miércoles, 25 de enero de 2017

El comentario de textos literarios.

 El comentario de textos literarios es una técnica para estudiar la relación entre lo que creemos que el autor desea expresar y los medios lingüísticos que para ello emplea, es decir, el qué y el cómo”. En un texto literario todos los elementos (la estructura, las palabras seleccionadas, los sonidos, la sintaxis) forman una unidad que está al servicio del tema, esto es, de lo que el autor ha querido expresar o, lo que es lo mismo, el autor ha tomado decisiones respecto a las ideas que pretende transmitir y de su habilidad dependerá que escoja las palabras más adecuadas a su propósito y las combine apropiadamente con el fin de alcanzar un fin estético.
El procedimiento para comentar un texto literario puede ser el siguiente:

0. Lectura: lo primero que debemos hacer es leer el texto y comprenderlo cabalmente. Si hubiese algún término que nos fuese desconocido hemos de buscar en el diccionario su significado y escoger la acepción que tenga sentido en el texto.

1. Breve relación sobre el autor y la época: hemos de buscar información sobre el autor del texto, su obra, el movimiento literario al que pertenece, su época, su propia vida. En este apartado hemos de recabar y seleccionar todos aquellos datos que puedan permitirnos leer de manera más exacta el texto, es decir, lo que nos permita explicar alusiones o pasajes oscuros que encuentren su explicación en las circunstancias vitales del autor.

2. Plano de la expresión: al comenzar con los siguientes apartados debemos distinguir ya los textos según hayan sido escritos en prosa o en verso, ya que en algunos niveles el tratamiento y la extensión del estudio variará de acuerdo con el modo de expresión utilizado.
2.1. Nivel fónico: los textos que se nos presenten en verso han de ser estudiados desde el punto de vista métrico. Las figuras retóricas vinculadas a este nivel (la “aliteración y la onomatopeya) pueden aparecer tanto en prosa como en verso, aunque es más probable que las identifiquemos en el último caso.
2.2. Nivel morfosintáctico: nos fijaremos, en este apartado, en la distribución de las palabras en clases formales e intentaremos, si alguna de ellas predomina sobre las demás, concluir alguna razón de ese predominio. Por regla general, los textos en los que es el adjetivo el más habitual, son textos descriptivos, particularistas, ya que ese es el fin fundamental de esta clase de palabras1. Si es el sustantivo el predominante suele tratarse de un texto más universal o general2. Si el verbo, en tanto y cuanto su significado, casi siempre, está vinculado con la acción”, nos propone un texto de carácter narrativo. Las demás clases de palabras nos pueden dar informaciones diversas, acordes con su naturaleza. Así, el pronombre” puede relacionarse con el ámbito del ser humano, con lo personal, mientras que el adverbio” no parece imponer valor alguno y debiera asociarse con el adjetivo” a la hora de ser interpretado un uso inhabitual.
Todavía en este nivel, debemos ocuparnos de las estructuras sintácticas que dominan el texto. Si el autor ha optado por largas construcciones, esto implica una cierta morosidad (tanto lentitud, como, a menudo, minuciosidad) del texto, mientras que las cortas suelen implicar una mayor rapidez (o, al menos, una cierta simplicidad o sencillez). También hemos de reparar en el uso de estructuras sintácticas paralelas para crear ritmo, aunque no necesariamente podamos identificar la figura conocida como anáfora u otras: nos referimos aquí a repetición de estructuras sintácticas como, por ejemplo, sujeto+verbo+cd+cc”, o sujeto complejo (núcleo+dos adyacentes)+verbo+cd complejo (núcleo+adyacente), etc.
Estudiaremos también las figuras propias de este nivel de análisis, es decir, aquéllas que tienen que ver con la morfosintaxis.
2.3. Nivel léxico-semántico: aquí nos hemos de fijar en los significados de las palabras utilizadas por el autor y, si es posible, estableceremos campos semánticos reconocibles en el texto y que contribuyan a su mejor comprensión. De este modo, un autor puede construir un texto en torno a dos campos semánticos definibles como vida” y muerte, vinculando al primero expresiones como el amanecer”, el llanto de un niño”, el día”, la luz”, las olas del mar, etc.; y al segundo, la noche, el color negro”, “la luna”, el miedo”, etc.
Estudiaremos en este nivel el recurso a las figuras retóricas que ya hemos mencionado arriba (metáfora”, “sinécdoque”, antítesis”, etc.).
Si el texto que analizamos está escrito en prosa, acaso sea éste el momento de estudiar el punto de vista por el que ha optado el autor3. Así, y relacionado con las distintas personas verbales, podemos elegir entre primera, segunda o tercera persona. Si recurrimos a la primera, debemos optar entre un narrador-protagonista4 [el personaje protagonista de la historia coincide con el que la cuenta] o un narrador-personaje secundario5 [alguien que interviene en la historia, pero que no es el protagonista]6. Si optamos por la segunda el narrador aparece como una especie de conciencia del personaje protagonista, con el que mantiene una suerte de diálogo continuo7. Al elegir la tercera persona, debemos decidir entre el narrador omnisciente8 [el narrador lo sabe todo de sus personajes, su pasado y su futuro, sus pensamientos y sentimientos; no pocas veces, emite opiniones sobre los personajes y sus acciones] y el “narrador observador externo”9 [es un mero testigo de los hechos; sólo cuenta aquello que puede percibirse a través de los sentidos, sin intervenir en ningún aspecto].

