martes, 20 de septiembre de 2016

Métrica española.

Métrica española.-


1. Introducción.
El llamado lenguaje literario se resuelve en dos formas de expresión: la prosa y el verso. Ambas participan del uso literario de la lengua y se distinguen, esencialmente, por su disposición en el texto. Si recurrimos a los antiguos, Dionisio de Halicarnaso, diferenciaba la prosa de la poesía por respetar ésta las normas de medida y ritmo, mientras que aquélla no lo hacía, necesariamente, o lo hacía solapadamente. Desde nuestros días, puede afirmarse que el distinguir el verso de la prosa tiene más relación con su apariencia (la prosa suele ocupar casi todo el espacio disponible, mientras que el verso no) que con cualquier otra cosa. Abundando en esta cuestión, se pueden escribir versos y no ser poeta, del mismo modo que no es, necesariamente, un novelista el que nos cuenta una historia en quinientas páginas de prosa.
Desde los orígenes de la literatura occidental el verso se consagró como el campo más adecuado para el hecho literario y en la antigua Grecia en verso se escribieron poemas épicos, tragedias, composiciones líricas o especulaciones filosóficas. En la literatura más reciente, sin embargo, la prosa ha ido asumiendo ese papel dominante, acaso por estar el verso sujeto a distintas normas establecidas y ser la prosa más permisiva1. Estas normas a que aquí hemos aludido son estudiadas por la métrica, “el arte que trata de la medida o estructura de los versos, de sus clases y de las distintas combinaciones que con ellos pueden formarse”, según la R.A.E.2
El estudio métrico comprende tres partes fundamentales: el verso, la estrofa y el poema, de los que nos ocuparemos a continuación.
2. El verso.
El verso puede definirse como un conjunto de palabras, sujetas a medida, ritmo y rima, sometidas a reglas fijas e incluidas entre dos pausas, que ocupa, habitualmente, una línea. Si dejamos de lado los llamados versículos, o versos libres, el verso se fundamenta en tres aspectos que lo identifican:
- La distribución regular de los acentos de las palabras que lo constituyen [ritmo].
- La repetición de los sonidos (total o parcialmente) a partir de la última vocal acentuada, de todos o de algunos de los versos [rima].
- Estar formado por un número de sílabas igual o proporcional al de los versos que lo acompañan [medida].
Fijémonos en el siguiente poema de Rubén Darío:
La princesa está triste
¿Qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan
de su boca de fresa.
Si observamos estos cuatro grupos de palabras, veremos que:
-Algunos acentos están situados en el mismo lugar en todos los grupos: sílabas 3ª y 6ª.
-En los versos 2º y 4º, a partir de la última vocal acentuada, se repiten los mismos fonemas: /ésa/.
- Todos los grupos tienen el mismo número de sílabas: 7.
Podemos decir, por tanto, que este fragmento de un texto de Rubén Darío está compuesto por cuatro versos, porque reúne todas las condiciones necesarias (ritmo, rima y medida) para serlo.
2.1. El acento.
El acento debe considerarse bajo dos aspectos: uno su distribución en el interior del verso; otro su ubicación en la última palabra del verso. Respecto al primero, su distribución suele ser regular, de modo que un poema puede estar constituido por versos endecasílabos cuyos acentos fundamentales recaigan en las sílabas segunda y sexta, llamado por ello endecasílabo heroico, como este verso de Garcilaso de la Vega: “A Dafne ya los brazos le crecían”. Pero esto no significa que no se acentúen más que esas sílabas sino que se considera que en ellas ha de haber acento necesariamente.
