva como ejemplo el siguiente poema de César Vallejo:
Ves
lo
que
es

pues
yo
ya
no.

La
cruz
da
luz
sin
fin.
-Trisílabos: se trata de versos de tres sílabas, como éstos de Rubén Darío:
Yo en una
doncella
mi estrella
miré.
-Tetrasílabo: consta de cuatro sílabas. Veamos este ejemplo de Manuel Machado:
De violines
fugitivos
ecos llegan...
-Pentasílabo: formados por cinco sílabas, como éstos de Nicolás Guillén:
Mire la gente,
llamando pasa;
gente en la calle,
gente en la plaza;
ya nadie queda
que esté en su casa.
-Hexasílabo: de seis sílabas, como los escritos por el Marqués de Santillana:
Moça tan fermosa
non vi en la frontera,
como una vaquera
de la Finojosa.
-Heptasílabo: estos versos están formados por siete sílabas. Sirvan como ejemplo los siguientes versos de Gutierre de Cetina:
De tus rubios cabellos,
Dórida ingrata mía,
hizo el amor la cuerda
para el arco homicida.
-Octosílabo: consta de ocho sílabas. Así los utiliza este cantar popular:
Cuéntale al mundo tus dichas,
y no le cuentes tus penas,
que mejor es que te envidien
que no que te compadezcan.
Los versos simples de arte mayor son los siguientes:
-Eneasílabo: verso de nueve sílabas, como los famosos de Rubén Darío:
¡Juventud, divino tesoro,
que te vas para no volver!
Cuando quiero llorar no lloro...
Y, a veces, lloro sin querer.
-Decasílabo: está formado por diez sílabas. Veamos el siguiente ejemplo de Sor Juana Inés de la Cruz:
Dátiles de alabastro tus dedos,
fértiles de tus dos palmas brotan,
frígidos si los ojos los miran,
cálidos si las almas los tocan.
-Endecasílabo: consta de once sílabas, como éstos compuestos por Quevedo:
Retirado en la paz de estos desiertos,
con pocos, pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos
y escucho con mis ojos a los muertos.
Los que hemos llamado versos compuestos deben considerarse como dos versos, llamados hemistiquios, en uno solo, separados por una pausa, llamada cesura. Al disponernos a medir estos versos hemos de tener en cuenta algunas condiciones:
1. La cesura impide la posible sinalefa entre la vocal final del primer hemistiquio y la inicial del siguiente.
2. En el primer hemistiquio se realiza el cómputo silábico teniendo en cuenta el acento de la última palabra que lo forma, como si de un verso simple se tratara.
Los versos compuestos son los siguientes:
-Dodecasílabo: de doce sílabas, siendo los hemistiquios de seis sílabas, o estando formados por hemistiquios de siete y cinco sílabas. Al primer caso corresponden éstos de Rubén Darío:
-¡Oh, Reyes! -les dice- Yo soy una niña
que oyó a los vecinos pastores cantar.
Y desde la próxima florida campiña
miró vuestro regio cortejo pasar.
Al segundo caso (7+5) se corresponden estos versos de Manuel Machado:
Ven,reina de los besos, flor de la orgía,
amante sin amores, sonrisa loca...
Ven, que yo sé la pena de tu alegría
y el rezo de amargura que hay en tu boca.
-Alejandrino: consta de catorce sílabas. Veamos un ejemplo de Gonzalo de Berceo:
Desenparó su casa e quanto que avia,
non disso a ninguno lo que facer querria,
fue pora la eglesia del logar do seya,
plorando de los oios quanto más se podia.
Aunque no son habituales, podemos encontrar versos de más de catorce sílabas: pentadecasílabo (quince sílabas), hexadecasílabo (dieciséis sílabas), heptadecasílabo (diecisiete sílabas), octodecasílabo (dieciocho sílabas), y eneadecasílabo (diecinueve sílabas).
3. La estrofa.
3.1. La estrofa: características.
La estrofa es el resultado de la combinación de dos o más versos (generalmente, hasta diez) que constituyen una estructura fundamentada en las siguientes características6:
-Los versos han de tener medidas iguales o proporcionales, es decir, pueden ser endecasílabos o combinar endecasílabos y heptasílabos, por ejemplo.
-Ha de existir rima entre algunos o todos los versos, de acuerdo a un esquema establecido.
-Normalmente una estrofa suele corresponderse con una unidad sintáctica.
-En una estrofa es necesario que el número y el tipo de cada verso, así como el número y la distribución de las rimas estén en cierta relación, sea fijo y se repita en cada estrofa.
La representación de una estrofa se realiza mediante algunas convenciones:
-Utilizamos un número que indica las sílabas métricas de que consta cada verso
-Una letra, empezando por la “a”, sirve para identificar las rimas, de modo que la primera rima se notará con la “a” en todos los versos en los que aparezca; la segunda con la “b”; y así sucesivamente. Si el verso es de arte menor la letra será minúscula; si es de arte mayor o compuesto, la letra usada será la mayúscula.
-Mediante un guión indicaremos los versos sueltos.
Veamos ahora algunos ejemplos. Garcilaso de la Vega escribe los siguientes versos:
Si de mi baja lira
tanto pudiese el son que en un momento
aplacase la ira
del animoso viento
y la furia del mar y el movimiento.
Esta estrofa la anotaríamos del siguiente modo: 7a, 11B, 7a, 7b, 11B. Por su parte, en Francisco de Aldana podemos leer:
Todo es tranquilidad de fértil mayo,
purísima del sol templada lumbre,
de hielo o de calor sin triste ensayo.
El esquema que le correspondería a esta estrofa sería 11A, 11-, 11A.
3.2. Clases de estrofas.
Salvo en aquellos casos en que así se haga notar, la rima utilizada en las estrofas se considerará siempre consonante.
3.2.1. Estrofas de dos versos:
-Pareado: es la estrofa más sencilla. Consta de dos versos que riman entre sí. Los versos pueden ser de la misma o diferente medida. Veamos un ejemplo de cada caso, el primero de Federico Balart y el segundo de Antonio Machado:
Ya lo ves las canciones que te consagro,
en mi pecho han nacido por un milagro.

