No
es fácil proponer una definición de texto literario, lo que es lo
mismo, de literatura. Hay quien establece el concepto de ficción
como criterio fundamental. Hay quien piensa que es la forma la que
establece la frontera entre qué sea literatura y qué no. Wellek y
Warren escriben: “La literatura es una institución social que
utiliza como medio propio el lenguaje, creación social”1.
Pero ese uso es, cuando menos, peculiar. Lo que caracteriza al
lenguaje literario, escribe Amorós, es la intensificación: un
especial “énfasis expresivo, afectivo o estético añadido a la
información transmitida por la estructura lingüística sin
alteración de sentido”2.
Por su parte, los formalistas rusos entendían como esencial la
“cualidad de divergencia”, el extrañamiento frente al
automatismo del lenguaje usual. Y ahí entraría la llamada función
poética que, de acuerdo con de Aguiar e Silva, se caracteriza
primaria y esencialmente por el hecho de que el mensaje crea
imaginariamente su propia realidad, por el hecho de que la palabra
literaria, a través de un proceso intencional, crea un universo de
ficción que no se identifica con la realidad empírica, de suerte
que la frase literaria significa de modo inmanente su propia
situación comunicativa, sin estar determinada inmediatamente por
referentes reales o por un contexto de situación externa”3.
En
su Breve diccionario de términos literarios, Estébanez
Calderón entiende que considerando la literatura como un acto de
comunicación, este se asienta sobre tres pilares básicos: el emisor
(autor), el mensaje (texto) y el receptor (público). Este último es
el responsable de considerar o aceptar un texto como literario o no.
El mensaje recurre a un uso peculiar de la lengua que transciende la
mera finalidad práctica de la comunicación. Y el autor es, en
definitiva, el responsable de la intencionalidad que pretende
literario el texto.
Fijémonos
ahora en las características de los textos literarios desde los tres
conocidos niveles de análisis textual. En el primero, el pragmático,
esta clase de textos parecen distinguirse por tener como función
esencial la poética. Pero también encontraremos en ellos las
funciones expresiva (sobre todo en la lírica), la referencial (en la
épica, fundamentalmente) y la apelativa (de forma notable en el
llamado género didáctico). En lo que refiere al canal, la
literatura primitiva recurrió a la transmisión oral, pero es la
transmisión escrita la que puede considerarse como genuina. El
código es una lengua natural, aunque en algunas obras puedan
aparecer alguna muestra de otros códigos, como el musical en Ulises,
de James Joyce, o el icónico, en El libro de Manuel, de
Cortázar4.
El registro idomático, en general, será el culto o elaborado, pero
un texto literario puede recurrir al coloquial y familiar (sobre todo
en los diálogos, habituales en la narrativa e inevitables en el
teatro) y aun al vulgar (cuando es usado como forma de definición de
un personaje). De las variedades del discurso lo habitual es que
encontremos, fundamentalmente, la narrativa, la dialogada y la
descriptiva.
También
debe considerarse dentro de la adecuación la elección del género
literario. Dejando de lado la evolución histórica de las teorías y
las distintas polémicas acerca de los géneros literarios, puede
afirmarse que se acepta, grosso modo, la existencia de cuatro grandes
estructuras reconocibles como géneros literarios: la épica
(narrativa), la lírica (poesía), la dramática (teatro) y la
didáctica (ensayo). A la hora de proponer un texto literario hemos
de adoptar alguna de la reconocibles estructuras que imponen estos
géneros5.
Siempre
dentro del nivel pragmático, es preciso referirse a la esencial
polisemia del texto literario en sentido sincrónico (distintos
lectores realizan distintas lecturas de acuerdo con su condición
cultural, vital, sentimental) y diacrónico (los textos son
interpretados diversamente en distintas épocas y, más aún,
significan distintamente en diferentes épocas históricas: véase el
relato de Borges “Pierre Ménard, autor del Quijote”).
En
el nivel semántico hemos de referirnos a tres cuestiones que afectan
a la coherencia del texto literario: las formas o variedades del
discurso; las formas de expresión; y los géneros literarios.