Nosotros nos fijaremos en el acento de la última palabra del verso. En español, este acento afecta al cómputo silábico. Se considera que todos los versos han de acentuarse en la penúltima sílaba de modo que si el verso que estudiamos se acentúa en la última (llamado oxítono) ha de sumarse una sílaba a las ya contadas; si el acento recae en la penúltima (verso paroxítono) no hay variación en el cómputo silábico realizado; en el caso de que la última palabra del verso sea esdrújula, es decir, el acento recaiga en la antepenúltima sílaba (verso proparoxítono), ha de restarse una sílaba a las contabilizadas.
Veamos algunos ejemplos:
Más-lim-pio-que-lo_es-tá_el-sól”: 7+1=8 (verso oxítono)
E-sas-puer-tas-se-de-fién-dan”: 8 (verso paroxítono)
A-do-ro-la_her-mo-sú-ra,/y_en-la-mo-der-na_es-té-ti-ca”: 15-1=14 (verso proparoxítono)
2.2. La rima.
La rima puede definirse como “la total o parcial semejanza acústica, entre dos o más versos, de los fonemas situados a partir de la última vocal acentuada”. Esto quiere decir que nos fijamos en los fonemas, no en las letras, de manera que la semejanza entre “primitivo” y “estribo” es total, puesto que las letras “v” y “b” se corresponden con un único fonema /b/. Lo mismo sucedería con “ambages” y “paisajes”, dado que la letra “g” ante “e”, “i”, y la letra “j” se corresponden con el fonema /x/ .
De acuerdo con la mayor o menor coincidencia entre las últimas palabras de los versos, se distinguen dos clases de rima:
1. Consonante (también llamada total o perfecta): a partir de la última vocal acentuada coinciden los fonemas consonánticos y vocálicos. Por ejemplo, la rima de los siguientes versos de Juan Ramón Jiménez es consonante:
Abiertas copas de oro deslumbrádo
sobre la redondez de los verdóres
bajos, que os arrobáis en los colóres
mágicos del poniente enarboládo.
2. Asonante (o parcial o imperfecta o vocálica): en este caso solamente coinciden los fonemas vocálicos. Así, asonante es la rima de estos versos de Jorge Guillén:
Ajustada a la sola
desnudez de tu cuérpo,
entre el aire y la luz
eres puro eleménto.
La rima nos proporciona un nuevo criterio de clasificación de los versos, fijándonos en si se respeta ésta o no. Podemos distinguir cuatro clases de versos:
-Rimados: son aquéllos que sí se adecuan a la rima. Por ejemplo, los siguientes de Jaime Gil de Biedma, de rima asonante:
Es la lluvia sobre el mar.
En la abierta ventana,
contemplándola, descansas
la frente en el cristal.
-Blancos: son los versos que constituyen un poema donde se respeta la medida, pero no la rima. Esto es, podemos encontrar un poema formado por versos de once sílabas, pero sin que exista entre ellos ninguna clase de rima. Sirvan de muestra estos endecasílabos de Rubén Darío:
En el concurso báquico, el primero,
regando rosas y tejiendo danzas,
garrido infante, de Eros por hermoso
émulo y par, risueño aparecía.
-Sueltos: serían iguales a los anteriores, pero éstos forman parte de un texto donde los otros versos sí riman entre sí. Así, en el siguiente fragmento de Sor Juana Inés de la Cruz, serían sueltos los versos primero y tercero, puesto que el segundo y el cuarto riman en asonante:
Con que a mí no es bien mirado
que como a mujer me miren,
pues no soy mujer que a alguno
de mujer pueda servirle.
-Libres: en estos versos se prescinde, al menos aparentemente, de las convenciones de la medida y de la rima. Por ejemplo éstos de Antonio Colinas:
Ya ha llegado la noche, pero aún vemos,
encima de la masa de arbolado,
agitarse el lomo vinoso de las aguas,
el inestable mar.
A pesar de lo escrito arriba, podemos encontrar, de manera excepcional, alguna rima en un poema escrito en versos libres o en versos blancos. Para hablar de rima o de medida ha de ser respetada una estructura, es decir, ha de sistematizarse la repetición, ésta no puede ser casual o excepcional.
2.3. La medida.
El número de sílabas de un verso es uno de los fundamentos de la versificación regular, la cual se asienta, precisamente, en la agrupación de versos de un número determinado de sílabas. A la hora de medir un verso hemos de tener en cuenta tres aspectos:
