martes, 18 de abril de 2017

Poesía española: textos (XIII-XVI).

Siglo XIII




GONZALO DE BERCEO [1195-hacia 1268]


[Fragmento]
Señores y amigos, lo que dicho habemos
palabra es oscura, exponerla queremos;
dejemos la corteza, al meollo entremos,
cojamos lo de dentro, lo de fuera dejemos.

Todos cuantos vivimos que con los pies andamos,
siquiera en prisión, o en lecho yazgamos,
todos somos romeros que camino andamos:
San Pedro dice esto, por él os lo probamos.

Cuanto aquí vivimos, en ajeno moramos;
la estadía durable arriba la esperamos
la nuestra romería entonces la acabamos
cuando al paraíso las almas enviamos.





Siglo XIV


SEM TOB DE CARRIÓN [1290-1369]


No hay sin tacha cosa,
ni cosa sin zozobra,
ni sin fea hermosura,
ni sin luz no hay sombra.

Porque no hay pobre hombre
sino el codicioso;
ni rico sino hombre
con lo que tiene gozoso.

Por ende tal amigo
no hay como el libro;
para los sabios, digo,
que con los torpes no libro.

El hombre torpe es
la peor alimaña
que en el mundo es:
no lo digo con saña.

No puede hombre haber
en el mundo amigo,
como el buen saber;
ni peor enemigo.

Si fuese el hablar
de plata figurado,
debe ser el callar
de oro afinado.

Porque todo hombre vea
que en el mundo cosa
no hay del todo fea
ni del todo hermosa.



Siglo XV


JORGE MANRIQUE [1440-1479]

[Fragmento]
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos,
allegados son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.

[...]
Este mundo es el camino
para el otro, que es morada
sin pesar;
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar;
partimos cuando nacemos,
andamos mientras vivimos,
y llegamos
al tiempo que fenecemos;
así que cuando morimos
descansamos.




Siglo XVI


GUTIERRE DE CETINA [1519-1554]


Ojos claros, serenos,
si de un dulce mirar sois alabados,
¿por qué, si me miráis, miráis airados?
Si cuanto más piadosos,
más bellos parecéis a aquel que os mira,
no me miréis con ira,
porque no parezcáis menos hermosos.
¡Ay tormentos rabiosos!
Ojos claros, serenos,
ya que así me miráis, miradme al menos.




GARCILASO DE LA VEGA [1501-1536]


Escrito está en mi alma vuestro gesto
y cuanto yo escribir de vos deseo:
vos sola lo escribisteis; yo lo leo
tan solo que aun de vos me guardo en esto.

En esto estoy y estaré siempre puesto,
que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,
de tanto bien lo que no entiendo creo,
tomando ya la fe por presupuesto.

Yo no nací sino para quereros;
mi alma os ha cortado a su medida;
por hábito del alma misma os quiero;

cuanto tengo confieso yo deberos;
por vos nací, por vos tengo la vida,
por vos he de morir, y por vos muero.


[Estrofa]
Después que nos dejaste, nunca pace
en hartura el ganado ya, ni acude
el campo al labrador con mano llena;
no hay bien que en mal no se convierta y mude.
La mala hierba al trigo ahoga, y nace
en lugar suyo la infeliz avena;
la tierra, que de buena
gana nos producía
flores con que solía
quitar en sólo verlas mil enojos,
produce ahora en cambio estos abrojos,
ya de rigor de espinas intratable.
Yo hago con mis ojos
crecer, lloviendo, el fruto miserable.



CRISTÓBAL DE CASTILLEJO [1490-1550]


Si en mirar con atención
mis ojos os ofendieron,
ved la razón que tuvieron,
y el mal que a mi corazón
principalmente hicieron.
Y aunque yo de pesar muera,
por ser causa de enojaros
esto quiero confesaros:
que por más daño tuviera
si dejara de miraros.




SAN JUAN DE LA CRUZ [1542-1591]


¡Oh llama de amor viva
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!,
pues ya no eres esquiva,
acaba ya si quieres,
rompe la tela de este dulce encuentro.

¡Oh cauterio süave!,
¡oh regalada llaga!,
¡oh mano blanda!, ¡oh toque delicado
que a vida eterna sabe,
y toda deuda paga!
Matando, muerte en vida la has trocado.