Respecto a las primeras, se distinguen la exposición y la
argumentación (presentes sobre todo en el género didáctico), la
narración (más propia de la épica), la descripción (utilizada en
mayor o menor medida en todos los géneros) y el diálogo
(fundamental en el género dramático y habitual en el épico). Las
formas de expresión de los textos literarios pueden resolverse en
prosa (la expresión lingüística no se sujeta a esquemas métricos
predeterminados) o en verso (se supone sometida la expresión a
exigencias acentuales, de rima, número de sílabas y pausas).
En cuanto a los géneros
literarios son definidos como un modo de organizar los textos
literarios a lo largo de la historia. Como escribe Warren, “La
teoría de los géneros es un principio de orden: no clasifica la
literatura y la historia literaria por el tiempo o el lugar (época o
lengua), sino por tipos específicamente literarios de organización
y estructura”, es decir, se fija en el cómo se resuelve un
determinado contenido en la obra, qué forma de exposición es la
elegida por el escritor.
Ya en Platón y Aristóteles se distinguen los considerados tres
géneros mayores: la épica, la lírica y el teatro. Esta
clasificación se fundamenta en el “modo de imitación”
(o de “representación”)
de la realidad. De este modo, en la obra épica (o en la novela), el
escritor habla en parte en primera persona, como narrador, y en parte
hace hablar a sus personajes; en la lírica es la persona del propio
poeta la que se nos ofrece; y en el teatro el autor desaparece tras
el reparto de papeles. Lo cierto es que a lo largo de la historia,
esta primitiva distinción se ha afianzado de modo y manera que los
géneros han constituido una forma de exposición de la obra
literaria que autores y lectores reconocen, y a partir de ese
reconocimientos los géneros se expanden en nuevos subgéneros o dan
lugar a obras fronterizas. En la literatura contemporánea, de este
siglo (y del precedente), el género épico, fundamentalmente la
novela, se ha convertido en una estructura capaz de soportar todas
las estructuras, como han probado, entre otros, James Joyce o Julián
Ríos.
Para finalizar, hemos de añadir a los citados géneros, un cuarto,
la didáctica, dentro de la que se encontrarían aquellos textos
literarios cuya característica esencial sea la de enseñar, la de
exponer ideas, lo que actualmente recibe el nombre de “ensayo”.
Fijémonos ahora en cada uno de los que hemos llamado géneros
literarios mayores.
La
lírica.-
La lírica es el género donde lo fundamental es el “yo”
del poeta. Éste se impone a la realidad de modo que sólo es
importante en tanto en cuanto tiene que ver con el poeta, con sus
emociones, con sus sentimientos. La lírica utiliza, normalmente, el
verso, pero no todo verso es lírico. La lírica debe entenderse más
como una actitud, un modo de entender la realidad y de expresarla.
Dentro de la lírica podemos identificar los siguientes subgéneros:
* Himno: es una composición solemne destinada al canto, que
expresa sentimientos patrióticos, religiosos, etc. de carácter
colectivo. Estamos ante un tipo lírico propio de la antigüedad
grecolatina6.
* Oda: se trata de un texto de tono solemne y lenguaje culto,
de tema variado: filosófico, heroico, sagrado, etc... Aquí podemos
citar como ejemplo a Fray Luis de León7.
* Sátira: composición de carácter burlesco en la que se
censura defectos o vicios individuales o colectivos. Numerosos
ejemplos de este subgénero pueden encontrarse en los grandes
autores del siglo XVII, como Luis de Góngora o Francisco de
Quevedo8.
* Elegía: texto que expresa un sentimiento de dolor por la
muerte de un ser querido o por alguna desgracia colectiva. Dentro de
esta forma lírica cabría incluir las “Coplas a la muerte de su
padre”, de Jorge Manrique9.
* Epigrama: Composición breve que expresa con agudeza e
ingenio un pensamiento satírico o gracioso. Se llama así por estar
estas obras destinadas, en un principio, a las inscripciones
conmemorativas y epitafios. El más famoso escritor de epigramas es
el hispanolatino Marcial10.
*
Égloga: Texto en el que se presentan, idealizadas, escenas o
diálogos entre personajes rústicos, describiéndose la belleza
del campo y, en general, de la Naturaleza. En nuestra poesía
Garcilaso de la Vega escribió algunas de las más celebradas11.