-El número de sílabas fonológicas.
-El tipo de verso según el acento final (oxítono, paroxítono o proparoxítono).
-Los fenómenos métricos, o licencias, que se permiten al poeta e introducen correcciones en el cómputo.
Nos fijaremos en estas últimas, puesto que las sílabas fonológicas son constantes y lo mismo puede decirse del acento final del verso. Los fenómenos métricos más habituales son la sinalefa, la diéresis y la sinéresis.
La sinalefa consiste en contabilizar como una sola sílaba métrica la sílaba fonológica final de una palabra que finaliza en vocal y la siguiente que comienza por vocal3. De este modo, el siguiente verso de Fray Luis de León tiene trece sílabas fonológicas, pero once métricas al producirse dos sinalefas:
Ten-di-do-yo_a-la-som-bra_es-té-can-tan-do”.
Asimismo pueden unirse tres sílabas fonológicas en una sola sílaba métrica de coincidir una palabra que acaba en vocal, seguida de una palabra constituida por una vocal y, a continuación, una palabra que comienza por vocal, como en este verso de Juan Ramón Jiménez:
Co-mo_a_u-na-mal-di-ción-,es-va-no-em-pe-ño”
La sinéresis consiste en considerar como una sílaba métrica dos sílabas fonológicas, de una misma palabra, cuyas vocales en contacto no constituyen diptongo, es decir, son a, e, o. Así, en el siguiente texto de Dámaso Alonso encontramos este fenómeno en el último verso:
La veleta, la cigarra.
Pero el molino, la hormiga.
Muele pan, molino, muele.
Trenza, veleta, poesía.
Todos los versos son de ocho sílabas y para ello es necesario considerar, en el cuarto, “poe-sí-a”, esto es, la combinación “oe” como un diptongo.
Estos dos fenómenos pueden ser utilizados por el comentarista para ajustar los versos a las medidas que parecen esperables, del mismo modo que hemos de suponer hizo el poeta. Lo que es lo mismo, ambos fenómenos no vienen marcados por ningún rasgo que nos indique la necesidad de considerarlos, es una decisión que hemos de tomar cuando al medir un verso comprobemos que se aparta del número de sílabas esperable, y así habrá casos en los que deberemos entender que se dan sinalefas o sinéresis y otros en que no4.
La diéresis consiste en contabilizar como dos sílabas métricas un diptongo, que constituye una sola sílaba fonológica. En estos casos el poeta se encarga de manifestar su deseo de que así sea considerado el verso escribiendo dos puntos5 sobre una de las vocales, generalmente la débil. En el siguiente verso de Fray Luis de León podemos observar este fenómeno:
Con-sed-in-sa-cï-a-ble”
Seis sílabas fonológicas dan lugar, mediante la diéresis, a un heptasílabo.
Los versos pueden ser clasificados de acuerdo con el número de sílabas que los forman en dos grandes grupos: simples y compuestos. Los primeros serían aquellos que tienen un máximo de once sílabas; los segundos los que tienen doce o más. Dentro de los simples distinguiremos versos de arte menor (hasta ocho sílabas) de los de arte mayor (entre nueve y once sílabas). Estas divisiones no son arbitrarias o caprichosas sino que responden a la realidad fonética del español: cuando hablamos o leemos, el número de sílabas que emitimos entre dos pausas (llamado grupo fónico) oscila entre ocho y once sílabas, de modo que el grupo fónico medio mínimo es de ocho sílabas y señala el límite del arte menor; el grupo fónico medio máximo es de once sílabas y señala el límite de los versos simples; a partir de doce sílabas nos encontraremos ya ante un verso compuesto, que es lo mismo que decir que estos versos están formados por dos versos simples.
Los versos simples de arte menor pueden ser:
-Bisílabos: es éste el verso más corto dado que no puede existir el monosílabo, ya que al ser, necesariamente, el verso oxítono debemos sumarle una sílaba más. Sirva como ejemplo el siguiente poema de César Vallejo:
Ves
lo
que
es