Todo necio
confunde valor y precio.
3.2.2. Estrofas de tres versos:
-Terceto: está constituido por tres versos de arte mayor que riman normalmente ABA, como en estos versos de Francisco de Quevedo:
Hacia la tierra inclina tu entereza,
porque lo erguido se promete vano,
y que está sin meollo la cabeza.
Sin embargo, los tercetos suelen constituir series de dos o más, pudiéndose dar todo tipo de combinaciones, siempre y cuando ningún verso quede suelto. Así, podemos hallar combinaciones como ABA-BCB...; o ABC-ABC...; o AAA-BBB...
-Tercerilla: se correspondería con el terceto, pero utilizando versos de arte menor, como en este ejemplo de Villaespesa:
Granada, Granada
de tu poderío
ya no queda nada.
-Soledad: su estructura es como la de la tercerilla, pero su rima es asonante, como podemos comprobar en esta estrofa de Antonio Machado:
El ojo que ve no es
ojo porque tú lo veas;
es ojo porque te ve.
3.2.3. Estrofas de cuatro versos:
-Cuarteto: formado por cuatro versos de arte mayor que se combinan ABBA. Así escribe Jorge Guillén:
Alguna vez me angustia una certeza,
y ante mí se estremece mi futuro.
Acechándole está de pronto un muro
del arrabal final en que tropieza.

-Serventesio:como el anterior, consta de cuatro versos de arte mayor, pero su esquema es ABAB. Sirvan de ejemplo los versos de Diego Hurtado de Mendoza:
Como el triste que a muerte es condenado
gran tiempo ha, y lo sabe y se consuela,
que el uso de vivir siempre en cuidado
hace que no se sienta ni se duela.
-Redondilla: es la estrofa correspondiente al cuarteto, pero formada con versos de arte menor, de modo que responde al esquema abba. Así escribe Antonio Machado:
La tarde más se oscurece;
y el camino que serpea
y débilmente blanquea,
se enturbia y desaparece.
-Cuarteta: se corresponde con el serventesio, pero con versos de arte menor, resultando abab. El mismo Antonio Machado escribió:
Luz del alma, luz divina,
faro, antorcha, estrella, sol...
Un hombre a tientas camina;
lleva a la espalda un farol.
-Cuaderna vía o tetrástrofo monorrimo alejandrino: se trata de una estrofa de cuatro versos compuestos con una sola rima, cuyo esquema es AAAA. En Gonzalo de Berceo es donde más encontraremos este tipo de estrofa, como es este caso:
Vistie a los desnudos, apacie los famnientos,
acogie los romeos que vinien fridolientos,
daba a los errados buenos castigamientos
que se penitenciasen de todos fallimientos.
-Seguidilla: aunque hay distintas combinaciones, la más simple responde al siguiente esquema: 7-, 5a, 7-, 5a. La rima es asonante. Veamos un ejemplo de Federico García Lorca:
Está muerto en el agua,
niña de nieve,
cubierto de nostalgias
y de claveles.
3.2.4. Estrofas de cinco versos:
-Quinteto: consta de cinco versos de arte mayor. La combinación de la rima es a gusto del poeta, con la condición de que no haya tres versos seguidos con la misma rima y de que los dos últimos no formen pareado. Las combinaciones posibles serían: ABABA, ABAAB, ABBAB, AABAB, AABBA. A la cuarta de estas combinaciones se corresponden estos versos de Ricardo Gil:
Desierto está el jardín... De su tardanza
no adivino el motivo... El tiempo avanza...
Duda tenaz, no turbes mi reposo.
Comienza a vacilar mi confianza...
El miedo me hace ser supersticioso.
-Quintilla: responde a las mismas características de la estrofa anterior, pero sus versos son de arte menor. Sirvan como ejemplo estos versos de Lope de Vega:
Los vallados y los hoyos,
en la viñas igualados,
de nieve estaban cuajados,
pareciendo los arroyos
lazos de plata en los prados.
-Lira: consta de dos endecasílabos (el segundo y quinto versos) y tres heptasílabos. Su esquema es aBabB. Así podemos leer en Fray Luis de León:
Despiértenme las aves
con su cantar süave no aprendido,
no los cuidados graves
de que es siempre seguido
quien al ajeno arbitrio está atenido.
3.2.5. Estrofas de seis versos:
-Sextina: consta de seis versos de arte mayor cuya rima queda a gusto del poeta7. Veamos un ejemplo de Fernando de Herrera:
Al bello resplandor de vuestros ojos
mi pecho abrasó Amor en dulce llama
y desató el rigor de fría nieve,
que entorpecía el fuego de mi alma,
y en los estrechos lazos de oro y hebras
sentí preso y sujeto al yugo el cuello.
-Sextilla: responde a las mismas características que la anterior, con la única diferencia de utilizar versos de arte menor. Así la utilizó el Arcipreste de Hita:
Sus fijos e su conpaña
Dios, padre espiritual,
de çeguedat atamaña
guarde e de coyta atal;
sus ganados e cabaña
Sant’Antón guarde de mal.