La Épica o Narrativa.-
Este género es el que el autor elige para proponernos una historia
desde la distancia, desde la objetividad. Frente a la lírica, la
épica es la narración de unos hechos que acontecen a unos
personajes en un tiempo y lugar determinados. Aquí no es el autor
el protagonista, sino los personajes12.
En un principio, los autores se sirven del verso para escribir sus
obras [conocidas como “epopeyas” o “poemas épicos”],
mientras que en la actualidad utilizan la prosa [los a los que nos
referimos con los nombres de “novela” y “cuento”]. La
derivación de la epopeya hacia la novela vendría dada por el paso
del verso a la prosa y por la reducción de lo universal o nacional
a lo particular y específico. Así, mientras la epopeya cuenta con
personajes heroicos que representan a naciones o pueblos (Ulises,
Ayax, Aquiles o Héctor, en la Ilíada, o Eneas, en la
Eneida, o El Cid, en el Cantar de Mío Cid), la novela
se concibe como la historia de personajes más comunes o próximos
al lector, más humildes, no tan grandiosos.
Teniendo esto en cuenta, podríamos establecer los siguientes
subgéneros épicos:
* Epopeya y poema épico: texto en el que se narran
acciones memorables en la vida del mundo y de la humanidad, como la
Ilíada y la Odisea, atribuidas a Homero; o en el se
refieren acciones heroicas que glorifican una nación determinada,
como la Eneida, de Virgilio13.
* Cantar de gesta: este sería el poema épico medieval; en
él se glorifica a un héroe patrio, haciéndole protagonistas de
diversas hazañas. En España, la muestra más notable sería el
anónimo Cantar de Mío Cid14.
*Novela:
consiste en una narración más o menos compleja, más o menos
extensa, en la que a uno o varios personajes les acontecen una
serie de peripecias. Toda novela encierra una historia, y en ella
pueden predominar lo narrativo o lo descriptivo, de acuerdo con la
época o el autor. Pero, como el término “literatura”, el
término “novela” ha dado lugar a todo tipo de definiciones y,
casi con toda seguridad, podríamos decir que cada novelista nos ha
propuesto su definición. Digamos que, finalmente, la novela se
distingue por su tamaño, es decir, el ocupar muchas páginas y
contar una historia ficticia. El haberse convertido en la
manifestación literaria más importante de este siglo ha hecho que
la novela haya fagocitado las demás manifestaciones literarias
hasta el punto de asumirlas y, de algún modo, anularlas. Ya en El
Quijote aparecen muestras de lírica, pero en Ulises se
incorporan capítulos en forma de obra de teatro, fragmentos que
pueden considerarse líricos y hasta partituras musicales. En
definitiva, parece que en la novela todo vale15.
* Cuento: relato breve que narra hechos ficticios, con una
trama sencilla. El cuento se refiere a una situación de crisis que
se soluciona rápidamente. Uno de los autores más interesantes de
este género es Jorge Luis Borges16.
El género dramático o teatro.-
El género dramático es aquél bajo el que se agrupan las obras
literarias concebidas para ser representadas ante un público. De
este modo, el autor desaparece tras los personajes; la narración y
la descripción se limitan a unas pocas notas indicativas, y, en lo
que se refiere al asunto de la obra, quedan absorbidas por el
diálogo, es decir, que un personaje puede contar una historia o
describir un objeto, pero ambas situaciones quedan asumidas en el
diálogo. El teatro es el terreno propio del diálogo, así como la
lírica lo era de la subjetividad o la épica de la narración. Este
género se expresa tanto en verso como en prosa. Es evidente que el
carácter de espectáculo hace que las posibilidades de este género
se vean reducidas en lo que se refiere al número de personajes [han
de ser reconocibles por el público y no pueden por ello ser
demasiados], los espacios y el tiempo en los que se desarrolla la
historia [los escenarios no pueden cambiar a menudo y tampoco
podemos dilatar en el tiempo la vida de nuestros personajes dado que
serán actores de carne y hueso quienes los representen] y las
acciones [su número ha de ser reducido ya que, de lo contrario, se
dispersaría fácilmente la atención del espectador]. El exceso de
cualquiera de estos aspectos haría que la obra fuese
irrepresentable y entraría en los terrenos fronterizos entre
géneros, como es el célebre caso de La Celestina.