pues
yo
ya
no.

La
cruz
da
luz
sin
fin.
-Trisílabos: se trata de versos de tres sílabas, como éstos de Rubén Darío:
Yo en una
doncella
mi estrella
miré.
-Tetrasílabo: consta de cuatro sílabas. Veamos este ejemplo de Manuel Machado:
De violines
fugitivos
ecos llegan...
-Pentasílabo: formados por cinco sílabas, como éstos de Nicolás Guillén:
Mire la gente,
llamando pasa;
gente en la calle,
gente en la plaza;
ya nadie queda
que esté en su casa.
-Hexasílabo: de seis sílabas, como los escritos por el Marqués de Santillana:
Moça tan fermosa
non vi en la frontera,
como una vaquera
de la Finojosa.
-Heptasílabo: estos versos están formados por siete sílabas. Sirvan como ejemplo los siguientes versos de Gutierre de Cetina:
De tus rubios cabellos,
Dórida ingrata mía,
hizo el amor la cuerda
para el arco homicida.
-Octosílabo: consta de ocho sílabas. Así los utiliza este cantar popular:
Cuéntale al mundo tus dichas,
y no le cuentes tus penas,
que mejor es que te envidien
que no que te compadezcan.
Los versos simples de arte mayor son los siguientes:
-Eneasílabo: verso de nueve sílabas, como los famosos de Rubén Darío:
¡Juventud, divino tesoro,
que te vas para no volver!
Cuando quiero llorar no lloro...
Y, a veces, lloro sin querer.
-Decasílabo: está formado por diez sílabas. Veamos el siguiente ejemplo de Sor Juana Inés de la Cruz:
Dátiles de alabastro tus dedos,
fértiles de tus dos palmas brotan,
frígidos si los ojos los miran,
cálidos si las almas los tocan.
-Endecasílabo: consta de once sílabas, como éstos compuestos por Quevedo:
Retirado en la paz de estos desiertos,
con pocos, pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos
y escucho con mis ojos a los muertos.
Los que hemos llamado versos compuestos deben considerarse como dos versos, llamados hemistiquios, en uno solo, separados por una pausa, llamada cesura. Al disponernos a medir estos versos hemos de tener en cuenta algunas condiciones:
1. La cesura impide la posible sinalefa entre la vocal final del primer hemistiquio y la inicial del siguiente.
2. En el primer hemistiquio se realiza el cómputo silábico teniendo en cuenta el acento de la última palabra que lo forma, como si de un verso simple se tratara.
Los versos compuestos son los siguientes:
-Dodecasílabo: de doce sílabas, siendo los hemistiquios de seis sílabas, o estando formados por hemistiquios de siete y cinco sílabas. Al primer caso corresponden éstos de Rubén Darío:
-¡Oh, Reyes! -les dice- Yo soy una niña
que oyó a los vecinos pastores cantar.
Y desde la próxima florida campiña
miró vuestro regio cortejo pasar.
Al segundo caso (7+5) se corresponden estos versos de Manuel Machado:
Ven,reina de los besos, flor de la orgía,
amante sin amores, sonrisa loca...
Ven, que yo sé la pena de tu alegría
y el rezo de amargura que hay en tu boca.
-Alejandrino: consta de catorce sílabas. Veamos un ejemplo de Gonzalo de Berceo:
Desenparó su casa e quanto que avia,
non disso a ninguno lo que facer querria,
fue pora la eglesia del logar do seya,
plorando de los oios quanto más se podia.
Aunque no son habituales, podemos encontrar versos de más de catorce sílabas: pentadecasílabo (quince sílabas), hexadecasílabo (dieciséis sílabas), heptadecasílabo (diecisiete sílabas), octodecasílabo (dieciocho sílabas), y eneadecasílabo (diecinueve sílabas).
3. La estrofa.
3.1. La estrofa: características.
La estrofa es el resultado de la combinación de dos o más versos (generalmente, hasta diez) que constituyen una estructura fundamentada en las siguientes características6:
-Los versos han de tener medidas iguales o proporcionales, es decir, pueden ser endecasílabos o combinar endecasílabos y heptasílabos, por ejemplo.
-Ha de existir rima entre algunos o todos los versos, de acuerdo a un esquema establecido.
-Normalmente una estrofa suele corresponderse con una unidad sintáctica.
-En una estrofa es necesario que el número y el tipo de cada verso, así como el número y la distribución de las rimas estén en cierta relación, sea fijo y se repita en cada estrofa.
La representación de una estrofa se realiza mediante algunas convenciones:
-Utilizamos un número que indica las sílabas métricas de que consta cada verso
-Una letra, empezando por la “a”, sirve para identificar las rimas, de modo que la primera rima se notará con la “a” en todos los versos en los que aparezca; la segunda con la “b”; y así sucesivamente. Si el verso es de arte menor la letra será minúscula; si es de arte mayor o compuesto, la letra usada será la mayúscula.
-Mediante un guión indicaremos los versos sueltos.
Veamos ahora algunos ejemplos. Garcilaso de la Vega escribe los siguientes versos:
Si de mi baja lira
tanto pudiese el son que en un momento
aplacase la ira
del animoso viento
y la furia del mar y el movimiento.
Esta estrofa la anotaríamos del siguiente modo: 7a, 11B, 7a, 7b, 11B. Por su parte, en Francisco de Aldana podemos leer:
Todo es tranquilidad de fértil mayo,
purísima del sol templada lumbre,
de hielo o de calor sin triste ensayo.
El esquema que le correspondería a esta estrofa sería 11A, 11-, 11A.
3.2. Clases de estrofas.
Salvo en aquellos casos en que así se haga notar, la rima utilizada en las estrofas se considerará siempre consonante.
3.2.1. Estrofas de dos versos:
-Pareado: es la estrofa más sencilla. Consta de dos versos que riman entre sí. Los versos pueden ser de la misma o diferente medida. Veamos un ejemplo de cada caso, el primero de Federico Balart y el segundo de Antonio Machado:
Ya lo ves las canciones que te consagro,
en mi pecho han nacido por un milagro.

