El comentario de textos literarios es una técnica para estudiar la
relación entre lo que creemos que el autor desea expresar y los
medios lingüísticos que para ello emplea, es decir, el “qué”
y el “cómo”. En un
texto literario todos los elementos (la estructura, las palabras
seleccionadas, los sonidos, la sintaxis) forman una unidad que está
al servicio del tema, esto es, de lo que el autor ha querido expresar
o, lo que es lo mismo, el autor ha tomado decisiones respecto a las
ideas que pretende transmitir y de su habilidad dependerá que escoja
las palabras más adecuadas a su propósito y las combine
apropiadamente con el fin de alcanzar un fin estético.
El procedimiento para comentar un texto literario puede ser el
siguiente:
0. Lectura: lo primero
que debemos hacer es leer el texto y comprenderlo cabalmente. Si
hubiese algún término que nos fuese desconocido hemos de buscar en
el diccionario su significado y escoger la acepción que tenga
sentido en el texto.
1. Breve relación sobre el
autor y la época: hemos de buscar información sobre el
autor del texto, su obra, el movimiento literario al que pertenece,
su época, su propia vida. En este apartado hemos de recabar y
seleccionar todos aquellos datos que puedan permitirnos leer de
manera más exacta el texto, es decir, lo que nos permita explicar
alusiones o pasajes oscuros que encuentren su explicación en las
circunstancias vitales del autor.
2. Plano de la expresión:
al comenzar con los siguientes apartados debemos distinguir ya los
textos según hayan sido escritos en prosa o en verso, ya que en
algunos niveles el tratamiento y la extensión del estudio variará
de acuerdo con el modo de expresión utilizado.
2.1. Nivel fónico: los textos que se nos presenten en verso
han de ser estudiados desde el punto de vista métrico. Las figuras
retóricas vinculadas a este nivel (la “aliteración”
y la “onomatopeya”)
pueden aparecer tanto en prosa como en verso, aunque es más
probable que las identifiquemos en el último caso.
2.2. Nivel morfosintáctico: nos fijaremos, en este apartado,
en la distribución de las palabras en clases formales e
intentaremos, si alguna de ellas predomina sobre las demás,
concluir alguna razón de ese predominio. Por regla general, los
textos en los que es el “adjetivo”
el más habitual, son textos descriptivos, particularistas, ya que
ese es el fin fundamental de esta clase de palabras1.
Si es el “sustantivo”
el predominante suele tratarse de un texto más universal o
general2.
Si el “verbo”,
en tanto y cuanto su significado, casi siempre, está vinculado con
la “acción”, nos
propone un texto de carácter narrativo. Las demás clases de
palabras nos pueden dar informaciones diversas, acordes con su
naturaleza. Así, el “pronombre”
puede relacionarse con el ámbito del ser humano, con lo personal,
mientras que el “adverbio”
no parece imponer valor alguno y debiera asociarse con el “adjetivo”
a la hora de ser interpretado un uso inhabitual.
Todavía en este nivel, debemos ocuparnos de las estructuras
sintácticas que dominan el texto. Si el autor ha optado por largas
construcciones, esto implica una cierta morosidad (tanto lentitud,
como, a menudo, minuciosidad) del texto, mientras que las cortas
suelen implicar una mayor rapidez (o, al menos, una cierta
simplicidad o sencillez). También hemos de reparar en el uso de
estructuras sintácticas paralelas para crear ritmo, aunque no
necesariamente podamos identificar la figura conocida como “anáfora”
u otras: nos referimos aquí a repetición de estructuras
sintácticas como, por ejemplo, “sujeto+verbo+cd+cc”,
o “sujeto complejo
(núcleo+dos adyacentes)+verbo+cd complejo (núcleo+adyacente)”,
etc.
Estudiaremos también las figuras propias de este nivel de análisis,
es decir, aquéllas que tienen que ver con la morfosintaxis.
2.3. Nivel léxico-semántico: aquí nos hemos de fijar en
los significados de las palabras utilizadas por el autor y, si es
posible, estableceremos campos semánticos reconocibles en el texto
y que contribuyan a su mejor comprensión. De este modo, un autor
puede construir un texto en torno a dos campos semánticos
definibles como “vida”
y “muerte”,
vinculando al primero expresiones como “el
amanecer”, “el llanto
de un niño”, “el
día”, “la luz”,
“las olas del mar”,
etc.; y al segundo, “la
noche”, “el
color negro”, “la luna”, “el
miedo”, etc.
Estudiaremos en este nivel el recurso a las figuras retóricas que
ya hemos mencionado arriba (“metáfora”,
“sinécdoque”, “antítesis”,
etc.).
Si el texto que analizamos está escrito en prosa, acaso sea éste
el momento de estudiar el punto de vista por el que ha optado el
autor3.
Así, y relacionado con las distintas personas verbales, podemos
elegir entre primera, segunda o tercera persona. Si recurrimos a la
primera, debemos optar entre un “narrador-protagonista”4
[el personaje protagonista de la historia coincide con el que la
cuenta] o un “narrador-personaje
secundario”5
[alguien que interviene en la historia, pero que no es el
protagonista]6.
Si optamos por la segunda el narrador aparece como una especie de
conciencia del personaje protagonista, con el que mantiene una
suerte de diálogo continuo7.