Por lo que respecta a los principales subgéneros dramáticos,
podríamos distinguir un grupo de subgéneros dramáticos “mayores”
(tragedia, comedia y drama) de otro grupo de
subgéneros llamados “menores” (monólogo y paso,
entremés y sainete)17.
* Tragedia: presenta el conflicto sostenido entre un héroe y
la adversidad ante la cual, inevitablemente, sucumbe. A menudo, los
personajes de la tragedia suelen héroes, reyes, dioses, etc., con
lo cual sus adversidades son grandiosas y de consecuencias más
amplias. Esto mismo hace que este subgénero sea considerado el más
elevado. El público puede asistir a estas representaciones para, a
través de los conflictos que le son presentados, liberar sus
propias angustias y temores (lo que Aristóteles llamó “catarsis”).
Los primeros ejemplos de tragedias los encontramos en la antigua
Grecia18.
* Comedia: frente a la anterior, aquí los personajes no
pertenecen a la cúspide de la pirámide social y religiosa, sino
que son gentes comunes que sufren conflictos comunes y que
normalmente acaban felizmente resueltos. La comedia se suele asociar
con la alegría, el juego y, en general, el espectáculo ligero
destinado a regocijar al público. También en Grecia encontramos
los primeros testimonios. El comediógrafo más celebrado fue
Aristófanes19.
* Drama: es muy similar a la tragedia. Como ella se nos
enfrenta a un conflicto doloroso, pero se abandonan las esferas
ideales y se nos sitúa en la realidad, con personajes más cercanos
a lo cotidiano, no tan grandiosos como los trágicos. Como dramas
pueden entenderse las obras de Antonio Buero Vallejo20.
* Monólogo: en general, los monólogos están integrados en
obras teatrales más amplias, pero, sobre todo modernamente, se ha
consolidado como una posibilidad dramática más. El monólogo no es
otra cosa que el parlamento de un solo personaje, casi como una
reflexión en voz alta21.
* Paso, entremés y sainete: los tres comparten
su brevedad. El sainete podría definirse como una obra de
poca extensión que refleja las costumbres y el habla populares; los
más celebrados son los de Ramón de la Cruz, los cuales llegaron a
integrarse en el patrimonio folklórico madrileño. El entremés
y el paso son obras breves, de carácter cómico y personajes
populares, que se solían representar en los entreactos de una obra
larga. Famoso autor de pasos fue Lope de Rueda, y de entremeses,
Miguel de Cervantes22.
El género didáctico.-
Al incluir el didáctico entre los géneros literarios estamos
considerando sus producciones como literarias y, por tanto,
pertenecerán a él aquellos textos cuya finalidad principal sea la
exposición de unas ideas u opiniones sobre un asunto del carácter
que fuere, pero en cuya composición el autor ha tenido un afán
estético, no meramente expositivo. De este modo, las obras que se
citan a menudo como pertenecientes a este género, para nosotros
estarían mejor entendidas como productos del lenguaje científico o
familiar. La mayor parte de la escritura periodística pertenece, en
el mejor de los casos, al uso cotidiano de la lengua; los textos
destinados a difundir los conocimientos de distintas disciplinas
oscilan entre este uso cotidiano (por lo lamentablemente escritos que
están) y el uso científico; sólo algunos trabajos pueden
comprenderse dentro del género didáctico en tanto género
literario, la mayoría relacionados con las llamadas disciplinas
humanísticas, como la Historia, la Literatura o la Filosofía.
También aquí podemos hablar de algunos subgéneros reconocibles:
* Ensayo: es la manifestación contemporánea del género
didáctico. Bajo este nombre se cobijan obras en las que una persona
expone sus ideas sobre algún tema. No pocas veces, se confunde el
ensayo con la “filosofía
en zapatillas”, es decir, con la exposición de ocurrencias que no
tienen interés alguno y que no han sido sometidas a la más
elemental reflexión autocrítica23.
En el ensayo importa el estilo, aunque sobre él esté la
eficacia de la exposición de las ideas y, por supuesto, la
originalidad e interés de éstas. Un ejemplo de este subgénero
sería la España invertebrada, de José Ortega y Gasset24.
- Fábula: narración breve y sencilla, habitualmente en verso, cuyos personajes suelen ser animales y de la que se extrae una moraleja o enseñanza moral25.