Todo necio
confunde valor y precio.
3.2.2. Estrofas de tres versos:
-Terceto: está constituido por tres versos de arte mayor que riman normalmente ABA, como en estos versos de Francisco de Quevedo:
Hacia la tierra inclina tu entereza,
porque lo erguido se promete vano,
y que está sin meollo la cabeza.
Sin embargo, los tercetos suelen constituir series de dos o más, pudiéndose dar todo tipo de combinaciones, siempre y cuando ningún verso quede suelto. Así, podemos hallar combinaciones como ABA-BCB...; o ABC-ABC...; o AAA-BBB...
-Tercerilla: se correspondería con el terceto, pero utilizando versos de arte menor, como en este ejemplo de Villaespesa:
Granada, Granada
de tu poderío
ya no queda nada.
-Soledad: su estructura es como la de la tercerilla, pero su rima es asonante, como podemos comprobar en esta estrofa de Antonio Machado:
El ojo que ve no es
ojo porque tú lo veas;
es ojo porque te ve.
3.2.3. Estrofas de cuatro versos:
-Cuarteto: formado por cuatro versos de arte mayor que se combinan ABBA. Así escribe Jorge Guillén:
Alguna vez me angustia una certeza,
y ante mí se estremece mi futuro.
Acechándole está de pronto un muro
del arrabal final en que tropieza.