Al elegir la tercera persona, debemos decidir entre el “narrador
omnisciente”8
[el narrador lo sabe todo de sus personajes, su pasado y su futuro,
sus pensamientos y sentimientos; no pocas veces, emite opiniones
sobre los personajes y sus acciones] y el “narrador observador
externo”9
[es un mero testigo de los hechos; sólo cuenta aquello que puede
percibirse a través de los sentidos, sin intervenir en ningún
aspecto].
3. Plano del contenido:
nos ocuparemos en este apartado del tema del texto y de su
estructura interna, es decir, de las partes que lo constituyen.
3.1. Sustancia del contenido: debemos intentar establecer
cuál es el tema del texto estudiado y exponer las principales ideas
que lo desarrollan. En ocasiones encontraremos obras cuyo tema es
muy general (de la mayoría de las novelas imprescindibles que se
han escrito se puede decir que el tema es “el
hombre”, como demuestra Don Quijote de la Mancha o
Bajo el volcán), pero en otras nos parecerá más
sencillo identificarlo (sobre todo en la lírica, dada la brevedad
de sus productos).
3.2. Forma del contenido: una vez establecido el tema, hemos
de intentar una división del texto en partes, esto es, proponer una
posible estructura interna. Para ello podemos recurrir a la
información que hemos recogido en los apartados anteriores, de modo
que en una parte pueden dominar los adjetivos y en otra los verbos;
en una podemos hallar muchos términos relacionados con la luz, y en
otra con la oscuridad; en una frases interminables, y en otra muy
cortas; etc. En definitiva, para establecer las partes de un texto y
justificar nuestra división es fundamental que usemos la información
que hemos conseguido extraer en los pasos anteriores.
4. Conclusiones: es éste
el último apartado de nuestro trabajo. En él debemos proponer
nuestra lectura del texto, es decir, resumiremos lo esencial de lo
escrito con anterioridad, procurando llevar a cabo una exposición
ordenada de los hechos que concluya con un resumen de nuestra
valoración del trabajo del escritor, siempre desde argumentos
mostrables en el propio texto
1Si
la expresión “la
silla”
es aplicable a todas las realidades conocidas que tengan unas
características concretas (objeto con respaldo, sin brazos, que
sirve para sentarse), la expresión “esta
silla verde”, mediante los adjetivos “esta”
y “verde”
reduce absolutamente el campo de la realidad al que puede ser
aplicado, es decir, particulariza ese objeto y lo segrega de la
totalidad en el que podría incluirse. Por el contrario, la primera
de las expresiones que hemos usado, nos remite a lo universal, a un
concepto total que puede ser aplicado a todas las realidades que se
adecuen a su significado: su referente son todas las sillas.
2Véase
la nota anterior.
3No
debemos confundir autor y narrador. El primero es una persona
concreta, real. El segundo es un modo de proponer su historia que
elige el autor, una realidad convencional y, necesariamente,
ficticia.
4"Si
Hipócrates lo dijo por algo sería, y yo siempre he sido muy
respetuoso con la cultura clásica, tanto como irrespetuoso he sido
con las espurias culturas de la modernidad y sobre todo con la
sociología, que es uno de los saberes más basados en el don de la
obviedad, sin otra seguridad que la que otorgan las faldas de la
mesa camilla de las estadísticas”,
M. Vázquez Montalbán, El
estrangulador.
5"En
París se había casado con una mujer llamada Éliane (siempre la
nombraba así, jamás le oí decir “mi
mujer”),
cuyo gusto para los colores, dijo, era el más exquisito que pudiera
encontrarse en un ser humano (no pregunté, pero supuse que en tal
caso sería pintora). Tenía un amplio y ambicioso proyecto
literario del cual había realizado ya el veinte por ciento, señaló
con precisión, aunque todavía nada se había publicado: dejando de
lado a sus allegados, yo era la primera persona que se interesaba
por sus escritos”, Javier Marías, “Todo
mal vuelve”, en Cuando
fui mortal.
6Una
variante de esta posibilidad es el narrador en primera persona que
cuenta una historia del pasado desde su presente, pero que no ha
intervenido en los hechos que relata.
7"Subiste
temblando la escalera. Desde arriba podías abarcar con la vista los
jardines arropados de hierba del cementerio protestante y, más
lejos, los huertos y cañizares del llano, grises y esfuminados por
la llovizna”.
8"No
hubo bien nombrado a don Fernando la que el cuento contaba, cuando a
Cardenio se le mudó la color del rostro, y comenzó a trasudar, con
tan grande alteración, que el cura y el barbero, que miraron en
ello, temieron que le venía aquel accidente de locura que habían
oído decir que de cuando en cuando le venía. Mas Cardenio no hizo
otra cosa que trasudar y estarse quedo, mirando de hito en hito a la
labradora, imaginando quién ella era”, Miguel de Cervantes, D.
Quijote de la Mancha.
9"Claudio,
junto a la raya, echaba el pie izquierdo hacia atrás y se inclinaba
mucho con el torso adelante. Balanceó varias veces el brazo, con el
tejo en los dedos, describiendo en el aire unos arcos, que le iban
de la rodilla a la frente, con cuidadosa precisión. Luego salió el
primer tejo; saltó contra el labio de la rana, hacia el polvo,
Rafael Sánchez Ferlosio, El
Jarama.
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