En lo que se refiere al nivel
sintáctico, en los textos literarios encontraremos ejemplos de todos
los mecanismos lingüísticos disponibles para cohesionar el texto.
Así, encontraremos utilizada la recurrencia en todas sus variantes:
léxica (resuelta en la figura retórica llamada políptoton o
polipote), semántica (antítesis, paradoja...), sintáctica
(paralelismo, anáfora, anadiplosis, epanadiplosis) y fónica
(aliteración y onomatopeya). También la sustitución que es la base
de los llamados tropos: metáfora, imagen, símil, sinestesia o
metonimia. Del mismo modo, es habitual el uso de la elipsis que le
permite al autor evitar repeticiones innecesarias, agilizar el ritmo
del texto y profundizar en su cohesión. También afecta la
naturaleza literaria del texto al orden de los constituyentes
oracionales (especialmente en el género lírico). Y, finalmente, no
es ajeno a este tipo de textos el uso de marcadores del discurso.
1Teoría
literaria.
2Introducción
a la literatura.
3Teoría
de la literatura.
4Véanse
también los poemas creacionistas, que emulan formas varias.
5“El
género literario es una “institución”, como lo es la Iglesia,
la Universidad o el Estado […] Cabe trabajar, expresarse a través
de instituciones existentes, crear otras nuevas o seguir adelante en
la medida de lo posible sin compartir políticas o rituales; cabe
también adherirse a instituciones para luego reformarlas”, Wellek
y Warren.
6Un
ejemplo pudiera ser el siguiente fragmento de la obra de Tirteo,
poeta griego del siglo VII a. De C.:
¡Oh
qué bello es morir por la querida
Patria!
Varón, en los combates fuerte,
con
los primeros expondrás tu vida.
¿Mendigando
infeliz quisieras verte?
¿Del
que abandona su natal campaña
no
sabes, no, la desdichada suerte?
7Sirva
como ejemplo este fragmento de su oda “A Felipe Ruiz”:
¿Cuándo
será que pueda,
libre
desta prisión, volar al cielo,
Felipe,
y en la rueda
que
huye más del suelo
contemplar
la verdad pura, sin velo?
8De
éste último son los siguientes versos:
El
que si ayer se muriera
misas
no podia mandar,
hoy,
a fuerza de hurtar,
mandar
todo el mundo espera.
Y
el que quitaba a cualquiera
el
sombrero de mil modos,
hoy
quita la capa a todos,
desvanecido
en la altura.
9Un
fragmento de las mismas son los siguientes versos:
Ved
de cuán poco valor
son
las cosas tras que andamos
y
corremos;
que
en este mundo traidor
aun
primero que muramos
las
perdemos.
10
De Marcial es el siguiente:
¿Me
preguntas qué me dan mis tierras de Nomentano, Lino?
Esto
me dan las tierras: el gusto, Lino, de no verte.
11Estos
versos pertenecen a la “Égloga primera”:
El
dulce lamentar de dos pastores,
Salicio
juntamente y Nemoroso,
he
de contar, sus quejas imitando;
cuyas
ovejas al cantar sabroso
estaban
muy atentas, los amores,
de
pacer olvidadas, escuchando.
12No
debemos confundir el narrador con el autor; que una novela esté
narrada en primera persona no implica que el autor sea esa primera
persona: más aún, el hecho de poner nuestra vida en un papel
asumiendo el hecho de que estamos acometiendo una tarea literaria,
implica necesariamente la ficción y, por lo tanto, el hecho de que
uno es quien escribe y otro quien se mueve por las páginas del
texto. Por ejemplo, en la novela contemporánea se suele dar una
cierta tendencia a utilizar la experiencia personal como materia
novelística, pero este adjetivo ya nos advierte que aquello que
leemos es ficción, por muy fiel que sea a la realidad en que se
haya inspirado. Esto no quiere decir que sea falso, sólo que es
literatura, y como sabemos, la literatura es, muy a menudo, más
precisa en su análisis de la realidad que otras posibilidades de
aproximación a ésta.
13De
la Ilíada son los siguientes versos:
Dijo
así, y escucháronlo todos y le obedecieron.
Aun
heridos, pusieron en orden las filas los reyes,
El
Tidida, Odiseo y Agamenón el Átrida.