-Serventesio:como el anterior, consta de cuatro versos de arte mayor, pero su esquema es ABAB. Sirvan de ejemplo los versos de Diego Hurtado de Mendoza:
Como el triste que a muerte es condenado
gran tiempo ha, y lo sabe y se consuela,
que el uso de vivir siempre en cuidado
hace que no se sienta ni se duela.
-Redondilla: es la estrofa correspondiente al cuarteto, pero formada con versos de arte menor, de modo que responde al esquema abba. Así escribe Antonio Machado:
La tarde más se oscurece;
y el camino que serpea
y débilmente blanquea,
se enturbia y desaparece.
-Cuarteta: se corresponde con el serventesio, pero con versos de arte menor, resultando abab. El mismo Antonio Machado escribió:
Luz del alma, luz divina,
faro, antorcha, estrella, sol...
Un hombre a tientas camina;
lleva a la espalda un farol.
-Cuaderna vía o tetrástrofo monorrimo alejandrino: se trata de una estrofa de cuatro versos compuestos con una sola rima, cuyo esquema es AAAA. En Gonzalo de Berceo es donde más encontraremos este tipo de estrofa, como es este caso:
Vistie a los desnudos, apacie los famnientos,
acogie los romeos que vinien fridolientos,
daba a los errados buenos castigamientos
que se penitenciasen de todos fallimientos.
-Seguidilla: aunque hay distintas combinaciones, la más simple responde al siguiente esquema: 7-, 5a, 7-, 5a. La rima es asonante. Veamos un ejemplo de Federico García Lorca:
Está muerto en el agua,
niña de nieve,
cubierto de nostalgias
y de claveles.
3.2.4. Estrofas de cinco versos:
-Quinteto: consta de cinco versos de arte mayor. La combinación de la rima es a gusto del poeta, con la condición de que no haya tres versos seguidos con la misma rima y de que los dos últimos no formen pareado. Las combinaciones posibles serían: ABABA, ABAAB, ABBAB, AABAB, AABBA. A la cuarta de estas combinaciones se corresponden estos versos de Ricardo Gil:
Desierto está el jardín... De su tardanza
no adivino el motivo... El tiempo avanza...
Duda tenaz, no turbes mi reposo.
Comienza a vacilar mi confianza...
El miedo me hace ser supersticioso.
-Quintilla: responde a las mismas características de la estrofa anterior, pero sus versos son de arte menor. Sirvan como ejemplo estos versos de Lope de Vega:
Los vallados y los hoyos,
en la viñas igualados,
de nieve estaban cuajados,
pareciendo los arroyos
lazos de plata en los prados.
-Lira: consta de dos endecasílabos (el segundo y quinto versos) y tres heptasílabos. Su esquema es aBabB. Así podemos leer en Fray Luis de León:
Despiértenme las aves
con su cantar süave no aprendido,
no los cuidados graves
de que es siempre seguido
quien al ajeno arbitrio está atenido.
3.2.5. Estrofas de seis versos:
-Sextina: consta de seis versos de arte mayor cuya rima queda a gusto del poeta7. Veamos un ejemplo de Fernando de Herrera:
Al bello resplandor de vuestros ojos
mi pecho abrasó Amor en dulce llama
y desató el rigor de fría nieve,
que entorpecía el fuego de mi alma,
y en los estrechos lazos de oro y hebras
sentí preso y sujeto al yugo el cuello.
-Sextilla: responde a las mismas características que la anterior, con la única diferencia de utilizar versos de arte menor. Así la utilizó el Arcipreste de Hita:
Sus fijos e su conpaña
Dios, padre espiritual,
de çeguedat atamaña
guarde e de coyta atal;
sus ganados e cabaña
Sant’Antón guarde de mal.