¡Oh lámpara de fuego,
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido,
que estaba oscuro y ciego,
con extraños primores
calor y luz dan junto a su querido!

¡Cuán manso y amoroso
recuerdas en mi seno,
donde secretamente solo moras;
y en tu aspirar sabroso,
de bien y gloria lleno,
cuán delicadamente me enamoras!




FRAY LUIS DE LEÓN [1527-1591]


Aquí la envidia y mentira
me tuvieron encerrado.
Dichoso el humilde estado
del sabio que se retira
de aqueste mundo malvado,
y con pobre mesa y casa,
en el campo deleitoso
con solo Dios se compasa,
y a solas su vida pasa,
ni envidiado ni envidioso.



Cuando contemplo el cielo
de innumerables luces adornado,
y miro hacia el suelo,
de noche rodeado,
en sueño y en olvido sepultado,

el amor y la pena
despiertan en mi pecho un ansia ardiente;
despiden larga vena
los ojos hechos fuente;
la lengua dice al fin con voz doliente:

“Morada de grandeza,
templo de claridad y hermosura:
mi alma que a tu alteza
nació, ¿qué desventura
la tiene en esta cárcel baja, oscura?

¿Qué mortal desatino
de la verdad aleja así el sentido,
que de tu bien divino
olvidado, perdido,
sigue la vana sombra, el bien fingido?

El hombre está entregado
al sueño, de su suerte no cuidando;
y con paso callado
el cielo, vueltas dando,
las horas del vivir le va hurtando.

¡Ay!, ¡despertad, mortales!
Mirad con atención en vuestro daño.
Las almas inmortales,
hechas a bien tamaño,
¿podrán vivir de sombra y sólo engaño?

¡Ay!, levantad los ojos
a aquesta celestial eterna esfera:
burlaréis los antojos
de aquesa lisonjera
vida, con cuanto teme y cuanto espera.

¿Es más que un breve punto
el bajo y torpe suelo, comparado
a aqueste gran trasunto,
do vive mejorado
lo que es, lo que será, lo que ha pasado?

Quien mira el gran concierto
de aquestos resplandores eternales,
su movimiento cierto,
sus pasos desiguales
y en proporción concorde tan iguales:

la luna cómo mueve
la plateada rueda, y va en pos de ella
la luz do el saber llueve,
y la graciosa estrella
de Amor la sigue reluciente y bella;

y cómo otro camino
prosigue el sanguinoso Marte airado,
y el Júpiter benigno,
de bienes mil cercado,
serena el cielo con su rayo amado;

rodéase en la cumbre
Saturno, padre de los siglos de oro;
tras de él la muchedumbre
del reluciente coro
su luz va repartiendo y su tesoro:

¿quién es el que esto mira
y precia la bajeza de la tierra,
y no gime y suspirando
por romper lo que encierra
el alma y de estos bienes la destierra?

Aquí vive el contento,
aquí reina la paz; aquí, asentado
en rico y alto asiento,
está el Amor sagrado,
de glorias y deleites rodeado.

Inmensa hermosura
aquí se muestra toda, y resplandece
clarísima luz pura,
que jamás anochece;
eterna primavera aquí florece.

¡Oh, campos verdaderos!
¡Oh, prados con verdad dulces y amenos!
¡Riquísimos minero!
¡Oh, deleitosos senos!
¡Repuestos valles, de mil bienes llenos!




MIGUEL DE CERVANTES [1547-1616]


“Voto a Dios que me espanta esta grandeza
y que diera un doblón por describilla;
porque ¿a quién no sorprende y maravilla
esta máquina insigne, esta riqueza?

Por Jesucristo vivo, cada pieza
vale más de un millón, y que es mancilla
que esto no dure un siglo, ¡oh gran Sevilla!
Roma triunfante en ánimo y nobleza.

Apostaré que el ánima del muerto
por gozar este sitio hoy ha dejado
la gloria donde vive eternamente.”

Esto oyó un valentón, y dijo: “Es cierto
cuanto dice voacé, señor soldado.
Y el que dijere lo contrario, miente.”

Y luego, incontinente,
caló el chapeo, requirió la espada,

miró al soslayo, fuese, y no hubo nada.

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