Recorriendo
las huestes, cambiaron las armas de guerra.
Tomó
el bueno las buenas y al malo le dieron las malas.
Se
pusieron en marcha, vestido ya el bronce luciente.
Poseidón
que sacude la tierra marchaba delante,
empuñando
una espada terrible y aguda, fulgente
cual
relámpago y nadie luchar con el dios pretendía
en
la lucha funesta, que el miedo impedíalo a todos.
14Sácanlos
de las tiendas, cáenlos en alcaz;
tanto
braço con loriga veríedes caer a part,
tantas
cabeças con yelmos que por el campo caen,
caballos
sin dueños salir a tods partes.
Siete
migeros complidos duró el segudar.
Mío
Çid al rey Búcar cayól'
en alcaz:
“¡Acá
torna, Búcar! Venist'
dalent mar,
Verte
has con el Çid, el de la barba grant,
saludar
nos hemos amos, e tajaremos amista[d]”.
Repuso
Búcar al Çid: “¡Cofonda Dios tal amistad!
El
espada tienes desnuda en la mano e veot'
aguijar;
así
como semeja, en mí la quieres ensayar”.
- 15Veamos un ejemplo de la primera:
La del alba sería cuando don
Quijote salió de la venta tan contento, tan gallardo, tan
alborozado por verse ya armado caballero, que el gozo le reventaba
por las cinchas del caballo. Mas viniéndole a la memoria los
consejos de su huésped cerca de las prevenciones tan necesarias que
había de llevar consigo, especial la de los dineros y camisas,
determinó volver a su casa y acomodarse de todo, y de un escudero,
haciendo cuenta de recebir a un labrador vecino suyo, que era pobre
y con hijos; pero muy a propósito para el oficio escuderil de la
caballería. Con este pensamiento guió a Rocinante hacia su aldea,
el cual, casi conociendo la querencia, con tanta gana comenzó a
caminar, que parecía que no ponía los pies en el suelo.
16De
su relato “El fin” hemos tomado estas líneas:
Recabarren, tendido, entreabrió
los ojos y vio el oblicuo cielo raso de junco. De la otra pieza le
llegaba un rasgueo de guitarra, una suerte de pobrísimo laberinto
que se enredaba y desataba infinitamente... Recobró poco a poco la
realidad, las cosas cotidianas que ya no cambiaría nunca por otras.
Miró sin lástima su gran cuerpo inútil, el poncho de lana
ordinaria que le envolvía las piernas. Afuera, más allá de los
barrotes de la ventana, se dilataban la llanura y la tarde; había
dormido, pero aún quedaba mucha luz en el cielo.
17Como
subgéneros dramáticos se consideran también las manifestaciones
musicales como la ópera,
la zarzuela,
el musical
o la opereta.
18De
Esquilo y su Las suplicantes son estos versos:
CORO:
El estado eres tú, tú eres el pueblo;
Señor
no sometido a juez alguno,
tú
eres rey del altar, del hogar de esta tierra.
Sólo
con el sufragio de tu frente,
y
solo con el cetro de tu trono
tú
lo decides todo. ¡Evita
el sacrilegio!
REY:
Sobre mi enemigo caiga el sacrilegio.
Mas
no os puedo ayudar sin daño alguno,
pero
tampoco es sabio no atenderte.
No
sé qué hacer; el miedo me domina.
¿Obrar?
¿No obrar? ¿O tentaré al destino?
19
De su obra Pluto o la riqueza
hemos tomado este fragmento:
LA
POBREZA: Considera, pues, la conducta de los oradores en las
ciudades: mientras son pobres, son justos con el pueblo y el Estado;
pero en cuanto se enriquecen a costa de la comunidad, al punto
devienen injustos, conspiran contra la multitud y hacen la guerra al
pueblo.
CRÉMILO:
En esto, al menos, tú no mientes en nada, aun cuando eres en
extremo maldicente. Pero no alardees, porque más te dolerá el
intentar persuadirnos de que es mejor la pobreza que la riqueza.
20De
su obra El tragaluz hemos seleccionado este fragmento:
VICENTE:
¡Si ya ha
pasado!
MARIO:
Y tú no has visto nada.
VICENTE:
Una maleta.
