En el prólogo de su “Cántico
espiritual”, escribe San Juan de la Cruz: “ARGUMENTO: El orden
que llevan estas canciones es desde que un alma comienza a servir a
Dios hasta que llega al último estado de perfección, que es
matrimonio espiritual; y así, en ellas se tocan los tres estados o
vías del ejercicio espiritual por las cuales pasa el alma hasta
llegar al dicho estado, que son, purgativa, iluminativa y unitiva, y
se declaran acerca de cada una algunas propiedades y efectos de
ellas.
“El principio de ellas trata de los
principiantes, que es la vía purgativa. Las de más adelante tratan
de los aprovechados, donde se hace el desposorio espiritual, y esta
es la vía iluminativa. Después de estas, las que se siguen tratan
de la vía unitiva, que es la de los perfectos, donde se hace el
matrimonio espiritual” B.A.E., Tomo 27, Madrid, 1948, p. 145.
De un modo similar se manifiesta en su
Subida al Monte Carmelo,
texto que pretende explicar su famoso poema “Noche oscura”.
También aquí se teoriza sobre las tres vías que conducen al alma
hacia la unión con Dios. San Juan es un místico cristiano, pero la
mística es una realidad presente en otras formas de religión o
filosofías (como el neoplatonismo). Ferrater Mora, en su
Diccionario, propone
la siguiente definición: “actividad espiritual que aspira a llevar
a cabo la unión del alma con la divinidad por diversos medios
(ascetismo, devoción, amor, contemplación)”.
En la
segunda mitad del siglo XVI aparecen numerosos autores de textos que
pueden entenderse como místicos. En ellos estos escritores proponen
sus experiencias “inefables”, en las que se verbalizan las tres
etapas que recorre el alma en su camino hacia la contemplación, la
recepción, la unión con Dios. Podría decirse que estamos ante un
itinerarium mentis ad Deum. En
cualquier caso se trata de una realidad que va más allá de lo
racional, instintiva, que se siente de modo absoluto, pero no se
puede explicar.
En la primera
fase, “vía purgativa”, podríamos decir que el alma se desprende
de todo lo material, lo físico, bien mediante la práctica de las
virtudes, bien mediante el extrañamiento de todo aquello que impida
que el alma se ocupe de cualquier asunto que no sea espiritual. Aquí
tendría cabida lo racional, pues la voluntad puede pretender esta
purificación y poner los medios para alcanzarla. De este modo, otra
vez Ferrater Mora, escribe: “El ascetismo puede así definirse como
una práctica de lo espiritual, como una serie de ejercicios
espirituales destinados a adquirir un cierto “hábito” que puede
colocar al hombre en el camino de la santidad”. De ascético puede
ser calificado Fray Luis de León. Hay en él un deseo de
desprendimiento, de anulación de las miserias materiales, de
elevación a la esencia espiritual, aunque no parece que pueda
hablarse de arrebatos místicos en alguien de tanto carácter, tan
racional, que pretende comprender y explicar. No así San Juan, que
siente, “por eso quien la sabía/ queda siempre no sabiendo,/ toda
ciencia transcendiendo”.
En la segunda
fase, “vía iluminativa”, el alma es iluminada por Dios, es
decir, no depende de la voluntad del hombre, sino que hemos llegado a
un estadio donde el alma se abandona a la contemplación de la gracia
divina.
Y, finalmente, la
“vía unitiva”, donde el alma (esposa) se une a Dios (esposo),
experiencia personal, inefable, transcendente, imposible de ser
transmitida a otros. Ejemplo acabado de esta fase es el poema “Llama
de amor viva”, de San Juan:
¡Oh llama de
amor viva
que
tiernamente hieres
de mi alma en
el más profundo centro!,
pues ya no
eres esquiva,
acaba ya si
quieres,
rompe la tela
de este dulce encuentro.
¡Oh cauterio
süave!,
¡oh regalada
llaga!,
¡oh mano
blanda!, ¡oh toque delicado
que a vida
eterna sabe,
y toda deuda
paga!
Matando,
muerte en vida la has trocado.
¡Oh lámpara
de fuego,
en cuyos
resplandores
las profundas
cavernas del sentido,
que estaba
oscuro y ciego,
con extraños
primores
calor y luz
dan junto a su querido!
¡Cuán manso
y amoroso
recuerdas en
mi seno,
donde
secretamente solo moras;
y en tu
aspirar sabroso,
de bien y
gloria lleno,
cuán
delicadamente me enamoras!
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