3. Plano del contenido: nos ocuparemos en este apartado del tema del texto y de su estructura interna, es decir, de las partes que lo constituyen.
3.1. Sustancia del contenido: debemos intentar establecer cuál es el tema del texto estudiado y exponer las principales ideas que lo desarrollan. En ocasiones encontraremos obras cuyo tema es muy general (de la mayoría de las novelas imprescindibles que se han escrito se puede decir que el tema es el hombre”, como demuestra Don Quijote de la Mancha o Bajo el volcán), pero en otras nos parecerá más sencillo identificarlo (sobre todo en la lírica, dada la brevedad de sus productos).
3.2. Forma del contenido: una vez establecido el tema, hemos de intentar una división del texto en partes, esto es, proponer una posible estructura interna. Para ello podemos recurrir a la información que hemos recogido en los apartados anteriores, de modo que en una parte pueden dominar los adjetivos y en otra los verbos; en una podemos hallar muchos términos relacionados con la luz, y en otra con la oscuridad; en una frases interminables, y en otra muy cortas; etc. En definitiva, para establecer las partes de un texto y justificar nuestra división es fundamental que usemos la información que hemos conseguido extraer en los pasos anteriores.

4. Conclusiones: es éste el último apartado de nuestro trabajo. En él debemos proponer nuestra lectura del texto, es decir, resumiremos lo esencial de lo escrito con anterioridad, procurando llevar a cabo una exposición ordenada de los hechos que concluya con un resumen de nuestra valoración del trabajo del escritor, siempre desde argumentos mostrables en el propio texto
1Si la expresión la silla es aplicable a todas las realidades conocidas que tengan unas características concretas (objeto con respaldo, sin brazos, que sirve para sentarse), la expresión esta silla verde”, mediante los adjetivos esta y verde” reduce absolutamente el campo de la realidad al que puede ser aplicado, es decir, particulariza ese objeto y lo segrega de la totalidad en el que podría incluirse. Por el contrario, la primera de las expresiones que hemos usado, nos remite a lo universal, a un concepto total que puede ser aplicado a todas las realidades que se adecuen a su significado: su referente son todas las sillas.
2Véase la nota anterior.
3No debemos confundir autor y narrador. El primero es una persona concreta, real. El segundo es un modo de proponer su historia que elige el autor, una realidad convencional y, necesariamente, ficticia.
4"Si Hipócrates lo dijo por algo sería, y yo siempre he sido muy respetuoso con la cultura clásica, tanto como irrespetuoso he sido con las espurias culturas de la modernidad y sobre todo con la sociología, que es uno de los saberes más basados en el don de la obviedad, sin otra seguridad que la que otorgan las faldas de la mesa camilla de las estadísticas, M. Vázquez Montalbán, El estrangulador.
5"En París se había casado con una mujer llamada Éliane (siempre la nombraba así, jamás le oí decir mi mujer), cuyo gusto para los colores, dijo, era el más exquisito que pudiera encontrarse en un ser humano (no pregunté, pero supuse que en tal caso sería pintora). Tenía un amplio y ambicioso proyecto literario del cual había realizado ya el veinte por ciento, señaló con precisión, aunque todavía nada se había publicado: dejando de lado a sus allegados, yo era la primera persona que se interesaba por sus escritos”, Javier Marías, Todo mal vuelve”, en Cuando fui mortal.
6Una variante de esta posibilidad es el narrador en primera persona que cuenta una historia del pasado desde su presente, pero que no ha intervenido en los hechos que relata.
7"Subiste temblando la escalera. Desde arriba podías abarcar con la vista los jardines arropados de hierba del cementerio protestante y, más lejos, los huertos y cañizares del llano, grises y esfuminados por la llovizna”.
8"No hubo bien nombrado a don Fernando la que el cuento contaba, cuando a Cardenio se le mudó la color del rostro, y comenzó a trasudar, con tan grande alteración, que el cura y el barbero, que miraron en ello, temieron que le venía aquel accidente de locura que habían oído decir que de cuando en cuando le venía. Mas Cardenio no hizo otra cosa que trasudar y estarse quedo, mirando de hito en hito a la labradora, imaginando quién ella era”, Miguel de Cervantes, D. Quijote de la Mancha.

9"Claudio, junto a la raya, echaba el pie izquierdo hacia atrás y se inclinaba mucho con el torso adelante. Balanceó varias veces el brazo, con el tejo en los dedos, describiendo en el aire unos arcos, que le iban de la rodilla a la frente, con cuidadosa precisión. Luego salió el primer tejo; saltó contra el labio de la rana, hacia el polvo, Rafael Sánchez Ferlosio, El Jarama.

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