MARIO:
De cartón. Y la falda, verde manzana. Y el andar, inseguro. Acaso
otra chica de pueblo que viene a la ciudad... La pierna era
vigorosa, de campesina.
VICENTE:
(con desdén) ¡Estás
inventando!
MARIO:
(con repentina y desconcertante risa) ¡Claro,
claro! Todo puede ser mentira.
21Quizás
el más célebre sea el del Hamlet de Shakespeare:
Ser, o no ser: ésta es la
cuestión: si es más noble sufrir en el ánimo los tiros y
flechazos de la insultante Fortuna, o alzarse en armas contra un mar
de agitaciones, y, enfrentándose con ellas, acabarlas: morir,
dormir, nada más, y, con un sueño, decir que acabamos el
sufrimiento del corazón y los mil golpes naturales que son herencia
de la carne. Ésa es una consumación piadosamente deseable: morir,
dormir; dormir, quizá soñar: sí, ahí está el tropiezo, pues
tiene que preocuparnos qué sueños podrán llegar en ese sueño de
muerte, cuando nos hayamos desenredado de este embrollo mortal. Ésta
es la consideración que da tan larga vida a la calamidad: pues
¿quién soportaría los
latigazos y los insultos del tiempo, el agravio del opresor, la
burla del orgulloso, los espasmos del amor despreciado, la tardanza
de la justicia, la insolencia de los que mandan y las patadas que
recibe de los indignos el mérito paciente, si él mismo pudiera
extender su documento liberatorio con un simple puñal? ¿quién
aguantaría cargas, gruñendo y sudando bajo una vida fatigosa, si
no temiera algo después de la muerte, el país sin descubrir, de
cuyos confines no vuelve ningún viajero, que desconcierta la
voluntad, y nos hace soportar los males que tenemos mejor que volar
a otros de que no sabemos? ...
22De
La guarda cuidadosa, de Cervantes, hemos tomado este
fragmento:
AMO:
Tienes deseo de casarte, Cristinica?
CRISTINA:
Sí tengo.
AMO:
Pues escoge, destos dos que se te ofrecen, el que más te agradare.
CRISTINA:
Tengo vergüenza.
ELLA:
No la tengas; porque el comer y el casar ha de ser a gusto proprio,
y no a voluntad ajena.
CRISTINA:
Vuesas mercedes, que me han criado, me darán marido como me
convenga; aunque todavía quisiera escoger.
SOLDADO:
Niña, échame el ojo; mira mi garbo; soldado soy, castellano pienso
ser; brío tengo de corazón; soy el más galán hombre del mundo; y
por el hilo deste vestidillo, podrás sacar el ovillo de mi
gentileza.
23No
está lejano el tiempo en el que todos los que disponían de una
pluma en este país creían hacer filosofía con cada peregrino
escrito que salía de su cabeza en periódicos, hojas parroquiales o
programas de fiestas.
24Pero
una clase atacada de particularismo se siente humillada cuando
piensa que para lograr sus deseos necesita recurrir a estas
instituciones u órganos del contar con los demás. Quiénes
son los demás para el particularista? En fin de cuentas, y tras uno
u otro rodeo, nadie. De aquí la íntima repugnancia y humillación
que siente entre nosotros el militar, o el aristócrata, o el
industrial, o el obrero cuando tiene que impretar del Parlamento la
satisfacción de sus aspiraciones y necesidades. Esta repugnancia
suele disfrazarse de desprecio hacia los políticos; pero un
psicólogo atento no se deja desorientar por esta apariencia.
25Sirva
como ejemplo la fábula de “La
rana y la gallina”, de
Tomás de Iriarte:
Desde
su charco, una parlera rana
Oyó
cacarear a una gallina.
-¡Vaya!
(le dijo); no creyera, hermana,
Que
fueras tan incómoda vecina.
Y
con toda esa bulla ¿qué hay de nuevo?
-Nada,
sino anunciar que pongo un huevo.
-¿Un
huevo sólo? ¡Y alborotas
tanto!
-Un
huevo sólo; sí señora mía.
¿Te
espantas de eso, cuando no me espanto
De
oírte cómo graznas noche y día?
Yo,
porque sirvo de algo, lo publico;
Tú,
que de nada sirves, calla el pico.
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