-Copla de pie quebrado8: consta de cuatro versos octosílabos y dos tetrasílabos o pentasílabos (el tercero y el sexto), y obedece al siguiente esquema: abcabc. Las más conocidas son las compuestas por Jorge Manrique con motivo de la muerte de su padre:
¿Qué se hicieron las damas,
sus tocados, sus vestidos,
sus olores?
¿Qué se hicieron las llamas
de los fuegos encendidos
de amadores?
3.2.6. Estrofas de ocho versos:
-Copla de arte mayor: consta de ocho versos de arte mayor (generalmente dodecasílabos) con la siguiente combinación de rima: ABBAACCA. Veamos un ejemplo de juan de Mena:
Assí lamentaua la pía matrona
al fijo querido que muerto tú viste,
faziéndole encima semblante de triste,
segund al que pare faze la leona;
pues donde podría pensar la persona
los daños que causa la triste demanda
de la discordia el reyno que anda,
donde non gana ninguno corona.
-Octava real: los versos que la constituyen son de arte mayor y su rima responde al siguiente esquema: ABABABCC. Así podemos leer en Luis de Góngora:
Donde espumoso el mar sicilïano
el pie argenta de plata al Lilibeo
(bóveda o de las fraguas de Vulcano,
o tumba de los huesos de Tifeo),
pálidas señas cenizoso un llano
-cuando no del sacrílego deseo-
del duro oficio da. Allí una alta roca
mordaza es a una gruta, de su boca.
3.2.7. Estrofas de diez versos:
-Décima: también llamada décima espinela, está formada por versos octosílabos cuya rima responde al siguiente esquema: abbaaccddc. Un ejemplo lo encontramos en Calderón de la Barca:
Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende;
sueña el que agravia y ofende;
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son
aunque ninguno lo entiende.
4. El poema.
Es una composición en verso que contiene un mensaje completo. Los poemas pueden estar estructurados en estrofas o no, de modo que podríamos clasificarlos en poemas estróficos (los que están constituidos por estrofas) y poemas no estróficos (aquellos que no están estructurados en estrofas.
4.1. Poemas estróficos.
Nos fijaremos en tres tipos: el zéjel, el villancico y el soneto.
- El zéjel: procede de la poesía arábigo-andaluza y aparece en castellano en el siglo XIV. Está formado por versos octosílabos y tiene la siguiente estructura: estribillo (uno o dos versos), mudanza (tres versos monorrimos), vuelta (un verso que rima con el estribillo), resultando el siguiente esquema: aa bbba. Veamos un ejemplo de Gil Vicente:
Dicen que me case yo:
no quiero marido,no.

Más quiero vivir segura
n’esta sierra a mi soltura,
que no estar en ventura
si casare bien o no.

Dicen que me case yo:
no quiero marido, no.

Madre, no seré casada
por no ver vida cansada,
o quizá mal empleada
la gracia que Dios me dió.
-El villancico: Era la canción popular más típica en la Edad Media y ha seguido cultivándose hasta la actualidad. Está escrito en versos hexasílabos u octosílabos. La estructura más frecuente es la siguiente, aunque puede presentar otras, se divide en dos partes: el estribillo (formado por dos, tres o cuatro versos), que se repite a lo largo de todo el poema; y el pie (estrofa de seis o siete versos de los que los últimos riman con el estribillo). Veamos un ejemplo de Miguel de Cervantes:
En los estados de amor,
nadie llega a ser perfecto,
sino el honesto y secreto.

Para llegar al süave
gusto de amor, si se acierta,
es el secreto la puerta,
y la honestidad la llave;
y esta entrada no la sabe
quien presume de discreto,
sino el honesto y secreto.
-El soneto: de origen italiano, después de un intento fallido del Marqués de Santillana, se introduce en España en el Renacimiento. Es el poema estrófico que más fortuna ha tenido a lo largo de la historia de la literatura. Está formado por dos cuartetos y dos tercetos, generalmente endecasílabos, y de rima consonante. El esquema clásico es el siguiente: ABBA ABBA CDC DCD (la estructura de los tercetos admite otras variantes, como CDE CDE, o CDE DCE, etc.). A lo largo del tiempo se han ido introduciendo innovaciones, como cambiar los cuartetos por serventesios (ABAB ABAB), o variar la rima del segundo cuarteto respecto al primero (ABBA CDDC). Fijémonos en el siguiente ejemplo de Luis de Góngora, que responde a la estructura clásica:
Mientras por competir con tu cabello,
oro bruñido, el Sol relumbra en vano,
mientras con menosprecio en medio el llano
mira tu blanca frente el lilio bello;

