viernes, 24 de marzo de 2017

Ascética y mística.

En el prólogo de su “Cántico espiritual”, escribe San Juan de la Cruz: “ARGUMENTO: El orden que llevan estas canciones es desde que un alma comienza a servir a Dios hasta que llega al último estado de perfección, que es matrimonio espiritual; y así, en ellas se tocan los tres estados o vías del ejercicio espiritual por las cuales pasa el alma hasta llegar al dicho estado, que son, purgativa, iluminativa y unitiva, y se declaran acerca de cada una algunas propiedades y efectos de ellas.
“El principio de ellas trata de los principiantes, que es la vía purgativa. Las de más adelante tratan de los aprovechados, donde se hace el desposorio espiritual, y esta es la vía iluminativa. Después de estas, las que se siguen tratan de la vía unitiva, que es la de los perfectos, donde se hace el matrimonio espiritual” B.A.E., Tomo 27, Madrid, 1948, p. 145.
De un modo similar se manifiesta en su Subida al Monte Carmelo, texto que pretende explicar su famoso poema “Noche oscura”. También aquí se teoriza sobre las tres vías que conducen al alma hacia la unión con Dios. San Juan es un místico cristiano, pero la mística es una realidad presente en otras formas de religión o filosofías (como el neoplatonismo). Ferrater Mora, en su Diccionario, propone la siguiente definición: “actividad espiritual que aspira a llevar a cabo la unión del alma con la divinidad por diversos medios (ascetismo, devoción, amor, contemplación)”.
En la segunda mitad del siglo XVI aparecen numerosos autores de textos que pueden entenderse como místicos. En ellos estos escritores proponen sus experiencias “inefables”, en las que se verbalizan las tres etapas que recorre el alma en su camino hacia la contemplación, la recepción, la unión con Dios. Podría decirse que estamos ante un itinerarium mentis ad Deum. En cualquier caso se trata de una realidad que va más allá de lo racional, instintiva, que se siente de modo absoluto, pero no se puede explicar.
En la primera fase, “vía purgativa”, podríamos decir que el alma se desprende de todo lo material, lo físico, bien mediante la práctica de las virtudes, bien mediante el extrañamiento de todo aquello que impida que el alma se ocupe de cualquier asunto que no sea espiritual. Aquí tendría cabida lo racional, pues la voluntad puede pretender esta purificación y poner los medios para alcanzarla. De este modo, otra vez Ferrater Mora, escribe: “El ascetismo puede así definirse como una práctica de lo espiritual, como una serie de ejercicios espirituales destinados a adquirir un cierto “hábito” que puede colocar al hombre en el camino de la santidad”. De ascético puede ser calificado Fray Luis de León. Hay en él un deseo de desprendimiento, de anulación de las miserias materiales, de elevación a la esencia espiritual, aunque no parece que pueda hablarse de arrebatos místicos en alguien de tanto carácter, tan racional, que pretende comprender y explicar. No así San Juan, que siente, “por eso quien la sabía/ queda siempre no sabiendo,/ toda ciencia transcendiendo”.
En la segunda fase, “vía iluminativa”, el alma es iluminada por Dios, es decir, no depende de la voluntad del hombre, sino que hemos llegado a un estadio donde el alma se abandona a la contemplación de la gracia divina.
Y, finalmente, la “vía unitiva”, donde el alma (esposa) se une a Dios (esposo), experiencia personal, inefable, transcendente, imposible de ser transmitida a otros. Ejemplo acabado de esta fase es el poema “Llama de amor viva”, de San Juan:
¡Oh llama de amor viva
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!,
pues ya no eres esquiva,
acaba ya si quieres,
rompe la tela de este dulce encuentro.
¡Oh cauterio süave!,
¡oh regalada llaga!,
¡oh mano blanda!, ¡oh toque delicado
que a vida eterna sabe,
y toda deuda paga!
Matando, muerte en vida la has trocado.
¡Oh lámpara de fuego,
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido,
que estaba oscuro y ciego,
con extraños primores
calor y luz dan junto a su querido!
¡Cuán manso y amoroso
recuerdas en mi seno,
donde secretamente solo moras;
y en tu aspirar sabroso,
de bien y gloria lleno,

cuán delicadamente me enamoras!

No hay comentarios:

Publicar un comentario