-Copla de pie quebrado8: consta de cuatro versos octosílabos y dos tetrasílabos o pentasílabos (el tercero y el sexto), y obedece al siguiente esquema: abcabc. Las más conocidas son las compuestas por Jorge Manrique con motivo de la muerte de su padre:
¿Qué se hicieron las damas,
sus tocados, sus vestidos,
sus olores?
¿Qué se hicieron las llamas
de los fuegos encendidos
de amadores?
3.2.6. Estrofas de ocho versos:
-Copla de arte mayor: consta de ocho versos de arte mayor (generalmente dodecasílabos) con la siguiente combinación de rima: ABBAACCA. Veamos un ejemplo de juan de Mena:
Assí lamentaua la pía matrona
al fijo querido que muerto tú viste,
faziéndole encima semblante de triste,
segund al que pare faze la leona;
pues donde podría pensar la persona
los daños que causa la triste demanda
de la discordia el reyno que anda,
donde non gana ninguno corona.
-Octava real: los versos que la constituyen son de arte mayor y su rima responde al siguiente esquema: ABABABCC. Así podemos leer en Luis de Góngora:
Donde espumoso el mar sicilïano
el pie argenta de plata al Lilibeo
(bóveda o de las fraguas de Vulcano,
o tumba de los huesos de Tifeo),
pálidas señas cenizoso un llano
-cuando no del sacrílego deseo-
del duro oficio da. Allí una alta roca
mordaza es a una gruta, de su boca.
3.2.7. Estrofas de diez versos:
-Décima: también llamada décima espinela, está formada por versos octosílabos cuya rima responde al siguiente esquema: abbaaccddc. Un ejemplo lo encontramos en Calderón de la Barca:
Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende;
sueña el que agravia y ofende;
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son
aunque ninguno lo entiende.
4. El poema.
Es una composición en verso que contiene un mensaje completo. Los poemas pueden estar estructurados en estrofas o no, de modo que podríamos clasificarlos en poemas estróficos (los que están constituidos por estrofas) y poemas no estróficos (aquellos que no están estructurados en estrofas.
4.1. Poemas estróficos.
Nos fijaremos en tres tipos: el zéjel, el villancico y el soneto.
- El zéjel: procede de la poesía arábigo-andaluza y aparece en castellano en el siglo XIV. Está formado por versos octosílabos y tiene la siguiente estructura: estribillo (uno o dos versos), mudanza (tres versos monorrimos), vuelta (un verso que rima con el estribillo), resultando el siguiente esquema: aa bbba. Veamos un ejemplo de Gil Vicente:
Dicen que me case yo:
no quiero marido,no.

Más quiero vivir segura
n’esta sierra a mi soltura,
que no estar en ventura
si casare bien o no.

Dicen que me case yo:
no quiero marido, no.

Madre, no seré casada
por no ver vida cansada,
o quizá mal empleada
la gracia que Dios me dió.
-El villancico: Era la canción popular más típica en la Edad Media y ha seguido cultivándose hasta la actualidad. Está escrito en versos hexasílabos u octosílabos. La estructura más frecuente es la siguiente, aunque puede presentar otras, se divide en dos partes: el estribillo (formado por dos, tres o cuatro versos), que se repite a lo largo de todo el poema; y el pie (estrofa de seis o siete versos de los que los últimos riman con el estribillo). Veamos un ejemplo de Miguel de Cervantes:
En los estados de amor,
nadie llega a ser perfecto,
sino el honesto y secreto.