mientras a cada labio, por cogello,
siguen más ojos que al clavel temprano,
y mientras triunfa con desdén lozano
del luciente cristal tu gentil cuello;

goza cuello, cabello, labio y frente,
antes que lo que fue en tu edad dorada
oro, lilio, clavel, cristal luciente,

no solo en plata o vïola troncada
se vuelva, más tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.
4.2. Poemas no estróficos.
Dos serán los poemas no estróficos que aquí consideraremos: el romance y la silva.
-El romance: está formado por una serie más o menos extensa de versos octosílabos, de los cuales riman los pares en asonante, quedando sueltos los impares. Veamos un fragmento de un romance épico:
En Santa Gadea de Burgos
do juran los hijosdalgo,
allí toma juramento
el Cid al rey castellano
sobre un cerrojo de hierro
y una ballesta de palo.
Las variantes del romance se justifican por el abandono del octosílabo en favor de otros metros. Así, cuando los versos son heptasílabos, el romance se conoce como endecha; si son de menos de siete sílabas, se le denomina romancillo; y si se construye con endecasílabos recibe el nombre de romance heroico.
-La silva: es una serie poética ilimitada en la que se combinan, a voluntad del poeta, versos heptasílabos y endecasílabos, con rima consonante, aunque muchas veces se introducen también versos sueltos. Un ejemplo lo encontramos en Luis de Góngora:
Era del año la estación florida
en que el mentido robador de Europa
-media Luna las armas de su frente,
y el Sol todos los rayos de su pelo-,
luciente honor del cielo,
en campos de zafiro pasce estrellas;
cuando el que ministrar podía la copa
a Júpiter mejor que el garzón de Ida,
-naúfrago y desdeñado, sobre ausente-,
lagrimosas, de amor, dulces querellas
da al mar; que condolido,
fue a las ondas, fue al viento
el mísero gemido,
segundo de Arïón dulce instrumento.





1Si leemos a los poetas de la segunda mitad del siglo XX encontraremos una poesía que, a pesar de aparecer formalmente versificada, nos recuerda mucho el ritmo y la realidad de la prosa.
2Por su parte, Antonio Quilis la define así: “La métrica, como estudio de la versificación, es la parte de la ciencia literaria que se ocupa de la especial conformación rítmica de un contexto lingüístico estructurado en forma de poema”.
3No está demás recordar que la letra “h” al no corresponderse con ningún fonema no impide la sinalefa. Así, en el siguiente verso de Sor Juana Inés de la Cruz, “Te deberé la hermosura”, contamos nueve sílabas fonológicas pero ocho sílabas métricas ya que se produce una sinalefa entre “la” y “hermosura”: “Te-de-be-ré-la_her-mo-su-ra”.
4 El fenómeno más habitual es la sinalefa. Más extraño es necesitar recurrir a la sinéresis.
5 Este signo ortográfico también se llama diéresis.
6En la poesía contemporánea a menudo se prescinde de las reglas que impone la métrica de modo que la estrofa se asocia más con lo que representa el párrafo en la prosa (una cierta unidad de contenido) que con una estructura sujeta a unas normas, que es el caso que aquí consideramos.
7También recibe el nombre de sextina un tipo de poema compuesto por seis estrofas de seis versos endecasílabos y una de tres versos.

8Habitualmente esta estrofa es considerada una variante de la sextilla.

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