Para llegar al süave
gusto de amor, si se acierta,
es el secreto la puerta,
y la honestidad la llave;
y esta entrada no la sabe
quien presume de discreto,
sino el honesto y secreto.
-El soneto: de origen italiano, después de un intento fallido del Marqués de Santillana, se introduce en España en el Renacimiento. Es el poema estrófico que más fortuna ha tenido a lo largo de la historia de la literatura. Está formado por dos cuartetos y dos tercetos, generalmente endecasílabos, y de rima consonante. El esquema clásico es el siguiente: ABBA ABBA CDC DCD (la estructura de los tercetos admite otras variantes, como CDE CDE, o CDE DCE, etc.). A lo largo del tiempo se han ido introduciendo innovaciones, como cambiar los cuartetos por serventesios (ABAB ABAB), o variar la rima del segundo cuarteto respecto al primero (ABBA CDDC). Fijémonos en el siguiente ejemplo de Luis de Góngora, que responde a la estructura clásica:
Mientras por competir con tu cabello,
oro bruñido, el Sol relumbra en vano,
mientras con menosprecio en medio el llano
mira tu blanca frente el lilio bello;

mientras a cada labio, por cogello,
siguen más ojos que al clavel temprano,
y mientras triunfa con desdén lozano
del luciente cristal tu gentil cuello;

goza cuello, cabello, labio y frente,
antes que lo que fue en tu edad dorada
oro, lilio, clavel, cristal luciente,

no solo en plata o vïola troncada
se vuelva, más tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.
4.2. Poemas no estróficos.
Dos serán los poemas no estróficos que aquí consideraremos: el romance y la silva.
-El romance: está formado por una serie más o menos extensa de versos octosílabos, de los cuales riman los pares en asonante, quedando sueltos los impares. Veamos un fragmento de un romance épico:
En Santa Gadea de Burgos
do juran los hijosdalgo,
allí toma juramento
el Cid al rey castellano
sobre un cerrojo de hierro
y una ballesta de palo.
Las variantes del romance se justifican por el abandono del octosílabo en favor de otros metros. Así, cuando los versos son heptasílabos, el romance se conoce como endecha; si son de menos de siete sílabas, se le denomina romancillo; y si se construye con endecasílabos recibe el nombre de romance heroico.
-La silva: es una serie poética ilimitada en la que se combinan, a voluntad del poeta, versos heptasílabos y endecasílabos, con rima consonante, aunque muchas veces se introducen también versos sueltos. Un ejemplo lo encontramos en Luis de Góngora:
Era del año la estación florida
en que el mentido robador de Europa
-media Luna las armas de su frente,
y el Sol todos los rayos de su pelo-,
luciente honor del cielo,
en campos de zafiro pasce estrellas;
cuando el que ministrar podía la copa
a Júpiter mejor que el garzón de Ida,
-naúfrago y desdeñado, sobre ausente-,
lagrimosas, de amor, dulces querellas
da al mar; que condolido,
fue a las ondas, fue al viento
el mísero gemido,
segundo de Arïón dulce instrumento.





1Si leemos a los poetas de la segunda mitad del siglo XX encontraremos una poesía que, a pesar de aparecer formalmente versificada, nos recuerda mucho el ritmo y la realidad de la prosa.
2Por su parte, Antonio Quilis la define así: “La métrica, como estudio de la versificación, es la parte de la ciencia literaria que se ocupa de la especial conformación rítmica de un contexto lingüístico estructurado en forma de poema”.
3No está demás recordar que la letra “h” al no corresponderse con ningún fonema no impide la sinalefa. Así, en el siguiente verso de Sor Juana Inés de la Cruz, “Te deberé la hermosura”, contamos nueve sílabas fonológicas pero ocho sílabas métricas ya que se produce una sinalefa entre “la” y “hermosura”: “Te-de-be-ré-la_her-mo-su-ra”.
4 El fenómeno más habitual es la sinalefa. Más extraño es necesitar recurrir a la sinéresis.
5 Este signo ortográfico también se llama diéresis.
6En la poesía contemporánea a menudo se prescinde de las reglas que impone la métrica de modo que la estrofa se asocia más con lo que representa el párrafo en la prosa (una cierta unidad de contenido) que con una estructura sujeta a unas normas, que es el caso que aquí consideramos.
7También recibe el nombre de sextina un tipo de poema compuesto por seis estrofas de seis versos endecasílabos y una de tres versos.

8Habitualmente esta estrofa es considerada una variante de la sextilla.